El misterio de la escultura «perdida» que llegó al Palacio Barolo después de un siglo

Fuente: iProfesional ~ La escultura «La Ascensión» fue recuperada luego de un derrotero cargado de interrogantes que lleva más de 100 años. Pero no llega completa ¿Qué sucedió?

El Palacio Barolo es uno de los edificios más hermosos y emblemáticos de la Ciudad de Buenos Aires. La imponente construcción ubicada en pleno corazón de la tradicional Avenida de Mayo es un deleite para la vista, pero también está rodeada de historias increíbles.

Inaugurado en 1923, fue el primer rascacielos de Latinoamérica. Es una pieza indispensable de la arquitectura porteña, con un aspecto que rompió todos los moldes de la época. 

Ya desde sus inicios, el Barolo estuvo enmarcado en polémicas. Su inauguración fue silenciada por los medios de la época y su estética, fuertemente criticada por los arquitectos del establishment, debido a su peculiar estilo. El edificio se puede categorizar dentro del movimiento «art nouveau», pero tiene detalles de arquitectura gótica y neorromántica. Además, fue construido utilizando la técnica del hormigón armado, un método moderno. La cúpula, por su parte, está inspirada en el templo Rajarani Bhubaneshvar, de la India. «Rascacielos latino», así resumió su estilo ecléctico el arquitecto Mario Palanti, su autor.

El misterio de la escultura "perdida" que llegó al Palacio Barolo después de un siglo

El mármol del piso, de colores verde, blanco y rojo, como la bandera italiana, al igual que el resto de las decoraciones, son originales de 1923. El edificio, al ser declarado Monumento Histórico Nacional en 1997, no puede ser modificado.

Luego de décadas donde parecía que su estrella se apagaba, resurgió de la mano de una historia que rápidamente se transformó en mito: cuenta que Palanti se inspiró en los versos de la Divina Comedia, de Dante Alighieri, para diseñarlo. Y que su comitente, Luis Barolo, pretendía traer a la Argentina las cenizas del escritor italiano para salvarlas de una Europa en guerra.

Según el arquitecto e historiador Carlos Hilger, Barolo y Palanti eran miembros de una logia secreta derivada de la edad media, llamada Fede Santa, que tenía vínculos con los templarios y cuya orden fue prohibida por el Papa en el siglo XIV. Casualmente, Dante Alighieri perteneció a esa logia.

El pasaje de acceso al Palacio, luce en el centro una escultura realizada por Amelia Jorio, madre del administrador del edificio, hija de Carlos Jorio, uno de los primeros inquilinos el Barolo (y de quien se conserva una oficina con mobiliario y objetos antiguos)  y abuela de Miqueas y Tomás Thärigen, quienes cobran un gran protagonismo en la historia reciente del edificio como difusores culturales del preciado patrimonio. 

La estatua de Palanti llegó al Barolo casi un siglo después
La estatua de Palanti llegó al Barolo casi un siglo después

La escultura

La pieza consta de la figura de un águila con las alas desplegadas, que lleva en su lomo un hombre moribundo. 

Esta obra está allí desde 2015, y fue colocada en reemplazo de una similar creada por el propio Palanti en 1919, pero que nunca llegó a ser colocada en el hall central. Se perdió en el camino…

¿Homenaje al Dante o al «soldado desconocido» de la Primera Guerra Mundial? Esto todavía está en debate. En la base de la figura se puede leer claramente la palabra «Mausoleo» ¿a quién está dirigida?

Hace más de 20 años, los administradores del Barolo lograron ubicar la pieza en manos de un coleccionista de arte de Mar del Plata. Trataron de recuperarla pero no tuvieron éxito.

Al hacer un segundo intento por recobrar la escultura de bronce hueca, de 2 metros de ancho por 1,50 de alto, se enteraron que ésta había sido cortada al medio y la parte superior había desaparecido.

¿Qué buscaban? ¿Por qué destruir una obra artística? Algunos creen que en el interior de la escultura estaban los restos del mismísimo Dante, que habían llegado escondidos en secreto desde Italia para que descansaran en la bóveda del Palacio. Algo que no fue confirmado ni desmentido, pero  que sirve para alimentar el mito.

Unidos por la masonería, Barolo y Palanti querían homenajearlo construyéndole un mausoleo que hoy se emplaza sobre Avenida de Mayo 1370. 

Los responsables de la recuperación de la escultura fueron los hermanos Miqueas y Tomás Thärigen, bisnietos de Carlos Jorio, quienes tienen una vida vinculada al Palacio Barolo. 

Quiso el destino que un arquitecto que documentaba viviendas en Mar del Plata -de donde son oriundos los Thärigen- logró identificarla en el jardín de una casa ubicada en Güemes y Falucho. A partir de allí se vivieron muchos años de «tira y afloje», ya que el poseedor de la escultura, primero accedió a venderla, pero luego cambió de opinión.

Miqueas Thärigen fue una de las personas que más se movilizó para recuperar la escultura. Desde fines de los 90 pasó por diferentes instancias para tratar de que la obra de Palanti esté en el lugar que correspondía. «Por respeto y en homenaje al artista», explicó.

«Fue una ardua tarea que llevó muchos años y que se concluyó hace no más de 5 meses cuando encontramos la escultura en un anticuario y pudimos comprarla. Y logramos que finalmente esté donde Palanti y Barolo lo habían soñado. Nos provoca una alegría inmensa, por su legado, porque al fin de cuentas nosotros estamos de paso, pero lo que dejamos se puede transmitir a las próximas generaciones», remarcó Miqueas.

Sobre la posibilidad de que dentro de la escultura estén los restos del Dante, Miqueas fue categórico: «Los mitos hay que alimentarlos, porque son parte de la historia. No me animo a indagar sobre si realmente están o estuvieron allí. Prefiero que siga la leyenda».

Cabe recordar que el edificio es Patrimonio Cultural de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y Monumento Histórico Nacional.

Por su parte, Tomás Thärigen aseguró que haber conseguido el objetivo de recuperar la escultura «fue liberador», más allá de que la figura no esté completa. Se cerraba un ciclo, una búsqueda que parecía infructuosa.

«Cuando la vi era como sentir que era la última pieza de un rompecabezas. Fue una sensación de liberación muy grande. Lamentablemente falta la pieza superior, que es la que tiene la figura que supuestamente es del Dante. Pero nos pone muy feliz que finalmente llegue al Barolo, después de más de 100 años», comentó Tomás.

Miqueas y Tomás son difusores culturales del Barolo, reconocen la trayectoria de su bisabuelo y comparten su legado al valorar la gran obra arquitectónica de Palanti. Sus más de 18 años de trabajo recorriendo el Palacio les permitieron vivir experiencias maravillosas. 

«Se acercan muchas personalidades interesantes de la cultura nacional y mundial, y siempre es un placer poder pasar el rato con ellos», indicó Miqueas.

«El Palacio Barolo tiene todas las cualidades de ser el edificio emblemático. Cuando uno lo ve reconoce a la Ciudad de Buenos Aires, tal como lo hace cuando ve la Torre Eiffel y reconoce a París», aseguró. Tomás y Miqueas Thärigen junto a María Kodama y la escultura recuperadaTomás y Miqueas Thärigen junto a María Kodama y la escultura recuperada

Roberto Campbell es el administrador del consorcio del Barolo y tío de Miqueas y Tomás. También participó en la ardua búsqueda de la escultura. Por eso, al recibir la noticia de que hace unos pocos meses había sido encontrada, no podía salir de su asombro.

«Cuando Miqueas me llamó para contarme la novedad, fue una sorpresa. Realmente nos pone muy feliz que finalmente la escultura esté en el lugar donde siempre debió estar», relató. 

Campbell asumió la administración del consorcio hace más de 20 años, momento desde el que inició una ardua tarea para poner en valor nuevamente al histórico edificio. En ese sentido destacó la importancia de la cultura en el rescate del Palacio Barolo, a través de distintas actividades que lo tienen como escenario.

«Creo en el valor de la cultura, que es lo que nos define como sociedad. Los italianos no nos conquistaron con armas ni guerras, lo hicieron con cultura. Y el Barolo es una muestra de ello. Por eso, nosotros ponemos énfasis en el valor cultural del edificio. Es nuestro legado para las futuras generaciones», expresó. 

El arquitecto marplatense Guillermo de Diego, docente, investigador y extensionista de la Universidad de Mar del Plata, tuvo el privilegio de conocer la escultura antes de que 

fuera vandalizada. Fue hace alrededor de 30 años cuando recorría la zona junto al prestigioso arquitecto e historiador de Mar del Plata Roberto Cova que pudieron acceder a ella en el chalet de Güemes y Falucho. Y pudieron documentar en detalle la obra con un video que hoy sale a la luz.

De Diego recuerda que le advirtieron a quienes poseían la obra sobre los riesgos de tenerla en el jardín por la depredación de bronce que había. Por lo tanto, no fue sorpresa saber que un tiempo después había sido mutilada. «La impotencia que sentí cuando supe lo que había pasado fue inmensa. Más porque uno tuvo en privilegio de verla integra y era una obra elegante, majestuosa», reflexionó.

Si bien el temor de que esa pieza de bronce haya terminado en una fundición, el arquitecto no pierde la esperanza de que aún esté intacta «Hace algún tiempo se descubrió en un campo en las afueras de Mar del Plata que había cientos de obras de arte robadas enterradas. Esto nos dio la esperanza de poder hallarla y se requiere un arduo trabajo de arqueología urbana y cultural», dijo De Diego.Entrando en detalles de la escultura, recordó que en la base tiene la firma de Palanti, junto a la leyenda «Trieste 1919″. Y que la parte superior era una» exquisita obra de arte».»La escultura es una obra clave se nuestra historia. Es parte del acervo cultural que une a Italia y Argentina», indicó.

Seguridad en los museos: guardias, blindajes y cámaras ocultas para cuidar las joyas del arte

Fuente: La Nación ~ Aunque las tecnologías son importantes, más que los rayos láser, los sensores y los circuitos cerrados lo fundamental son las personas; el Bellas Artes, por ejemplo, destina el 34% de su presupuesto a proteger su invaluable acervo.

Historias de robos, vidrios blindados, bomberos, fantasmas, confusiones y cámaras ocultas se guardan en los museos, junto con los tesoros que custodian. La seguridad es un tema clave en estos espacios creados para el resguardo de bienes culturales. Se lleva una gran porción del presupuesto y se actualiza constantemente. Pero más que tecnologías de rayos láser lo fundamental en esto son las personas, no importa cómo los llamen: seguridad, vigilante, guardia, orientador o educador.

Aunque las salas estén vacías, también de noche, los guardias se mantienen las 24 horas atentos a las obras, como en esta imagen de la memorable muestra de acuarelas de Turner en el Bellas Artes
Aunque las salas estén vacías, también de noche, los guardias se mantienen las 24 horas atentos a las obras, como en esta imagen de la memorable muestra de acuarelas de Turner en el Bellas ArtesSilvina Frydlewsky

En el Louvre se instaló en 2019 un nuevo vidrio protector para la Mona Lisa de Leonardo da Vinci, más transparente y a prueba de balas. La obra está así resguardada desde inicios de 1950, cuando un visitante la dañó al echarle ácido encima. ¿Cuál es y cómo se cuida la Gioconda de la Argentina? En el Malba, hay dos. La obra Abaporú, de Tarsila do Amaral – hoy podría superar los 40 millones de dólares, es un emblema de la cultura de Brasil–, y muy cerca le sigue el Autorretrato con chango y loro, de Frida Kahlo. Las dos obras se protegen bajo vidrios especiales y tienen sus propios sensores de temperatura y humedad.

Nuestras Giocondas

¿Qué se vería si se pasara una noche en el Museo Nacional de Bellas Artes? Nada parecido a la película de aquel título porque hay una guardia de 20 personas que vigila las salas aun cuando no hay visitantes. Cuentan historias de fantasmas, como en todo museo de bien, e incluso varios vigiladores se negaron a pasar la madrugada al lado de El Carnicero, una obra cruenta pintada por Cesáreo Bernaldo de Quirós, pero no hay que esperar más que eso. “Para un museo con una colección la seguridad es importantísima, y se refina con estándares internacionales de la mano con la creciente importancia de los museos. El salto en estos tiempos fue enorme”, cuenta Andrés Duprat, director del museo.

Los fantasmas no existen, aunque los nombren en las leyendas; sin embargo, "El carnicero" (de la serie Los gauchos), pintado por Cesáreo Bernaldo de Quirós en 1926, asusta a más de un vigilador en la madrugada del MNBA
Los fantasmas no existen, aunque los nombren en las leyendas; sin embargo, «El carnicero» (de la serie Los gauchos), pintado por Cesáreo Bernaldo de Quirós en 1926, asusta a más de un vigilador en la madrugada del MNBAGentileza Google Arts & Culture

En la Navidad de 1980 el Bellas Artes tuvo un robo cinematográfico: cuatro ladrones entraron por los techos y se llevaron dieciséis pinturas impresionistas de Matisse, Gauguin, Degas, Rodin, Renoir y Cézanne entre otros. “Entonces no funcionaban alarmas y sólo había dos serenos. La seguridad evolucionó muchísimo. Ahora hay una empresa contratada por licitación con una dotación de 42 personas, que cubre dos turnos, de 8 a 20, y de 20 a 8. Yo he ido a la noche y están los guardias parados en las salas en penumbras -cuenta el director-. Además, hay un bombero dependiente de la Policía Federal las 24 horas, todos los días el año, en el subsuelo”. Claro que no es siempre el mismo.

El personal debe ser discreto, no interferir, y su sola presencia es disuasiva. “Deben mantener una distancia para que el visitante tenga calma para ver las obras y a la vez mantener su visibilidad, que es persuasiva. Está comprobado que lo más eficaz en seguridad son las personas, porque son las únicas capaces de anticiparse al daño o la situación de peligro. La cámara sólo registra. La gente es irremplazable”, explica Duprat. Por eso, la seguridad se lleva el 34% del presupuesto del museo más importante de nuestro país. Incluye alarma, circuito cerrado adentro y afuera del edificio y dos garitas donde controlan permanentemente el perímetro del edificio.

A veces la seguridad de una obra pasa por mínimos detalles, como controlar que el público no se lleve las semillas de girasol pintadas en porcelana de la instalación de Ai Wewei en Fundación Proa
A veces la seguridad de una obra pasa por mínimos detalles, como controlar que el público no se lleve las semillas de girasol pintadas en porcelana de la instalación de Ai Wewei en Fundación ProaPatricio Pidal

“El patrimonio tiene un valor incalculable. Una vez Christie’s hizo una valuación y la colección ronda los 2500 millones de dólares”, dice Duprat. Hay joyas de las grandes firmas de la historia del arte, como Rembrandt, Van Gogh, Gauguin, Chagall. “Las Giocondas del museo son La vuelta del malón [óleo del pintor argentino Ángel Della Valle] y Sin pan y sin trabajo [de Ernesto de la Cárcova, 1894]. Tienen una importancia tan grande para el arte argentino que no se puede calcular un valor de mercado”, asegura el director del MNBA.

Cuando las obras salen del museo deben asegurarse “de clavo a clavo”, desde que se descuelgan, contra todo riesgo, hasta su regreso. Se trasladan en cajones estancos con condiciones óptimas de temperatura y humedad, especialmente controlados. “Cuando vino un Da Vinci para la muestra Obras maestras del Renacimiento al Romanticismo, con piezas procedentes de la Galería Nacional de Hungría, tuvimos que contratar una escolta armada con ametralladoras desde el Aeropuerto de Ezeiza hasta la puerta del museo”, recuerda Duprat.

¿Quién vigila al sable corvo de San Martín?

Hay una pieza del patrimonio nacional que tiene doble vigilancia y duerme en una caja de cristal blindado. En el Museo Histórico Nacional, las miradas están puestas en el sable corvo de San Martín. “Además de la seguridad del museo, tiene una guardia de Granaderos. Es un objeto muy preciado por el fervor y la pasión patriótica que despierta en las personas. Hay objetos que encienden las ganas de tocarlos o mirarlos muy de cerca”, dice Marisa Baldasarre, directora nacional de museos.

Otro sistema es el de Fundación Proa. “Tenemos una gran inversión en seguridad electrónica a través de cámaras tanto en el interior como en el exterior. Esto implica un control desde una cabina. El gasto anual de seguridad está alrededor del 2,5% de los gastos totales. No incluye seguros, que dependen de las muestras”, cuenta Adriana Rosenberg, presidenta de la institución.

La vigilancia se mantuvo en la mayoría de los museos durante la pandemia cuando cerraron sus puertas por siete meses. En el Museo Mitre recordaban que la casa refugió a mucha gente cuando hace 150 años otra pandemia azotó la ciudad, la fiebre amarilla. Los cuidadores, con el centro desierto y la casa vacía, se sentían trasladados en el tiempo, viviendo una historia similar. “La seguridad fue considerada personal esencial –cuenta Baldasarre–. Son personas que conocen mucho a los museos y a sus públicos. Generan vínculos afectivos fuertes con los visitantes, con otros trabajadores y con los objetos que preservan. Se trata que sus actividades sean rotativas y que nadie esté todo el tiempo en la misma sala. En la pandemia fueron muy importantes, eran las personas que detectaban que cuando se cerró todo hubo invasión de roedores en las calles, canaletas con hojas, alguna pérdida de agua… Los museos son edificios patrimoniales, muchos de 150 años, tienen que estar atendidos constantemente. No son locales donde se pueda bajar la persiana”.

En el Moderno las guardias de sala son mayormente mujeres: hay diecisiete
En el Moderno las guardias de sala son mayormente mujeres: hay diecisiete

En el Museo de Arte Moderno se llaman guardias de sala y son 17, y la mayoría mujeres. Hay además cuatro coordinadores y un responsable de seguridad.

En las salas de Proa hay educadoras: “Controlan las obras y también están conectadas con seguridad por cualquier contratiempo. Están atentas a mantener distancia con las obras, y a cualquier situación especial”. Una de las muestras más difíciles resultó ser la de Ai Weiwei, no por lo costoso de sus instalaciones, sino por lo ínfimo de algunas piezas, que resultaban especialmente amigables para los amigos de lo ajeno: era imposible controlar que no faltara ni una de las quince toneladas de semillas de girasol de porcelana. “La gente es realmente muy educada, el porcentaje de personas que transgreden las normas es ínfimo. No hemos tenido intentos de robo importantes, más que afiches o material didáctico retirados en cantidad sin leerlo. Ahora con la pandemia no hay más folletería y está todo digitalizado, y todos esos pequeños acontecimientos no suceden”, comenta Rosenberg.

En el Malba también hubo confusiones propias de la naturaleza alimenticia de algunas obras de arte contemporáneo. La inauguración de la muestra de Víctor Grippo, en 2004, tentó a un joven que quiso llevarse de suvenir una papa acrílica que integraba la obra Analogía IV. Así lo recuerda Juan Valenzuela, que desde 2001 trabaja en el Museo de Arte Latinoamericano como orientador de sala (como se llaman ahí): “Había mucha gente porque era la inauguración de la muestra. En ese momento las papas de Grippo no estaban pegadas al plato. Vi a un joven levantar una papa y le dije que la dejara en su lugar. Al rato, la papa no estaba y el muchacho tampoco. Una compañera que había visto la situación lo siguió. El hall estaba lleno de gente. Bajé lo más rápido que pude, y vi al joven salir del edificio. Le grité al de seguridad de la puerta, y salió, lo corrió y lo inmovilizó con una llave de yudo. En la mochila estaba la papa. El hombre de seguridad me contó después que había estado en el Ejército y era veterano de Malvinas. Cada muestra representa un desafío diferente”.

La seguridad, ahora, también pasa por el cumplimiento del protocolo covid
La seguridad, ahora, también pasa por el cumplimiento del protocolo covid

Con cámaras de seguridad trabajó el artista Juan Tessi en la muestra Cameo, también en el Malba. Sus pinturas estaban montadas en áreas restringidas y el público podía verlas a través de un monitor con el tradicional mosaico de imágenes de vigilancia. Un reality show al que el personal está acostumbrado. “La seguridad en el museo fue el disparador de toda la muestra y el sistema de cámaras fue el andamiaje. Tuve muchas charlas con el intendente del museo, que habilitaba o no ciertas cámaras, y la puja fue más fuerte cuando quise instalar obra en el depósito. La muestra coincidió con la llegada de los Obama en Argentina. La visita de Michelle al museo potenció el asunto de la seguridad porque se superpuso con la protección presidencial. El sistema de cámaras del museo se cortó cuando entró la primera dama”, cuenta Tessi. Su obra tenía una reflexión era sobre la vigilancia, pero lo que encontró fue otra cosa: “Por más antipática que pueda resultar la cuestión del uniforme, la vigilancia y el control, lo que vi en mi experiencia fue un trato muy amoroso de su parte con la obra. Empezaban de alguna manera a ser parte de la obra”.

Las cámaras de seguridad son testigos también de lo que ocurre por la noche. En el Franklin Rawson de San Juan fue viral un video donde una silla de ruedas se movía sola, en 2015. Virginia Agote, directora entonces, desestima la leyenda: “Los policías se divirtieron un rato esa noche moviendo la silla y quedó registrado en una cámara de seguridad”. En esa provincia se han organizado pernoctadas infantiles en el Museo de Ciencias y en la Casa Natal de Sarmiento, pero no en el Rawson: no pareciera que la silla embrujada fuera el motivo.

Demoníaca Buenos Aires: el insólito derrotero de una escultura de Lucifer y un enigma todavía irresuelto

Fuente: Infobae ~ En una época plagada de antimonarquismo y anticlericalismo, la obra de Corti causó impacto al ser exhibida en Milán, Florencia y París a fines del XIX. ¿Cómo apareció años más tarde en el Río de la Plata y cuál fue su destino final?

¿Una escultura representando a Lucifer, es decir, al mismo Demonio, en algún sitio de Buenos Aires a finales del siglo XIX o comienzos del siglo XX? Pues, suena extravagante. Sólo la imaginería religiosa podía jactarse de poseer tales figuras en algunos templos porteños, como aquella talla policromada que existe en la basílica de La Piedad, en el altar retablo de la Coronación de la Virgen: allí está Satanás, aplastado bajo el pie justiciero de un San Miguel Arcángel revestido con armadura.

En general así aparece siempre el ángel caído, derrotado por el capitán y heraldo del Altísimo. O, menos figurativamente, también puede detectarse su presencia al pie de las imágenes de la Inmaculada, acechando el calcañar de la Virgen bajo la forma de una serpiente.Altar retablo de la Coronación de la Virgen en la basílica de La Piedad, en la ciudad de Buenos Aires: Satanás, aplastado bajo el pie justiciero de un San Miguel Arcángel revestido con armaduraAltar retablo de la Coronación de la Virgen en la basílica de La Piedad, en la ciudad de Buenos Aires: Satanás, aplastado bajo el pie justiciero de un San Miguel Arcángel revestido con armadura.

Pero un Lucifer o un Satanás o un Diablo de cuerpo entero, con alas en las espaldas y una insinuante desnudez que delate su condición asexuada, es cosa rara de ver en los “simulacros” (que es un modo antiguo de decir “imágenes”) religiosos o en el repertorio artístico disponible en la Gran Aldea.

Y sin embargo, aquella estatua -y no era sólo una, sino dos- existió. Vale la pena contar lo poco que sabemos de su historia.

Una escultura inquietante y el deseo de su retorno a Milán

El nombre del escultor milanés Constantino Corti no es, seguramente, de los más conocidos entre nosotros. Había nacido en 1823 o 1824 y murió en 1873. Su capolavoro fue, sin duda, la estatua de Lucifer, el ángel caído que, según la tradición bíblica, pretendió arrebatar la soberanía de Dios y reinar en el Cielo a la cabeza de una legión de revoltosos. La pieza le había sido encargada por el conde d´Aquila, Luis de Borbón de las Dos Sicilias, hermano del ex rey de Nápoles.

El comitente era un aristócrata de ideas liberales, artista y naturalista, que sentía una notoria inclinación por los experimentos con la electricidad, la cual vino a ser entonces el epítome del progreso humano y de la conquista de las potencias ocultas en el mundo físico.Lucifer, la obra del escultor milanés Constantino CortiLucifer, la obra del escultor milanés Constantino Corti

Ya antes, Frankenstein, o “el nuevo Prometeo” imaginado por Mary Shelley, había sido vivificado en lo alto de la torre del castillo, al fragor de las descargas de los relámpagos atraídos por barriletes. Un recurso literario que asociaba las fuerzas del cosmos a la creación de la vida. Esa “chispa divina” que Miguel Ángel representó en la bóveda de la Capilla Sixtina, en el contacto de los dedos índices de Yavé y de Adán, ya no tenía por qué ser atribuida a la omnipotencia de un Creador sentado en un trono celestial. Para algunos, la energía eléctrica desentrañada por la ciencia y capturada por la tecnología, daba fundamento a una especie de manifiesto laicista que desafiaba al discurso eclesiástico basado en las Sagradas Escrituras.

Por su parte, la narrativa “satanista” o “luciferina” paralela al constructo del “progreso” adquiría carta de aceptación en los imaginarios revolucionarios : “Satán es la ciencia que experimenta”, había escrito Giousé Carducci, el autor del “Himno a Satanás”, escrito en 1863 y reeditado en Bolonia en 1869, el mismo día en que abría sus sesiones el Concilio Vaticano Iº que sancionó como dogma la infalibilidad pontificia. La tensión era evidente.

La obra de Corti fue exhibida en Milán, en Florencia y en la Exposición de París (1867), y causó un enorme impacto en su época, tan plagada de ese espíritu de rebelión, antimonarquismo y anticlericalismo que encarnaban las logias masónicas italianas. Quizá el “Paraíso perdido” de John Milton había contribuido, desde su escabel poético, a esta exaltación luciferina, confundida también con el ideal satánico, como aspectos duales de una misma entidad preternatural, portadora de la oriflama de la desobediencia ante cualquier forma de poder político o religioso tradicional. Lo mismo, más cerca en el tiempo, la mencionada oda de Carducci.Otra versión de la clásica escena de San Miguel Arcángel aplastando al demonio. Cuadro de Rafael, año 1518Otra versión de la clásica escena de San Miguel Arcángel aplastando al demonio. Cuadro de Rafael, año 1518

La androginia de la figura es notoria y se hace mucho más patente aún en el grabado que realizó Corti, donde el ángel aparece privado de órganos genitales o, incluso, insinuando casi una genitalidad femenina. Quizá podría descubrirse hasta una privación absoluta de todo género, en coincidencia con la naturaleza asexuada que la teología atribuye a los ángeles, sean o no caídos.

A comienzos del siglo XX, la Municipalidad de Milán se interesó por el destino de aquella obra, vaciada en yeso por el autor en 1859, y que, tras obtener algunos galardones, había pasado por las manos de varios propietarios, desde la primera encomienda. Un tal Barrett de quien se carece de mayores noticias señaló que tanto el molde en yeso como su versión definitiva en mármol ¡se hallaba en Buenos Aires!, en poder del señor Enrique Ignacio Fynn, un anglo-uruguayo que usaba unas enormes patillas y unos tupidos bigotes, según la fotografía donde aparece retratado en la edad de madurez.

https://www.infobae.com/new-resizer/Kj5RfSresuiNK1XhVjEhotzLXUY=/768x1024/filters:format(jpg):quality(85)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/infobae/TYR3T36Z3NF65ICUOKD2IPUG2I.jpg

¿Quién era Fynn?

La pista de la escultura de Lucifer conduce el relato a una figura anglorrioplatense virtualmente desconocida en nuestro país, pero de particular relevancia para la historia del saneamiento y el agua en el Uruguay.

Según los registros genealógicos de la historiadora Maxine Manon, nuestro personaje era hijo de John Fynn Paterson y la gaditana María Bardier. Había nacido en Montevideo en 1835, siendo ya Uruguay un país independiente, y contrajo matrimonio con Isidora Berdún, de quien enviudó en 1891 y con quien tuvo siete hijas mujeres y un hijo varón, todos uruguayos.

Murió en Buenos Aires en 1924, aunque no fue sepultado en el Cementerio Británico, por ser bautizado en la fe católica, que era el rito de su madre.El anglo-uruguayo Enrique Ignacio Fynn, extraño adquiriente del Lucifer de CortiEl anglo-uruguayo Enrique Ignacio Fynn, extraño adquiriente del Lucifer de Corti

En 1867, había obtenido junto a dos socios argentinos de solvencia y renombre la concesión para el suministro de agua potable por medio de tuberías en la capital uruguaya. A partir de 1886 la población obrera afectada a esos trabajos se estableció en Villa Aguas Corrientes, donde funcionaba la primera usina de bombeo. La concesión fue cedida en 1879 a la compañía británica “The Montevideo Waterworks Co”.

La maqueta de la estatua parte hacia Italia

Todo indica que el ayuntamiento milanés puso prontamente a sus personeros en contacto con el poseedor de la obra y le ofreció comprar, si no ambas versiones, al menos una de ellas. Pero Fynn, queriendo pasar a la posteridad como un caballero generoso, decidió desprenderse gratuitamente de la maqueta en yeso, que previsiblemente era menos valiosa que la pieza de mármol. En 1904, la revista “Caras y Caretas” dio a conocer el curioso episodio, junto a una fotografía de la escultura.La noticia en un ejemplar de Caras y CaretasLa noticia en un ejemplar de Caras y Caretas

¿Por qué tenía Fynn esas estatuas en su poder? ¿Era coleccionista? No lo sabemos. ¿Era simpatizante de la épica luciferina o estaba afiliado a alguna sociedad de esa orientación? Tampoco lo sabemos.

El yeso partió con rumbo a Milán, pero el mármol ¿habrá permanecido en nuestra capital?

Ciertamente, su destino ha quedado envuelto en un enigma, de momento tan inquietante como la llegada a manos de su dueño, en esa Buenos Aires que, todavía a comienzos del siglo XX, seguía siendo misteriosa.

[Una primera versión de este artículo fue publicada originalmente en gacetamercantil.com]

La belleza del día: “Retrato de Wally Neuzil”, de Egon Schiele

Fuente Infobae ~ En tiempos de incertidumbre y angustia, nada mejor que poder disfrutar de imágenes hermosas.

Egon Leo Adolf Schiele (1890-1918) empezó a dibujar de niño los trenes que veía en Tulln, una pequeña ciudad sobre el Danubio, donde su padre era jefe de estación. Con 16 años ingresó en la Academia de Bellas Artes de Viena y desde entonces quedó ligado a esta ciudad.

La breve vida de Schiele transcurrió en un período en el que la capital del Imperio Austrohúngaro fue escenario del final y el inicio de muchas cosas. En la segunda mitad del siglo XIX la opulencia vienesa se envolvía del sonido de los valses de Strauss, al tiempo que, por orden del emperador, se levantaban los palacios de la Ringstrasse, avenida de circunvalación que rodea el centro de la ciudad

Sin embargo, en los albores del siglo XX, contra el trasfondo de un imperio en decadencia se recortaba una floreciente vida intelectual y una creatividad artística en todos los campos. En arquitectura con Otto Wagner; las sinfonías de Gustav Mahler parecían expresar un espíritu distinto. Fue tiempo de escritores: Kraus, Schönberg; de la filosofía de Wittgenstein… Y en pintura, Gustav Klimt, el primer presidente de la Secesión que había empezado su carrera como pintor historicista, buscaba ahora un nuevo estilo. Oskar Kokoschka y Egon Schiele marcaron la segunda generación de esta renovación artística y fueron los exponentes del expresionismo austríaco.

La decadencia que se vivía en la Viena de 1900 estaba signada por dos obsesiones: el sexo y la muerte. La vieja Austria era el vacío, pero sobre todo era el disimulo de ese vacío. Sigmund Freud descubrió que este dolor originaba problemas específicos, escribió La interpretación de los sueños y Estudios sobre la histeria. Egon Schiele se obsesionó con todo aquello… Era lo único que le interesaba: la exploración del yo y la identidad sexual. Y empezó a volcarlo sobre el lienzo."Autorretrato con la planta de farolillos chinos" (1912), de Egon Schiele«Autorretrato con la planta de farolillos chinos» (1912), de Egon Schiele

Se dedicó casi exclusivamente a representar la figura humana en numerosos retratos y autorretratos. A esto se unía su interés por la representación de las diversas caras de la sexualidad, lo que hizo que su arte fuese calificado en numerosas ocasiones como pornográfico. Muchas veces él era su propio modelo, gesticulaba o mostraba una mirada amenazadora, pintaba manos afiladas. Su enfoque era radicalmente plano, como el arte americano de los años 40. Escapa de todo naturalismo, tanto en la línea como en el color. Schiele utilizaba una línea cortante e incisiva para expresar su propia realidad y para mostrar la dramática destrucción física y moral del ser humano. Los fondos no existían y los cuerpos quedaban suspendidos en el vacío, solos. Esos cuerpos demacrados, retorcidos, satánicos, asustaban a la sociedad de su época.

Probablemente el retrato más conocido de su musa y amante, Retrato de Wally Neuzil (1912), Schiele lo pintara como contraparte de su Autorretrato con la planta de farolillos chinos, del mismo año. Esta imagen armoniosamente compuesta muestra a Wally Neuzil con su cabeza ligeramente caída, cabello castaño rojizo y ojos azules brillantes de gran tamaño mirando directamente al espectador. En este óleo de 32 por 40 centímetros, alojado en el Leopold Museum de Viena, sobresale el uso de formas geométricas y la armonía de colores: naranja y azul, blanco y negro, rojo y verde. El retrato irradia intimidad y ternura, revelando la cercanía entre modelo y artista.

Wally fue una de las jóvenes que Gustav Klimt, mentor de Schiele –y cuya influencia se advierte en algunas obras de este último, como en Standing Girl in a Plaid Garment, de 1909–, le presentó para que las retratara. En ese momento Egon tenía 21 años y Wally 17; ella ya había posado para Klimt y se sospecha que también fue su amante. Sin embargo, cuando conoce a Schielle entabla un vínculo con él y ambos se van a vivir juntos."Standing Girl in a Plaid Garment" (1909), de Egon Schiele«Standing Girl in a Plaid Garment» (1909), de Egon Schiele

En 1912, los amantes se mudaron a la zona de Neulengback, donde Schiele fue arrestado por seducir y secuestrar a una muchacha. Más de un centenar de sus dibujos fueron considerados inapropiados y confiscados de su estudio, lo que le valió la acusación de exhibición de materiales pornográficos a menores. Tras pasar 21 días bajo custodia, finalmente fue declarado culpable del último de los cargos. Fue sentenciado a otros tres días de prisión y el juez hizo una demostración de la quema de uno de sus dibujos frente a él. Durante su encarcelamiento, Wally lo visitó y le llevó comida y material artístico. “Wally se comportó de una manera tan noble que me cautivó…”, escribe Schiele a Franz Hauer en 1914, recordando la actitud de la joven durante los días que duró su arresto.

Sin embargo, Egon decidió casarse con una mujer de mejor posición social. Al otro lado de la calle donde se encontraba su estudio en Viena, vivían las hermanas Harms, Edith y Adéle. Las hermanas provenían de una familia de clase media y, por lo tanto, mejor consideradas que Wally, que era de origen pobre y que quizás hubiera ejercido la prostitución en su juventud. Schiele cortejó a ambas hermanas, y finalmente se casó con Edith en junio de 1915. De todos modos, él esperaba mantener su relación con Wally y le propuso que se fueran ambos de vacaciones cada verano sin Edith. Al oír esto, Wally lo abandonó; se incorporó a la Cruz Roja cuando empezó la Primera Guerra Mundial y murió en 1917, sin que hubiera habido ningún otro encuentro con Schiele.El artista austríaco Egon Schiele (Wikipedia)El artista austríaco Egon Schiele (Wikipedia)

En el año de su casamiento, Schiele realizó la pintura La muchacha y la muerte(1915), en la que representó un abrazo desesperado entre una pareja, sobre un paño arrugado blanquecino, que sugiere un lecho mortuorio. Se reconoce al propio pintor en la figura masculina y a Wally en la femenina, ella abrazando con sus manos y los dedos casi separados al hombre, mientras parece que él la aparta con su mano derecha. Los gestos muestran la tensión de una aproximación y a la vez un distanciamiento insuperable. Fue la despedida de Schiele frente a la pérdida de Wally, causada por su matrimonio."La muchacha y la muerte" (1915), de Egon Schiele«La muchacha y la muerte» (1915), de Egon Schiele

Apenas tres días después de su boda, con la Primera Guerra Mundial en marcha, Egon Schiele fue convocado a prestar servicio en el ejército. Fue destinado a Praga, donde Edith se unió a él para vivir en un hotel mientras él pasaba la noche con los otros llamados a filas. Su servicio militar no le impidió realizar exposiciones, con algunos éxitos en Zúrich, Praga y Dresde. Fue designado para custodiar y escoltar a prisioneros rusos, a quienes comenzó a retratar. Su comandante incluso le facilitó el acceso a un almacén en desuso para que lo utilizara como estudio.

En el otoño de 1918, Europa fue arrasada por la pandemia de gripe española, que se cobró más de 20 millones de vidas, incluidos Schiele y su esposa. Edith, embarazada de seis meses en aquel momento, murió primero y él la siguió tres días después. Tenía 28 años. Durante el breve lapso que separó sus muertes, Schiele realizó unos bocetos de Edith. Meses antes, en febrero de ese año y también debido a la pandemia, había acabado la vida de su amigo y maestro Gustav Klimt.

Egon Schiele fue prácticamente olvidado en los años 30 del siglo pasado y el régimen nazi llegó a incluirlo entre los autores del arte degenerado. Las principales obras de este artista se conservan en Viena, distribuidas entre la Galería Belvedere y el Leopold Museum.

Comprar obras de calidad como reserva de valor

Fuente: La Nación ~ El éxito de arteBA en la Boca demostró que es modelo un nuevo modelo de feria de arte.

Pasó con gloria la edición 30 años de arteBa, la feria de arte contemporáneo de Buenos Aires que se mudó a La Boca. Éxito de ventas, de público y de locación. Se rompió el molde de la feria enorme en los pabellones palermitanos, para descubrir un modelo de escala más cercana, de menor costo, en los galpones de Arenas Studios, con memoria industrial y arquitectura ladrillera. Nunca más cierta la frase de Dede Brooks, que supo liderar Sotheby’s: “Comprar arte es un estado de ánimo”. Y aquí va la secuencia: reencuentro, abrazo y compra.

Nada como la feria presencial, aunque la experiencia digital de la cuarentena dejó un know how que no existía y es una experiencia inmersiva que no tiene marcha atrás. Los nuevos compradores vienen del mundo tech, pero hay muchos profesionales jóvenes, algún político y gente del interior, del corazón sojero, armando colecciones sólidas. Espíritu federal y calidad de obra es la ecuación perfecta.

Si se suman las obras que llevaron a La Boca galerías como Roldan Moderno, Sur, Maria Calcaterra y Del Infinito tenemos la pared de un museo.

Fueron los museos con las compras institucionales y la ayuda de los amigos el factor dinamizador de las ventas, romper el hielo y arrancar, en una edición marcada por un concepto compartido: el arte como reserva de valor. En esta edición funcionó, otra vez, la épica de la crisis. El mismo entusiasmo de 2002 cuando Fito Fiterman, entonces presidente de arteBA, decidió que la feria se hacía contra viento y marea. Y sonó el cuerno de la abundancia para las obras calidad museo: Malba, Macba, Medellin, Guggenheim, Galisteo de Rodríguez, Moderno, Sivori, Bellas Artes, Caraffa, Salta, Flanklin Rawson, Fundación Klemm, la billetera prodigiosa de la Agencia Argentina de Inversiones y el apoyo incondicional del Santander. Un ida y vuelta: difusión es mercado.

Celebración de 30 años de feria en los que cambió el mundo, el lugar del artista, la figura del curador, la presencia creciente del advisor y el papel de las galerías. Nada es igual. La feria del reencuentro deja un balance positivo y la certeza de que es necesario ajustar costos y condiciones de venta. Todo esto con el marco internacional de grandes ventas (la semana pasada Christie’s vendió en tres días arte por US$770 millones) y la conducción de las nuevas autoridades: Larisa Andreani, Eduardo Mallea y Lucrecia Palacios, en arteBA, y Pablo de Souza, en Meridiano, Cámara Argentina de Galerias.

Para celebrar que ambas instituciones hayan trabajado codo con codo y “barrido” el universo de posibles compradores. Nada es casualidad, un trabajo bien hecho. Bien por las galerías debutantes en el área Factor del Arenas Studios, bien por el artista como gestor y por el Premio En Obra de Abel Guaglianone y Joaquín Rodríguez, un estímulo para los artistas que son el corazón de la feria y para quienes se animan a dar el paso y entrar al circuito.

Precios en dólares no negociables, pero con la chance de plazos, como en los viejos buenos tiempos. No se achicó el mercado, crecieron las expectativas, y el encierro del 2020 dejó un efecto virtuoso: si me quedo en casa quiero vivir con arte. Al menos… una buena.

Entrevista. Florencia Cherñajovsky: “Puse en valor el diseño, el arte y la artesanía con una impronta disruptiva”

Fuente: La Nación ~ Investigadora y curadora formada en el Pompidou, inaugura la muestra Lalana: una colección de alfombras artesanales inspiradas en obras de artistas argentinos que nació gracias a un revelador viaje a Salta.

A los 14 decidió que quería estudiar afuera. Viajar y conocer otros horizontes, aprender idiomas, degustar otras culturas. Cuando terminó la secundaria armó una valija para pasar tres meses en París, pero se terminó quedando 12 años. “Me enamoré de la ciudad”, dice Florencia Cherñajovsky, investigadora y curadora de arte, de espíritu nómade y alma curiosa.

Cursó en la Sorbona de París un módulo intensivo para extranjeros, apenas la entrada de un menú de decenas de pasos que la llevaron a organizar muestras y festivales en el Centro Pompidou. En el corazón de una de las mejores colecciones de arte moderno y contemporáneo Florencia se transformó en mujer esponja. Absorbió las experiencias, atesoró proyectos interdisciplinarios, se sumergió en un tsunami de estímulos que fluyeron entre artes plásticas, danza, cine y literatura. De la pasantía en el Departamento de Creación Contemporánea y Prospectiva a trabajar codo a codo con Emma Lavigne, actual presidenta del Palais de Tokyo, otro faro cultural icónico de París.

Incansable, se anotó en la reconocida Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales. Su tesis fue apenas uno de los hilos que tejerían su vínculo con Buenos Aires: “Investigué la historia del arte conceptual argentino en el contexto socio-político latinoamericano”, dice hoy Florencia desde el showroom de Balvanera, una casona antigua de techos altos y pisos de madera. “El Pompidou era una burbuja, un estímulo constante. Ese vacío me generó una crisis existencial y profesional –recuerda–, por eso me dediqué a generar un proyecto en Argentina que pusiera en valor el diseño, el arte y la artesanía con una impronta disruptiva”.

El resultado de ese ímpetu es su flamante muestra Lalana, una colección de alfombras artesanales inspiradas en obras de artistas argentinos. Se inaugura el sábado que viene en la galería Nora Fisch y es fruto de un proceso que condensa no solo su propia historia sino que además involucra el entramado familiar. En 2016 la peor noticia la trajo en un vuelo relámpago a Buenos Aires: a su hermana Lucía le detectaron cáncer de ovarios y Florencia viajó para acompañar su tratamiento. “Fue largo y tortuoso, dejó a un hijo de 3 años, que ahora tiene 7. Era psicoanalista, emprendedora. Como todos nosotros. Somos muy unidos, aprendimos haciendo y siguiendo el mandato de mi viejo que nos marcó siempre. Es muy hacedor y exigente, siempre busca el mejor rendimiento, potenciando nuestras capacidades”, apunta.

El papá que la llevaba “de las orejas” a toda muestra que hubiera en la ciudad se llama Rubén Cherñajovsky y es uno de los empresarios industriales más importantes del país, al frente de la compañía Newsan. Su hermana, María Cher, es diseñadora y dueña de la marca de indumentaria Cher. Nicolás es arquitecto y Matías, economista. “Es el más chico y al que más le interesa el legado empresarial. Es que mi papá nos abrió un camino vinculado con el arte y las ciencias sociales. Ahora se enfrenta con el tema de la continuidad, cómo pasar la posta. Estamos en pleno trabajo familiar para formarnos y preservar su legado, más allá de las expansiones de la empresa, lo que a nosotros nos interesa es garantizar el laburo de miles de personas”, afirma Florencia, mamá de Amancio, de 2 años.

La pasión por el arte acercó al empresario al coleccionismo. Y quién sino Florencia para organizar las obras dispersas en departamentos familiares y depósitos. “Estoy ordenando el inventario en una nube digital abierta a profesionales y curadores”, señala la especialista, sobre el acervo de autores argentinos e internacionales. “Empecé a llenar agujeros, sumé artistas conceptuales y fortalecí la presencia de artistas mujeres, como Marta Minujín y Elda Cerrato”.

Su experiencia como curadora (en Buenos Aires trabajó en muestras del Malba y galería Barro) y especialista a cargo de catálogos y publicaciones del Pompidou llevó a Florencia a impulsar su propia muestra, basada en alfombras artesanales, objetos, sillas y picaportes inspirados en diversos artistas de nuestro país.

Los viajes a Salta para recorrer la ruta del telar fueron decisivos. Allí conoció el tejido sobre la urdimbre, la lana de llama hilado a mano y los procesos artesanales que encierran técnicas ancestrales. La convocatoria a María Sánchez (diseñadora industrial y directora de Diseño de la Universidad Austral) fue clave para pensar el formato y organizar el material. Con bocetos y prototipos inéditos, la colección articula un diálogo entre diseños innovadores de artistas visuales con técnicas tradicionales de producción artesanal. Piezas de autor seriadas que toman cuerpo a partir de materias primas autóctonas. “La idea es revalorizar las distintas técnicas de producción”, señala Florencia, que concibió Lalana en colaboración con Osías Yanov.

Así, desde la semana que viene, en la galería Nora Fisch (Av. Córdoba 5222) se podrán disfrutar desde picaportes de Marcial Berro y de Valentín Demarco probados en resina, al desarrollo de una silla inédita de Luis F. Benedit de 1996, que dialoga con el prototipo de la silla original realizado un año antes por Ricardo Blanco. También la alfombra de Victoria Colmegna o de María Sánchez, concebida en un lenguaje pop que remite a su colaboración con el colectivo de diseño italiano Memphis de los años 80. Además, una alfombra de Víctor Grippo dominará el espacio central. Para ahondar conceptualmente sobre estas esculturas pragmáticas Florencia convocó a María Sánchez y Wustavo Quiroga (el 27 a las 18.30), a Delia Cancela, que además presenta una obra (sábado 4 de diciembre a las 17) y a Julián Benedit, hijo de Luis F. Benedit (el 9 de diciembre a las 18).

Luego Florencia volverá a armar las valijas para instalarse en Madrid, donde acaba de abrir un espacio dedicado al arte, su pasión y su legado. Viajar y palpitar otras culturas sigue siendo parte de su adn.

¿Hay un arte argentino? Continúa el debate iniciado hace 130 años

Fuente: La Nación ~ El tema, que desató hace más de un siglo un duelo entre el fundador del Museo Nacional de Bellas Artes y un crítico español, dominó la presentación del libro Peregrinaciones y viajes mágicos, de Julio César Crivelli.

“Me di cuenta de que había estado hablando todo el tiempo de lo mismo: de la relación entre la razón y el espíritu”, dijo ayerJulio César Crivelli, abogado, escritor y coleccionista, al presentar su libro Peregrinaciones y viajes mágicos. Se refería al hilo conductor de sus reflexiones sobre arte, historia e identidad, reunidos en un volumen de 500 páginas editado por Mardulce, que retoma entre otros temas un antiguo debate que parece continuar vigente: ¿existe el “arte argentino”?

Un atento público que incluyó a María Kodama en primera fila lo escuchaba en el auditorio de la Asociación Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes (Aamnba), institución que él preside y que acaba de cumplir 90 años. Sobre el escenario dialogaron con él Matilde Sánchez, Gabriel Levinas y Marcelo Gioffré, autor del prólogo junto a Juan José Sebreli.

Marcelo Gioffré, Gabriel Levinas, Matilde Sánchez y Julio César Crivelli en el auditorio de la Asociación Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes
Marcelo Gioffré, Gabriel Levinas, Matilde Sánchez y Julio César Crivelli en el auditorio de la Asociación Amigos del Museo Nacional de Bellas ArtesGentileza Aamnba

“Es un libro lleno de preguntas”, adelantó Sánchez al presentar el conjunto de textos, algunos de los cuales son el resultado de conferencias dictadas en el país o en el exterior. La que ofreció en la Universidad de Brown en febrero de 2015 llamó especialmente la atención de la periodista y escritora, ya que dispara según ella uno de los grandes interrogantes: el de la pertenencia del arte argentino en la escena global.

“Crivelli mira el país y su identidad a la luz de su colección privada”, observó la directora de Revista Ñ en referencia al acervo personal iniciado en la década de 1980, tras destacar una frase del autor. La que alude, al mencionar un viaje a Estados Unidos de Jorge de la Vega, a “la ilusión de sincronía con el planeta que la Argentina tenía en los años sesenta”.

Esas preguntas sobre la identidad en un país de inmigrantes llegaron a desatar discusiones que derivaron en duelos. Según recuerda Crivelli en el primer capítulo-, en 1891 se suscitó en Buenos Aires una polémica “en torno a la posibilidad de existencia de un arte argentino” entre Eduardo Schiaffino, pintor y posteriormente fundador del Museo Nacional de Bellas Artes, y el crítico español Eugenio Auzón.

María Kodama, en primera fila
María Kodama, en primera filaGentileza Aamnba

“Auzón sostenía que no era posible debido al melting pot de culturas que era la Argentina –escribe-. Decía irónicamente que un arte argentinopodría existir ‘quizás en doscientos años… y algunos meses’. Schiaffino sostenía todo lo contrario. La polémica se convirtió en una discusión con cartas y artículos de ambos, publicadas en los diarios. Llegó a tal violencia que se batieron a duelo, a primera sangre. Ganó Auzón, quien hirió a Schiaffino en la mano derecha. Pero el duelo nada resolvió”.

“Se equivocaron los dos” opinó de forma contundente Levinas en referencia a ese episodio. “En los años setenta nos agarrábamos a trompadas, incluso dentro de la galería, por lo que pensábamos sobre el arte”, recordó el periodista especializado, ex director de Artemúltiple. Agregó que todavía faltan setenta años para que se cumpla el pronóstico de Auzón y, sin embargo, “muy pronto no va a existir el arte de un país, porque todo va a estar interconectado”.

El libro, disponible en la Tienda Bellas Artes, también se puede comprar online
El libro, disponible en la Tienda Bellas Artes, también se puede comprar online

“¿Hay un arte argentino? Sí, lo hay. Lo hay enQuirós, como señala bien Crivelli”, apuntó en cambio Gioffré, en referencia a una pintura marcada por “la melancolía estetizante del gaucho y el país aislado”, antes de destacar una paradoja: que a su vez el arte funciona, desde la segunda mitad del siglo XX, como “un lugar de resistencia” frente al populismo y las dictaduras que buscaron cerrarse al mundo. “De esta doble peripecia –escribe en el prólogo que firma con Sebreli-, un país que se hunde sucesivas decadencias y un arte que resiste, nos habla este libro necesario”.

“Diego y yo” se verá en 2022 en el Malba (pero solo temporariamente)

Fuente: Ámbito ~ Frente a la hipótesis de la importación definitiva de la obra de Frida Kahlo, Eduardo Costantini debería pagar 35,5% de impuestos sobre los u$s34,5 M.

Anteanoche, en la subasta neoyorquina de Sotheby’s, Eduardo Costantini volvió a pagar el precio record del arte latinoamericano por una obra de Frida Kahlo. Esta vez fue por “Diego y yo” (1949) comprado por 34,9 millones de dólares. En 1995 Costantini había adquirido por 3,2 millones de dólares el “Autorretrato con chango y loro”, también de Kahlo, que hoy se encuentra en el Museo Malba. Este diario lo entrevistó entonces en Nueva York y la mayor preocupación del coleccionista eran los impuestos que debía pagar para radicar definitivamente la pintura en la Argentina, aunque su ambición fuera dejar el arte como legado a la sociedad y fundar un museo para donarlo, como finalmente lo hizo.

Ayer, también en diálogo con el coleccionista, Costantini dijo que en esta ocasión la pintura de Frida formará parte de su colección personal y agregó: “La obra se podrá ver en Buenos Aires porque siempre pongo las piezas que compro en el circuito público, y le doy prioridad al Malba. Pero aún no sé cuándo la exhibiremos, seguro en 2022. Tenemos que encontrar el formato y el momento adecuado, porque también hice otras compras recientes muy importantes”.

Desde que pagó el primer récord del arte latinoamericano, Costantini se convirtió en un comprador frecuente. El Malba exhibe ante el público las obras cumbre de Portinari, Diego Rivera, Tarsila do Amaral, Matta, Tamayo, Wifredo Lam, Xul Solar, Pettoruti, Remedios Varo, Antonio Berni y otras estrellas de la vanguardia de esta región. Pero los impuestos para radicar definitivamente las obras fueron siempre la gran preocupación del coleccionista. Desde luego, la importación temporaria de las obras permitió al Malba sortear el pago durante algunos años. Pero cuando las obras compradas en el exterior pagaron la radicación definitiva, la cifra era tan alta que los administradores del Malba decidieron vender algunas obras, tesoros que la Argentina perdió.
Frente a la hipótesis de la importación definitiva, “Diego y yo” debería pagar el 35,5 % de los 34,5 millones de dólares que costó.

Impuestos

El arte paga impuestos como cualquier mercadería. Pero, teniendo en cuenta que la política fiscal alienta o desalienta el coleccionismo, la ecuación es simple: si la importación de arte tributa y la exportación es libre, a mediano o largo plazo puede determinar el vaciamiento de nuestro patrimonio. Desde 1977, cuando en Nueva York se inauguraron los remates latinoamericanos, las estrellas del arte mexicano, Frida Kahlo y Diego Rivera, se disputan el precio récord de la región, ambos pagados en la actualidad por Costantini. Recién en 1990 Kahlo alcanzó el millón de dólares con uno de sus autorretratos, cifra que superó al año siguiente Rivera con los 2,9 millones con sus vendedoras de calas y que, en 1995, dejó atrás nuevamente Kahlo, con el “Autorretrato con chango y loro”. Diego Rivera alcanzó el récord en 2016 con su “Baile en Tehuantepec”, adquirido por Costantini en una venta privada por 15,7 millones de dólares. La cifra de casi 35 millones alcanzados por “Diego y yo” causó verdadero asombro.

Cuando Frida pintó “Diego y yo”, Rivera mantenía una relación con María Félix y hasta quería casarse con ella. En este autorretrato, Frida muestra su amor y su sufrimiento y se pinta como un ícono, con lágrimas en sus ojos, un retrato de Diego entre sus cejas. Si bien los autorretratos son un tema recurrente para Frida, “Diego y yo” cierra la extensa serie, con la excepción del que se pinta ya en silla de ruedas junto a su médico. Frida había ingresado en 1950 a un hospital y pintó “Autorretrato con el Dr Juan Farill”. Rivera nunca la abandonó y cuando Frida murió confesó: “El 13 de julio de 1954 fue el día más trágico de mi vida”.

Lola Mora, la primera escultora argentina

Fuente: TV Pública ~ Virginia Lago hace un recorrido por la vida y obra de Lola Mora. Desde los últimos años del siglo XIX y comienzos del siglo XX, la artista se transformó en una referente de la disciplina aún en un contexto adverso para las mujeres. 18 de noviembre de 2021

Dolores Candelaria Mora Vega, popularmente conocida como Lola Mora, nació en el norte del país el 17 de noviembre de 1866. Por ello, en su memoria, en 1998 se instala en el Congreso de la Nación Argentina el Día del Escultor.

Dio sus primeros pasos artísticos en Tucumán estudiando retrato y dibujo con Santiago Falcucci. Con un éxito local y a través del Gobierno Nacional, obtuvo una beca en 1896 para perfeccionarse en Roma. Fue en la ciudad italiana donde cambió el dibujo por la disciplina escultórica. Aunque en el territorio europeo obtuvo grandes elogios, tanto de la prensa como de la crítica, la artista decidió volver al país en 1900. Debido a su reconocimiento internacional, en Argentina obtuvo varios encargos estatales, entre ellos la Fuente de las Nereidas, inaugurada en 1903. El monumento se convirtió en su obra emblemática, la cual, aunque fue muy elogiada también debió enfrentar controversias por los desnudos de sus figuras.

Además de escultora, Lola Mora quiso dedicarse a la exploración minera y a la extracción de petróleo, intentó incursionar sin mucho éxito en la proyección cinematográfica y en su labor como urbanista propuso el Primer Proyecto de Subterráneo y Galería Subfluvial de Argentina. Sus esculturas pueden encontrarse en las distintas provincias del territorio argentino, desde Buenos Aires, pasando por Córdoba y San Juan hasta llegar a Jujuy.

Advierten sobre el destino incierto de más de 120 obras de Florencio Molina Campos

Fuente: La Nación ~ La Fundación que custodia parte del legado del artista y su único descendiente vivo se oponen a que la colección se mantenga en el museo de Moreno, sobre el que pesa un proyecto de ley para declararlo Monumento Nacional.

A 62 años de la muerte del pintor Florencio Molina Campos, gran parte de su producción se encuentra limitada de ser expuesta al público y en el centro de un debate con posiciones cruzadas en torno a cuál debería ser el lugar más idóneo donde exhibir un acervo de más de 120 obras de quien es considerado el artista más popular de la Argentina.

La colección en cuestión es tutelada por la Fundación Molina Campos, de quien depende el museo del mismo nombre situado en Moreno, también de su propiedad. La institución y el único descendiente vivo del artista, su nieto Gonzalo Giménez Molina, fundador, junto a su madre Hortensia “Pelusa” Molina de la editorial difusora de su obra, son titulares de los derechos de autor sobre las obras. Ambas partes rechazan, con múltiples argumentos, que el museo continúe funcionando en la localidad bonaerense. Pero esto ocurre al mismo tiempo que el municipio dictó un decreto que declara al edificio Patrimonio Histórico y mientras la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados da su aval unánime a un proyecto de ley para declarar al inmueble y al predio Monumento Histórico Nacional a la vez que consideraría a las obras bienes de Interés Histórico y Artístico Nacional.

Entre las situaciones de “precariedad edilicia” ambas partes señalan condiciones ambientales y técnicas inadecuadas en el inmueble, que fue inaugurado en 1979. “De los últimos 21 años, 18 estuvo cerrado”, sostiene Adolfo Güiraldes, presidente de la Fundación Molina Campos desde 2019. Y agrega: “El Museo -creado por la viuda del pintor, Elvira Ponce- no puede continuar en Moreno porque no recibe el caudal de visitantes para mantener su viabilidad económica y por la inseguridad, debiéndose tomar cuidados para que no sean robadas las obras”. Los cuadros, entre los que se encuentran pinturas de distintos formatos y curiosidades como unas puertas de placard intervenidas por el artista, llevan largo tiempo fuera del museo y se conservan “en una guarda” en San Antonio de Areco, señala el presidente. Es justamente a un nuevo inmueble de esta localidad, donde ya hay un espacio dedicado al artista -el Museo Las Lilas (que exhibe las obras que ilustraron los famosos almanaques de Alpargatas)- donde la Fundación tiene intenciones de trasladar el contenido del Museo de Moreno.

Exterior del Museo Molina Campos, situado en Moreno
Exterior del Museo Molina Campos, situado en MorenoFundación Molina Campos

Eduardo Clancy, vicepresidente de la Fundación y quien encabeza la Junta de Asuntos Históricos de Areco, sostiene que una vía en la que se ha estado trabajando es la venta del predio de Moreno a la Universidad local, donde, además de otros usos, se plantearía la posible creación de un museo con réplicas de Molina Campos en el mismo edificio hoy carente de obras.

“El Museo de Moreno está en mal estado, requiere de muchos trabajos para ponerlo en condiciones, tiene problemas de diseño de origen que hay que corregir, no está planificado correctamente para el acceso a discapacitados, no tiene baños en condiciones, tiene muchos problemas de humedad y de instalación eléctrica, y todo ello requeriría de una inversión que no estamos en condiciones de afrontar”, señala Clancy. La Fundación defiende Areco como nueva ubicación posible arguyendo el vínculo del retratista de las pampas con esta localidad, “a la que quiso mucho, a la que iba y donde mantenía amistad con Alberto Güiraldes y por ser un sitio turístico y centro de los museos más importante de la provincia”, lo cual atraería visitantes para garantizar su funcionamiento.

Tanto la Fundación Molina Campos como los familiares del pintor coinciden en que el inmueble de Moreno no está en condiciones para funcionar como museo
Tanto la Fundación Molina Campos como los familiares del pintor coinciden en que el inmueble de Moreno no está en condiciones para funcionar como museoFundación Molina Campos

Gonzalo Giménez Molina, cotitular mayoritario de los derechos sobre la obra de su abuelo, suma que el edificio de Moreno “hace más de 30 años que no tiene agua, carece de sistemas de vigilancia acordes, no posee salidas de emergencia ni sistema de detección de incendio y tiene un tipo de luces que deteriora las pinturas”. En su caso, defiende la ubicación de un museo en la ciudad de Buenos Aires, donde el artista “nació, vivió la mayor parte de su vida y murió”, señala. “El de Moreno es un edificio que nadie visita (por la inseguridad), del que justamente habrían sido retiradas las obras hace años para evitar su deterioro (por humedad e iluminación inapropiada) y por la carencia de sistemas de vigilancia y alarma acordes”, indica. Y coincide en que reacondicionar el inmueble a las normativas actuales [para un museo que exhiba obra original] “resultaría millonariamente imposible”.

Los familiares de Molina Campos ven supuestos errores en los que se basan las ordenanzas municipales y las medidas de protección del inmueble que se están propiciado en el Congreso Nacional y en la Legislatura bonaerense. Enumeran algunos: que “el edificio no es histórico (es de 1979), no fue la casa de Molina Campos (quien murió 20 años antes de su construcción), el artista jamás anheló que su obra estuviera en Moreno (sino la habría dejado allí) y el museo como tal no fue nunca habilitado por el municipio, que en 42 años tampoco propició ningún corredor turístico ni manifestó interés por preservarlo”, señala Giménez Molina. Y en parte de estas afirmaciones coincide la Fundación.

Recinto interior del Museo Molina Campos de la localidad de Moreno
Recinto interior del Museo Molina Campos de la localidad de MorenoFundación Molina Campos

En todo caso, ambos mencionan que donde sí vivió durante algunas temporadas espaciadas el pintor es en el rancho Los Estribos, situado en Cascallares, recinto que fue visitado por Walt Disney y que hoy estaría “tomado” por terceros, según indican, a pesar de que en el año 2000 fue declarado Sitio de Interés Histórico”. “Como vaticinio del futuro que tendría el museo bajo la órbita municipal, se puede mencionar esa propiedad histórica del Municipio de Moreno que se encuentra desde hace más de diez años usurpada, derruida y sumida en el abandono”, señala la familia.

La alternativa porteña

“Como único descendiente directo, promuevo y aliento hace al menos 20 años la creación de un espacio dedicado a su obra en la ciudad de Buenos Aires, donde mi abuelo vivió la mayor parte de su vida: enseñó dibujo en el Colegio Nacional Nicolás Avellaneda, integró organizaciones culturales como la Peña del Tortoni y la Orden del Tornillo, se casó, tuvo a su única hija -Hortensia “Pelusa” Molina-, y realizó la primera exposición en la Rural de Palermo y muchísimas más allí y en diversas galerías”, subraya Giménez Molina. Y menciona que “los socios creadores de la Fundación (entre ellos su viuda, el biógrafo Juan Carlos Ocampo y Florencia Güiraldes) previeron por estatuto que en caso de disolución de la fundación los cuadros sean incorporados a la colección de obras del Museo Nacional de Bellas Artes (el cual posee algunas creaciones del pintor). Pero, como van las cosas, o se pierden en Moreno o los dos museos dedicados a Molina Campos estarán juntos en San Antonio de Areco, y la ciudad de Buenos Aires seguirá sin contar con un lugar donde el público argentino y extranjero pueda disfrutar de la obra del pintor ícono de argentinidad”, valora.

Consultado por LA NACION, el director del Museo de Bellas Artes, Andrés Duprat consideró que “Molina Campos es realmente un artista relevante y singular, nos parece que ameritaría y nos gustaría enriquecer esta colección tan importante con un fondo Molina Campos”.

Rancho de Cascallares, emplazamiento donde pintó y vivió por temporadas el artista
Rancho de Cascallares, emplazamiento donde pintó y vivió por temporadas el artista

En relación al proyecto de ley presentado por la diputada María Cristina Álvarez Rodríguez en la Comisión de Cultura, este propone declarar Monumento Histórico Nacional al edificio y Bien de Interés Histórico Nacional y Bien de Interés Artístico Nacional a la colección de obras del autor pertenecientes al Museo.

Entre los argumentos de la propuesta legislativa, el texto menciona: “Los sitios históricos deben reunir determinadas características, entre las que se destacan aquellas que dan testimonio de las formas de vida de una época como elemento expresivo que trasciende por sus valores artísticos y por el carácter y la historia de los personajes que involucra. El Museo Florencio Molina Campos sintetiza estas características, ya que constituye el testimonio palpable de la vida del pintor y su compañera María Elvira Ponce Aguirre, que hicieron de ese sitio en particular el lugar en el que se desarrolló su obra artística, pero más aún, fue el lugar en el que se integraron con el entorno natural y poblacional, generando un foco cultural que aún permanece y que se pretende proteger mediante esta ley. Este lugar fue donde se desarrolló también una historia de amor y compromiso, que iba en contra de los parámetros y estructuras de la Argentina de los años 30. Molina Campos era divorciado, por ello su unión con Elvira debió realizarse en Uruguay en 1932, más tarde en 1937 también contrajeron nupcias en los Estados Unidos y en 1954 finalmente se casaron en Argentina al aprobarse la ley de divorcio sancionada durante el gobierno del Presidente Perón. En el año 1932 adquirieron unos lotes en Cascallares, partido de Moreno, donde levantaron el rancho Los Estribos, enamorados del lugar. Allí se produjo gran parte de la obra de Molina Campos y fue también donde permanecieron hasta la muerte de cada uno de ellos”. Y agrega: “Molina Campos falleció en 1959, sus restos que en principio permanecieron en la bóveda familiar de Recoleta, en la década del 70 fueron trasladados al Cementerio de Moreno, en donde permanecen. Desde entonces, su esposa se propuso levantar un museo para conservar y promover la obra del artista”.

La Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos que preside Teresa Anchorena informó, aunque no de forma vinculante, respecto al proyecto de ley. Sin embargo, para su aprobación definitiva, el texto deberá ir a sesión en Diputados. Sobre ello, Anchorena explicó a LA NACION: “La propuesta declaratoria fue evaluada por la Comisión, que se expidió diciendo que consideraba que el predio podía ser un Lugar Histórico Nacional”, señala, aunque aclara que el organismo al que representa no se pronunció en absoluto respecto a las obras de la colección, de las cuales no habría un inventario claro.

De concretarse alguna figura de protección estatal sobre el inmueble, se abren nuevos interrogantes en relación a los siguientes pasos que podrían darse de cara al resguardo y difusión de gran parte de la obra de uno de los artistas más relevantes del país.