Monumentos sin alma: la advertencia que hacía El Litoral en los ‘70
Fuente: El Litoral – El crítico Jorge Taverna Irigoyen planteaba, en un artículo publicado en enero de 1976, la urgencia de valorar la creatividad nacional frente a las réplicas vacías.
Un día como hoy, 21 de enero, del año 1976, El Litoral publicó un artículo firmado por Jorge Taverna Irigoyen bajo el título “Entre estatuas y monumentos”. Allí, señala que los cuestionamientos por parte de la Academia Nacional de Bellas Artes respecto a la proliferación de réplicas de la escultura ecuestre del General San Martín, enfatizando que, tras más de un siglo de su creación por un escultor francés, estas copias carecen de representatividad simbólica. Y llama a promover obras originales de artistas nacionales que revitalicen el legado histórico.
Archivo El Litoral
El artículo denuncia la persistencia de una escultura anacrónica y desprovista de contemporaneidad en el país, con monumentos que repiten fórmulas pasadas y carecen de dignidad en su concepción, materiales y emplazamiento. Sostiene que Argentina cuenta con destacados escultores capaces de aportar innovación y autenticidad, pero se enfrenta a una cultura de homenajes que perpetúa el anti-arte. Y llama a valorar la creatividad nacional y a defender lo auténtico frente a esta crisis simbólica. A continuación, los párrafos mas salientes.
“Recientemente, la Academia Nacional de Bellas Artes se expidió acerca de la excesiva cantidad de réplicas efectuadas de la estampa ecuestre del General San Martín, en monumentos del interior del país y del extranjero. En los considerandos, se ponía especial énfasis en el hecho de que, a más de cien años de realizada la obra original por un escultor francés, no era lógico que se continúe emplazando copias, ya de escasa representatividad simbólica, cuando existen creadores nacionales de probado valor, capaces de revitalizar iconográficamente el testimonio histórico”.
Archivo El Litoral / Arte de la Argentina
“Sin embargo, en el país se continúa rindiendo culto a una escultórica pasatista, anacrónica, falta de todo real sentido de contemporaneidad. Los monumentos que se emplazan, los homenajes que se cumplen, corresponden más al siglo pasado por imbricarse desde el punto de vista expresivo con cánones y simbolizaciones de limitados alcances: dado el disloque con el hombre que piensa y que siente de acuerdo con su época. Y en tal aspecto, resulta deplorable el panorama ofrecido de bustos, grupos escultóricos, forzadas estilizaciones, que intentan rescatar inútilmente la memoria de un hombre o el homenaje a determinada gesta, a lo largo y ancho del territorio nacional”.
“Si al contenido simbólico y a la tónica realizativa se le agregan los otros medios: materiales espurios, basamentos desacordes, ubicaciones erróneas, se llegará a dimensionar la gran culpa que, merced a la anuencia y el silencio de diversos sectores se está compartiendo en este aspecto dentro de la cultura artística argentina”.
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“Porque los homenajes deben comenzar por tener dignidad. Dentro de esta verdad de perogrullo, quienes organizan la erección de un monumento (sean autoridades, instituciones, comisiones, etc) habrán de recapacitar debidamente acerca de la noble naturaleza que el mismo revierte como testimonio; y que si comienza por nacer de una improvisación o de una reiteración de fórmulas -aduciendo costos u otras falacias- tal homenaje terminará constituyéndose en pública impostura. Lo que equivale a una desgracia por partida doble”.
“Que la Argentina posee grandes escultores, es una afirmación incontestable. De tal importancia creadora, existen obras que no sólo arrojan el saldo de una capacidad conceptiva, sino también la ejemplar relevancia de un arte sin condicionamientos. Desde Francisco Cafferata, autor del monumento al Almirante Brown levantado en Adrogué (primer monumento de artista nativo erigido en un sitio público del país), pasando por Lucio Correa Morales, Rogelio Yrurtia, Arturo Dresco, Ernesto Soto Avendaño, Gonzalo Leguizamón Ponda, Antonio Sassone, hasta llegar a la primera generación modernista, con Pablo Curatella Manes, Antonio Sibellino y Sesostris Vitullo a la cabeza, mucho se ha hecho en el país”.
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“Con esfuerzo, con denodado esfuerzo y mucha fe, pero salvando siempre las limitaciones del tiempo, de los recursos y aun de los propios hombres. Así es, también, como entre 1920 y 1930 madura una generación renovadora que, con hombres como Luls Falcini, Alfredo Bigatti y José Fioravanti, levantan una estatuaria realmente dignificadora a lo largo y ancho del país. Se realizan buenos monumentos dentro de visionarias concepciones agregándose más tarde obras de la Cárcova, Lagos, Juárez, Perlotti, Musso, Sforza, que en los últimos años adquieren a través de Blaszko, Kosice, Iommi, Macchi, Alonso, de San Luis, Badil, Gerstein, Penalba, Geró, Vinci, Romano de la Mata, un nuevo sentido espacial, liberador de las formas emancipador de los materiales”.
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“Esta trascendente conquista de los medios escultóricos, de la estatuaria simbólica no puede perderse. En momentos en que en el país están proliferando malos ejemplos de anti-arte, deben salir las voces a defender lo auténtico”.