Óleo, seda, madera, barro: arte
Fuente: Página12 ~ Hasta el 20 de marzo, el Museo de Arte Contemporáneo expone una selección de obras de más de 20 artistas, de los cuales se reseñan siete en esta nota.
«Esa soy yo», comenta una muchacha, señalando con convicción una figura femenina en el paisaje urbano, pintada por Orlando Belloni; «yo, antes de conocerte». Una límpida luz que viene del río ilumina la sala, donde cuelgan decenas de pinturas de Belloni; decenas de chicas y chicos como ellos, andando en moto, cruzando avenidas, tomando cervezas, charlando en la vereda, bailando y tocando música, o sentados espalda contra espalda mirando sus teléfonos celulares. El joven que la acompaña observa absorto los detalles de la chica pintada: gafas modernas, pelo rubio batido, campera abierta mostrando un corpiño blanco y un vientre plano; minifalda y zapatillas, actitud desafiante y seductora. «Me hubiera gustado conocerte entonces», murmura el muchacho. Es una siesta de viernes en el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (Oroño y el río), donde esta intensidad de identificación entre público y obra no suele ser lo corriente. La escena tiene lugar en el quinto piso, el único con luz natural y el que eligió Maxi Masuelli, curador invitado de la sección Gabinete, para exhibir una antología de pinturas y tallas en madera de un único artista, nacido en 1933, radicado en barrio Tablada y retratista de sus habitantes. Esto sucede en el Salón Nacional Rosario que lleva el número 74, así, sin numeral, tal cual la fecha que pintan como desafío los ñubelistas a los centralistas.
¿Un salón popular? Arriba, en el piso 6, leemos un relato bordado con caligrafía de escuela primaria. «Bueno les voy a contar porqué soy acá en la menor. Yo estaba tomando en una casa con unos amigos y mi primo cuando de repente me yama mi novia yorando que su hermano le pegó y bueno yo arranqué para su casa caminando porque vive a 5 cuadras de mi casa. Bueno llegué a su casa empecé a gritarle que salga a su hermano y salieron los 3 hermanos y el ha me olvidé de contarles que cuando salí de mi casa me cargué en la cintura 2 cuchillos…». La historia termina mal, con violencia policial. Mi carátula (2018/2020) es descrita por Manuela de la Cruz como «Bordado de transferencia del manuscrito de un joven en contexto de encierro sobre una sábana de mi primera infancia». La superposición de las dos vidas revela desigualdades sociales. Comparte sala con una obra que alude a otras violencias: Guardate en tu caparazón (2021), de Ulises Mazzuca, se apropia literalmente de la metáfora del closet y la torna soporte de un grito mudo de hachazo y fuego, donde la madera herida simboliza los travesticidios contra los cuales advierte el título, citando una canción de Supertramp.
Este tríptico-objeto dialoga muy bien y hasta se mimetiza con Muchacho del Paraná (2021), el mural de barro de las islas del Paraná y apliques de seda blanca bordada que le valió a su autor, el artista plástico y diseñador textil Manuel Brandazza, el merecido Premio Fundación Castagnino de $300.000. Como es un premio adquisición, estas sirenas fluviales de barro y seda, que corren paralelas al río de agua y cielo como su doble astral y a su mismísima vera, se integran a la colección y compartirán el Museo Castagnino+Macro con una obra homónima, también patrimonial: el niño pescador que realizara en bronce el escultor Lucio Fontana y al que alude el título de Brandazza. Con aquel otro Muchacho del Paraná, en 1942, Fontana ganó el 1º Premio de Escultura en el 32º Salón Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires.
No es el único intertexto con una obra de la colección del Museo Castagnino que se produce en esta edición del Salón. El primer piso alberga una obra en progreso, un experimento singular: Rincón de estudio (2021/2022) es una acción performática de Federico Gloriani (en colaboración con Maite Acosta) que consiste en copiar Rincón de estudio (1946) de Fortunato Lacámera. «Vengo medio obsesionado con ese bodegón de Lacamera», cuenta Gloriani. «Esa obra está en la colección desde el 46, que ganó un premio adquisición, y cuando hace 5 años le pedí al Museo Castagnino una reproducción me dijeron que el Museo no tenía los derechos de reproducción de la obra, que eran de los herederos del pintor. A partir de eso me empecé a interesar por cultura libre, y por esa ley de propiedad intelectual que queda obsoleta. Entonces me propuse reproducir la obra. A partir de enero, como se cumplen los 70 años de la muerte del autor, esta obra pasa a ser de dominio público. Cuando la termine de pintar va a ser una obra reproducible legalmente. La obra consiste en tomar clases. Voy una vez por semana, a veces dos, al Museo a tomar clases de pintura con Maite Acosta. Ella me va enseñando y entre los dos vamos tratando de hacer una pintura lo más parecida posible al original». Los bocetos pueden verse en este literal rincón de estudio, desplegados en una copia de artista open source, junto al original.
Más sutiles aún son las huellas de otra acción: «El mendigo», de Marisa Rubio. En un piso 4 de estética trash y temática principalmente callejera, junto a un relato testimonial de tenor similar al citado, no bordado sino escrito a máquina en tinta desvaída, cuelga la foto de un ciego de barba gris, con sus gafas negras y su cuerpo de bebedor. Ni ciego, ni testimonio: se trata de un «ejercicio» del método «Teoría del quehacer actoral cotidiano para intérpretes» creado por la docente teatral de ficción Naranja Milano Questa, uno de los personajes logrados por Rubio aplicando este método: una «actuación situada en el intérprete frente a un público que no es consciente de que es público… Al hacer ficción dentro de un acontecimiento real actuando un hecho cotidiano, se tensa la capacidad actoral del intérprete, que se ve obligado a investigar las características esenciales del personaje que representa… y transformarlo en un individuo integrado con la realidad en la que se está presentando» (https://marisarubio.com.ar/). Fueguina radicada en Buenos Aires, Marisa Rubio obtuvo el primer premio en el LXV Salón Nacional de Rosario 2011 con otras obras de esta serie: el proyecto Identidades, desarrollado entre 2008 y 2018.
El jurado de premiación estuvo integrado por Carla Barbero, Alejo Ponce de León, Cintia Clara Romero, Maximiliano Masuelli, el concejal Andrés Giménez, Ana Suiffet por la Fundación Castagnino y los directores del museo, Raúl D’Amelio y Roberto Echen.
El premio adquisición Salón Nacional de Rosario, de la Municipalidad de Rosario, también de trescientos mil pesos, fue para Pinturita de la artista mendocina Constanza Giuliani: una novela gráfica en dibujos para llevar. El premio adquisición Colección, del Ministerio de Innovación y Cultura de la Provincia de Santa Fe, distribuyó el mismo importe entre cuatro obras de Orlando Belloni: el dibujo Las tunas, y las pinturas Al pie de la botella, El ruido y Volviendo del baile. Artista distinguido por el Concejo municipal, con un libro por Iván Rosado y otra exposición en la sala que ya lleva su nombre en la Biblioteca Vigil (Gaboto 450), Belloni disfruta estos merecidos reconocimientos en vida, pero más disfruta el público de sus obras. Es como un Brueghel el Viejo sudamericano, un Antonio Berni del siglo veintiuno, un Marc Chagall de Tablada o un Edward Hopper de esta otra Chicago más bochinchera, cuyos tipos sociales laburantes (el pescador, el resero) visibiliza sin exotismo. Su pintura se irisa en el paisaje de río o de cielo como la de sus precusores locales (uno piensa en Salvador Zaino). Es a la vez arte y documento, se fue haciendo más suelta con los años y posee la singularidad absoluta de sus rostros, que lucen un estilo expresionista distintivo y tienen un entorno marcadamente popular.
Lista completa de obras y expositores: Castagnino+macro | Exposiciones | 74° Salón Nacional de Rosario