Fuente: Los Andes ~ El talentoso y querido artista mendocino Orlando Siliottifalleció durante las primeras horas de este jueves gris, por lo que el arte mendocino está de luto. Luego de pelearla hasta con su último esfuerzo, finalmente el cáncer que padecía ganó la batalla; y fue esta la causa del fallecimiento del entrañable Siliotti, cuya obra perdurará por siempre (actualmente está expuesta en la galería de arte Casa Palmera).
A fines de marzo se conoció públicamente que su estado de salud era por demás delicado a raíz de la mencionada enfermedad; por lo que se anunció el sorteo de una de sus brillantes obras. La intención, con lo recaudado, era costear los medicamentos y el tratamiento al que debía ser sometido Siliotti. El mencionado sorteo iba a tener lugar el 17 de abril, pero la vida del reconocido artista se apagó antes.
Talentoso y reconocido
Orlando Siliotti era pintor, grabador y escultor. Estudió, entre 1980 y 1986, Artes Plásticas en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Cuyo; aunque después realizó cursos en España y Cuba. También se desempeñó como gestor, escenógrafo y puestista. Antes de regresar a Mendoza, vivió en países como España y México; fuente de inspiración que se reflejó en su numerosa y variada obra hasta el último instante.
Desde su primera muestra individual, en 1985, superó las 35, y ese número se duplicaba en aquellas grupales. En el 2008 vio la luz la primera Muestra de Arte Erótico, que ideó junto al escritor Alejandro Crimi; y que continúa realizándose año tras año. La muestra nació ligada a la Vendimia, con la intención de rescatar lo pagano y lo sensual de la fiesta. Pero, con el pasar de los años, fue creciendo y tomando formas nuevas, internacionalizándose e -incluso- desplazándose por diferentes espacios.
A Siliotti le gustaba incursionar en nuevas técnicas todo el tiempo, y no decantaba en ninguna en especial; aunque siempre reconoció que era conocido principalmente por la pintura. Su propio taller da cuenta de esas búsquedas (sobresalen pinceles de todos los tamaños, pinturas de todos los tipos, herramientas y hasta una morsa).Uno de los tesoros de los que Siliotti prácticamente no se separaba, el portafolio con sus pomos de pintura. Foto: Orlando Pelichotti / Los Andes.
Exposición de su obra
El fallecimiento de Orlando Siliotti sorprendió al artista en un momento por demás particular: su obra está siendo expuesta actualmente en la galería de arte Casa Palmera, junto con la de otros artistas locales. “Fue un soldado que murió en la trinchera, pintó hasta el último instante y la peleó hasta el último momento”, destacaron algunos artistas cercanos a Siliotti y que también están exponiendo en esa muestra.
De hecho, uno de los últimos homenajes en vida al artista tuvo lugar en este escenario, al momento de inaugurar la muestra.
Fuente: La Nación ~ El tasador especializado en el pintor español Bernard Ewell confirmó a LA NACION que ya tienen ofertas y que con esta obra poco conocida del genio catalán buscarán superar los 15,9 millones de euros del “Retrato de Paul Eluard”
En tiempos de criptoarte, la noticia de que una pintura de caballete creada hace 63 años sale a la venta resulta alentadora. Claro, no es cualquier pintura, sino una obra muy poco vista de Salvador Dalí(1904-1989), representante del surrealismo y genial artista español. La venta no es pública, sino entre privados: no se sabe a ciencia cierta quién la vende, no se conoce el precio exacto y difícilmente tengamos el nombre y apellido del comprador. Son transacciones que solo a veces se revelan, como un secreto, a diferencia de las que se realizan en subastas públicas y que llegan con bombos y platillos (y varios ceros) hasta las tapas de los diarios.
Madona cósmica, el óleo en cuestión, no se veía en público desde 1965, y en el catálogo razonado de la producción del artista que lleva al día la Fundación Gala-Salvador Dalí solo figura una foto en blanco y negro. Están sus dimensiones, 152,5 por 91,5 centímetros, y el título que el artista escribió en el reverso de la tela: El corte de la oreja de Van Gogh desmaterializándose desde su espantoso existencialismo y explotando al modo de un pión durante el deslumbramiento de la Madona Sixtina de Rafael. Con la publicación en la página web www.cosmicmadonna.com, por primera vez se descubren los tonos azules y rosas de esta pieza del época mística-nuclear.
Bernard Ewell, tasador acreditado que se especializa en Dalí desde hace cuarenta años, y Enrique Esteban Zepeda Vázquez, tasador y coleccionista, son los agentes contratados para gestionar la exposición y venta de la Madona cósmica o Cosmic Madonna, en inglés. “La pintura ha permanecido en una colección familiar basada en Estados Unidos durante los últimos cincuenta años –contó este mediodía Ewell a LA NACION–. Los dueños me encargaron que la tasara y después me pidieron si podría venderla por ellos. Normalmente no hago esto, pero el dueño insistió: el mercado del arte es muy peligroso. Yo escribí un libro que tuvo cuatro premios, y su título es Artful Dodgers: Fraud & Foolishness in the Art Market –algo así como fraude y necedad en el mercado del arte–. Decidí hacer una excepción y ayudar al dueño a vender la obra para protegerlo. Él no quería tener que negociar con las personas de ese mundo. Mucha gente no lo sabe, pero ese es un lugar horrible. Incluso el mercado internacional de drogas ilegales tiene más regulación”.
En un informe que se adjunta al brochure para potenciales compradores, Ewell explica que estamos en presencia de una obra típica del tema, materiales y técnicas de la época en que se pintó (1958), pero es aproximadamente cuatro veces más grande. En ese momento, el artista tenía 54 años y estaba en el apogeo de su destreza artística. Zepeda agrega, categórico: “Es una obra maestra que representa la culminación de la obra mística nuclear de Dalí”.
Si bien el precio de base no se difundió aún, los gestores escuchan ofertas, y hay algo que dan por seguro: esperan marcar un nuevo récord. “Como nada parecido a esta obra ha estado disponible en las últimas décadas y porque es raro que alguna vez vaya a haber otra así, el precio va a ser mayor de lo que alguna vez se haya pagado por un Dalí. Discutiremos el valor con un comprador serio. Estamos considerando varias ofertas”, dice Ewell por teléfono desde Nueva México.
Cuando se subastó el Retrato de Paul Eluard, se conoció el último récord de cotización para un Dalí. Se vendió en Sotheby’s de Londres en 2011, por 15,9 millones de euros. Se trataba de un cuadro muy especial, pintado en 1929, en el que Dalí intenta homenajear al poeta al que le había robado la esposa, Gala, que para Dalí era una de las musas de su Olimpo y permanecerá hasta el fin de sus días a su lado. Ese cuadro superó el anterior récord marcado en esos mismos días en la casa inglesa de Christie’s por otra obra de Dalí, el estudio para La miel es más dulce que la sangre, un pequeño cuadro preparatorio de una creación de título homónimo que se cree perdida y que adquirió la Fundación Gala-Salvador Dalí por 4.794.215 de euros. En el podio daliliano están también Primavera necrofílica (1936), que se vendió también en Sotheby’s, pero de Nueva York, por US$ 16,322,500. Se trata de “uno de los momentos más creativos de la carrera de Dalí, cuando, en París, establece su iconografía personal, en la que mezcla las imágenes oníricas con las figuras hiperrealistas”, explicó entonces Simon Shaw, director de la subasta. Dos personajes en la llanura y bajo un cielo que recuerda a su Cataluña natal. Otra buena venta fue la de Momento de transición (1934), paisaje surrealista de calidad museo, que alcanzó tras su venta en 2014 en Christie’s en la Gran Manzana US$ 9,125,000.
Consultados ahora por estimaciones de cotización de la Madona cósmica, Sotheby’s no hace comentarios. “Por política de la empresa, no podemos comentar sobre el valor de una obra que no esté consignada en Sotheby’s”, explican.
“Por los códigos deontológicos de los museos, no podemos pronunciarnos sobre estimaciones, obras que se hayan vendido o comprado por nosotros”, dice Imma Parada, a cargo de la comunicación de la Fundación Gala-Salvador Dalí. Pero aporta un dato certero entre tanto misterio: no es probable que ellos pudieran ser esta vez los compradores: “Debido a los efectos de la pandemia, no nos lo podemos plantear”. Hay mil pinturas de Dalí catalogadas, “se las puede encontrar en 147 colecciones distintas, entre las cuales hay un centenar de museos de todo el mundo”, se explaya Parada.
El sitio web de Madona Cósmica está online hace menos de una semana. Allí, en una investigación, Ewell desliza: “Indudablemente si una de las obras maestras de Dalí fuera retirada del Museo Salvador Dalí, algo que nunca sucederá, su disponibilidad provocaría una estampida en el mercado y la el precio pagado sin duda estaría muy por encima de los 100 millones de dólares”. No parece algo disparatado: en 2018 Sotheby’s Nueva York vendió una acuarela de Basquiat por US$ 110.000.000. La obra más cara jamás vendida en subasta es el Salvator Mundi, atribuida a Leonardo da Vinci, que tras una puja feroz en Christie’s de Nueva York costó en 2017 US$ 450.300.000. Si se llegaran a conocer los datos de esta venta privada, aunque publicitada, seguro serían otra noticia de tapa.
Fuente: Infobae ~ Murió Ernesto Bertani, pintor nacido en el barrio porteño de VIlla Devoto s el 3 de febrero de 1949. Tenía 72 años y una larga trayectoria en el mundo del arte. Estudió escultura con Leonardo Rodríguez y pintura con Víctor Chab. A partir de 1976 expuso de forma colectiva e individual en galerías, salones y bienales del país y del exterior.
Las redes sociales se poblaron de cálidos mensajes de despedida. Entre ellos, el de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner: «Ante el fallecimiento del reconocido artista plástico Ernesto Bertani, quiero expresar mis condolencias a su esposa, a su familia y amigos».
(Foto: Soledad Amarilla / Ministerio de Cultura de la Nación)
Este artista plástico vivía y trabajaba en Parque Leloir, Ituzaingó, Provincia de Buenos Aires. Era considerado por la crítica como un pintor urbano porque en sus obras está el pulso de las grandes ciudades. Destacaba en el uso del aerógrafo.
Expuso en Argentina, pero también en países como Francia, Italia, Estados Unidos, Brasil, México, Perú, Venezuela, Cuba y Colombia.
(Foto: Soledad Amarilla / Ministerio de Cultura de la Nación)
Entre los galardones que recibió se cuentan el Gran Premio de Honor Salón Nacional, el Gran Premio Salón Nacional del Dibujo y el Premio Casa de las Américas en La Habana.
Sus obras forman parte de la colección del Museo Sívori y del Palais de Glace, así como también colecciones privadas: Cristina Kirchner, Jorge Lanata, Jorge Asís y el extitular del Fondo Monetario Internacional Michel Camdessus son algunos de los que tienen sus cuadros.
(Foto: Soledad Amarilla / Ministerio de Cultura de la Nación)
Bertani murió ayer, a los 72 años, en Lomas del Mirador. Dos meses atrás había sido internado por un accidente cerebrovascular. Estaba casado con la dibujante y escultora Mirta D’Andrea, y tenía dos hijos.
Fuente: La Nación ~ Luego de encontrar la correspondencia enviada en medio de la guerra, Javier de Aubeyzon pintó una serie de obras alusivas a la épica de jóvenes anónimos
“Todo comenzó al encontrar una carta enviada por Martín desde Puerto Argentino hace 38 años”, dice el artista Javier de Aubeyzon a LA NACION. “Todo” es una serie de cuatro pinturas sobre el conflicto bélico entre la Argentina y el Reino Unido en el Atlántico Sur, que se desató a inicios de abril de 1982. “Martín” es Raúl Martín Otaño, clase 1963, que viajó a la islas como combatiente en la Compañía Mecanizada nº 10. Cuando estalló la guerra, el joven estaba terminando la conscripción; no obstante, el Ejército lo envió a las islas. De Aubeyzon (clase 1964) no fue a la guerra; en el sorteo le había tocado “número bajo”.
“¿Cómo estás? -le escribió Martín a su amigo desde Puerto Argentino el 5 de junio de 1982, días antes de la rendición argentina-. Supongo que bien. No como yo, que estoy perdido en el confín del mundo, en medio del frío y la soledad más absoluta”. Los dos amigos habían compartido en la adolescencia momentos inolvidables. “Colegio, veranos en Mar del Plata, surf, salidas, recuerdos de nuestros primeros amores y demás -enumera De Aubeyzon-. Luego de uno de esos veranos, en un abrir y cerrar de ojos Martín, como tantos otros, apareció en las Malvinas a la espera de una guerra”. A su regreso, también a tantos otros, nada volvió a ser igual para el joven, que decidió emigrar a España; primero se instaló en Madrid, y luego en Mallorca. “Y ahí se quedó a vivir hasta hoy, que decidió volver”, dice De Aubeyzon, que se reencontró con su amigo anoche en la ciudad Buenos Aires. “Le perdí el rastro por 37 años hasta que un día, en 2019, encuentro la carta que me envió desde Puerto Argentino en junio de 1982″. Después de más de treinta años, Otaño regresa a su país natal y vio su carta convertida en una obra artística.
Además de la carta, el artista que pintó el retrato de Nelson Mandela que se instaló en la sede del gobierno porteño en 2018 investigó sobre las circunstancias de la guerra. “Su carta y una frase de Erich Hartman inspiraron estas obras”, agrega. “La guerra es un lugar donde jóvenes que no se conocen y no se odian se matan entre sí, por la decisión de viejos que se conocen y se odian, pero no se matan”, dijo Hartmann, fotógrafo alemán nacionalizado estadounidense.
La principal obra de la serie pictórica es Carta a un amigo, óleo de 2 x 2 m. “Pone énfasis en la expresión artística como catarsis de dos amigos que han sido separados por la guerra, pero que después de muchos años de incomprensión mutua, ya maduros, se reúnen a través del arte”, dice De Aubeyzon. Luego de ver imágenes de la pintura, Otaño sintió que él mismo podía contar su experiencia en un cortometraje, Dos amigos, donde narrará su historia, “para transformar el dolor y la distancia en arte y reencuentro”.
Las demás pinturas que completan la serie son Cóndor, que intenta captar la “mística” de los aviadores argentinos; Soldado desconocido, donde se rinde tributo a los héroes de Malvinas cuya identidad, con apoyo de fundaciones locales e internacionales, aún se trata de establecer, y Ofrenda, que homenajea a los pilotos de la Fuerza Aérea Argentina, “y que trata específicamente sobre el hundimiento de la fragata británica Antelope”.
“Este trabajo en conjunto fluyó naturalmente -concluye el artista-. Todo se fue dando sin buscarlo, pero luego de un largo recorrido nos encontramos nuevamente en el manantial de la amistad que ni el tiempo ni la guerra pudieron secar”. El director del Museo Malvinas, Edgardo Esteban, mostró interés en el proyecto y, posiblemente, las pinturas puedan ser exhibidas en ese espacio en 2022, cuando se conmemoren los cuarenta años del inicio (y el fin) de la guerra de Malvinas.
Además: el mural que AMIA donó al Museo Malvinas
Este viernes, cuando se celebra el Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas, se realizará a las 11 un acto con la presencia del cantante Leonardo Pastore, que interpretará el Himno Nacional y Aurora, en el Museo Malvinas, mientras se iza el pabellón patrio. Posteriormente, se inaugurarán el mapa bicontinental y el extraordinario mural que la AMIA donó al museo, de 6 por 3 metros. “Esta obra dignifica al Museo Malvinas”, dijo el director de la institución, el escritor y excombatiente Edgardo Esteban.
La obra El hundimiento forma parte del proyecto “Murales por la Memoria”, una iniciativa creada por AMIA, a través del departamento de Arte y Producción, y la Sigen en 2007, con el propósito de fomentar el ejercicio de la memoria colectiva. Es un homenaje a los que perdieron la vida en la guerra. Se trata de un gran collage que evoca uno de los hechos más dramáticos de la guerra, cuando el 2 de mayo de 1982, el crucero ARA General Belgrano fue atacado por el submarino nuclear inglés HMS Conqueror en momentos en que navegaba a 35 millas al sur de la zona de exclusión. Por el hundimiento, murieron 323 tripulantes.
Fuente: Cronista ~ Tras su irrupción en el mercado argentino en forma de plataforma de e-commerce, Cott Gallery inauguró a principios de marzo su propia galería en el barrio de Recoleta. La invitación de sus fundadores es a desvirtualizar la experiencia artística y conocer obra y artistas que se presentarán en exclusiva allí.
Www.cottgallery.com fue fundada en noviembre de 2020 por Gabriel Cott, un abogado que toda la vida había estado vinculado a los remates de antigüedades. La cuarentena le dio el empuje final para armar un equipo (convocó a la gestora cultural Carla Gargantini y a la curadora Grace Bayala) que trabajarían durante 8 meses para dar forma al proyecto. La plataforma hoy ofrece más de 400 obras de 15 artistas, entre contemporáneos y nóveles especialmente seleccionados.
«A la idea de la galería virtual, con el contenido que abarca textos sobre los artistas, fotografías, toda la información relativa a la obra como precios, formas de pago y facilidad de envíos a todo el país, le sumamos el espacio física en la calle Juncal 3575, fomentando el encuentro del público con las obras», explican desde la galería.
Para Bayala, «la apertura de espacios que difundan la labor artística y legitimen obras de arte señala la importancia de la activación cultural en todo tiempo y sobre todo en períodos coyunturales».
En el espacio que alguna vez fue la casa del poeta Capdeville, en un ambiente Art Decó recientemente puesto en valor, se exhiben en la actualidad obras de María Torcello, María Silvia Corcuera, Luis Altieri, González Vivo, Cristina Hauk, María de la Vega, Daniel Vidal, Alfredo Azcona y Marcos Acosta, entre otros.
Por protocolos ante la pandemia de Covid-19 para visitar el espacio se debe concretar una visita a través del sitio web de la galería.
Fuente: Télam ~ En tiempos de crisis sanitaria e incertidumbre Marta Minujín creó «Pandemia», un lienzo en el que durante varios meses fue pegando pequeñas tiras de tela pintada, configurando escalas cromáticas entre el negro y el blanco, una obra que se exhibirá en el Museo Nacional de Bellas Artes a partir del próximo jueves y que la artista dedica a sus seguidores de Instagram.
Pandemia es un cuadro de 260 x 210 cm realizado durante el aislamiento obligatorio desde mayo de 2020 hasta marzo: «Amigos ya cerca del fin, Pandemiaaaa 11 meses 5 horas por día y fueron pegadas 22.600 tiritas de tela pintada y luego cortada y pegada», dice la artista en su cuenta de Instagram.
Pandemia
Minujín (Buenos Aires, 1943) realizó «un trabajo obsesivo, preciosista y riguroso para elaborar esta obra», y durante varias horas al día pegó sobre el lienzo «22.600 tiras con pequeños cuadrados en blanco, negro y siete tonos de gris», informa el museo.
Para ello «pintó pequeñas telas constituidas por líneas paralelas negras, blancas y grises» que luego cortó generando «una trama de cuadraditos de no más de 2 o 3 milímetros de lado».
El nombre de la obra es un reflejo de lo que se vive aún hoy día. Acostumbrada a usar «miles de colores» -según contó a Télam en una entrevista de julio del año pasado- esta obra es «la única que va a terminar siendo negra, todo influenciado por lo que pasa, por la situación».
También decía: «Me desespera cuando se me terminan las tiritas que hago. Primero pintás la tela y después se corta en tiras, finitas», y «cuando se me acaba la tela me enloquezco». Las tiras fueron pegadas sin un plan previo, aunque le demandó más de los cinco meses planificados en un principio.
Este cuadro «negro» que la artista dedica a sus seguidores de Instagram (@martaminujin), a los que agradece por el acompañamiento, tiene escrito en el reverso del bastidor la historia de su proceso. En grandes letras se lee «Vivir en arte», entre otras anotaciones.
«Les dedico esta obra a todos mis seguidores de Instagram, realmente me han acompañado, como todos que nos acompañamos en las redes», expresa Minujín en uno de sus mensajes. Y en un video que compila el tiempo transcurrido dice: «La obra negra, pandemia, covid-19, encierro, encierro, encierro, pero con arte todo es fantástico».
Concebida como una obra en proceso también se exhibe un video que documenta el trabajo. «El montaje de ‘Pandemia’ en el hall de ingreso al Museo incluye una proyección con movimiento de esa misma trama sobre la tela, lo que produce un efecto cinético sutil que potencia su magnetismo», adelanta Andrés Duprat, director del Museo Nacional de Bellas Artes.
La obra de Minujín integra las colecciones más importantes del mundo y fue precursora de muchas de las prácticas artísticas de la vanguardia de los años 60. Fue autora de happenings como «La Menesunda» y «Simultaneidad en Simultaneidad»; ganó siete becas, entre ellas la Guggenheim; y entre sus obras de gran tamaño se destacan «El Partenón de libros prohibidos» (1983) reconstruida en 2017 en la Documenta Kassel (Alemania), el Obelisco acostado (1978), el Pan Dulce (1979), o el Lobo marino de Mar del Plata (2014).
En 2019 recibió el Premio Nacional a la Trayectoria Artística que otorga el Salón Nacional de Artes Visuales.
La obra podrá verse en el hall central del museo, hasta el 27 de junio, con entrada gratuita, previa reserva de turno en www.bellasartes.gob.ar.
Fuente: La Nación ~ La historia detrás de un cuadro de Eugenia Belín Sarmiento, nieta del prócer y una de las primeras pintoras argentinas, es un hallazgo inesperado en “El canon accidental”, exposición con la que el museo busca reivindicar a las mujeres en el arte
Esta es la historia de un objeto atravesado por la historia política de la Argentina; por el relato historiográfico del arte; por la sucesiva emancipación de la mujer y por un hilo invisible entre artistas de distintos siglos reunidas por un acto fortuito, casi milagroso. Esta es una historia, al fin, que fue de un volquete de basura en el barrio de Palermo al Museo Nacional de Bellas Artes. Pero no porque se trate de un objeto resignificado como ready made después de la virulencia del dadaísmo y sus secuelas neo de los años 60. Aquí lo que hay es un cuadro de impronta romántica con un marco ornamental dañado que debió haberse lucido en paredes más glamorosas antes de ser abandonado y descartado como residuo. El retrato de María Amelia Sánchez de Loria fue pintado el 26 de agosto de 1891. La fecha está escrita en el extremo izquierdo de la obra junto a la firma de la artista: Eugenia Belín Sarmiento.
María Eugenia Belín Sarmiento, tal su nombre completo, había nacido en Santiago de Chile o San Juan en 1860 y murió en Buenos Aires en 1952. Fue nieta de Sarmiento, hija de Faustina y de Eugenio Belín, y también fue la sobrina de Procesa Sarmiento, otra pintora de quien tomó el estilo de la escuela del francés Raymond Monvoisin, un pintor viajero con una influencia decisiva para los artistas argentinos y chilenos de fines del siglo XIX.
Al cuadro en cuestión se lo puede ver ahora resguardado en una caja de acrílico (tal como la casa-museo de Sarmiento en el Tigre) entre las obras de El canon accidental, que el Museo Nacional de Bellas Artes abrió ayer en su renovada exposición al público. Se trata de una muestra que rescata a pintoras mujeres, algunas consagradas, otras no tanto o mucho menos que eso porque formaban parte de las más de 800 obras que Bellas Artes tenía en depósito y rara vez exhibía.
Esta obra de la nieta de Sarmiento, en cambio, no formaba parte de ese inventario soterrado ni tampoco provenía del Museo Histórico Sarmiento, que custodia la mayor parte de su producción (alrededor de 220 cuadros) y hasta tiene una sala con su nombre. Junto al retrato, la curadora Georgina Gluzman dispuso la exhibición del modesto catálogo de la muestra La mujer en la plástica argentina I que la historiadora y crítica Rosa Faccaro había organizado en 1988 en el Centro Cultural Malvinas (Galerías Pacífico), anticipando la agenda feminista del siglo XXI. La muestra era también un velado homenaje a Eugenia Belín Sarmiento a quien se considera una de las primeras pintoras argentinas relevantes.
Poco después de esta exposición, la artista contemporánea Fabiana Barreda, hija de Rosa Faccaro y el arqueólogo Luis Federico Barreda Murillo, se mudaba junto a su pareja a un departamento en la calle Malabia que había habitado de niña con su madre y al que añoraba. Como parte de su praxis artística, Barreda recogía y resignificaba fotos encontradas en la calle para reconstruir en forma de ficción la historia de un padre al que todavía no había conocido. “Un día vi frente a mi casa un volquete lleno de cosas y entre ellas descubrí un cuadro hermoso, un poco lastimado, y me lo llevé a mi casa. No teníamos nada: era un departamento vacío con otras cosas encontradas que hacían de muebles y ese cuadro colgado en la pared”, cuenta Barreda que entonces, a fines de los años 80, ni siquiera reparó en que la firma llevaba escrito el abracadabra “Sarmiento”. Barreda solo supo del valor que tenía la obra encontrada en la basura cuando decidió regalársela a Faccaro, quien llevaba años trabajando sobre pintoras como Belín Sarmiento e inmediatamente integró la pieza a su colección particular.
Pintora de “los mejores retratos”
Para tomarle el peso, Eugenia Belín Sarmiento es la autora del cuadro de 1889 que domina la entrada a las salas del Museo Histórico Sarmiento y que fue señalado por los observadores contemporáneos como el retrato más definitivo del militar y político sanjuanino. Dijo Aristóbulo del Valle: “Es usted la única que ha sabido conservar la expresión y el carácter de aquella gran cabeza”. Y Santiago de Estrada: “Con razón se le aguán los ojos al general cuando le mencionan el talento de la nieta”. Pero seguramente fue Eduardo Schiaffino, fundador del mismo Museo de Bellas Artes donde se la exhibe ahora, la que fijó esta certeza: “A la nieta del grande argentino le ha correspondido la suerte de pintar sus mejores retratos”, dijo. O el influyente Leopoldo Lugones: “Es el mejor retrato de Sarmiento que conozco”. El mismo Sarmiento tenía predilección por Eugenia como queda probado en el epistolario que se conserva en el archivo del museo. Así, el 8 de agosto de 1888, el político le escribe desde Paraguay: “Recibí los loros pintados, retratados a punto de reconocerlos, lo que prueba que están bien y merecen mi agradecimiento (…) Como me pides mi parecer artístico, te diré que la copia pertenece al género que llaman realista, la reproducción de la verdad natural, belle quelle“. La historiadora Laura Malosetti Costa señala que el impulso que el mismo Sarmiento le daba a la educación de las mujeres fue decisivo para la aparición de artistas como ella.
A pesar de este reconocimiento entre propios y ajenos, y de estar considerada como una de las primeras pintoras argentinas, la figura de Eugenia Belín Sarmiento se fue desvaneciendo en el contorno de la historiografía del arte argentino. Si bien sus obras se vieron en la Exposición del Centenario de 1910 y también en salones de Bélgica y Holanda (tal como dejó asentado el historiador sarmientino César H. Guerrero), su nombre está ausente del canónico “80 años de Pintura Argentina” escrito por el crítico Córdova Iturburu en 1977 bajo el auspicio de la Academia Nacional de Bellas Artes. No existe.
Pero pasaron los años y la marea feminista tocó la orilla del arte. La historiadora Georgina Gluzman se doctoró con una tesis para la que tuvo que consultar a Faccaro y su archivo de artistas mujeres argentinas. Ese trabajo fue la mecha que encendió la muestra y donde Gluzman conoció el retrato de María Amelia Sánchez de Loria condenado por la Historia del Arte a la basura. Rosa Faccaro murió en 2019 y la obra volvió a manos de su hija Fabiana a quien se le acredita ahora en el museo la procedencia de la pieza. Es ella quien da remate a este cuento: “Georgina se contactó conmigo por ese cuadro y allí terminó de completarse el rompecabezas. En la misma calle Malabia donde fue hallada Eugenia, treinta años más tarde, le entregué en mano a la curadora el cuadro para que llegase al museo”.
Una vez que la muestra finalice, el retrato de María Amelia Sánchez de Loria volverá al departamento de la calle Malabia cerrando el círculo. Si hay una obra “invisibilizada” (palabra recurrente en los textos curatoriales de hoy) ha sido esta, que tuvo que terminar en la basura para que el ojo de una artista contemporánea la rescatase de la destrucción absoluta. En esta historia por detrás de un cuadro de Eugenia Belín Sarmiento cabe completa la reinvindicación que pretende hacer ahora Bellas Artes. Ni el apellido la salvó del olvido y su recorrido, pues, no pudo ser más accidental.
Fuente: Telam ~ «Escena callejera en Montmartre», uno de los pocos lienzos del pintor holandés Vincent Van Gogh que se encontraba hasta ahora en manos privadas y que se desmarca del estilo más difundido de su obra, fue vendido por 13 millones de euros (15,3 millones de dólares) durante una doble subasta de la casa Sotheby’s, en la que un retrato de Picasso alcanzó 12,8 millones de dólares.
Con un precio de base que había sido estimado entre 5 y 8 millones de euros (5,9 y 9,4 millones de dólares), la obra fue pintada por el artista en 1887, durante su corta estancia en París, un período en el que coincidió con algunos de los principales pintores de la época, como Gauguin, Pissarro o Toulouse-Lautrec, contactos que marcaron una fuerte evolución en su pintura hacia el postimpresionismo y el expresionismo.
Es la primera vez que el lienzo, que permite intuir el giro de Van Gogh hacia el impresionismo al reforzar el carácter de los colores, aparece en público desde que fue adquirida por una familia francesa hace un siglo y cuya identidad permaneció oculta, informó la agencia AFP.
Hasta recientemente, solo se tenía conocimiento de la pintura a través de fotografías en blanco y negro contenidas en catálogos.
«La venta de este magnífico lienzo en un ambiente eléctrico forma parte de estos momentos mágicos que se pueden vivir en una casa de subastas», aseguraron en un comunicado responsables de Sotheby’s, que organizó esta subasta de obras impresionistas y modernas.
Lo primero que surge al ver imágenes del cuadro es que no parece pintado por Van Gogh. No contiene estrellas parpadeando sobre un fondo azul, ni girasoles luminosos. Y de no saber quién es el autor, puede pasar por uno de los muchos paisajes de Montmartre pintados a finales del XIX cuando los pintores colonizan esta colina, hoy dominada por el Sacré Coeur.
En la escena, se aprecia a una pareja paseando y a dos niños jugando, con el «Moulin à poivre» de fondo, un emblemático molino de viento convertido en sala de baile en la época.
La concreción de la obra se remonta a marzo de 1886, cuando Van Gogh llega sin avisar a París y se instala en casa de su hermano Théo, que trabaja en una galería de arte. Un par de meses después, ambos se mudan al 54,rue de Lepic, entonces frontera informal entre el Montmartre urbano y el rural. «Es un apartamento bastante grande con una vista magnífica sobre la ciudad y las colinas. Con los efectos de las variaciones del cielo, hay para muchos cuadros», escribe Théo en una carta.
Sobre la imagen del cuadro, la directora de Arte Impresionista de Sotheby’s, Aurélie Vandevoorde, indicó a la agencia AFP que en aquella época la parisina colina de Montmartre tenía dos partes: «una más urbanizada, con los conocidos cabarets, y una más rural, con huertos, molinos, cobertizos… Esa es la parte que retrató Van Gogh».
El pintor neerlandés «prefirió mostrar una escena bucólica antes que un retrato de las salas de baile o los cabarets del barrio», añadió Fabien Mirabaud, el encargado de la subasta.
El experto aseguró en conferencia de prensa que el cuadro habría quedado en manos de Théo, que luego pasó por algunos intermediarios desconocidos «y que antes de 1920 ya estaba en manos de la familia que lo ha poseído desde entonces».
Sotheby’s llevó a cabo hoy esta doble venta en París y Londres, donde se subastó por otro lado un retrato de Pablo Picasso de la fotógrafa Dora Maar, de 1941.
La obra, en la que el artista español representa a su amante sentada en un sillón, fue adjudicada a un coleccionista asiático por 9,39 millones de libras esterlinas (12,8 millones de dólares), tras haber sido estimada entre 6,5 y 8,5 millones de libras.
Valorado en la misma horquilla de precios, un tríptico de tonos primaverales del británico David Hockney, uno de los artistas vivos más cotizados del mundo, se vendió por 7,32 millones de libras (10 millones de dólares).
Pero la sorpresa de esta subasta fue el óleo «Embrace of the beach», del noruego Edvard Munch, vendida igualmente a un coleccionista asiático, por 16,2 millones de libras (22,2 millones de dólares).
El responsable nazi Hermann Göring habría colgado esta obra en su despacho, si bien el autor de «El Grito» figuró entre los artistas prohibidos por el régimen del III Reich.
En total, la subasta de París adjudicó lotes por un valor total de 36,9 millones de euros (43,5 millones de dólares) y la de Londres recaudó 97,4 millones de libras (133,5 millones de dólares), según Sotheby’s.
Fuente: La Capital de Mar del Plata ~ La casa de subastas Christie’s vendió este martes en Hong Kong la obra “Warrior (Guerrero)” del neoyorquino Jean-Michel Basquiat por 323,6 millones de dólares hongkoneses (41,6 millones de dólares, 35 millones de euros), convirtiéndose en la pieza occidental más cara subastada en Asia.
La obra, catalogada por Christie’s como “el pináculo de la producción creativa de Basquiat”, fue adquirida durante una subasta transmitida en vivo celebrada en la excolonia británica.
Pintado en 1982, en pleno apogeo del artista, el “Guerrero” de Jean-Michel Basquiat (1960-1988) es “un poderoso retrato que demuestra ampliamente por qué está considerado uno de los pintores más importantes del último medio siglo”, según la firma.
“Warrior” formó parte de numerosas exposiciones a lo largo de todo el mundo desde su debut en 1983.
La obra salió a subasta con la idea de atraer a coleccionistas de diferentes países y husos horarios para aprovechar el atractivo internacional de Basquiat, indicó Christie’s en un comunicado.
El “Guerrero” de Basquiat forma parte de una serie de obras creadas sobre paneles fechadas en 1981-82, que incluye también a “La Hara” o “Irony of Negro Policeman”, y destaca por su característica energía cruda y exuberante, que impregna cada centímetro de la composición.
Hijo de padre haitiano y madre puertorriqueña, Basquiat es un “retrato fiel” del Nueva York de la década de 1980 y, más de treinta años después de su muerte, sus obras son hoy día el capricho de coleccionistas en todo el mundo.
Autodidacta y excepcionalmente inteligente, el joven rebelde murió antes de llegar a los 30 por una sobredosis, pero su breve carrera, marcada por la experimentación en el arte, en el sexo y en las drogas, hizo que sus obras se hayan colocado entre las más codiciadas entre los artistas norteamericanos.
Fuente: Télam ~ Diez años de trabajo y una investigación excepcional, que involucró acervos museísticos, colecciones privadas y archivos familiares dieron por resultado la muestra «El canon accidental. Mujeres artistas de Argentina (1890-1950)», que el jueves inaugurará el Museo de Bellas Artes con más de 80 obras de 44 autoras, unas ignotas y otras reconocidas y premiadas por el circuito del arte nacional, pero excluidas de su historia.
Son pinturas, dibujos, grabados, fotos y esculturas, a veces inéditas, otras exhibidas en mecas artísticas locales de la época pero luego invisibilizadas: no aparecen en los libros, no se enseñan en las universidades, no guían las muestras de los museos.
El Canon accidental
María Obligado, Leonor Terry, Carlota Stein… todas y cada una -la muestra suma otras 40 trayectorias, producciones y miradas- fueron omitidas de la historia del arte por una idea sexista de lo que en el mundo se puede y no se puede.
Recobradas del desinterés del canon masculino y patriarcal, y de la poca información que se conservó sobre ellas, las obras enriquecen la historia del arte con otras narraciones y con un concepto de pérdida que aún no se logra dimensionar: «Todo lo que materialmente ya no existe también está presente en esta exposición», dice a Télam la curadora, Georgina Gluzman.
El canon accidental. Mujeres artistas de Argentina (1890-1950), en el Museo de Bellas Artes.
La labor fue de hormiga, «implicó desarmar historias heredadas y movilizar fuentes de los más diversas para encontrar datos y ofrecer por primera vez un relato, no ‘el relato’, sino simplemente una historia posible de las actividades creativas de las mujeres en Argentina», remarca Gluzman.
«No creo que el canon pase por incluir dos o tres heroínas como Raquel Forner en la historia del arte. Eso ha fracasado como proyecto político y no ha servido para cuestionar las bases sexogenéricas de la disciplina»”
Georgina Gluzman
Habla de «un canon masculino y patriarcal que «recién comenzó a repensarse en Argentina hace unos 20 años» y que «hoy exige abrirse a las realidades de otres creadores de herencia cultural», ignorados por una unidad de medida que entroniza al varón, preferentemente blanco, heterosexual y de cierta condición social.
«El título de la muestra podría haber sido otro, pero quise hacer entender que este canon ha sido un accidente. La idea de canon está ligada indisolublemente a las jerarquías sociales y culturales, a algo que nos distingue como consumidores culturales, y es un poco lo que impone la agenda política y social de nuestro tiempo, por eso hay que abrir ese campo», asevera.
El canon accidental. Mujeres artistas de Argentina (1890-1950), en el Museo de Bellas Artes.
-Télam: ¿Por qué se eligió el período que va 1890 a 1950?
-Georgina Gluzman: Ese arco temporal es el que menos se había investigado. Durante mucho tiempo consideraron, salvo algunas voces notables, que en ese periodo las mujeres no hicieron mucho en el arte debido a enormes obstáculos que habrían pesado sobre ellas. Pero al investigar descubrimos una realidad totalmente diferente: muchísimas mujeres se integraron al campo del arte, trabajaron y vendieron obra, se profesionalizaron en el sentido más estricto y sumamente masculinista de la disciplina, pero no pasaron el filtro de la historia del arte. 1890 fue un año bisagra en la visibilización de las actividades artísticas femeninas. Fue cuando Josefa Aguirre Vasilicós intentó vender una escultura a la municipalidad de Buenos Aires, primero rechazada y finalmente emplazada en Liniers. A partir de esa fecha las artistas comenzaron a mostrarse como sujetos creadores modernos: querían vender obra y obtener reconocimiento. Y en 1950 cerramos, porque la segunda mitad del siglo XX colocó a las mujeres en la esfera pública de otra manera, mucho más clara, con la obtención de derechos políticos.
-T: ¿Por qué esas mujeres y no otras?
-G.G: Hubo razones prácticas, vinculadas a la conservación y puesta a punto de obra, y razones vinculadas con la marca que esas artistas dejaron en el relato histórico: unas fueron premiadas y otras integraron la cultura visual nacional sin que eso trascendiera, como Lucía Posadas con «El último sueño del General San Martín», una pintura que fue iconografía de texto escolar.
-T:¿Qué convicciones reivindica la leyenda «en el centro de» que se lee en el título de cada núcleo de la muestra?
-G.G: La noción de centro es clave para que les espectadores entiendan que las obras que están viendo no fueron marginales, que sus creadoras no fueron sujetos excéntricos, sino autoras que buscaron integrarse de mil y una maneras al sistema del arte. Muchas eran de medios sociales sumamente privilegiados, otras no, pero todas se situaron frente a la institución arte de una manera diferencial y todas pelearon por ese lugar.
-T: ¿Qué hace que una artista/profesional/obrera sea reconocida por sus pares, pero que ese reconocimiento no alcance los cánones?
-G.G: Si bien cautivaron a la crítica y se corrieron de la idea que la historia del arte ha dado de las mujeres como aficionadas o diletantes (vendieron obra a un valor justo, fueron retratistas, lograron exponerlas en grandes museos) la crítica seguía calificando su trabajo como femenino y esos prejuicios pasaron a la historia del arte, que como disciplina considera que los varones tienen mayor capacidad de crear capital cultural. No en vano el concepto ‘patrimonio cultural’ está basado en la idea del ‘pater’, una figura masculina que da autoridad. Muchas de las obras que veremos estuvieron expuestas en algún momento, pero a medida de que se fue consolidando ese canon hetero patriarcal esas obras fueron borrándose de las exposiciones.
-T: ¿Hay misoginia en esa degradación?
-G.G: Hay misoginia. La historia del arte es una disciplina conservadora, fuertemente atravesada por jerarquías donde el binarismo sexual ha estado siempre presente. Intentaron todo y fracasaron. Admiremos esa capacidad de trabajo ‘a pesar de todo’ porque mucha de esa obra se ha perdido y hay una dimensión de pérdida que no logramos conocer y que está presente en esta investigación. Esta muestra reivindica lo que estas creadoras lograron y lo que no, explora lo que les salió mal o dónde fallaron entre comillas. Es importante recuperar a estas mujeres como sujetos históricos completos y complejos. Hay una dimensión de pérdida que explorará la muestra y quienes la visiten se irán con la sensación cabal de que no saber sobre sus obras es una pérdida para ‘todes’.
«Muchas de estas obras tienen otra visualidad, un otro lugar con respecto a lo hegemónico en el arte, y otras están alineándose cien por ciento con las búsquedas de su tiempo»”
-T: ¿Cómo era la mujer representada por estas artistas?
G.G: Es frecuente encontrar obras de varones con una objetualización de las mujeres no solo sexual, las muestran como sujetos casi vacíos, pero muchas de estas artistas revelarán algo bastante diferente: intentan captar la subjetividad de las retratadas, se acercan al cuerpo femenino con mucha intimidad y fuerte carga erótica. Hay representaciones de mujeres no solo como sujetos reflexivos, en posesión de sí mismas, sino como sujetos profesionales, fotos de artistas mostrando su oficio y su capacidad creadora. Así como exploraciones de mujeres otras, fuera de los límites urbanos, sobre todo en la zona andina, refugio para muchos artistas varones que ahora mostrará su cara femenina. Mujeres que se comprometieron fuertemente en trabajar y exponer con otras mujeres, en estar juntas en el mundo.
-T: ¿Quiénes son hoy esas productoras?
-G.G: En gran medida en la actualidad el arte está negando la idea de que no se da a través de un cuerpo sexuado, de que el sujeto que habla es universal. Cada vez más ‘les’ creadores culturales, sobre todo mujeres y grupos LGBT+, se saben portadores de una diferencia y no buscan el ideal universalizante masculino, están hablando desde su subjetividad y planteando cuestiones políticas, identitarias, vinculadas con los derechos del cuerpo.
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