Fuente: Cronista ~ La muestra se realiza en The Link Towers, Puerto Madero, y contó con 20 de sus más exclusivas obras.
La artista plástica mendocina Florencia Aise inauguró este jueves Home Sweet Home, junto a Cott Gallery, a la que no dudó en calificar como «la exposición más importante» de su carrera. La obra se muestra en The Link Towers, Puerto Madero, y cuenta con 20 de sus más exclusivas obras.
«Es la exposición más importante de mi carrera porque, además de presentar obras de los últimos dos años, tiene un hilo conductor y hablan exclusivamente de mí, del papel de la madre como creadora y gestora de cada minuto de la vida familiar«, destacó Aise.
La muestra tiene tres áreas diferentes: en la primera sala está la obra «Trueque» que desnuda el sacrificio visceral de la mujer como cabeza de familia dando visibilidad a su matriz de pensamiento. En la segunda, la artista aborda su propia identidad e historia por medio de la cualidad del autorretrato dispuesto a dialogar con el espectador. Mientras que en la última sala son protagonistas la uva y el vino, como semblanza de la sangre, que transforman el dolor en fuerza vital y proceso sanador en una alquimia que sólo el arte puede lograr.
«La femineidad desde una perspectiva audaz se consolida en la sólida propuesta de Aise; una artista decidida a expresarse con libertad por medio de una imaginación creadora puesta en acto a través del descubrimiento de su luz, pero sobre todo de su propia sombra. Una obra en clave subjetiva colmada de símbolos visuales, emerge como un umbral que invita a ser atravesado como espacio de reflexión y camino de autoconocimiento«, plantea la Cott Galery.
Y sigue: «Sus pinturas presentan diversidad de lenguajes, una visión múltiple de la problemática social y un cuestionamiento sobre el valor de los roles heredados. Son también significativos símbolos y soportes que aluden a la iconografía cristiana».
Home Sweet Home estará abierta hasta el 30 de noviembre. En paralelo, hasta mediados de diciembre, ocho obras de la mendocina permanecen en exposición en Espacio Cruz Bajo de Madrid. Muchas de sus obras están en mano de grandes coleccionistas de todo el mundo.
Por su parte, el mes pasado la artista realizó un trabajo de alcance público, como el mural que pintó en la chacra El Refugio, del manager de modelos Pancho Dotto en Entre Ríos.
El encuentro con el Presidente
En el mes de junio de este año, la artista visitó Casa Rosada, invitada por el presidente Alberto Fernández. Recorrió las instalaciones de la Casa de Gobierno y del Museo del Bicentenario, donde el mandatario le mostró el mural de David Alfaro Siqueiros «El Ejército Plástico«.
Vale aclarar, que Fernández conoció a la artista mendocina, luego de recibir un cuadro pintado por ella que le regaló la gobernación de Rodolfo Suarez, en su visita a Mendoza en marzo pasado. El cuadro, 35 por 30 centímetros, muestra un racimo de uvas Malbec realizado en óleo y plata sobre lienzo, la credencial de identidad de esa tierra.
«Se habló mucho de eso y no todo fue a favor, pero yo no me meto en política y, además, trato siempre de ver el lado bueno de las cosas», dijo en su momento la artista, a Los Andes, sobre el encuentro con el presidente Alberto Fernández.
Fuente: Diario El Argentino ~ El escultor Alejandro Marmo instalará este jueves en Salerno, en el Sur italiano, la escultura «Diego iluminado», con la que homenajeará a Diego Maradona en el primer aniversario de su fallecimiento a través de una obra de luces y hierros que recuerda al ex futbolista, «un soñador mucho antes de ser un campeón», al tiempo que apuesta por evocar a «los pibes anónimos y la pasión de las periferias», como define el artista.
La obra, una silueta de dos metros de altura con el rostro y torso de Maradona que fue desarrollada con el patrocinio de la Embajada argentina en Italia, es parte de un horizonte de trabajo con el que se buscan reforzar los lazos y puentes culturales entre los dos países y para el que la llegada del «Diego iluminado» es solo el primer paso, porque Marmo prevé otros puentes trasatlánticos más allá de Maradona, como el proyecto de construir la iconografía de Raffaella Carra.
El escultor nacido en Buenos Aires en 1971 es el autor de la escultura de Evita sobre la Avenida 9 de Julio y el único argentino con obras emplazadas en los Museos Vaticanos. La obra que inaugura en Salerno es un homenaje al «Pibe de Oro» y se inscribe en «los últimos 100 metros de kilómetros y millas de trabajo silencioso» que el escultor viene haciendo «desde aquel chico que fue al aeropuerto de Fiumicino y dejó finalmente su sueño, una obra en el aeropuerto», como evoca en clave autobiográfica el propio Marmo a propósito de su obra «El Abrazo», emplazada en la Terminal 3 del Aeropuerto de la capital italiana.
A horas de la instalación de «Diego iluminado» que se hará este jueves a las 18 locales (13 de la Argentina), Alejandro Marmo plantea que «el abordaje de este proyecto» sobre la figura de Diego Armando Maradona «tiene que ver con una lectura sociológica de la época». Se refiere a que «el ‘Diego iluminado’ es la síntesis de una puerta o balcón a una realidad que tenga un paisaje esperanzador, al ‘pibe de oro’, ese pibe anónimo. No tiene que ver tanto con lo pictórico sino con despertar el entusiasmo al sueño».
La dimensión sociológica, más allá de lo deportivo, aparece tras las consultas de Télam sobre la devoción que genera la figura del autor del mejor gol de la historia de los mundiales de fútbol en países pobres como Bangladesh o en símbolos de rebeldía a nivel global.
«Diego será irrepetible. Lo que sucede es que esa estampita que dejó, que puede ser comparable salvando las distancias con esa estampita de Jesús que se rebelaba frente a los poderosos, tiene que ser un anclaje cultural para despertar el entusiasmo en los descartados», dice Marmo.
Entra así en escena una de las dialécticas centrales de la obra de Marmo, la de centro-periferia, evocada en ese ida y vuelta por sus obras, como las dedicadas a diversos personajes populares y emplazadas desde el corazón de la ciudad de Buenos Aires hasta barrios marginados como Villa La Cárcova.
Así, la obra que se emplazará mañana en Salerno muestra también «cómo es permanente esa usina de sueños que representa la periferia, para decirlo desde un abordaje antropológico», sostiene el artista para quien «las periferias son las que transforman a la sociedad. Desde ahí emerge el ‘Diego iluminado».
Es en esas coordenadas que Marmo desarrolla la escultura maradoniana: «Esta obra apunta a leer esos ‘Diegos iluminados’ anónimos, a esos héroes anónimos que nunca van a ser Maradona ni tendrán su iluminación, pero sí el entusiasmo y esa estética de la lucha. Por ahí va el ‘Diego iluminado’: en despertar la lucha de quienes transitan esas realidades».
Para el artista, en un juego sobre el título de la obra, «la verdadera iluminación de Maradona no tuvo que ver con el Diego consagrado, con el campeón del mundo, en el 86, o en Barcelona. Desde mi óptica tiene que ver con esa valoración que hacía de los padres; con el esfuerzo de los padres por llevarlo al potrero, de creer en que esa realidad era una circunstancia que había que enfrentar, que había que salir de la pobreza, que había que tener el código de la amistad».
«Me parece que la iluminación tiene que ver con esa época en el Diego y no en la que se estandariza como el campeón. El ‘campeón’ es mucho antes que el campeón deportivo». Por eso, explica, «no incorporo la palabra amateur. No creo que Diego haya sido amateur alguna vez. El soñador nunca es amateur: el soñador tiene un capital que es el poder espiritual y la verdadera transformación social arranca desde el poder espiritual, desde aquellos que tienen una determinación», refuerza el creador de obras como «Diálogo Interreligioso» y la del sacerdote Carlos Mugica emplazadas en la Avenida 9 de Julio.
Según Marmo «esa determinación generalmente viene en la penumbra, no arranca en el reconocimiento, en las luces. Lo que despierta la semilla de la iluminación es aquello que nos atormenta, que nos ensombrece, que nos oscurece, o que nos provoca a salir de esa realidad».
E insiste: «Por eso reitero que lo ‘iluminado’ en Diego para mi tiene que ver con algo anterior a la consagración». Esa parábola de la luz, según Marmo, trasciende a la figura de Maradona: «Nuestra iluminación probablemente tiene poco que ver con este presente que vivimos, y más con aquello que determinamos ser en algún momento, y eso está cargado de otras cosas».
La llegada del ´Diego iluminado´ a Salerno, con la que en definitiva busca mostrar «cómo algo puede surgir a través de los sueños desde las periferias y las penumbras que lo llevan a la realidad de descarte», no será el único paso de este puente bioceánico que Marmo aspira a relanzar, con el recorrido de más de 50 trabajos ya emplazados en espacios públicos italianos.
«Esta obra será itinerante, empezará en Salerno, con trabajos en un centro deportivo, y luego seguramente vaya a Nápoles». «Diego iluminado», en definitiva, sigue la misma estética que otros murales que componen el recorrido kilométrico del autor, ese universo que reelabora el descarte y que va camino a formar una cada vez más grande «red social de hierro», elemento central con el que trabaja.
Fuente: InfoNews ~ En plena pandemia dos galeristas abrieron MM Gallery en la capital de Alemania. Impulsan el criptoarte y el trabajo de artistas argentinxs.
MM Gallery es una galería de arte contemporáneo ubicada en la calle Rocamora 4550, corazón del porteño barrio de Villa Crespo y manejada por Romina Massarino y Luciana Massarino.
Se trata de «un espacio de exhibición y difusión del arte latinoamericano que tiene como objetivo acompañar el desarrollo de sus artistas, brindándoles el apoyo necesario en su recorrido», según explican las directoras, quienes tienen ya su historia en el arte porteño ya que MM Gallery es un desprendimiento de 488 gallery, una galería de arte fundada en 2010 que también promovió a artistas latinoamericanos en diferentes espacios y formatos.
Si en la pandemia abrieron la sede alemana, en la pospandemia ya preparan intensamente nuevas presentaciones: el miércoles 1 de diciembre próximo en MM Gallery, sede Villa Crespo, se inaugura El signo que habito, exposición de Pablo Sinaí, quien cuestiona la idea de progreso vinculada a la hiperconectividad.
Apenas un mes antes del confinamiento estricto, ambas galeristas dejaron a punto la galería en Villa Crespo. Y ya en plena pandemia Luciana se instaló en Berlín para seleccionar un espacio e impulsar desde allí el proyecto.
De grandes dimensiones, ambas sedes tienen una estética industrial y se encuentran fuera de espacios tradicionales para galerías: la de Buenos Aires ocupa uno de los pisos de un edificio donde funcionan talleres textiles; la de Berlín, un gran subsuelo.
MM Gallery impulsará un proyecto de criptoarte que funcionará en paralelo con la galería presencial. En ambas sedes exponen artistas argentinos que integran el staff, y, además, hay exhibiciones de artistas invitados.
El artista Pablo Sinaí pertenece al staff de la galería. A partir de mapas de líneas de subtes de grandes ciudades como Viena, París, Barcelona, Tokio y Nueva York, y a partir de la señalética urbana de diferentes sitios crea abstracciones geométricas que integran la serie Vestigios.
“Son rastros, huellas y mapas arqueológicos de posibles trayectos que nosotros mismos configuramos”, señala el artista. De estos mapas de las redes subterráneas –entramados complejos que marcan el pulso acelerado de megalópolis– Sinaí crea síntesis abstractas geométricas, silenciosas y atemporales.
La serie Múltiple, surgida a partir de la imagen de una mariposa descargada de Internet que Sinaí usa como patrón para crear diferentes diseños, alude a la infinidad de efectos que escapan al control y al entendimiento del ser humano.
Intervalo límbico, una inquietante presencia humanoide en la sala, es una obra que el artista hizo inspirado en la tensión entre la vida social y el mundo íntimo. ¿Cómo exponernos y, al mismo tiempo, resguardarnos de nuestros propios demonios? fue la pregunta que se hizo el artista y que desató esta obra.
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MM Gallery Buenos Aires: Rocamora 4550 piso 2 B, CABA
Fuente: Olé ~ Un sinfín de obras de mosaiquismo dedicadas a Maradona y un mural enorme con el que se lo recordará a un año de su muerte.
Están todos los Diegos. Con la camiseta de Argentinos, la de Boca, la de Newell’s, la de Napoli, la del Barsa, la del Sevilla y la de la Selección, obvio. Los hay con fondos de colores, un poco psicodélicos, con los rulos, con el pelo más corto y con el mechón. Con Diego más gordo o más flaco. Más joven y más viejo. También en distintos tamaños, pero siempre Maradona. Y todos hechos con mosaico…
“Son trabajos que cuentan con una mano de obra muy intensiva porque no te podés equivocar… Lo más difícil es el rostro, porque tiene que quedar igual” ¿Cuánto tarda en cada obra? “Depende mucho de tamaño y la cantidad de horas por día que le dedique, pero las más chicas puedo llegar a tardar una o dos semanas, mientras que las más grandes pueden llevar un mes o un poquito más…”, explica Marcelo Chiarello, el autor de las obras, en charla con Olé.
El mosaiquismo es un arte muy antiguo, pero él comenzó a practicarlo hace relativamente poco. “Inicialmente trabajaba con piedras y ya en aquel momento había hecho algunas cosas con motivos de Diego, pero la piedra no me permitía tener una gama de colores muy amplia ni trabajar en superficies más grande, por eso me volqué al mosaiquismo. Digamos que hace unos cinco años hago mosaiquismo maradoniano”, cuenta.
Entre la gran cantidad de trabajos que hizo de DAM, hay uno que tiene una historia particular. “Lo hice a Diego en sus primeros años en Primera, cuando jugaba en Argentinos, y buscaba hacer la famosa pelota Pintier, un clásico de esa época. Se me ocurrió pedirle a un marmolero amigo la pieza, para después trabajarla y hacerle los detalles. Le pedí dos, porque pensé que no me iba a salir fácil, pero en el primer golpe que le di se me formó sola, con los gajos y todo. ¡Fue la Mano de Dios!”, asegura con emoción y, claro, devoción por el Diez.
Su arte se puede encontrar en redes sociales (Instagram: artemaradoniano) o contactarlo para visitar Bendito 10, el pequeño museo que armó en el corazón de Mataderos, en el que pueden encontrarse todo tipo de cosas vinculadas a Diego. Pero, además, la AFA le compró dos representaciones de buen tamaño, una de Messi y otra de Maradona, que hoy se lucen en el Predio de Ezeiza.
Pero hay más, porque con motivo del primer aniversario del paso a la eternidad de Maradona, este jueves 25 se inaugurará el primero de dos murales de gran tamaño en La Paternal, los cuales fueron intervenidos por varios artistas. “Los van a ubicar en la entrada principal de Argentinos, fue un trabajo muy grande, una de las obras más grande que habrá de Diego, y estoy orgulloso de que me hayan convocado”, concluyó, lógicamente, sin que se le escape la tortuga…
Fuente: iProfesional ~ La escultura «La Ascensión» fue recuperada luego de un derrotero cargado de interrogantes que lleva más de 100 años. Pero no llega completa ¿Qué sucedió?
El Palacio Barolo es uno de los edificios más hermosos y emblemáticos de la Ciudad de Buenos Aires. La imponente construcción ubicada en pleno corazón de la tradicional Avenida de Mayo es un deleite para la vista, pero también está rodeada de historias increíbles.
Inaugurado en 1923, fue el primer rascacielos de Latinoamérica. Es una pieza indispensable de la arquitectura porteña, con un aspecto que rompió todos los moldes de la época.
Ya desde sus inicios, el Barolo estuvo enmarcado en polémicas. Su inauguración fue silenciada por los medios de la época y su estética, fuertemente criticada por los arquitectos del establishment, debido a su peculiar estilo. El edificio se puede categorizar dentro del movimiento «art nouveau», pero tiene detalles de arquitectura gótica y neorromántica. Además, fue construido utilizando la técnica del hormigón armado, un método moderno. La cúpula, por su parte, está inspirada en el templo Rajarani Bhubaneshvar, de la India. «Rascacielos latino», así resumió su estilo ecléctico el arquitecto Mario Palanti, su autor.
El mármol del piso, de colores verde, blanco y rojo, como la bandera italiana, al igual que el resto de las decoraciones, son originales de 1923. El edificio, al ser declarado Monumento Histórico Nacional en 1997, no puede ser modificado.
Luego de décadas donde parecía que su estrella se apagaba, resurgió de la mano de una historia que rápidamente se transformó en mito: cuenta que Palanti se inspiró en los versos de la Divina Comedia, de Dante Alighieri, para diseñarlo. Y que su comitente, Luis Barolo, pretendía traer a la Argentina las cenizas del escritor italiano para salvarlas de una Europa en guerra.
Según el arquitecto e historiador Carlos Hilger, Barolo y Palanti eran miembros de una logia secreta derivada de la edad media, llamada Fede Santa, que tenía vínculos con los templarios y cuya orden fue prohibida por el Papa en el siglo XIV. Casualmente, Dante Alighieri perteneció a esa logia.
El pasaje de acceso al Palacio, luce en el centro una escultura realizada por Amelia Jorio, madre del administrador del edificio, hija de Carlos Jorio, uno de los primeros inquilinos el Barolo (y de quien se conserva una oficina con mobiliario y objetos antiguos) y abuela de Miqueas y Tomás Thärigen, quienes cobran un gran protagonismo en la historia reciente del edificio como difusores culturales del preciado patrimonio.
La escultura
La pieza consta de la figura de un águila con las alas desplegadas, que lleva en su lomo un hombre moribundo.
Esta obra está allí desde 2015, y fue colocada en reemplazo de una similar creada por el propio Palanti en 1919, pero que nunca llegó a ser colocada en el hall central. Se perdió en el camino…
¿Homenaje al Dante o al «soldado desconocido» de la Primera Guerra Mundial? Esto todavía está en debate. En la base de la figura se puede leer claramente la palabra «Mausoleo» ¿a quién está dirigida?
Hace más de 20 años, los administradores del Barolo lograron ubicar la pieza en manos de un coleccionista de arte de Mar del Plata. Trataron de recuperarla pero no tuvieron éxito.
Al hacer un segundo intento por recobrar la escultura de bronce hueca, de 2 metros de ancho por 1,50 de alto, se enteraron que ésta había sido cortada al medio y la parte superior había desaparecido.
¿Qué buscaban? ¿Por qué destruir una obra artística? Algunos creen que en el interior de la escultura estaban los restos del mismísimo Dante, que habían llegado escondidos en secreto desde Italia para que descansaran en la bóveda del Palacio. Algo que no fue confirmado ni desmentido, pero que sirve para alimentar el mito.
Unidos por la masonería, Barolo y Palanti querían homenajearlo construyéndole un mausoleo que hoy se emplaza sobre Avenida de Mayo 1370.
Los responsables de la recuperación de la escultura fueron los hermanos Miqueas y Tomás Thärigen, bisnietos de Carlos Jorio, quienes tienen una vida vinculada al Palacio Barolo.
Quiso el destino que un arquitecto que documentaba viviendas en Mar del Plata -de donde son oriundos los Thärigen- logró identificarla en el jardín de una casa ubicada en Güemes y Falucho. A partir de allí se vivieron muchos años de «tira y afloje», ya que el poseedor de la escultura, primero accedió a venderla, pero luego cambió de opinión.
Miqueas Thärigen fue una de las personas que más se movilizó para recuperar la escultura. Desde fines de los 90 pasó por diferentes instancias para tratar de que la obra de Palanti esté en el lugar que correspondía. «Por respeto y en homenaje al artista», explicó.
«Fue una ardua tarea que llevó muchos años y que se concluyó hace no más de 5 meses cuando encontramos la escultura en un anticuario y pudimos comprarla. Y logramos que finalmente esté donde Palanti y Barolo lo habían soñado. Nos provoca una alegría inmensa, por su legado, porque al fin de cuentas nosotros estamos de paso, pero lo que dejamos se puede transmitir a las próximas generaciones», remarcó Miqueas.
Sobre la posibilidad de que dentro de la escultura estén los restos del Dante, Miqueas fue categórico: «Los mitos hay que alimentarlos, porque son parte de la historia. No me animo a indagar sobre si realmente están o estuvieron allí. Prefiero que siga la leyenda».
Cabe recordar que el edificio es Patrimonio Cultural de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y Monumento Histórico Nacional.
Por su parte, Tomás Thärigen aseguró que haber conseguido el objetivo de recuperar la escultura «fue liberador», más allá de que la figura no esté completa. Se cerraba un ciclo, una búsqueda que parecía infructuosa.
«Cuando la vi era como sentir que era la última pieza de un rompecabezas. Fue una sensación de liberación muy grande. Lamentablemente falta la pieza superior, que es la que tiene la figura que supuestamente es del Dante. Pero nos pone muy feliz que finalmente llegue al Barolo, después de más de 100 años», comentó Tomás.
Miqueas y Tomás son difusores culturales del Barolo, reconocen la trayectoria de su bisabuelo y comparten su legado al valorar la gran obra arquitectónica de Palanti. Sus más de 18 años de trabajo recorriendo el Palacio les permitieron vivir experiencias maravillosas.
«Se acercan muchas personalidades interesantes de la cultura nacional y mundial, y siempre es un placer poder pasar el rato con ellos», indicó Miqueas.
«El Palacio Barolo tiene todas las cualidades de ser el edificio emblemático. Cuando uno lo ve reconoce a la Ciudad de Buenos Aires, tal como lo hace cuando ve la Torre Eiffel y reconoce a París», aseguró. Tomás y Miqueas Thärigen junto a María Kodama y la escultura recuperada
Roberto Campbell es el administrador del consorcio del Barolo y tío de Miqueas y Tomás. También participó en la ardua búsqueda de la escultura. Por eso, al recibir la noticia de que hace unos pocos meses había sido encontrada, no podía salir de su asombro.
«Cuando Miqueas me llamó para contarme la novedad, fue una sorpresa. Realmente nos pone muy feliz que finalmente la escultura esté en el lugar donde siempre debió estar», relató.
Campbell asumió la administración del consorcio hace más de 20 años, momento desde el que inició una ardua tarea para poner en valor nuevamente al histórico edificio. En ese sentido destacó la importancia de la cultura en el rescate del Palacio Barolo, a través de distintas actividades que lo tienen como escenario.
«Creo en el valor de la cultura, que es lo que nos define como sociedad. Los italianos no nos conquistaron con armas ni guerras, lo hicieron con cultura. Y el Barolo es una muestra de ello. Por eso, nosotros ponemos énfasis en el valor cultural del edificio. Es nuestro legado para las futuras generaciones», expresó.
El arquitecto marplatense Guillermo de Diego, docente, investigador y extensionista de la Universidad de Mar del Plata, tuvo el privilegio de conocer la escultura antes de que
fuera vandalizada. Fue hace alrededor de 30 años cuando recorría la zona junto al prestigioso arquitecto e historiador de Mar del Plata Roberto Cova que pudieron acceder a ella en el chalet de Güemes y Falucho. Y pudieron documentar en detalle la obra con un video que hoy sale a la luz.
De Diego recuerda que le advirtieron a quienes poseían la obra sobre los riesgos de tenerla en el jardín por la depredación de bronce que había. Por lo tanto, no fue sorpresa saber que un tiempo después había sido mutilada. «La impotencia que sentí cuando supe lo que había pasado fue inmensa. Más porque uno tuvo en privilegio de verla integra y era una obra elegante, majestuosa», reflexionó.
Si bien el temor de que esa pieza de bronce haya terminado en una fundición, el arquitecto no pierde la esperanza de que aún esté intacta «Hace algún tiempo se descubrió en un campo en las afueras de Mar del Plata que había cientos de obras de arte robadas enterradas. Esto nos dio la esperanza de poder hallarla y se requiere un arduo trabajo de arqueología urbana y cultural», dijo De Diego.Entrando en detalles de la escultura, recordó que en la base tiene la firma de Palanti, junto a la leyenda «Trieste 1919″. Y que la parte superior era una» exquisita obra de arte».»La escultura es una obra clave se nuestra historia. Es parte del acervo cultural que une a Italia y Argentina», indicó.
Fuente: La Nación ~ Aunque las tecnologías son importantes, más que los rayos láser, los sensores y los circuitos cerrados lo fundamental son las personas; el Bellas Artes, por ejemplo, destina el 34% de su presupuesto a proteger su invaluable acervo.
Historias de robos, vidrios blindados, bomberos, fantasmas, confusiones y cámaras ocultas se guardan en los museos, junto con los tesoros que custodian. La seguridad es un tema clave en estos espacios creados para el resguardo de bienes culturales. Se lleva una gran porción del presupuesto y se actualiza constantemente. Pero más que tecnologías de rayos láser lo fundamental en esto son las personas, no importa cómo los llamen: seguridad, vigilante, guardia, orientador o educador.
En el Louvre se instaló en 2019 un nuevo vidrio protector para la Mona Lisa de Leonardo da Vinci, más transparente y a prueba de balas. La obra está así resguardada desde inicios de 1950, cuando un visitante la dañó al echarle ácido encima. ¿Cuál es y cómo se cuida la Gioconda de la Argentina? En el Malba, hay dos. La obra Abaporú, de Tarsila do Amaral – hoy podría superar los 40 millones de dólares, es un emblema de la cultura de Brasil–, y muy cerca le sigue el Autorretrato con chango y loro, de Frida Kahlo. Las dos obras se protegen bajo vidrios especiales y tienen sus propios sensores de temperatura y humedad.
Nuestras Giocondas
¿Qué se vería si se pasara una noche en el Museo Nacional de Bellas Artes? Nada parecido a la película de aquel título porque hay una guardia de 20 personas que vigila las salas aun cuando no hay visitantes. Cuentan historias de fantasmas, como en todo museo de bien, e incluso varios vigiladores se negaron a pasar la madrugada al lado de El Carnicero, una obra cruenta pintada por Cesáreo Bernaldo de Quirós, pero no hay que esperar más que eso. “Para un museo con una colección la seguridad es importantísima, y se refina con estándares internacionales de la mano con la creciente importancia de los museos. El salto en estos tiempos fue enorme”, cuenta Andrés Duprat, director del museo.
En la Navidad de 1980 el Bellas Artes tuvo un robo cinematográfico: cuatro ladrones entraron por los techos y se llevaron dieciséis pinturas impresionistas de Matisse, Gauguin, Degas, Rodin, Renoir y Cézanne entre otros. “Entonces no funcionaban alarmas y sólo había dos serenos. La seguridad evolucionó muchísimo. Ahora hay una empresa contratada por licitación con una dotación de 42 personas, que cubre dos turnos, de 8 a 20, y de 20 a 8. Yo he ido a la noche y están los guardias parados en las salas en penumbras -cuenta el director-. Además, hay un bombero dependiente de la Policía Federal las 24 horas, todos los días el año, en el subsuelo”. Claro que no es siempre el mismo.
El personal debe ser discreto, no interferir, y su sola presencia es disuasiva. “Deben mantener una distancia para que el visitante tenga calma para ver las obras y a la vez mantener su visibilidad, que es persuasiva. Está comprobado que lo más eficaz en seguridad son las personas, porque son las únicas capaces de anticiparse al daño o la situación de peligro. La cámara sólo registra. La gente es irremplazable”, explica Duprat. Por eso, la seguridad se lleva el 34% del presupuesto del museo más importante de nuestro país. Incluye alarma, circuito cerrado adentro y afuera del edificio y dos garitas donde controlan permanentemente el perímetro del edificio.
“El patrimonio tiene un valor incalculable. Una vez Christie’s hizo una valuación y la colección ronda los 2500 millones de dólares”, dice Duprat. Hay joyas de las grandes firmas de la historia del arte, como Rembrandt, Van Gogh, Gauguin, Chagall. “Las Giocondas del museo son La vuelta del malón [óleo del pintor argentino Ángel Della Valle] y Sin pan y sin trabajo [de Ernesto de la Cárcova, 1894]. Tienen una importancia tan grande para el arte argentino que no se puede calcular un valor de mercado”, asegura el director del MNBA.
Cuando las obras salen del museo deben asegurarse “de clavo a clavo”, desde que se descuelgan, contra todo riesgo, hasta su regreso. Se trasladan en cajones estancos con condiciones óptimas de temperatura y humedad, especialmente controlados. “Cuando vino un Da Vinci para la muestra Obras maestras del Renacimiento al Romanticismo, con piezas procedentes de la Galería Nacional de Hungría, tuvimos que contratar una escolta armada con ametralladoras desde el Aeropuerto de Ezeiza hasta la puerta del museo”, recuerda Duprat.
¿Quién vigila al sable corvo de San Martín?
Hay una pieza del patrimonio nacional que tiene doble vigilancia y duerme en una caja de cristal blindado. En el Museo Histórico Nacional, las miradas están puestas en el sable corvo de San Martín. “Además de la seguridad del museo, tiene una guardia de Granaderos. Es un objeto muy preciado por el fervor y la pasión patriótica que despierta en las personas. Hay objetos que encienden las ganas de tocarlos o mirarlos muy de cerca”, dice Marisa Baldasarre, directora nacional de museos.
Otro sistema es el de Fundación Proa. “Tenemos una gran inversión en seguridad electrónica a través de cámaras tanto en el interior como en el exterior. Esto implica un control desde una cabina. El gasto anual de seguridad está alrededor del 2,5% de los gastos totales. No incluye seguros, que dependen de las muestras”, cuenta Adriana Rosenberg, presidenta de la institución.
La vigilancia se mantuvo en la mayoría de los museos durante la pandemia cuando cerraron sus puertaspor siete meses. En el Museo Mitre recordaban que la casa refugió a mucha gente cuando hace 150 años otra pandemia azotó la ciudad, la fiebre amarilla. Los cuidadores, con el centro desierto y la casa vacía, se sentían trasladados en el tiempo, viviendo una historia similar. “La seguridad fue considerada personal esencial –cuenta Baldasarre–. Son personas que conocen mucho a los museos y a sus públicos. Generan vínculos afectivos fuertes con los visitantes, con otros trabajadores y con los objetos que preservan. Se trata que sus actividades sean rotativas y que nadie esté todo el tiempo en la misma sala. En la pandemia fueron muy importantes, eran las personas que detectaban que cuando se cerró todo hubo invasión de roedores en las calles, canaletas con hojas, alguna pérdida de agua… Los museos son edificios patrimoniales, muchos de 150 años, tienen que estar atendidos constantemente. No son locales donde se pueda bajar la persiana”.
En el Museo de Arte Moderno se llaman guardias de sala y son 17, y la mayoría mujeres. Hay además cuatro coordinadores y un responsable de seguridad.
En las salas de Proa hay educadoras: “Controlan las obras y también están conectadas con seguridad por cualquier contratiempo. Están atentas a mantener distancia con las obras, y a cualquier situación especial”. Una de las muestras más difíciles resultó ser la de Ai Weiwei, no por lo costoso de sus instalaciones, sino por lo ínfimo de algunas piezas, que resultaban especialmente amigables para los amigos de lo ajeno: era imposible controlar que no faltara ni una de las quince toneladas de semillas de girasol de porcelana. “La gente es realmente muy educada, el porcentaje de personas que transgreden las normas es ínfimo. No hemos tenido intentos de robo importantes, más que afiches o material didáctico retirados en cantidad sin leerlo. Ahora con la pandemia no hay más folletería y está todo digitalizado, y todos esos pequeños acontecimientos no suceden”, comenta Rosenberg.
En el Malba también hubo confusiones propias de la naturaleza alimenticia de algunas obras de arte contemporáneo. La inauguración de la muestra de Víctor Grippo, en 2004, tentó a un joven que quiso llevarse de suvenir una papa acrílica que integraba la obra Analogía IV. Así lo recuerda Juan Valenzuela, que desde 2001 trabaja en el Museo de Arte Latinoamericano como orientador de sala (como se llaman ahí): “Había mucha gente porque era la inauguración de la muestra. En ese momento las papas de Grippo no estaban pegadas al plato. Vi a un joven levantar una papa y le dije que la dejara en su lugar. Al rato, la papa no estaba y el muchacho tampoco. Una compañera que había visto la situación lo siguió. El hall estaba lleno de gente. Bajé lo más rápido que pude, y vi al joven salir del edificio. Le grité al de seguridad de la puerta, y salió, lo corrió y lo inmovilizó con una llave de yudo. En la mochila estaba la papa. El hombre de seguridad me contó después que había estado en el Ejército y era veterano de Malvinas. Cada muestra representa un desafío diferente”.
Con cámaras de seguridad trabajó el artista Juan Tessi en la muestra Cameo, también en el Malba. Sus pinturas estaban montadas en áreas restringidas y el público podía verlas a través de un monitor con el tradicional mosaico de imágenes de vigilancia. Un reality show al que el personal está acostumbrado. “La seguridad en el museo fue el disparador de toda la muestra y el sistema de cámaras fue el andamiaje. Tuve muchas charlas con el intendente del museo, que habilitaba o no ciertas cámaras, y la puja fue más fuerte cuando quise instalar obra en el depósito. La muestra coincidió con la llegada de los Obama en Argentina. La visita de Michelle al museo potenció el asunto de la seguridad porque se superpuso con la protección presidencial. El sistema de cámaras del museo se cortó cuando entró la primera dama”, cuenta Tessi. Su obra tenía una reflexión era sobre la vigilancia, pero lo que encontró fue otra cosa: “Por más antipática que pueda resultar la cuestión del uniforme, la vigilancia y el control, lo que vi en mi experiencia fue un trato muy amoroso de su parte con la obra. Empezaban de alguna manera a ser parte de la obra”.
Las cámaras de seguridad son testigos también de lo que ocurre por la noche. En el Franklin Rawson de San Juan fue viral un video donde una silla de ruedas se movía sola, en 2015. Virginia Agote, directora entonces, desestima la leyenda: “Los policías se divirtieron un rato esa noche moviendo la silla y quedó registrado en una cámara de seguridad”. En esa provincia se han organizado pernoctadas infantiles en el Museo de Ciencias y en la Casa Natal de Sarmiento, pero no en el Rawson: no pareciera que la silla embrujada fuera el motivo.
Fuente: Infobae ~ En una época plagada de antimonarquismo y anticlericalismo, la obra de Corti causó impacto al ser exhibida en Milán, Florencia y París a fines del XIX. ¿Cómo apareció años más tarde en el Río de la Plata y cuál fue su destino final?
¿Una escultura representando a Lucifer, es decir, al mismo Demonio, en algún sitio de Buenos Aires a finales del siglo XIX o comienzos del siglo XX? Pues, suena extravagante. Sólo la imaginería religiosa podía jactarse de poseer tales figuras en algunos templos porteños, como aquella talla policromada que existe en la basílica de La Piedad, en el altar retablo de la Coronación de la Virgen: allí está Satanás, aplastado bajo el pie justiciero de un San Miguel Arcángel revestido con armadura.
En general así aparece siempre el ángel caído, derrotado por el capitán y heraldo del Altísimo. O, menos figurativamente, también puede detectarse su presencia al pie de las imágenes de la Inmaculada, acechando el calcañar de la Virgen bajo la forma de una serpiente.Altar retablo de la Coronación de la Virgen en la basílica de La Piedad, en la ciudad de Buenos Aires: Satanás, aplastado bajo el pie justiciero de un San Miguel Arcángel revestido con armadura.
Pero un Lucifer o un Satanás o un Diablo de cuerpo entero, con alas en las espaldas y una insinuante desnudez que delate su condición asexuada, es cosa rara de ver en los “simulacros” (que es un modo antiguo de decir “imágenes”) religiosos o en el repertorio artístico disponible en la Gran Aldea.
Y sin embargo, aquella estatua -y no era sólo una, sino dos- existió. Vale la pena contar lo poco que sabemos de su historia.
Una escultura inquietante y el deseo de su retorno a Milán
El nombre del escultor milanés Constantino Corti no es, seguramente, de los más conocidos entre nosotros. Había nacido en 1823 o 1824 y murió en 1873. Su capolavoro fue, sin duda, la estatua de Lucifer, el ángel caído que, según la tradición bíblica, pretendió arrebatar la soberanía de Dios y reinar en el Cielo a la cabeza de una legión de revoltosos. La pieza le había sido encargada por el conde d´Aquila, Luis de Borbón de las Dos Sicilias, hermano del ex rey de Nápoles.
El comitente era un aristócrata de ideas liberales, artista y naturalista, que sentía una notoria inclinación por los experimentos con la electricidad, la cual vino a ser entonces el epítome del progreso humano y de la conquista de las potencias ocultas en el mundo físico.Lucifer, la obra del escultor milanés Constantino Corti
Ya antes, Frankenstein, o “el nuevo Prometeo” imaginado por Mary Shelley, había sido vivificado en lo alto de la torre del castillo, al fragor de las descargas de los relámpagos atraídos por barriletes. Un recurso literario que asociaba las fuerzas del cosmos a la creación de la vida. Esa “chispa divina” que Miguel Ángel representó en la bóveda de la Capilla Sixtina, en el contacto de los dedos índices de Yavé y de Adán, ya no tenía por qué ser atribuida a la omnipotencia de un Creador sentado en un trono celestial. Para algunos, la energía eléctrica desentrañada por la ciencia y capturada por la tecnología, daba fundamento a una especie de manifiesto laicista que desafiaba al discurso eclesiástico basado en las Sagradas Escrituras.
Por su parte, la narrativa “satanista” o “luciferina” paralela al constructo del “progreso” adquiría carta de aceptación en los imaginarios revolucionarios : “Satán es la ciencia que experimenta”, había escrito Giousé Carducci, el autor del “Himno a Satanás”, escrito en 1863 y reeditado en Bolonia en 1869, el mismo día en que abría sus sesiones el Concilio Vaticano Iº que sancionó como dogma la infalibilidad pontificia. La tensión era evidente.
La obra de Corti fue exhibida en Milán, en Florencia y en la Exposición de París (1867), y causó un enorme impacto en su época, tan plagada de ese espíritu de rebelión, antimonarquismo y anticlericalismo que encarnaban las logias masónicas italianas. Quizá el “Paraíso perdido” de John Milton había contribuido, desde su escabel poético, a esta exaltación luciferina, confundida también con el ideal satánico, como aspectos duales de una misma entidad preternatural, portadora de la oriflama de la desobediencia ante cualquier forma de poder político o religioso tradicional. Lo mismo, más cerca en el tiempo, la mencionada oda de Carducci.Otra versión de la clásica escena de San Miguel Arcángel aplastando al demonio. Cuadro de Rafael, año 1518
La androginia de la figura es notoria y se hace mucho más patente aún en el grabado que realizó Corti, donde el ángel aparece privado de órganos genitales o, incluso, insinuando casi una genitalidad femenina. Quizá podría descubrirse hasta una privación absoluta de todo género, en coincidencia con la naturaleza asexuada que la teología atribuye a los ángeles, sean o no caídos.
A comienzos del siglo XX, la Municipalidad de Milán se interesó por el destino de aquella obra, vaciada en yeso por el autor en 1859, y que, tras obtener algunos galardones, había pasado por las manos de varios propietarios, desde la primera encomienda. Un tal Barrett de quien se carece de mayores noticias señaló que tanto el molde en yeso como su versión definitiva en mármol ¡se hallaba en Buenos Aires!, en poder del señor Enrique Ignacio Fynn, un anglo-uruguayo que usaba unas enormes patillas y unos tupidos bigotes, según la fotografía donde aparece retratado en la edad de madurez.
¿Quién era Fynn?
La pista de la escultura de Lucifer conduce el relato a una figura anglorrioplatense virtualmente desconocida en nuestro país, pero de particular relevancia para la historia del saneamiento y el agua en el Uruguay.
Según los registros genealógicos de la historiadora Maxine Manon, nuestro personaje era hijo de John Fynn Paterson y la gaditana María Bardier. Había nacido en Montevideo en 1835, siendo ya Uruguay un país independiente, y contrajo matrimonio con Isidora Berdún, de quien enviudó en 1891 y con quien tuvo siete hijas mujeres y un hijo varón, todos uruguayos.
Murió en Buenos Aires en 1924, aunque no fue sepultado en el Cementerio Británico, por ser bautizado en la fe católica, que era el rito de su madre.El anglo-uruguayo Enrique Ignacio Fynn, extraño adquiriente del Lucifer de Corti
En 1867, había obtenido junto a dos socios argentinos de solvencia y renombre la concesión para el suministro de agua potable por medio de tuberías en la capital uruguaya. A partir de 1886 la población obrera afectada a esos trabajos se estableció en Villa Aguas Corrientes, donde funcionaba la primera usina de bombeo. La concesión fue cedida en 1879 a la compañía británica “The Montevideo Waterworks Co”.
La maqueta de la estatua parte hacia Italia
Todo indica que el ayuntamiento milanés puso prontamente a sus personeros en contacto con el poseedor de la obra y le ofreció comprar, si no ambas versiones, al menos una de ellas. Pero Fynn, queriendo pasar a la posteridad como un caballero generoso, decidió desprenderse gratuitamente de la maqueta en yeso, que previsiblemente era menos valiosa que la pieza de mármol. En 1904, la revista “Caras y Caretas” dio a conocer el curioso episodio, junto a una fotografía de la escultura.La noticia en un ejemplar de Caras y Caretas
¿Por qué tenía Fynn esas estatuas en su poder? ¿Era coleccionista? No lo sabemos. ¿Era simpatizante de la épica luciferina o estaba afiliado a alguna sociedad de esa orientación? Tampoco lo sabemos.
El yeso partió con rumbo a Milán, pero el mármol ¿habrá permanecido en nuestra capital?
Ciertamente, su destino ha quedado envuelto en un enigma, de momento tan inquietante como la llegada a manos de su dueño, en esa Buenos Aires que, todavía a comienzos del siglo XX, seguía siendo misteriosa.
[Una primera versión de este artículo fue publicada originalmente en gacetamercantil.com]
Fuente: La Nación ~ El éxito de arteBA en la Boca demostró que es modelo un nuevo modelo de feria de arte.
Pasó con gloria la edición 30 años de arteBa, la feria de arte contemporáneo de Buenos Aires que se mudó a La Boca. Éxito de ventas, de público y de locación. Se rompió el molde de la feria enorme en los pabellones palermitanos, para descubrir un modelo de escala más cercana, de menor costo, en los galpones de Arenas Studios, con memoria industrial y arquitectura ladrillera. Nunca más cierta la frase de Dede Brooks, que supo liderar Sotheby’s: “Comprar arte es un estado de ánimo”. Y aquí va la secuencia: reencuentro, abrazo y compra.
Nada como la feria presencial, aunque la experiencia digital de la cuarentena dejó un know how que no existía y es una experiencia inmersiva que no tiene marcha atrás. Los nuevos compradores vienen del mundo tech, pero hay muchos profesionales jóvenes, algún político y gente del interior, del corazón sojero, armando colecciones sólidas. Espíritu federal y calidad de obra es la ecuación perfecta.
Si se suman las obras que llevaron a La Boca galerías como Roldan Moderno, Sur, Maria Calcaterra y Del Infinito tenemos la pared de un museo.
Fueron los museos con las compras institucionales y la ayuda de los amigos el factor dinamizador de las ventas, romper el hielo y arrancar, en una edición marcada por un concepto compartido: el arte como reserva de valor. En esta edición funcionó, otra vez, la épica de la crisis. El mismo entusiasmo de 2002 cuando Fito Fiterman, entonces presidente de arteBA, decidió que la feria se hacía contra viento y marea. Y sonó el cuerno de la abundancia para las obras calidad museo: Malba, Macba, Medellin, Guggenheim, Galisteo de Rodríguez, Moderno, Sivori, Bellas Artes, Caraffa, Salta, Flanklin Rawson, Fundación Klemm, la billetera prodigiosa de la Agencia Argentina de Inversiones y el apoyo incondicional del Santander. Un ida y vuelta: difusión es mercado.
Celebración de 30 años de feria en los que cambió el mundo, el lugar del artista, la figura del curador, la presencia creciente del advisor y el papel de las galerías. Nada es igual. La feria del reencuentro deja un balance positivo y la certeza de que es necesario ajustar costos y condiciones de venta. Todo esto con el marco internacional de grandes ventas (la semana pasada Christie’s vendió en tres días arte por US$770 millones) y la conducción de las nuevas autoridades: Larisa Andreani, Eduardo Mallea y Lucrecia Palacios, en arteBA, y Pablo de Souza, en Meridiano, Cámara Argentina de Galerias.
Para celebrar que ambas instituciones hayan trabajado codo con codo y “barrido” el universo de posibles compradores. Nada es casualidad, un trabajo bien hecho. Bien por las galerías debutantes en el área Factor del Arenas Studios, bien por el artista como gestor y por el Premio En Obra de Abel Guaglianone y Joaquín Rodríguez, un estímulo para los artistas que son el corazón de la feria y para quienes se animan a dar el paso y entrar al circuito.
Precios en dólares no negociables, pero con la chance de plazos, como en los viejos buenos tiempos. No se achicó el mercado, crecieron las expectativas, y el encierro del 2020 dejó un efecto virtuoso: si me quedo en casa quiero vivir con arte. Al menos… una buena.
Fuente: La Nación ~ El tema, que desató hace más de un siglo un duelo entre el fundador del Museo Nacional de Bellas Artes y un crítico español, dominó la presentación del libro Peregrinaciones y viajes mágicos, de Julio César Crivelli.
“Me di cuenta de que había estado hablando todo el tiempo de lo mismo: de la relación entre la razón y el espíritu”, dijo ayerJulio César Crivelli, abogado, escritor y coleccionista, al presentar su libro Peregrinaciones y viajes mágicos. Se refería al hilo conductor de sus reflexiones sobre arte, historia e identidad, reunidos en un volumen de 500 páginas editado por Mardulce, que retoma entre otros temas un antiguo debate que parece continuar vigente: ¿existe el “arte argentino”?
Un atento público que incluyó a María Kodama en primera fila lo escuchaba en el auditorio de la Asociación Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes (Aamnba), institución que él preside y que acaba de cumplir 90 años. Sobre el escenario dialogaron con él Matilde Sánchez, Gabriel Levinas y Marcelo Gioffré, autor del prólogo junto a Juan José Sebreli.
“Es un libro lleno de preguntas”, adelantó Sánchez al presentar el conjunto de textos, algunos de los cuales son el resultado de conferencias dictadas en el país o en el exterior. La que ofreció en la Universidad de Brown en febrero de 2015 llamó especialmente la atención de la periodista y escritora, ya que dispara según ella uno de los grandes interrogantes: el de la pertenencia del arte argentino en la escena global.
“Crivelli mira el país y su identidad a la luz de su colección privada”, observó la directora de Revista Ñ en referencia al acervo personal iniciado en la década de 1980, tras destacar una frase del autor. La que alude, al mencionar un viaje a Estados Unidos de Jorge de la Vega, a “la ilusión de sincronía con el planeta que la Argentina tenía en los años sesenta”.
Esas preguntas sobre la identidad en un país de inmigrantes llegaron a desatar discusiones que derivaron en duelos. Según recuerda Crivelli en el primer capítulo-, en 1891 se suscitó en Buenos Aires una polémica “en torno a la posibilidad de existencia de un arte argentino” entre Eduardo Schiaffino, pintor y posteriormente fundador del Museo Nacional de Bellas Artes, y el crítico español Eugenio Auzón.
“Auzón sostenía que no era posible debido al melting pot de culturas que era la Argentina –escribe-. Decía irónicamente que un arte argentinopodría existir ‘quizás en doscientos años… y algunos meses’. Schiaffino sostenía todo lo contrario. La polémica se convirtió en una discusión con cartas y artículos de ambos, publicadas en los diarios. Llegó a tal violencia que se batieron a duelo, a primera sangre. Ganó Auzón, quien hirió a Schiaffino en la mano derecha. Pero el duelo nada resolvió”.
“Se equivocaron los dos” opinó de forma contundente Levinas en referencia a ese episodio. “En los años setenta nos agarrábamos a trompadas, incluso dentro de la galería, por lo que pensábamos sobre el arte”, recordó el periodista especializado, ex director de Artemúltiple. Agregó que todavía faltan setenta años para que se cumpla el pronóstico de Auzón y, sin embargo, “muy pronto no va a existir el arte de un país, porque todo va a estar interconectado”.
“¿Hay un arte argentino? Sí, lo hay. Lo hay enQuirós, como señala bien Crivelli”, apuntó en cambio Gioffré, en referencia a una pintura marcada por “la melancolía estetizante del gaucho y el país aislado”, antes de destacar una paradoja: que a su vez el arte funciona, desde la segunda mitad del siglo XX, como “un lugar de resistencia” frente al populismo y las dictaduras que buscaron cerrarse al mundo. “De esta doble peripecia –escribe en el prólogo que firma con Sebreli-, un país que se hunde sucesivas decadencias y un arte que resiste, nos habla este libro necesario”.
Fuente: Ámbito ~ Frente a la hipótesis de la importación definitiva de la obra de Frida Kahlo, Eduardo Costantini debería pagar 35,5% de impuestos sobre los u$s34,5 M.
Anteanoche, en la subasta neoyorquina de Sotheby’s, Eduardo Costantini volvió a pagar el precio record del arte latinoamericano por una obra de Frida Kahlo. Esta vez fue por “Diego y yo” (1949) comprado por 34,9 millones de dólares. En 1995 Costantini había adquirido por 3,2 millones de dólares el “Autorretrato con chango y loro”, también de Kahlo, que hoy se encuentra en el Museo Malba. Este diario lo entrevistó entonces en Nueva York y la mayor preocupación del coleccionista eran los impuestos que debía pagar para radicar definitivamente la pintura en la Argentina, aunque su ambición fuera dejar el arte como legado a la sociedad y fundar un museo para donarlo, como finalmente lo hizo.
Ayer, también en diálogo con el coleccionista, Costantini dijo que en esta ocasión la pintura de Frida formará parte de su colección personal y agregó: “La obra se podrá ver en Buenos Aires porque siempre pongo las piezas que compro en el circuito público, y le doy prioridad al Malba. Pero aún no sé cuándo la exhibiremos, seguro en 2022. Tenemos que encontrar el formato y el momento adecuado, porque también hice otras compras recientes muy importantes”.
Desde que pagó el primer récord del arte latinoamericano, Costantini se convirtió en un comprador frecuente. El Malba exhibe ante el público las obras cumbre de Portinari, Diego Rivera, Tarsila do Amaral, Matta, Tamayo, Wifredo Lam, Xul Solar, Pettoruti, Remedios Varo, Antonio Berni y otras estrellas de la vanguardia de esta región. Pero los impuestos para radicar definitivamente las obras fueron siempre la gran preocupación del coleccionista. Desde luego, la importación temporaria de las obras permitió al Malba sortear el pago durante algunos años. Pero cuando las obras compradas en el exterior pagaron la radicación definitiva, la cifra era tan alta que los administradores del Malba decidieron vender algunas obras, tesoros que la Argentina perdió. Frente a la hipótesis de la importación definitiva, “Diego y yo” debería pagar el 35,5 % de los 34,5 millones de dólares que costó.
Impuestos
El arte paga impuestos como cualquier mercadería. Pero, teniendo en cuenta que la política fiscal alienta o desalienta el coleccionismo, la ecuación es simple: si la importación de arte tributa y la exportación es libre, a mediano o largo plazo puede determinar el vaciamiento de nuestro patrimonio. Desde 1977, cuando en Nueva York se inauguraron los remates latinoamericanos, las estrellas del arte mexicano, Frida Kahlo y Diego Rivera, se disputan el precio récord de la región, ambos pagados en la actualidad por Costantini. Recién en 1990 Kahlo alcanzó el millón de dólares con uno de sus autorretratos, cifra que superó al año siguiente Rivera con los 2,9 millones con sus vendedoras de calas y que, en 1995, dejó atrás nuevamente Kahlo, con el “Autorretrato con chango y loro”. Diego Rivera alcanzó el récord en 2016 con su “Baile en Tehuantepec”, adquirido por Costantini en una venta privada por 15,7 millones de dólares. La cifra de casi 35 millones alcanzados por “Diego y yo” causó verdadero asombro.
Cuando Frida pintó “Diego y yo”, Rivera mantenía una relación con María Félix y hasta quería casarse con ella. En este autorretrato, Frida muestra su amor y su sufrimiento y se pinta como un ícono, con lágrimas en sus ojos, un retrato de Diego entre sus cejas. Si bien los autorretratos son un tema recurrente para Frida, “Diego y yo” cierra la extensa serie, con la excepción del que se pinta ya en silla de ruedas junto a su médico. Frida había ingresado en 1950 a un hospital y pintó “Autorretrato con el Dr Juan Farill”. Rivera nunca la abandonó y cuando Frida murió confesó: “El 13 de julio de 1954 fue el día más trágico de mi vida”.
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