Fue promesa de las selecciones juveniles de Argentina y hoy pinta cuadros para las estrellas: “Es lo único que llena el vacío que me dejó el fútbol”
Fuente: Infobae ~ “Uno extraña, pero de buena manera. Me fui de casa a los 14 años, tengo un desarraigo naturalizado. Me mudé más de 20 veces. Nunca fue un problema eso para mí”. Matías Fondato habla desde la ciudad de Newcastle, al norte de Inglaterra. Vive allí desde 2015, cuando Fabricio Coloccini le abrió las puertas de su casa, lo alojó y motivó para que encallara. El destino hizo que en la actualidad no fuera el fútbol su sustento económico, sino otra pasión que tenía dormida desde que era niño: la pintura. Hoy mixtura el deporte y el arte en los bastidores para desenvolverse en un ámbito que lo fascina.
Fondato nació en General Gelly, un pueblo de apenas 700 habitantes ubicado en el taco de la bota de la Provincia de Santa Fe, límite con Buenos Aires. Por herencia, mamó fútbol desde chico: jugó picados en sus pagos cuando llegaban a juntar dos equipos con jugadores de todas las edades (cuenta que les era difícil separar por categorías por lo pocos que eran) y militó en Juventud de Pergamino hasta que le surgió una prueba en Newell’s durante unas vacaciones de invierno. Fue fichado para la Octava División junto a Leonardo Ponzio, Lisandro Sacripanti y Elvio Martínez, otros juveniles con potencial.
Sus dotes como mediocampista central con quite, panorama y distribución lo llevaron a ser convocado para las juveniles argentinas durante el ciclo de José Pekerman y Hugo Tocalli. ¿Cómo esta promesa del fútbol nacional dejó el deporte y se zambulló ante la posibilidad de vivir su faceta artística? Ansioso por volver a jugar un picado con sus amigos en suelo británico, puso un alto a los ejercicios en el gimnasio con los que pretende recuperar la forma tras varios meses en Argentina en los que se dejó llevar por los asados con familiares y amigos que surgieron cada dos o tres días para repasar con Infobae su interesante historia de vida.Fondato y Coloccini, en un duelo entre Newell’s y Boca en las inferiores
¿Qué recuerdos tenés de tus inicios en Newell’s y el seleccionado juvenil?
Fue un mundo nuevo para mí. Cuando me llamaron para la Sub 17 éramos cinco número 5: estaban Coloccini, Oscar Ahumada, Nico Medina, Fer Spinelli y yo. Terminé jugando de central con Fabricio y Medina fue al medio, ahí nos repartimos un poco. En Newell’s empecé jugando de 5 solo y después de doble 5 con el Coqui Torres. En la Selección ganamos un torneo en Salerno en 1998 y jugamos el Sudamericano de Uruguay en 1999 (NdeR: Argentina terminó cuarto). También solíamos hacer un amistoso por mes y viajábamos. Había jugadores como Pablo Calandria, Carlitos Marinelli, Víctor March, el Gato Rovira, Ema Centurión y Poroto Lux. Tengo contacto con la mayoría, en cualquier momento armo un grupo de WhatsApp. Cuando volví de ese proceso a Newell’s tuvimos al Negro Zamora como técnico en la Cuarta División, que batió el récord por ser la única categoría que ganó los 18 partidos que jugó para ser campeón. Después fuimos mechando en Reserva y Primera.
Te promovió el Negro Zamora, te puso en Primera el Bambino Veira y después fuiste parte del plantel campeón con el Tolo Gallego… ¿Cómo fue ese salto?
Con Zamora empecé a entrenar en Primera y debuté contra Banfield con el Bambino. Después jugué por primera vez de titular contra Lanús, en 2003. En la época del Tolo había jugadores de renombre y trayectoria, costaba jugar. Y cuando jugás en una posición defensiva, salvo que haya alguna lesión, es difícil entrar. Estaban Ariel Rosada y el Pepi Zapata, que la rompían. Se disfrutó mucho ser parte de ese plantel, era la mezcla perfecta porque había 4 ó 5 jugadores muy experimentados y después éramos todos pibes que nos conocíamos de haber vivido en la pensión. Era la combinación perfecta. Estaban el Mago Capria, Julián Maidana, el Burro Ortega, el Bombón, Pepi, Justo Villar y después todos pibes del club.
Y encima tenías al Tolo, que había sido mediocampista central. ¿Te corregía mucho?
Dos días antes de debutar con él, estábamos haciendo una entrada en calor con pelota. Se la quise empalmar a alguien, la cuchareo para dar el pase y me salió bien. Pero se me arrimó el Tolo y me dijo con cara de ogro “ey, nene, ¿así pensás jugar vos mañana? Tratá de no hacer eso que se me suben los huevos acá” (y se puso la mano en el cuello), ja ja. Imaginate yo con 19 ó 20 años, ¡no la quería pedir más! Después durante el vuelo me habló y preguntó cómo me sentía, un crack. Era muy gracioso el Tolo, aprendí mucho porque le agregaba un tono de gracia a la tremenda exigencia que había todas las semanas, era una guerra hacer fútbol. Claro, no daba el equipo hasta los últimos días y todos querían jugar, la cosa iba bien y todo el mundo quería ser parte. Demandaba concentración todo el tiempo, exigía y veía el fútbol muy claro. Los entrenamientos eran muy exigentes y eso nos llevó a estar arriba. Hace poco en Argentina estuve con Damián Manso y nos reíamos de los roces que teníamos en las prácticas. Si le habré pegado… Con el Burro (Ortega) tenías que estar atento porque te hacía pasar de largo. Al Burro se lo respetaba un poco más, se le tenía un margen de perdón para pegarle, ja.Fondato fue campeón con la Sub 17 en un torneo en Salerno disputado en el año 98 (@mati.fondato)
Sin tener tanto rodaje, tuviste que irte de Newell’s a probar suerte en el exterior. ¿Cómo fue tu salida y reinserción en un equipo extranjero?
Jugué un montón de partidos en Reserva, pero poco en Primera. Tuve varias oportunidades para irme a préstamo: Huracán, Chicago, Chacarita, Tiro Federal. El presidente (Eduardo López) siempre decía que me dejaba ir y cuando venían los clubes pedía algún dinero por el préstamo. Iban los representantes a cobrar comisiones y se enteraban de que habían vendido el 180% del pase de los jugadores. ¡Una locura! Se complicó todo hasta que me quedaron 6 meses de contrato y decidí esperar hasta quedar libre. Nunca consideré quedarme, había acumulado muchas cosas y quería irme. Me quedó la espina de saber qué hubiera pasado si hubiera tenido rodaje en otro lado. Me llamó el Gato Leeb, que me conocía de jugar en contra en la Reserva, para ir a Guaraní de Paraguay. Fue una muy buena experiencia en un club ordenado, históricamente grande, con clásicos importantes y muy buena gente. Futbolísticamente el primer semestre me fue bien. Yo me había operado de una hernia en Newell’s y hacía como un año que no jugaba un partido oficial. Cuando escuché el primer pitazo de un árbitro en Paraguay sentí una sensación de emoción… Dije “ya está, volví”.
Culminado su contrato en Paraguay, a Fondato le surgió la chance de mudarse a Europa por primera vez: firmó en el Ionikos Nikeas de Grecia, una institución que se fue desordenando en lo económico al punto tal de soltarle la mano. Así y todo no regresó a Argentina y permaneció varias semanas a la espera de otra posibilidad en el Viejo Continente. La idea de instalarse definitivamente allí había madurado. En 2008 fichó por el Royal Amberes de Bélgica, donde estuvo un año antes de su vuelta al país. En Instituto de Córdoba no llegó a debutar por un problema físico (osteocondritis) y desde ese momento su carrera profesional entró en una “nebulosa”.
Pasó por América de Cali, donde fue solicitado por un Patrón Bermúdez recién retirado y devenido a entrenador, actuó en Unión de Mar del Plata y Sportivo Las Parejas antes de tener su última experiencia en el fútbol con el KV Turnhout de Bélgica, adonde volvió por un peculiar motivo.Fondato debutó en Newell’s y pasó por Guaraní de Paraguay, Ionikos Nikeas de Grecia, Royal Amberes de Bélgica, América de Cali, Instituto de Córdoba, Unión de Mar del Plata, Sportivo Las Parejas y KV Turnhout de Bélgica (@mati.fondato)
¿Te costó volver al fútbol argentino y ni dudaste en irte otra vez al exterior (a Colombia con el Patrón Bermúdez)?
Venía de varios meses sin jugar por lesión que me demandó una operación y llegué a Colombia sin hacer fútbol. El Patrón se la jugó y me llevó igual. El tiempo que tuve para ponerme bien se terminó yendo por los malos resultados. Agarró un interino y empecé a remarla sin cobrar los últimos 3 ó 4 meses. En Unión de Mar del Plata empecé a pensar en el futuro y a darme cuenta de que el fútbol no me llenaba. Ahí me enteré que en Bélgica tenía una cuenta bancaria abierta con dinero que iba a caducar si no registraba movimientos cumplidos los 5 años sin uso. Se me habían vencido las tarjetas y faltaban dos o tres meses para que pasara eso. Agarré las cosas y volví a Bélgica, un poco a la deriva. Solucioné el tema con el banco y conseguí que me dejaran entrenar un par de días en un equipo donde le gusté el entrenador. Yo venía entrenando en Rosario por si aparecía algo. Me hicieron un contrato básico con objetivos y terminé jugando todos los partidos hasta la semifinal por el ascenso. Después de eso me di cuenta que el fútbol no me rendía lo que yo le estaba dando, que era el 100% de mi profesionalismo. Tenía 32 ó 33 años, me sentía bien, tuve un par de propuestas y todo, pero ninguna me terminó de cerrar.
Antes de consultarte por tu retiro: ¿fue mito o realidad que el Patrón Bermúdez se le plantó al Pimpi, jefe de la barrabrava de Newell’s en aquel momento?
A mí no me lo contó nadie, yo estaba a 3 metros. No sabés lo que se respiraba en ese vestuario… ja. El Patrón no se asustó con nada de lo que vio. Aparte imponía respeto ya con su imagen, su impronta y ahí no arrugó. Vio lo que vio (NdeR: se dijo que lo amenazaron con un arma de fuego) y no se achicó. Va al frente como un tren. Tengo una relación de amistad, hablo todo el tiempo. Como capitán nunca tuve uno igual, que haya defendido tanto a los intereses del grupo y sus compañeros. Que se quedara sin cobrar hasta que lo hiciera el último compañero. Un liderazgo tremendo.
¿Cómo te pegó el retiro que, por cierto, lo fuiste madurando temprano?
Entraba a una cancha y disfrutaba mucho, pero el tema es que no se justificaba el sacrificio de darle mi vida entera al fútbol para lo que me retribuía y no estaba remunerado de una manera decente. Me decían “te queremos, pero te damos esto”. Y yo con “eso” no podía vivir o proyectar. En Newell’s ibas a cobrar al banco y te rebotaban los cheques; en un momento ya tomé como algo normal el hecho de hacer malabares por estar 3 ó 4 meses atrasado. Eso igual es positivo porque te prepara y te da un margen de tolerancia mayor para los contratiempos de la vida. Hay gente que entra en pánico mientras uno piensa “ya está, no hay nada que hacer”. Acá en Inglaterra lo cuento y no lo pueden creer. Si el primero de mes cae fin de semana, se quejan porque no pueden cobrar. Igualmente hay cosas que no son fáciles, hay contratiempos para adaptarse y superar. Pero yo siempre estuve solo, soy aventurero y disfruto mucho de mi tiempo y espacio. A mí siempre me gustó compensar el tiempo libre, aunque el jugador que se lo toma muy en serio necesita tiempo para descansar y alimentarse bien. No es que no podés hacer otra cosa. Por eso empecé a pintar, leo mucho y toco algunos instrumentos musicales. Soy muy curioso en ese sentido. Ahí pensé en seguir ligado al fútbol aunque no tenía claro si como entrenador, asesor o traductor. Sabía que el curso de técnico lo iba a hacer y también me llamaban muchos representantes y amigos porque yo sabía inglés y les daba una mano en la adaptación al país. Dejé el fútbol, pero lo disfruté hasta el último día.Coloccini, Willy Caballero, Mauricio Pochettino, Nacho Scocco, Raheem Sterling, Erik Lamela, Jermain Defoe y Kenedy, algunas de las figuras del fútbol para las que pintó (@mati.fondato)
¿Cómo es eso de que gracias a Coloccini terminaste siendo entrenador de las infantiles del Newcastle y pintando cuadros en Inglaterra?
Yo tenía el contacto de Fabricio desde el Sub 17, una amistad de muchos años. Fui a vistarlo para ver un par de partidos de la Premier, ponerme al tanto de su vida y volver a Bélgica. Pasé unas Fiestas con él y su familia y un día, tomando un café, me propuso que hiciera el curso de entrenador en Inglaterra y me mudara con él. Yo a Inglaterra siempre le había tenido ganas porque desde los 8 años hasta los 14 estudié inglés y me picaba un poco. Y mi inglés era mejor que el neerlandés que se hablaba en Bélgica. Me tomé unos días, al mes hice la valija y me fui. Como soy nómade, si me tengo que ir, no me cuesta. Quise molestarlo lo mínimo posible, pero creo que también fui una compañía para él. Hubo maratones de ping pong y tuvimos tiempo para ponernos al tanto con nuestras historias de 20 años. Lo adoro, lo quiero como un hermano porque me abrió las puertas de la casa esos 6 ó 7 meses. Increíblemente después él se volvió a Argentina y yo me quedé acá en Inglaterra.
¿Y de qué forma se te fueron abriendo las puertas en Inglaterra?
Empecé a jugar al fútbol en un equipo universitario que entrenaba el hermano del español Ayoze Pérez, que estaba jugando en Newcastle. Yo quería moverme por amor al fútbol. A las dos semanas el técnico vio que hacía diferencia con los pibes porque yo, las mañas, las traía todavía. Como el tipo era director de la parte deportiva de la Universidad, me propuso jugar en el equipo. El único requisito era hacer una carrera, así que empecé un máster en coaching mientras hacía el curso de entrenador. Me dieron un salario para que jugara y trabajara con ellos dirigiendo al tercer equipo. Fue todo redondo: económicamente me servía para vivir nada más, pero me llenaba pensando en el futuro. Ahí conocí a entrenadores de las inferiores del Newcastle y empecé a jugar con ellos y pegar buena onda. De tanto hablar de Maradona y Messi, me ofrecieron dirigir a un grupo de infantiles. Desde que se desató la pandemia no volví a entrenar, pero sigo en contacto. Fue muy loco entrenar a los chicos Sub 12 y Sub 13 porque allá no compiten, tienen organizados amistosos todas las semanas y no existe la tabla de posiciones. Te cuesta porque los pibes no tienen el sentido de la competencia, ganan o pierden y no pasa nada. Es algo diferente, ni mejor ni peor. Te choca un poco porque uno está acostumbrado a otra cosa, a vivir en una pensión, comer lo justo, remarla y pelearla. Esta es una sociedad que tiene todo muy servido y tampoco está mal porque está todo ordenado, pero se pierde el valor de las cosas. No valoran tanto el pertenecer a una institución de Premier League, es todo mucho más light. No digo que no me guste entrenar, pero es otro nivel de placer y adrenalina. Yo dejé de jugar, dirigí equipos y, si bien lo disfrutaba, nunca nada se asemejó a lo que era entrar a una cancha. Cuando me siento a pintar, para mí es lo mismo que entrar y oler el césped de la cancha. Es increíble pero es así.Algunas de las pinturas de Matías Fondato (@mati.fondato)
Me contaste tu lado como entrenador: ¿cómo surgió lo de la pintura?
Siempre me gustó dibujar, toda la vida. En la escuela hablaba un profesor y yo garabateaba, hacía historietas con mis amigos… Siempre tuve facilidad. Un día visite al jugador estadounidense del Newcastle DeAndre Yedlin, que había sido compañero de Mauro Rosales en la MLS y alquilaba la casa en la que yo había vivido con Fabricio Coloccini. Vi que tenía varias pinturas colgadas y cuando me contó que le gustaba el arte, le dije que le iba a hacer un retrato. Hacía rato me picaba el bichito de comprar un bastidor y ver qué salía. A los 3 ó 4 días le golpeé la puerta con la pintura. “¡Nooo, vos estás loco!”, me dijo. Se agarraba la cabeza, viste que los yanquis son exagerados. Me empezó a pinchar y decir que tenía que hacer algo. Lo publicó en las redes y le empezaron a preguntar quién era el artista. Yo en mi Instagram tenía fotos de fútbol, de mis sobrinos y nada más. Ahí empecé a flashear, a pensar que atrás de esto capaz había algo. Obviamente cero idea, pero tenía muchos amigos que me podían dar una mano con la publicidad compartiendo los trabajos. No sabía ni cuánto cobrar, pero soy curioso y empecé un camino de investigación. A preguntar, hablar con artistas y jugadores que habían comprado arte, galerías, museos, me fui a Londres y Madrid a ver trabajos. Empecé a llevarlo a otro nivel. Tengo facilidad, me gusta y no me quedo siempre con lo mismo. Pinto y la próxima quiero que sea 10 veces mejor. Le agrego, le quito. Soy muy autoexigente. Y a eso sumale que lo más fuerte de todo es que es lo único que me llena el vacío de haber dejado el fútbol.
¿O sea que desde ese momento volcaste toda tu vida a la pintura?
En la pandemia se potenció lo de la pintura porque no sabíamos qué hacer. Yo venía pintando por encargo, pero ante la incertidumbre de cuánto iba a durar el aislamiento, me compré 30 bastidores y arranqué. Pinté cosas que me gustaban a mí, como a Michael Jordan, Los Beatles, Freddy Mercury y algunas películas icónicas, como para tener de stock. Creé una página web. No fue nada forzado ni planeado, fue natural. Y eso me gusta. Me ha pasado de olvidarme de comer: empezar a pintar a las 8 de la mañana, decir “che, tengo hambre”, mirar el reloj y darme cuenta de que son las 5 de la tarde. Vuelo, levito, no sé qué hago. Tengo una buena coordinación y sentido de las perspectivas y distancias. Como que algo en mi cabeza me dice si tengo que ir para la derecha o la izquierda y todo encaja. Soy desafiante conmigo mismo. De hecho aprendí a tocar solo la guitarra y algunas melodías de piano. Cuando arrancó la pandemia, DeAndre (vive a media cuadra) me dijo que agarrara las pinturas y fuera a pasar el aislamiento con él. Me pinchaba: “A que no te animás a hacer esto, a que no te animás a hacer lo otro”. Entablamos una gran amistad. Lo de ser entrenador quedó stand by. Quizás en algún momento me inclino por la asesoría y los contactos. Eso me apasiona, pero no termina de ser un trabajo.
En las redes se ve que pintaste para varios jugadores argentinos pero también para el francés N’golo Kanté y el inglés Raheem Sterling. ¿Cómo llegaste a ellos?
Le hice muchas al Colo Ansaldi, al que conocía de Newell’s, y también a los jugadores del Newcastle. En un momento empecé a hacer asados para una banda latina importante que tenía al venezolano Salomón Rondón, el paraguayo Miguel Almirón y Fede Fernández, entre otros. Eso también me ayudó para el boca a boca con las pinturas. Soy cero cholulo, pero tengo debilidad por Diego (Maradona), Lionel (Messi) y Kanté. En un partido entre Newcastle y Chelsea, le pedí a Willy Caballero, con el que me había enfrentado de chico y tengo amistad, que lo llamara para pedirle una foto. Al otro día le dije a Willy que le hablara a N’Golo para ver si le gustaría que le regalara una pintura. A las dos semanas estaba comiendo con los dos y se la di.
¿Y la de Sterling?
Un grupo de amigos suyo me compró una pintura para regalarle en su cumpleaños. Durmieron con el tema del envío: el cumpleaños era el domingo y yo tenía la pintura de 1,50 x 1,20 en casa el sábado a la tarde. Armaron un grupo de WhatsApp y uno de los amigos me dijo “Mati, traé la pintura y vení a la fiesta”. Me tuve que comprar un traje. Terminó siendo muy loco porque se lo entregaron adelante de todo el mundo, con jugadores del Manchester City y la Selección. Y yo ahí, cruzadito de brazos, mirando a los amigos de Sterling gritando “hey, hey, hey” y alzando la pintura. Una risa… Nos sacamos fotos y todo. Cosas insólitas que te hacen pensar “cómo llegué a esto”. Después hablé con Nico Otamendi y otros jugadores a los que les gustaba. Por un amigo en común conocí a Messi también. Y tuve una reacción de Diego en las redes sociales. No me gusta compararlos ni nada, pero yo me crié viendo a Diego. Cuando vi que reaccionó a una pintura que ni siquiera era para él, casi me muero. Me nublé con eso y cuando conocí a Lionel.
¿Cómo hacés para cobrarles las pinturas a los jugadores? ¿Las pagan o te las quieren cambiar por publicidad o una camiseta?
Al principio quería que todo el mundo tuviera una pintura, por promoción. Todos estuvieron dispuestos a dar una mano. Hoy la cosa cambió porque hay algo más profesional, años de trabajo, detalles y certificados, muchos elementos, mantener un estudio. Muchas veces cuesta, sobre todo con amigos, que me piden descuentos, ja. Pero hoy trato de hacerlo serio porque es mi trabajo. Lo tomo como una profesión, con el mismo privilegio que tomaba al fútbol. De hacer lo que amo y poder vivir de eso. Tengo proyectos, exposiciones o cosas para llevarlo a otro nivel. Acá se le da un poco más de valor al arte y cultura, por eso la idea es potenciarlo y expandirlo. Me gustaría tener mi propia galería para no depender de nadie para exponer. Seguir participando de eventos, que las pinturas se exhiban en galerías y hacer estampas para ropa con mis pinturas.
¿Sabés que sos la única persona que pudo reunir al Flaco Menotti y el Doctor Bilardo?
Ja ja ja. Sí. Esa pintura fue un gusto y deseo personal. Culturalmente en Argentina, si sos de un lado, no podés ser del otro. Sea en el fútbol, la religión, la política, el barrio o lo que sea. Entonces está bien que sean dos filosofías diferentes, pero por qué no juntarlas, por qué no potenciarlas, tomar lo mejor de uno y del otro. Los dos tienen cosas buenas y malas. Y eso es lo bueno que tiene la pintura, que uno hace lo que quiere, puede crear. Tenía ganas de hacer algo con los dos porque los admiro mucho. Por qué uno o el otro. ¡No! Me gusta algo de Bilardo y algo de Menotti. Fue tirar al bastidor un deseo personal que lamentablemente no sé si pasó o pasará. Yo improviso: en Argentina salía en auto y en el baúl tenía pinceles, acrílicos y un bastidor por si me agarraban ganas de pintar. Por ahí me voy al medio del campo o a una playa que queda a 20 minutos acá en Inglaterra con el bastidor y un bolsito.Menotti y Bilardo juntos: la creación de Fondato en el bastidor (@mati.fondato)
¿Qué semejanza encontrás entre el fútbol y la pintura?
La creatividad. Para mí se subestima mucho al jugador de fútbol. El que llega al nivel profesional es una persona muy preparada para la vida. Las presiones sociales o de cualquier índole lo llevan a focalizarse solo en una cosa. Se subestima mucho la capacidad creativa del jugador para cualquier cosa, se lo encasilla. Creo que le atan un poquito las alas fuera de lo que es el fútbol. Conozco un montón de jugadores y ex jugadores que hicieron carrera y leen, dibujan, escriben, trabajan de algo que encontraron. A muchos amigos y conocidos les digo que empiecen a pensar qué van a hacer cuando se retiren. Y ojo porque lo económico no tiene nada que ver, porque de un día para el otro vas a dejar de hacer lo que hiciste durante 20 años y vas a pensar “¿qué hago ahora?”. No te preparan para el retiro y nunca pensás en el futuro por estar focalizado en el día a día. Por eso está bueno plantar esa semillita. No decirle a la gente lo que tiene que hacer pero sí que piensen “¿por qué me dijo que lea tal libro o pruebe con esto o lo otro?”. Para prevenir cosas que yo viví y no me gustaría que las pasen. Guardiola una vez dijo que “el jugador de fútbol hace con los pies lo que mucha gente hace con las manos”. Yo diría “lo que mucha gente ni siquiera puede hacer con las manos”. Tenés que ser especial para eso. Culturalmente no se lo estimula lo suficiente para salir de ese encasillamiento, pero hay situaciones personales de acuerdo a lo que vive cada uno, cómo fue criado, el entorno, dónde ha jugado y la carrera que ha tenido. Hay miles de variables que lo afectan.
¿Te imaginabas hace un tiempo estar haciendo lo que hacés ahora?
Si hace 5 años me decían que iba a estar haciendo pinturas o retratos te decía que estabas loco. No es que yo quise ser artista toda la vida, fue una búsqueda constante, fue decir “qué pasa si hago esto o pruebo lo otro”. No tiene nada que ver una cosa con la otra. El mundo del arte es muy diferente al fútbol. Al principio me costó, durante el proceso de investigación. Pero no hay que dejar de buscar, hacerse preguntas, redescubrirse… La carrera del jugador se termina en menos de la mitad de la vida. Y también están los prejuicios: sabés la cantidad de amigos que me han dicho “dejate de joder, ¿qué hacés con un pincel?”. Que me decían “ponete a entrenar pibes”. Detractores íntimos que son amigos de toda la vida. Hay que ser fiel a las convicciones de uno. Una vez que descubrís que te gusta algo, no te tenés que quedar sentado esperando que te toque una varita mágina, debés profundizar la búsqueda y vas a tener un millón de piedras en el camino. Si tu cabeza no es fuerte, llegás a dudar. Hay que escucharse a uno mismo, cosa que para mí no es tan fácil en general. A mí me favorece que disfruto mucho de mi soledad. Disfruto de la improvisación, que las cosas se den naturalmente. No me gusta forzar nada, pero sí estar preparado. La vida te da oportunidades constantemente. Algunos dicen que el tren pasa solo una vez, pero para mí pasa 200 mil veces. El tema es estar preparado para subirte. Por el momento no pienso en volver a Argentina; me di cuenta que el motivo por el que sigo viviendo acá es porque me gusta moverme y viajar por Europa. Lo hice mucho hasta la pandemia, aunque “nunca digas nunca”. Cuando estoy allá, me cuesta volverme. Sí me gustaría estar en un lugar con mejor clima, porque en invierno a las 4 de la tarde ya es de noche. Algo que no sea lejos de acá: España, Francia o el sur de Inglaterra. Ahora estoy con proyectos que me impiden moverme y mudarme. Pero yo siempre estoy con la valija armada y el pincel a mano, olvidate.