El Museo del Prado muestra la cara oculta de obras maestras de la pintura
Fuente: BAE – El Museo del Prado inauguró ‘Reversos’, una muestra que busca un rol activo por parte de sus espectadores, para develar lo que hay detrás de 105 famosas pinturas
Detrás de cada pintura hay una historia, pero cada cuadro también tiene una parte de atrás. En muchas de las obras más famosas, esa cara oculta también tiene su propia historia. Eso es lo que cuenta el Museo del Prado en la exposición ‘Reversos‘, que inauguró este 7 de noviembre en las salas A y B del edificio de los Jerónimos. Allí, buscan ir «más allá de la simple acción de girar los cuadros» y mostrar la cara B de algunas de las obras más famosas.
Comisariada por el artista Miguel Ángel Blanco y patrocinada por la Fundación AXA, la muestra permanecerá abierta al público hasta el 3 de marzo del 2024.
El ámbito temporal de la exposición va desde la Edad Media hasta artistas tan contemporáneos como José María Sicilia, Sophie Calle o el propio Miguel Ángel Blanco. En medio hay todo un mundo de reversos cargados de información que no mantienen orden cronológico.
Todo parece ser insólito y novedoso en una muestra que Miguel Falomir, director del museo, compara con los episodios de Alicia en el País de las Maravillas. Al igual que en la obra de Lewis Carroll, allí el espectador puede atravesar madrigueras y barreras de espejos que desembocan en extraños destinos.
No es la primera vez que se hace un proyecto de este estilo, pero sí es el de mayor envergadura. Blanco consiguió préstamos de unas 30 colecciones públicas y privadas de todo el mundo. Contó asimismo con la pinacoteca anfitriona, el Prado, de cuyos almacenes emergieron piezas anónimas que no se suelen exponer al público.
La lista de obras es extensa y dentro de las joyas del catálogo se encuentran, entre otras, un Autorretrato de Van Gogh prestado por el museo del artista en Ámsterdam y La máscara vacía, de Magritte, procedente del Kunstsammlung Nordrhein-Westfalen de Düsseldorf.
Obras destacadas
Los hitos de la exposición son muchos. El primero sirve de arranque del recorrido y es una reproducción exacta de la trasera de Las Meninas. La obra forma parte de la serie Verso, del artista brasileño Vik Muniz (São Paulo, 62 años). Las medidas son idénticas (320,5 x 281,5 cm) y lo mismo ocurre con los materiales y tejidos. También reproduce de forma exacta los remaches, manchas y vetas de la madera.
“Nuestra obra más icónica está en la sala XII, Las Meninas, y una quinta parte ocupa el reverso sobre el que trabaja Velázquez”, explica Falomir. “Es un ardid que nos recuerda que la pintura es mucho más que simple imagen. Tienen tres dimensiones. Cuando vemos una pintura y su reverso, contemplamos también la completa estratigrafía de un yacimiento arqueológico”, agrega.
Muy cerca del reverso de Las Meninas deslumbra otra de las joyas de la exposición: Artista en su estudio (1628), de Rembrandt, un óleo sobre tabla (24,8 x 31,7 cm) en el que se ve al artista ensimismado frente al caballete, una escena en la estela de Las Meninas. Los dos artistas coincidieron en el tiempo, pero no llegaron a conocerse, de manera que las aproximaciones en las composiciones son más producto de la casualidad que de las influencias.
Una de las traseras más destacadas procede del bastidor original del Guernica. Propiedad de la Reina Sofía, es la primera vez que se exhiben al público los travesaños de madera que dieron soporte al mural hasta enfermar de tanto viaje. Expuestos como los dioses de una capilla pagana, las maderas de conífera que formaron el armazón original muestran decenas de pequeños agujeros y de golpes producidos por martillos en su superficie, pruebas documentales de una larga historia de viaje y sufrimiento.
Uno de los ámbitos más importantes la exposición es el dedicado a la cara B de las obras. Cuenta el comisario que se trata de cuadros también llamados bifaces.
En ellas, el reverso tiene también entidad artística y complementa la imagen principal en diversas modalidades. Puede tener que ver con el proceso de creación, un juego del pintor o con un capricho del coleccionista que encargó la obra.
Este último parece ser el caso de Monja arrodillada (1731), de Martin van Meytens. En el anverso se ve a la mujer arrodillada frente al espectador. En el reverso se ve a la monja con el hábito levantado hasta el cuello. Cuando se ejecutó este óleo sobre bronce, la corte sueca tenía prohibidos los desnudos. Se jugaba la vida el artista y también el coleccionista, pero se siguieron haciendo y adornando los espacios más interiores y secretos de los palacios.