Fátima Pecci Carou: «La pintura no es inocente»

Fuente: Clarín ~ Inquieta, femenina y pop, Fátima Pecci Carou (1984) combina rasgos de la it-girl. En apariencia. Dentro del panorama de artistas contemporáneos, adoptó la pintura para pensar el rol de las imágenes en la construcción del poder y transmisión de ideas, con herramientas académicas y un repertorio de recursos que incluye las noticias policiales, el animé japonés, la música y su propia biografía. Aunque pareciera inevitable leer su obra en clave feminista (es militante en Nosotras Proponemos y su serie más famosa retrata a las víctimas de feminicidios), dedicó su proyecto más reciente a Eva Perón, un personaje transitado, denso en contenido, lejos del feminismo histórico y agitador de grietas. Sin embargo, desde que la artista ganó el Premio en Obra en Barrio Joven (arteBA 2018), hay avidez en coleccionistas y no tan enterados por sus pinturas coloridas. A través de personajes femeninos de pose sexy, propone que la historia también es ficción. En una charla por zoom, después de visitar la muestra Banderas y banderines en el Museo Evita, hoy cerrado por las medidas sanitarias, revela cómo es que su pintura vibra.

-¿Por qué meterse con Eva Perón, un personaje con tanta carga y relecturas?

-Es verdad, vimos su imagen reproducida en cantidad de fotos y videos, pero a mí me interesó como aparecía en las banderas de las marchas, en la remera de muchas pibas y pibes, como símbolo. Y me imaginé cómo abordarlo desde la pintura, porque no hay tantos artistas que han tomado su figura. Están Daniel Santoro y aquella escultura de Sesóstris Vitullo en la universidad Di Tella, una Evita indígena. También para abrir un capítulo dentro de la pintura contemporánea que tome un icono político pero desde la pintura histórica. De eso se trató el proyecto de 2019 Las otras en los pliegues de historia, en colaboración con una politóloga, donde pinto en el espacio una especie de historieta desplegada en forma de biombo. Ahí representé a la líder aimará Bartolina Sisa, a Alfonsina Storni y otras líderes latinoamericanas. Incluí a esta Evita medio ninja. A partir del comentario informal de una trabajadora del museo, nació el proyecto pictórico.

-La serie nació en la calle y se expone en la sala como estandartes, ¿querías sacarla del museo?

-Ella misma dice “Llevarán mi nombre como bandera”. Hay un juego ahí entre la textualidad de los discursos de Evita y lo que después empieza a pasar con su imagen en las banderas de las manifestaciones, que se va sintetizando cada vez más. Como un esténcil, reproduce la información mínima (algo que pasa con Maradona también). Bueno, a mí me gustaba esa idea de abrir y expandir la imagen en lugar de sintetizarla, pensando en la historia como una ficción, un relato que aprendemos en la escuela, pero también en la universidad con otra parte de la historia. En esta ficcionalidad de la imagen de Evita entra perfecto la idea del manga, del cómic, de pensar la historia también como capítulos, con personajes, y cómo la pintura cuenta un hecho histórico que no sabemos si fue así…

Evita ninja. Ataviada con kimono y escudo peronista, Eva Perón retratada por Pecci Carou lucha contra los aviones bombarderos del 55.

Evita ninja. Ataviada con kimono y escudo peronista, Eva Perón retratada por Pecci Carou lucha contra los aviones bombarderos del 55.

-La referencia al Cosplay se puede leer como un cuestionamiento a la identidad, pero hay algo de machismo en el manga.

-Sí, el manga tiene personajes con cuerpos súper idealizados, muy exuberantes, que juegan con la idea de la sumisión de la mujer. Me interesa tomar el lenguaje pero resignificándolo o señalando ese machismo. Ahí se da la intersección con mi práctica de militante feminista. ¿Cuáles son las imágenes que consumimos desde chicas? No soy experta en sagas pero un montón de chiques se sienten interpelados y es un buen recurso para ampliar el público del mundo del arte, tan cerrado.

-Aunque Evita no es una figura identificada con el feminismo, hay un debate al respecto.

-Ella no se reconocía para nada como feminista. Tenía incluso cierto rechazo porque eran ideas extranjerizantes, algo muy de clase alta. No lo digo yo, sino las historiadoras de este campo sostienen que ella era una feminista de hecho. En sus acciones era feminista. Ella, siendo una actriz, se puso a hacer política y ahí hay algo de creatividad que sigue sumando a la idea de un personaje. Algo que me viene bárbaro para pensarlo desde la pintura y el manga.

-Y más allá del personaje, ¿qué lectura haces desde la historia?

-Estudié muchos años Historia el arte y aprendí no solo a a mirar la imagen sino a entender cómo se construyeron las imágenes, cómo han servido para la difusión de ciertas ideas. De esto el peronismo no escapa, sino al contrario, es una gran máquina productora de imágenes. Todo para mí es insumo. No pinto solo con una paleta, pinto con todo lo que miro…

-Quizás tu obra más conocida es la serie de retratos de víctimas de feminicidios; ¿cómo te resuena ahora que no han cambiado mucho sus condiciones de producción?

-Totalmente, no ha cambiado nada. Quizás sí cambió la concientización pero los números, los casos, están igual o peor. Esa obra empezó en 2014, cuando hacía clínica con Ana Gallardo, a partir de las fotos de allanamientos de prostíbulos en las noticias policiales. A través del problema de la trata llegué a los feminicidios, que en ese momento se les decía crímenes pasionales, cualquier cosa… Guardo noticias y las empiezo a pintar, al principio toda la escena, hasta que fui recortando hasta llegar al rostro. Hasta hoy sigo pintando, esta semana subí un retrato de Vicky Nievas, la chica trans que asesinaron hace poco en Tucumán. También mis pinturas van a las marchas, como cartel de protesta, para que esto se haga público y que la pintura salga del museo.

La artista junto a los retratos de víctimas de feminicidios. (Foto: Julio Juárez)

La artista junto a los retratos de víctimas de feminicidios. (Foto: Julio Juárez)

-Otra serie muy diferente, la de los interiores, muy atractiva, también nació de esas escenas de allanamientos…

-En esos prostíbulos me llama mucho la atención la decoración, en una atmósfera como los cuadros de naturalezas muertas densas con la sexualidad, cierta estética en los estampados de la ropa… Y después viene el engolosinamiento con la pintura, que los transforma en lugares aristocráticos. Después le inserto estos personajes y de pronto ya ves vibrar la pintura.

-También en la calle viviste una situación policial personal, pintando…

-En 2017 salimos seis militantes a hacer pintadas por el paro de mujeres y unos varones nos comenzaron a seguir, a insultar… Llamaron a la policía, pasamos la noche en la comisaría. Y se nos abrió una causa judicial. No fue fácil pero para mí fue como una performance de pintura, porque la causa decía “pintadas”. Es extraño cómo pintar puede ser usado para una muestra, para generar conciencia y, al mismo tiempo, estar en una causa. La pintura no es inocente.

Animé con trofeo. Obra de Fátima Pecci Carou, de Kosupure/Cosplay.

Animé con trofeo. Obra de Fátima Pecci Carou, de Kosupure/Cosplay.

-Esa experiencia se transformó en una pieza de biodrama, con Lola Arias.

-Fue un delirio, pero a la vez una manera de procesar la angustia. Hicimos como si fuese el juicio en vivo. Fue muy extraño haberme visto en un expediente.

-¿Fue después de esta experiencia que decidiste publicar tu acta de divorcio en una exposición en la galería Selvanegra?

-Ese año fue una locura. Si bien cambié el nombre de mi exmarido por cuestiones legales, me interesaba exhibir ese documento como una pieza de mi propia vida privada, en un momento de ruptura: todo lo que el feminismo me transformó.

-¿Y que te cambió el premio de arteBA?

-Hasta el año anterior no tenía ni entradas para arteBA; no conocía a nadie. Mi galería, Piedras, me propone con las Femininjas y fue premiada. Para mí fue pasar de ser una pintora anónima a mucha exposición. Sí creo que tuvo que ver el impulso que tuvieron los feminismos ese año. Mirá, en ese momento tenía una hipoteca de divorciada y gracias a ese premio, la cancelé. La chica del banco me decía “¡pero qué rápido!” Bueno, gracias al arte pude acomodar mis cuentas y tiene que ver con la insistencia. Me paso que me trollearon también; decían que soy una acomodada, que era un varón… Cosas rarísimas. Hay mucha fantasía por lo que pasa con los artistas.

La cultura y la creatividad en la pospandemia

Fuente: Télam ~ Sobre el nuevo lugar que ocupará la cultura en la etapa de pospandemia, ya que a pesar de las heridas, surgen nuevas oportunidades y espacios de colaboración para repensar el futuro cultural, opinó para Télam María Frick, consultora responsable del Programa de Cultura de la UNESCO para Argentina, Uruguay y Paraguay.

Desde el inicio de la pandemia, las y los artistas fueron de los primeros en responder. En un momento en que miles de millones de personas en todo el mundo estaban físicamente separadas unas de otras, aisladas, en soledad, su arte nos hacía sentir contenidos, conectados, brindándonos consuelo, inspiración y esperanza ante la enorme ansiedad e incertidumbre.

Sin embargo, la cultura hoy está gravemente herida. La crisis sanitaria afectó a toda la cadena de valor: creación, producción, distribución y acceso; impactando severamente en la situación profesional, social y económica de los artistas y profesionales de la cultura, así como en las pequeñas y medianas empresas que carecen de los recursos necesarios para responder a una emergencia de esta magnitud.

Una herida que todavía duele: uno de cada dos trabajadores de las industrias culturales y creativas perdieron al menos el 80% de sus ingresos en América Latina, mientras que más de la mitad de las empresas vio caer sus ventas por encima del 80%, según los datos preliminares del proyecto «Evaluación del impacto del Covid 19 en las industrias culturales y creativas: una iniciativa conjunta del Mercosur, UNESCO, BID, SEGIB y OEI».

Afortunadamente, hoy existen algunas señales de resiliencia que apuntan a la recuperación del sector. Artistas, gestores, profesionales y empresarios de la cultura están imaginando soluciones innovadoras y creativas para continuar sus actividades y conectar con el público. Antes del Covid 19, en promedio, las empresas creativas ofrecían digitalmente sólo el 38% de sus productos, porcentaje que se reducía al 25% en el caso de aquellas que operan en actividades culturales y de entretenimiento, por citar un ejemplo. Hoy, sin embargo, vemos que más de la mitad de las empresas duplicó su oferta digital, mientras que el 44% introdujo nuevos servicios y el 42% desarrolló nuevos modelos de negocio.

En el marco de una nueva estrategia atravesada por la pandemia, la UNESCO y el BID fortalecen su compromiso para posicionar estos temas en el centro de los debates políticos y sociales orientados a planificar el mundo después de la crisis.

La cumbre «Cómo Sanar un Mundo Herido», que se desarrolló el 22 y 23 de abril, es un ejemplo de ello. Se reunieron líderes culturales de la región, artistas y expertos con el fin de abordar los temas más apremiantes de la era post-pandémica. Con la curaduría de Manuela Reyes y Steven Henry Madoff, este encuentro desarrolló debates, una «charla visionaria» a cargo de Gustavo Dudamel y obras de destacados artistas de la región comisionadas exclusivamente para el encuentro.

Con ese mismo espíritu presentamos también «Desafíos de la transformación digital en las Industrias Culturales y Creativas», el martes 27 de abril en el marco del FORO CILAC 2021, con sede en Buenos Aires. En esta ocasión, el Ministro de Cultura de Argentina, Tristán Bauer, junto con el Ministro de Cultura de Colombia, Felipe Buitrago, y altas autoridades de la UNESCO, el BID y la SEGIB analizarán las dificultades históricas del sector cultural y las prioridades fundamentales para la reactivación y la cooperación multilateral a nivel regional.

A pesar de las turbulencias que la pandemia ha generado en el universo cultural, existe un renovado dinamismo a nivel regional. La emergencia fortaleció el rol del multilateralismo en América Latina. Y, a medida que los países avanzan en la planificación de su futuro, la región se posiciona en la búsqueda de un enfoque multifacético, capaz de capturar el papel transversal de la cultura en el avance de los Objetivos de Desarrollo Sostenibles.

Ides Kihlen, imparable a los 104 años, sigue creando

Fuente: La Nación ~ La escena se repite entre los transeúntes de la calle Arroyo: encuentran a la artista centenaria Ides Kihlen en una galería de arte, la saludan, pero ella no responde. La mujercita elegante, de vincha, anteojos oscuros, labios carmín y zapatos de taco ni se inmuta. Sucede que la muestra que inauguró la Galería Azur tiene una escultura hecha a su imagen y semejanza, tan igual que nadie puede evitar hablarle cuando la ve a través del ventanal, o incluso ya adentro de la sala.

Se trata de un homenaje hecho por el escultor hiperrealista Fernando Pugliese a esta pintora excepcional, discípula de André Lhote, Vicente Puig, Pío Collivadino, Emilio Pettoruti, Batlle Planas, Adolfo Nigro y Kenneth Kemble, que mantuvo en silencio una obra que no ha parado nunca de crecer. Recién en 2000, con más de ochenta años comenzó su carrera pública, con éxito inmediato. En los últimos veinte años, su obra pasó por el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, el CCK, el Museo de Arte Decorativo y el Museo del Parco de Portofino, Italia, entre muchos otros.

Una escultura hiperrealista representa a la artista Ides Kihlen en tamaño natural y confunde a los espectadores en la galería de Retiro
Una escultura hiperrealista representa a la artista Ides Kihlen en tamaño natural y confunde a los espectadores en la galería de RetiroGentileza Ides Kihlen

“La gente entra a saludarla y no acredita que no sea Ides. Ella me parece un ejemplo de dedicación, perseverancia, trabajo, humildad y esperanza”, dice, Noel Alonso, quien colaboró con la exposición de la galería de Retiro que reúne –además de lo que viene a ser un doble de riesgo en tiempos de pandemia–, más de cincuenta trabajos, entre recientes y algunos históricos. Se pueden ver en Arroyo 981 hasta hoy, concertando cita por el correo . Fue Declarada de Interés Cultural por la Legislatura de la Ciudad y junto a acercARTE colabora con CONIN, organización dedicada el tratamiento y prevención de la desnutrición infantil. La muestra también se puede ver online.

“Me encanta hacer todo esto y que a la gente le guste, en este momento del mundo. Estoy muy feliz por el reconocimiento, y por seguir pintando y tocando el piano”, dice ella, que nació en 1917 en Santa Fe, en plena Primera Guerra Mundial. De chica se cambió (por decisión propia) su nombre sueco por otro inventado por ella, Ides. Su nombre de pila original es uno de sus tantos misterios. Otro puede ser cómo hace para estar activa después de los cien años. Pasa las mañanas en su taller y por las tardes se sienta al piano. “La vedad es que no me vacuné todavía porque nunca en mi vida tomé ni una aspirina”, dice Kihlen. La artista cumple 104 años el 10 de julio y sigue en su ley, comiendo como un pajarito lo que se le antoja, sólo lo que ella misma se prepara y siempre regado con champán. En su cuenta de Instagram, sus hijas Ingrid y Silvia comparten videos donde se pueden ver sus manos laboriosas cortando y pegando papelitos y pintando líneas, y a la vez escuchar de fondo una de sus composiciones ejecutadas por ella misma. “Está regia. Un poco sorda, pero no le afecta demasiado. Ella trabaja todo el día. Terminó un cuadro hace dos días. Ya empezó otro”, cuenta Ingrid.

Sin salir nunca de su departamento de la Avenida Alvear, la artista arrasó en Madrid en la feria Estampa, que cerró el 11 de abril, con un solo show en la galería Aina Nowack que fue un éxito de ventas. Una de sus últimas obras es la intervención de una vieja barrica de vino, un trabajo minucioso y exigente físicamente para la artista, pero hecho con esmero para participar en Zaffiro Art Bubbles, una acción solidaria a beneficio de Casa Garrahan en la que participaron otros 28 artistas, como Eduardo Stupía, Pedro Roth, Mariano Cornejo, Lina Leal y María Noël. Las piezas están en exposición hasta el domingo en el restaurante Tribuna Plaza del Hipódromo de Palermo (Av. Del Libertador 4401). La subasta se realizará en forma virtual a principios de mayo. A Ides, además, siempre le interesa colaborar con las buenas causas.

Quiénes son las 5 artistas más cotizadas del mercado mundial del arte

Fuente: Cronista ~ Siempre recordamos que el arte no tiene ni sexo ni género. Muchas veces se dice que las mujeres están ‘castigadas’ por el mercado de arte, y no es así. Basta con fijarnos en las ventas públicas en remates de cinco de ellas para ver cómo son cotizadas y demandadas sin importar si usaban rimel o vestido.

Joan Mitchell (1926-1992) nació en Chicago, pero la mayor parte de su vida la pasó en Francia. Pertenece a la escuela expresionista abstracta, que es la favorita del arte estadounidense. En los últimos años de su vida compró una linda finca cerca de Giverny (el paraíso de Monet) y allí, en la localidad de Vétheuil, trabajó recordando el color de su admirado Henri Matisse, de quien decía: «Si pudiera pintar como Matisse, estaría en el cielo». 

Varias de sus obras se han vendido en más de u$s 10 millones. El año pasado se pagaron 14 millones por una de ellas y en subastas se movieron u$s 71 millones. Solamente un 6% de lo ofrecido quedó sin comprador.

Joan Mitchell

La japonesa Yayoi Kusama (92) es la gran estrella del mercado y es la artista pop más famosa en la actualidad. Vivió unos 15 años en Nueva York, adonde llegó en 1957.. Se hizo famosa con sus happenings, donde los desnudos estaban pintados con puntos. Al poco tiempo de volver a Japón, en 1977, decidió internarse en un psiquiátrico: desde entonces, allí trabaja y produce en gran cantidad, tanto pinturas, como esculturas y grabados. 

Algunas de sus obras se han pagado u$s 5 millones y todos los años hay varias de sus muestras en el mundo. Actualmente, la que tiene en el Jardín Botánico de Nueva York está sold out. El año pasado se pagaron u$s 66 millones por sus obras: solo el 10% no tuvo comprador. Hay que agradecer al Malba, que trajo una estupenda muestra suya a Buenos Aires.

Yayoi Kusama

Tamara de Lempicka (1898-1980) es mito y leyenda. Aún no se puede confirmar si nació en Moscú o en Varsovia. Su familia era adinerada y cuando se casó por primera vez, en 1918, se fue a vivir a París, donde tuvo un éxito tremendo realizando retratos de la alta sociedad y de la farándula local. La bautizaron ‘la baronesa con pinceles’. Sus retratos eran muy elaborados y le llevaban tres semanas de trabajo.

Estudió un corto tiempo con Maurice Denis, pero fue André Lhote quien influyó más en su trabajo, que a partir de la exposición de 1925 de Artes Decorativas, la convirtió en la gran figura del art decó en la pintura.

Tamara de Lempicka

Encantadora y trabajadora, para una exposición en Milán logró realizar 28 pinturas en solo 6 meses y, como era costumbre, todo se vendió de inmediato. Lo mismo le ocurrió cuando expuso en Nueva York en 1929, con la mala suerte que todo el dinero lo perdió con el crack de la Bolsa.

En 1935 se casó con otro millonario húngaro y se fue a vivir a California.  Fue la preferida de las estrellas de Hollywood. De algunas de sus pinturas famosas realizó réplicas, como la de la mujer en una Bugatti, que recordaba la muerte de Isadora Duncan, con su echarpe que se enganchó en las ruedas del auto y la mató.

En 2020 se vendió una de sus obras en u$s 21,3 millones. Son varias las adquiridas en más de u$s 10 millones. 

Obra de Tamara de Lempicka que recuerda a Isadora Duncan

Helen Frankenthaler (1928-2011) es otra talentosa estadounidense, influenciada por Jackson Pollock. Estudió con el mexicano Rufino Tamayo y se casó con otro gran artista: Robert Motherwell.

Trabajaba de una forma muy particular el óleo, que parecía acuarela en sus obras. El año pasado se pagaron u$s 8 millones por una de sus obras. Tiene un gran mercado, pero pocas piezas aparecen en venta.

Helen Frankenthaler

La más cotizada de todas es también estadounidense: Georgia O’Keeffe (1887-1986). Se hizo famosa por sus flores en primer plano y es considerada ‘la madre del modernismo americano’. 

Georgia O’Keeffe

Nacida en Chicago, su actividad la realizó en Nueva York y los últimos 40 años, en Nuevo México. Una de sus obras se vendió en u$s 44 millones. Generalmente se vende en un promedio de u$s 7 millones: solo el 5% queda sin vender en subastas.

En nuestro país se destacan: Raquel Forner (pintura), Alicia Penalba y Marta Minujín (escultura), Cristina Santander (grabado).

El gran año de Gabriel Chaile: “Me hablan de oscuridad pero yo estoy encandilado”

Fuente: La Nación ~ Gabriel Chaile se fue por un mes a cursar una residencia en Lisboa en marzo de 2020 y, pandemia mediante, se quedó un año. Lo que podría haber sido un tiempo de estancamiento se volvió uno de los más productivos de la carrera de este joven artista: su agenda 2021 se llenó de muestras internacionales. Tanto, que piensa que se va a quedar a vivir diez años en Portugal.

De la serie de dibujos de "Me hablan de oscuridad pero yo estoy encandilado", 2020, esta carbonilla que se expone en la nueva sede de la galería Barro en Nueva York
De la serie de dibujos de «Me hablan de oscuridad pero yo estoy encandilado», 2020, esta carbonilla que se expone en la nueva sede de la galería Barro en Nueva YorkGentileza Gabriel Chaile

En este momento de parálisis en el mundo, Chaile está hiperactivo y tiene una muestra de esculturas en Londres, en la galería Heni Artists Agency y, a la vez, estrena la sede neoyorkina de su galería porteña, Barro, con una exposición de dibujos en la Gran Manzana. El título, en los dos casos, es el mismo, una metáfora perfecta de su estado: “Me hablan de oscuridad pero yo estoy encandilado”. Chaile está también participando en una muestra colectiva en Berlín, con una gran escultura que es además un instrumento a cuerda. En pocas semanas cierra su proceso en la residencia Melides Art en Portugal con la exposición Pies de barro, en Oporto, con curaduría de Chus Martínez y Filipa Ramos. En junio llegará a la prestigiosa galería Serpentine de Londres y en octubre a la feria Frieze de esa misma ciudad. Prepara uno de sus hornos monumentales para agosto en Suiza y participará en octubre en la Triennal del New Museum de Nueva York. Incluso, tiene en carpeta un proyecto para la próxima Bienal de Venecia, aplazada para 2022.

Chaile construye esculturas y hornos de adobe como los que usaba para hacer pan su madre
Chaile construye esculturas y hornos de adobe como los que usaba para hacer pan su madreGentileza Gabriel Chaile

“Justo me fui cuando iba a cumplir diez años en Buenos Aires”, dice Chaile, que nació en Tucumán en 1985 y llegó en 2009 a la ciudad para continuar su formación en el programa de artistas de la Universidad Di Tella. En 2017 expuso en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, y desde entonces tomó cada vez más vuelo. En 2019 presentó la serie Aguas calientes en la feria suiza Art Basel, donde vendió toda su obra en cuestión de horas: se trataba de ollas populares intervenidas y una performance de mate cocido calentado en un ladrillo con resistencia eléctrica.

Chaile se nutre de imágenes de sus raíces y se involucra con comunidades en los márgenes para hacer sus investigaciones antropológicas y visuales a partir de dos conceptos: la ingeniería de la necesidad, por la que crea objetos y estructuras que colaboran en mejorar las condiciones de una situación límite determinada; y la genealogía de la forma, que implica asumir que cada objeto, en su repetición histórica, trae consigo una historia que contar (ha trabajado sobre la figura del huevo y el ladrillo). Así Chaile construye hornos de adobe como los que usaba para hacer pan su madre, que era el mayor sustento de la familia, pero en contextos distintos. Por ejemplo, en el Faena Festival en Miami donde cocinan los grandes chefs, o en La Boca, donde él mismo hornea empanadas para los habitantes de una villa de emergencia. “Fue por años el motor de nuestra economía. Mi papá era albañil, y se podía caer cualquier revoque pero el horno era la arquitectura que había que cuidar”, cuenta. Llevarlo a los principales centros del arte mundial es un gran gesto político e identitario.

Otro dibujode la serie producida en la pandemia que Chaile expone ahora en la Gran Manzana
Otro dibujode la serie producida en la pandemia que Chaile expone ahora en la Gran ManzanaGentileza Gabriel Chaile

La muestra de Londres es un grupo de esculturas antropomórficas gráciles, elásticas, siempre amasadas en barro y con rasgos aborígenes. “Me inspiré en el movimiento de los gatos. A todas les sale de la boca una flauta que absorbe un polvo amarillo del piso, que genera un ambiente musical. Son asimétricas y se inspiran en las pipas de culturas andinas”, explica. Los dibujos que presenta en Nueva York son realizados con pasteles sobre fondos negros hechos con carbonilla. “Funcionan como pizarrones. Los dibujos son previos a las esculturas y nacen de un poema que hace una doble lectura de la oscuridad y de la luz, que tiene que ver con sensaciones en un momento difícil, confinado, cuando todavía no había entrado en relación con otros. A mí me gusta escuchar relatos y traducirlos a formas. Acá empecé a trabajar con comunidades afrodescendientes”, cuenta.

"Es una sensación extraña que brote la creatividad en tiempos tan difíciles. Uno se da maña. Todos tenemos una terapia distinta", reflexiona Chaile
«Es una sensación extraña que brote la creatividad en tiempos tan difíciles. Uno se da maña. Todos tenemos una terapia distinta», reflexiona ChaileGentileza Gabriel Chaile

Chaile podría sumar a su modus operandi otra tecnología: la amistad. En Lisboa ya tiene un equipo multicultural con el que trabaja en todos los proyectos que tiene en marcha en el estudio de un artista portugués. Lo integran una artista italiana, un español y algunos argentinos. “Es una sensación extraña que te broten las situaciones y la creatividad en tiempos tan difíciles. Uno se da maña. Todos tenemos una terapia distinta”, cuenta. Con sus amigos artistas de Buenos Aires y Tucumán – Ramiro Quesada Pons, Laura Ojeda Bär, Andrei Fernández, Sonia Ruiz, Federico Lanzi, Julio Hilger, Matías Ercole– inventaron una galería, NVS, y se postularon para participar juntos en una feria en Francia. Los directores son Chaile, Yampa y Luz Peña. “Empezó como algo lúdico. A todos nos divierte trabajar juntos. Con Ercole, que está en Roma, hacemos fuerza y buscamos recursos para hacer cosas en la Argentina”, dice.

"Me inspiré en el movimiento de los gatos", dice Gabriel Chaile sobre sus nuevas esculturas
«Me inspiré en el movimiento de los gatos», dice Gabriel Chaile sobre sus nuevas esculturasGentileza Gabriel Chaile

En Oporto va a presentar la serie de Las Luchonas, esculturas de adobe con figura de mujer de siete metros de alto. “Son madres, que trabajan y se divierten, con un montón de tetas. La de Nueva York será una continuación de esta serie”, adelanta. Para la Serpentine, todavía no aprobaron el uso del fuego en la vía pública. “Quisiera hacer un horno como el de La Boca, pero que sea un centro cultural ambulante. Pensaba en Atahualpa Yupanqui o en Violeta Parra y su tarea en juntar las voces folclóricas de tradición oral. Ellos se encargaban de escribir esas letras–explica el artista–. El horno funcionaría así, uniendo saberes de la gastronomía y el canto”. Costumbres de aquí y de allá que Chaile sabe amasar y cocer a fuego lento en el complejo caldero del arte contemporáneo.

Esculturas urbanas de Córdoba: Los ídolos, entre la gente

Fuente: La Voz ~ Un bar, la peatonal y hasta una tribuna de cancha son los sitios elegidos para las esculturas que rinden homenaje a figuras populares. Un modo de intervención patrimonial que se afianza en Córdoba. Hablamos con los artistas.

No hay nada más invisible que un monumento, decía el escritor Robert Musil. Se refería más que nada a los bustos, y a esas fastuosas piezas ecuestres que reinan solitarias en plazas y parques, moles musculosas que celebran a alguna personalidad histórica, conmemoran una batalla o celebran una gesta. A veces sirven como punto de encuentro o aparecen de fondo en alguna foto, pero en general la gente les pasa por el lado sin levantar la vista.

En Córdoba se viene dando un fenómeno que contradice ese destino de invisibilidad. Una serie de ídolos populares y figuras que pegan en los corazones o en el recuerdo, más allá o al costado de la enseñanza y los ritos escolares, han ganado presencia en el espacio público.

La música característica de Córdoba viene inspirando una serie de obras que le rinden homenaje y le hacen un guiño a la adoración que reciben algunas de sus figuras.

Entre las más conocidas están las esculturas de dos ídolos cuarteteros, Rodrigo y Carlitos “la Mona” Jiménez, ubicadas en el Paseo del Buen Pastor. Ambas intervenciones patrimoniales fueron encargadas por la Agencia Córdoba Turismo del gobierno de la Provincia.

La figura del Potro había hecho la punta en 2013. La obra se realizó en el estudio del escultor bonaerense Fernando Pugliese, una mega usina de piezas hiperrealistas de donde han salido retratos de Frida Kahlo, el Mono Gatica, Maradona, el Papa Francisco, Spinetta o Alberto Olmedo. La escultura de “la Mona”, inaugurada en 2015, también es obra de Pugliese.

Rulo real y rulo de estatua. Jiménez, junto a su otro yo del Buen Pastor.

Recientemente, el autor de Lo mejor del amor y de La mano de Dios volvió a reencarnar en una escultura que le rinde tributo en una de las tribunas del Gigante de Alberdi. El autor es Juan Ignacio Lucero, quien ya había trabajado en un homenaje a Leonor Marzano, integrante de La Leo, considerada la primera agrupación dedicada al género. La escultura se encuentra hoy en el Paseo de la Fama del Cuarteto (San Martín al 200).

Estas obras suelen funcionar como altares profanos, suplantando el encuentro cara a cara con el ídolo. Quizá por eso es tan frecuente la práctica de la selfie o el retrato.

Otra figura que se gana fotos es la de Daniel Salzano. Posar con la escultura que representa al escritor es un clásico de los habitués o de los turistas que se sientan a tomar algo en el Sorocabana. La obra, que ocupa una de las mesas del icónico bar de la ciudad de Córdoba (Buenos Aires y San Jerónimo), se inauguró en mayo de 2016, para la fecha en la que el poeta y periodista (fallecido en 2014) hubiera cumplido 75 años. La escultura en la que trabajaron a cuatro manos Lucero y Andrea Toscano fue un obsequio de La Voz.

Gabriel del Rosario Brochero posee no solo una escultura sino un parque temático entero. Un recorrido turístico y religioso inspirado en la vida, obra y milagro del primer santo argentino es lo que propone el predio de dos hectáreas y media, ubicado en Villa Cura Brochero.

El diseño incluye una cruz, un pilar con la imagen del cura gaucho y una serie de estaciones agrupadas en forma de denario (una especie de rosario utilizado para rezar). Cada una de las cuentas del denario es una parada dedicada a escenas de la vida del santo, para las cuales se realizaron 70 esculturas en resina epoxi y fibra de vidrio en el estudio de Pugliese.

Sacando pecho

La más reciente es una escultura instalada en el Pasaje Aguaducho, en el corazón de Alberdi, en homenaje al Chango Rodríguez, folklorista cordobés que dejó clásicos del cancionero popular como Luna cautiva y Noche de carnavales. El autor es Israel Elgueta, artista formado en la Facultad de Artes de la UNC.

El proyecto unió al Centro Vecinal Alberdi, la Red Pueblo Alberdi y la Facultad de Artes de la UNC, y contó con la colaboración de la Subsecretaría de Cultura de la Municipalidad de Córdoba. La financiación se logró gracias a las acciones de las organizaciones barriales. También hubo un aporte de fondos surgidos de un concierto vía streaming de Raly Barrionuevo (autor del disco de versiones Chango).

Elgueta había ganado un concurso para realizar la pieza de cemento, que mide 1,80 metros de altura y pesa alrededor de 700 kilos.

La nueva escultura, en el pasaje Aguaducho (José Hernández)

El escultor empezó a trabajar en febrero de 2020, pero después se paró todo a causa de la pandemia. “La retomé en noviembre del año pasado –recuerda–. La disponibilidad de la facultad fue fundamental porque ahí nació todo. Yo me formé en el Centro de Producción e Investigación en Artes (CePIA), en el aula de escultura, y pude ir todos los días a trabajar durante cinco o seis meses, incluidos algunos feriados en los que me abrieron las puertas. Lo utilicé como atelier. Fue el lugar ideal”.

Empezó con una investigación sobre la figura: cuánto medía, cuánto pesaba. Había hecho la parte de la estructura, el esqueleto, había cargado los volúmenes generales. La obra lleva un telgopor de alta densidad y material desplegable.

“Había hecho un personaje con los hombros caídos -repasa el artista-, una figura mucho más tierna. Investigando, vi que tenía otra actitud. Y empecé a construir otro personaje a partir de fotos y relatos. Quedó esta figura de un Chango mucho más compadrón, sacando pecho. Decidí por ejemplo que esté parado, con guitarra al piso”.

El artista todavía está conmovido por lo que pasó el día de la inauguración: “Recibí comentarios muy lindos de la gente que se acercó. Era como que lo habían estado esperando. Había gente muy emocionada, me contaron anécdotas, que lo veían por la calle o que habían aprendido a tocar la guitarra con él. Lo que proponía el proyecto era justamente recuperar el sentido identitario del barrio. Es una manera de hacer vínculos generacionales. Vecinos y vecinas se paraban junto a la escultura y lloraban”.

Devociones: de “la Mona” a Brochero

“El trabajo comienza con una fotografía del personaje o con el personaje en frente”, cuenta Fernando Pugliese, un veterano y experto realizador de figuras. “Después levanto lo que se llama una arcilla –suma–, un material que sirve desde hace miles de años para darle forma a objetos corpóreos. La arcilla se ha usado incluso para hacer ciudades, como en Tierra Santa. Hoy la tecnología ayuda tremendamente. Antes se usaba mucho el yeso, que no tiene elasticidad. Después aparecieron los cauchos de silicona, lo mismo que se usa cuando uno va al dentista y le hacen una copia de la dentadura. Ese material permite que la copia sea mucho más cómoda y económica”.

“¿Por qué hago a la Mona, a Rodrigo, a Mercedes Sosa? Porque la gente las pide”, pregunta y responde el escultor. Y agrega: “Al público le gusta sacarse una fotografía con esas figuras. Y representan para el lugar un sitio de atracción turística espontáneo. Lo ves a Olmedo sentado en un sillón con Jorge Porcel y te dan ganas de sacarte una foto con ellos ¿o no?”.

“En el mundo del arte hay varias maneras de expresarse –marca la cancha el escultor–. Una que no comprendo, esta cosa moderna que es producto de un momento de pesadilla o de imaginación del autor, que agarra un alambre, lo dobla en seis partes y dice que eso es la Virgen María sentada con el niño Jesús. Bueno, es una manera de hacerlo. No sólo no entiendo sino que tampoco participo de esa manera de hacer arte, porque hay que tener mucha imaginación para sentarte delante de un pedazo de chapa, por ejemplo, y sentir que esa chapa significa el valor de la vida, la muerte y el infinito. Lo que pasa es que hay un público para eso. Yo soy completamente al revés. Si la agente no reconoce que ese personaje es Fulano de tal, no me sirve. Si no se dan cuenta de que ese es el Papa, no me sirve”.

El año pasado debieron volver al estudio de Pugliese las esculturas de “la Mona” y Rodrigo, para recibir algunos retoques. “Todo lo que nosotros realizamos es en fibra de vidrio y resina epoxi –explica María José Delger, asistente personal del artista–. Y si bien las obras tienen una pintura especial y van con una terminación de un barniz bicapa, similar al que tienen los autos, es como si pusieras cualquier cosa a la intemperie varios años. Se termina decolorando. El estudio se compromete a hacerle a todas sus obras lo que se llama un refreshing gratuito. Cualquier figura que esté al sol tiene que tener un retoque”.

El parque temático Brochero Santo, ejecutado por el gobierno de la Provincia de Córdoba y en cuya gestación Pugliese tuvo un rol decisivo, contó con la participación de monseñor Guillermo Karcher, sacerdote argentino que integra el equipo de ceremonial de la Santa Sede.

“Me vinieron a ver para hacer algo y yo dije que les hacía toda la historia de la vida de Brochero –relata el artista–. Me fui al Vaticano a ver al Papa y le dije lo que quería hacer. ‘Esto va fantástico, dale para adelante’, me dijo el Papa. Esto se inventó y se hizo totalmente en mi estudio. Yo hice las figuras. Lo que es una idea autóctona de Córdoba es el diseño arquitectónico de las estaciones, inspirado en la forma del nido de hornero”.

Dorada Leonor

El primer paso en el proceso de realizar la escultura de Leonor Marzano fue contactarse con Eduardo Gelfo, hijo de la artista, cuenta Nacho Lucero. “Él me ubicó en la época -recuerda-. Tocar cuarteto en los años ’30, ’40 y ’50 era literalmente una aventura. Era salir con un camión o con un colectivo y subir el piano (no un teclado, ¡el piano!), el violonchelo, a la banda entera, y mandarse. Me parecían notas de color fantásticas”.

“Este tipo de obras suponen algo muy fuerte tanto para los familiares del homenajeado como para el escultor. A mí me gusta hacer hincapié en eso. Busco ese contacto”, enfatiza.

La escultura de Leonor Marzano es un atractivo para los transeúntes.

Gelfo le contó a Lucero una “anécdota adorable”, que terminó incorporada en la obra: “En las giras por lugares campestres, cuando se prendían las luces del escenario todos los bichos se concentraban ahí. Leonor tenía unos peinados de la época muy batidos, y el bicherío se le iba a la cabeza y se le metía en el pelo. Era una tortura. Entonces un gringo le dijo: ‘Yo te soluciono el problema’. Y le puso tres o cuatro sapos arriba del piano. Después La Leo pedía los sapos prácticamente por contrato para poder tocar en paz. Entonces decidí meterle los sapos a la pieza”.

“Los primeros sapos que hice fueron de vidrio, pero no lograba cerrarlos bien –relata–. Hice después tres sapos que estaban destinados a que se los robaran y efectivamente se los robaron. No lo tomo a mal para nada, estaba casi previsto que iban a ser unos souvenires para alguien. Y después hice los actuales, que son de resina, están súper reforzados y son a prueba de todo”.

El llamativo dorado de La Leo se debe a la intención de ir más allá del “color local”, explica el escultor. “Soy un intérprete del personaje -señala-, y también pongo mi punto de vista. Prefiero salir del pelo color pelo, del cachete color carne y los labios rojos, porque me parece que está bueno llevar lo popular un poco más allá, llevarlo (entrecomillas) al bronce, sacarle lo más pintoresco”.

Lucero explica que en este tipo de obras el color, en términos técnicos, supone grandes inconvenientes: “Son piezas que están al sol, a la intemperie, y es como que se les va el maquillaje, se les corre el rímel, se les va el color del pelo y de la ropa. Es mucho más complicado el mantenimiento. Si no las mantenés, lo cual es muy probable en la obra pública (no por una voluntad de descuido, necesariamente), terminan después siendo una caricatura, y yo quiero salir de ese lado caricaturesco. A La Leo, le dije a Eduardo, la voy a hacer un poco más alta. La voy a hacer sin tantas arrugas. Son cosas que yo propongo para la imagen pública. Con Leonor yo tenía una cierta ventaja y es que no estaba tan instalada en el imaginario de la gente. Entonces podía mentir un poquito”.

Mirando a la plaza

La ubicación de la escultura de Salzano en el Sorocabana, frente a la Plaza San Martín, se decidió pensando en la frecuencia con la que el escritor acudía al bar, sitio predilecto donde le daba forma a las columnas que se publicaban en la sección “Quiénes y Cuándo” de La Voz.

Lucero conoció en la intimidad al escritor y trabajó con él. Fue el primer proyectorista de la nueva etapa de El Ángel Azul, cuando Salzano refundó la sala, y fue también proyectorista del Cineclub Municipal.

“Además de representar -enfatiza Lucero-, intento meter lo que tiene cada uno. Daniel tenía esa cara de perro. Serio. Tenía esa especie de dureza. Y que estuviera con la mirada perdida en la plaza, pensativo, meditabundo, fue una intención muy clara de que salga así”.

Lucero y la escultora Andrea Toscano habían trabajado juntos en un busto de Raúl Alfonsín, y volvieron a unir mentes y manos para la obra dedicada a Salzano. “Comenzamos a seleccionar fotos en las que íbamos mirando detenidamente para luego empezar a dibujar -cuenta la artista sobre el proceso-. Ahí comenzó un primer encuentro con Salzano al observar los diferentes momentos de su vida, sus distintas expresiones y actitudes, que fueron significando para mí una biografía denotada en las formas, texturas, pliegues y volúmenes de su rostro. La arcilla como materia blanda permite ese diálogo fluido que hace posible la impronta fresca e inmediata de lo que me inspira”.

La escultura de Daniel Salzano, en el Sorocabana (La Voz Archivo)

Reflexiona Toscano: “Cuando se piensa en una obra de espacio público, primero se deciden las formas y la materialidad en función a la seguridad de los transeúntes, la estabilidad del anclaje o emplazamiento de la obra y la preservación de la misma de acuerdo al material definitivo en el que se realizará. Además, en este caso, el lugar de ubicación, el bar Sorocabana, fue de gran acierto ya que en ese lugar Salzano pasaba largas horas escribiendo, pensando y observando las calles”.

“Es un honor que una obra mía esté en un lugar público neurálgico de la ciudad, lo que significa la confianza de quienes nos convocaron –añade–. Implica una gran responsabilidad como artista. También es gratificante pensar en lo que genera en un público que conoció su obra, permitiéndole a la gente recordarlo y volver a él en esa imagen”.

A la artista le parece un acto cultural de alta relevancia el apoyo a estos proyectos “como recuperación de valores artísticos que trascienden a otras generaciones como parte de nuestra identidad”.

Sentado en la platea

Nacho Lucero no es futbolero y tampoco siente el cuarteto en las vísceras, pero se enganchó de inmediato apenas el Club Atlético Belgrano lo convocó para realizar una escultura en homenaje a Rodrigo, conocido hincha pirata, para ser instalada en el Gigante de Alberdi.

“De entrada me gustó la idea -cuenta-. Por la cercanía con la gente. Cuando uno hace algo, quiere que eso tenga un montón de amigos. Me encanta que Rodrigo esté sentado en una platea de una cancha de fútbol”.

“A mí me gusta mucho adentrarme en el personaje, porque necesito algo de lo cual agarrarme”, señala. Y añade: “Con Rodrigo tuve que reconstruirme en algunos conceptos. Porque la obra está en una cancha de fútbol. De hecho, realicé dos cabezas. Cuento algo relativo al oficio: es muy difícil hacer los dientes. Hacer una boca abierta es muy incómodo. No hay muchas esculturas que tengan la boca abierta, porque requieren otra complejidad. El cuenco, la oscuridad, además de que los gestos de la cara se marcan de otra manera. Mis anteriores esculturas eran de políticos o personajes públicos a las que les bastaba una media sonrisa. Pero acá se trata de alguien que estaba gritando en una cancha, no podía poner a alguien con la boca cerrada, estoico. Había una producción fotográfica de La Voz en la que se lo ve con la boca abierta. Con el tiempo me di cuenta de que la cosa era así, y terminé haciendo exactamente lo contrario que había dicho que iba a hacer”.

El escultor dice que se siente afortunado por haber podido hacer estas piezas: “Tienen un contacto con la gente que es más real que el de la obra de arte de una galería o un museo. Yo no me creo artista, soy un artesano especializado. Y me gusta mucho ese lugar. Es más genuina y menos rebuscada la relación con la gente”.

El verdadero pintor de los cuadros de Shtisel: no lee antes el guión y no tiene ninguna religión

Fuente: Clarín ~ Las obras de Akiva Shtisel, en la serie, salen de la mano del artista Alex Tubis. Cómo es el hombre tras el personaje.

-Es una pintura, papá, no es la vida real- dice Akiva.

-Todo es vida, y lo que hacemos con ella- responde Shulem, su padre.

Shulem, interpretado por el actor Dov Glickman, y Akiva, a cargo de Michael Aloni, son dos de los protagonistas de la serie Shtisel, que llegó a Neflix en 2018 después de cosechar éxitos en Israel desde 2013, y ahora estrenó su tercera temporada.

Shtisel, se supone, es una serie acerca de una familia de judíos ortodoxos y costumbres férreas que vive en un barrio de Jerusalén.

Alex Tubis. El hombre detrás de Akiva Sthisel. Foto Artsy.net
Alex Tubis. El hombre detrás de Akiva Sthisel. Foto Artsy.net

Pero es mucho más que eso: las relaciones humanas, el amor, las apariencias, la vocación y la vida a través del arte son solo algunos de los tantos temas que aborda esta pieza creada por Ori Elon y Yehonatan Indursky con inusuales dosis de talento y originalidad.

El diálogo del comienzo se produce una vez que el veinteañero Akiva decidió que, además de rezar, estudiar y enseñar la Torá (los cinco primeros libros de la Biblia), consagrará su vida a aquello que lo hace sentir pleno: la pintura.

Su padre, rabino y director de una institución destinada a la enseñanza religiosa, protagonizó un escándalo al considerar que en uno de los cuadros pintados por Akiva había ofendido la memoria de su madre, Dvora, fallecida poco tiempo antes. Nada que no suceda en familias, religiosas o no, de todas partes del mundo. Y en ramas del arte como la pintura, pero también la literatura, la música o la actuación.

El niño del pez dorado. Una obra significativa en "Shtisel". la pintó Alex Tubis. Foto Instagram Alex Tubis
El niño del pez dorado. Una obra significativa en «Shtisel». la pintó Alex Tubis. Foto Instagram Alex Tubis

Los cuadros de Akiva, que en la tercera temporada mantienen adquieren mayor relevancia de la que tenían en la trama de la temporada anterior, tienen un autor detrás: Alex Tubis, quien además de las pinturas pone literalmente las manos para el personaje del artista.

Nacido en Rusia en 1978, Tubis emigró a Israel de chico y estudió en la Academia de Arte y Diseño Bezalel. “Soy mucho más israelí que ruso”, cuenta a Clarín desde su tierra por adopción.

“Estoy acá desde hace treinta años, así que vivo en mi entorno con naturalidad. Aun así, creo que si uno mira profundamente mis pinturas verá mucho de Rusia en ellas, en cuanto a color y temperamento”, considera el autor de cuadros fundamentales en Shtisel, como El niño del pez dorado y el retrato de la madre antes mencionado, así como otros sobre una de las mujeres de la serie en la tercera temporada.

“Tengo un colega, que también es un buen amigo, que tiende a emocionarse con las cosas que hace en su estudio en tiempo real, pero la mayoría de las veces no puede entender al día siguiente por qué estaba tan emocionado”, cuenta Tubis, que elige no conocer el guión al momento de realizar las pinturas para la serie, y mantener así el interés en ella como un espectador común.

Shulem Shtisel. El padre del pintor, en la ficción, dirige una sala de estudios religiosos.
Shulem Shtisel. El padre del pintor, en la ficción, dirige una sala de estudios religiosos.

“Funciono completamente al revés, normalmente creo que lo he hecho bien, pero nada especial. Y luego, después de un tiempo, miro la pintura y pienso: ‘Wow, eso es bastante bueno en realidad’. Me pasó con todos los cuadros que hice para Shtisel. Pero no conocer el guión agregó un valor adicional a eso. Creo que el contexto inesperado me permitió ver mi propia pintura tal como la veo por primera vez, sin prejuicios. Con El niño del pez dorado recuerdo que fue muy emotivo. Me avergüenza admitir que mis ojos estaban húmedos al final de ese episodio”.

El artista, en la serie, lleva el nombre del rabí Akiva, que vivió entre los Siglos I y II D.C. y es nombrado en el Talmud –libro que reúne discusiones rabínicas sobre leyes, tradiciones, costumbres y relatos judíos- como “Cabeza de todos los sabios” y cuyo nombre trascendió a través de las generaciones junto a la repetición de su principio bíblico favorito: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.

Akiva Shtisel comprende a partir de un sueño, en el que aparece su madre, que para amarse a él mismo –y luego a los demás- debe liberarse de un pacto familiar que le impide desarrollarse como artista.

¿Qué tiene en común el pintor nacido en Rusia con el personaje del religioso? “Creo que ambos podemos ser y también mostrar algo muy inseguro al mundo exterior, pero tenemos un conocimiento exacto de lo que queremos al mismo tiempo”, sostiene Tubis.

“Aunque él es un religioso ortodoxo y yo no puedo relacionarme con ninguna religión, creo que ambos tenemos una gran fe en el Dios de la pintura, o en Dios como creador, diría yo. Creo que entiende que tiene ese talento (nunca estudió por lo que yo sé) y que puede y tiene que comunicarse con él mismo y con el mundo a través de él”, dice el artista.

Tubis no cree que “haya cambiado algo importante” en su obra a partir del reconocimiento que obtiene con Netflix.

“Solo ahora, a partir de la tercera temporada, publiqué algunas de las pinturas que hice para la serie en Facebook e Instagram y siento el zumbido. Personas de todo el mundo me escriben sobre cómo aman a Shtisel y dicen que mis trabajos contribuyen mucho al carácter de Akiva. Es muy bonito, pero también me resulta extraño. No estoy acostumbrado, a la vez hay algo que me indica que es mejor para el artista seguir siendo desconocido. La mayoría de los artistas que adoro eran así, y eso les permitió crear un arte más íntimo y profundo. Pero también sé que el zumbido no durará mucho tiempo, y trato de permitirme disfrutarlo mientras esté aquí”.

¿Qué es el arte?

“Si dan una vuelta por nuestro barrio y le preguntan a un judío anciano qué es el arte, qué es un museo, ¿saben qué dirá?”, pregunta Shulem en un momento de la segunda temporada de la serie, cuando le entregan un importante premio a Akiva por sus cuadros y él decide acompañarlo y brindar un discurso a los presentes.

Dirá “que el arte fue creado por los gentiles porque ellos no tenían la Sagrada Biblia. E inventaron museos porque no tenían salas de estudio”. Y sigue: “Soy maestro de Talmud Torá. Para ser más preciso, Director. Quiero decir (…) que dar premios a jóvenes artistas es importante, pero si contribuyeran con Talmud Torá, con niños dignos que estudian la Torá, como lo hacen los judíos desde hace miles de años, antes de que siquiera el arte existiera, sería el premio más grande”.

Shulem habla como el patriarca acostumbrado a ordenar y marcarle el rumbo a cada uno de los integrantes de su entorno. Estas palabras las dirige al mecenas y al representante de su hijo pero también a todo el público presente: el joven abandona el lugar avergonzado.

“Otro de mis puntos en común con Akiva es el encendido y apagado que tiene con la pintura”, sigue Tubis antes de cerrar.}

“Realmente pude entenderlo cuando tuvo un descanso con la pintura. Yo también tengo esos descansos. No quiero pintar solo porque soy pintor. Quiero sentir que realmente quiero hacerlo. Puedo pensar que no tengo que pintar. Pero luego, cuando vuelvo, es como beber agua después de caminar durante horas por el desierto. Probablemente sea mi proyección, pero supongo que Akiva siente lo mismo”.

La investigadora Gabriela Rangel renunció a su cargo como directora del Malba

Fuente: Télam ~ En un comunicado Rangel, la primera mujer en ocupar el puesto de directora del museo renunció a su cargo y dejará la institución en junio, «en el marco de una crisis internacional sin precedentes marcada por la pandemia».

A dos años de su nombramiento como directora artística del Malba, la investigadora y curadora venezolana Gabriela Rangel abandonará su cargo en junio, «en el marco de una crisis internacional sin precedentes marcada por la pandemia», según un comunicado difundido hoy por el espacio fundado por Eduardo Costantini.

“Asumí el cargo de directora artística del Malba en septiembre de 2019, tarea que he venido ejerciendo con dedicación y tenacidad, gran parte durante la cuarentena declarada en el país por el COVID 19. Tomo esta decisión en un momento singular e impredecible», destaca en el comunicado Rangel, la primera mujer en ocupar el puesto de directora del museo.

«He aprendido mucho de esta experiencia, que me ha abierto a otros caminos profesionales. Agradezco al equipo del Malba, a mis colegas y colaboradores de la comunidad artística internacional, a la presidencia y la junta directiva, el Comité de Adquisiciones y la Asociación de Amigos y a la comunidad artística e intelectual de Buenos Aires por su cálida hospitalidad durante mi estadía en esta ciudad. Me voy con una inmensa gratitud hacia la Argentina por esta oportunidad”, agrega.

Durante su gestión, la curadora llevó adelante el desafío de programar el museo presencial y el museo virtual, que se consolidó a través del desarrollo de nuevas iniciativas lanzadas en la plataforma en septiembre 2020: “La historia como rumor” y “Hable con ella” y una serie de conferencias y charlas virtuales con destacados referentes nacionales e internacionales.

En paralelo, Rangel formó parte del núcleo fundador de la Red Argentina de Museos y Espacios de Arte (RAME).

El archivo bilingüe “La historia como rumor” reúne una serie de exhibiciones digitales que documentan y actualizan la lectura de un conjunto de performances contemporáneas realizadas por artistas de América Latina y latinos entre el fin de la Guerra Fría y el comienzo de internet, además de crear una red colaborativa con curadores invitados, expertos e instituciones internacionales.

Por su parte el proyecto “Hable con ella”, realizado junto a un equipo interdisciplinario, pone en diálogo a obras del acervo del museo con la mirada de diferentes artistas argentinos y latinoamericanos.

En relación con el patrimonio, Rangel elaboró junto a curadoras del museo una nueva narrativa de la Colección Malba, “Latinoamérica al Sur del Sur”, concebida desde una perspectiva regional situada en Buenos Aires y a manera de palimpsesto, elaborado sobre otras muestras del acervo.

En este período, Malba recibió donaciones de obras de Donna Conlon, Milagros de la Torre y Karin Idelson y se adquirieron nuevas obras para la colección de artistas como Maris Bustamante, Marcia Schvartz, Martin Chambi, Sharoanawe, Graciela Sacco, Regina José Galindo, Sofia Muriente, entre otros.

También proyectó el programa Paralelo 1//3, con la exhibición “Fuera de serie” de las artistas Alejandra Seeber y Leda Catunda, que comprende una exhibición en dos salas poniéndolas a funcionar en diálogo, resignificando los espacios del museo y proponiendo una participación del público en la construcción espacial del discurso museológico.

En la explanada de Malba, la curadora instaló “Leverage” (Palanca) obra participativa del artista mexicano Pedro Reyes que propone un modelo de escultura social.

Por último, “Terapia” –muestra que Rangel elaboró en su programa junto a Verónica Rossi y Santiago Villanueva– concreta un proyecto de investigación de casi dos años donde se interrogan las condiciones que hicieron del psicoanálisis una disciplina y un discurso apropiados y reelaborados en la Argentina a lo largo del siglo pasado.

Le dijeron que si se dedicaba al arte iba a morir de hambre, viajó a Estados Unidos y hoy lidera el cambio cultural en Nueva York

Fuente: Infobae ~ Solana Chehtman suele contarle a sus nuevos alumnos del máster de Administración de Artes de CUNY, la Universidad de la Ciudad de Nueva York, la parábola de cómo la vocación se impuso en su vida contra todo mandato. A esta argentina que hoy es una de las protagonistas de la transformación de uno de los paisajes culturales más icónicos del mundo, cuando terminó la secundaria en el Nacional Buenos Aires la convencieron de que dedicarse al arte era una mala idea: “¡Te vas a morir de hambre! ¡Elegí una carrera con salida laboral!”.

Y entonces, siguió el manual: se anotó en Relaciones Internacionales, hizo una maestría en Políticas Públicas y entró a trabajar en el área institucional del Grupo Techint. Hasta que, a los 33 años, con todo un recorrido hecho, viajó a Nueva York para estudiar Política Educativa en Columbia, y algo cambió. “Me di cuenta de que la cultura y el arte podían tener un impacto igual o mayor al de la educación en la transformación social”, dice a Infobae en el bar del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, en un alto de una visita para ver familia y amigos junto a su hijo Max Astor, de cuatro años.

Astor es el nombre criollo que negoció con su marido americano porque además de argentino, era totalmente bilingüe y nadie le iba a cambiar la pronunciación. Instalada en el sur de Brooklyn, hace casi una década que vive en los Estados Unidos, donde con el tiempo también se casó y fue madre. Empezó haciendo pasantías en instituciones culturales, hasta que la llamaron para un trabajo temporario en la ONG Amigos del High Line, el parque público construido sobre las vías de un tren que atravesaba la ciudad, a más de diez metros del nivel de la calle. Aunque en los 90 se llegó a pensar en demolerlo, hoy es una de las atracciones del barrio de Chelsea, donde los turistas pasean y se mezclan entre locales que participan de diferentes programas comunitarios, porque se sienten parte.

Chehtman fue parte esencial de esa búsqueda de “conectar con los vecinos a través de proyectos culturales” que ahora continúa desde la dirección de programas cívicos del centro de arte The Shed. Pero tal vez el primer cambio fue personal: “Me animé a empezar de cero en un lugar completamente distinto, y dio sus frutos”.

"En el subte hay un afiche en el que estoy como parte de un equipo de selección de obra virtual", cuenta Solana

«En el subte hay un afiche en el que estoy como parte de un equipo de selección de obra virtual», cuenta Solana

–¿Cómo llega una argentina a ser parte de un proyecto cultural tan emblemático como el del High Line?

–Cuando entré era un proyecto que se había concentrado muchísimo en la reutilización de instalaciones públicas: se presentaba a sí mismo como un lugar lindo, un lugar de flores, un lugar para disfrutar. Pero no tenía mucha conciencia de quién iba o por qué. Y entonces se empiezan a preguntar: “Cambiamos un montón el escenario de la ciudad en esa zona, el área se desarrolló muchísimo, hay edificios de millones de dólares, y todavía tiene vivienda pública subvencionada muy cerca, con población incluso de clase media que no tiene ni donde comprar frutas y verduras porque todo es tan caro”. Se dieron cuenta de que su público había empezado a ser pura y exclusivamente turistas, y que eso era muy criticado. Querían empezar a pensarse como otra cosa. Yo fui parte de la gestión que decidió pensar el High Line como un espacio híbrido y como un espacio público, con todo lo que eso significa. Nuestro trabajo fue pensar cómo hacíamos para conectar con vecinos. ¿Qué cosas les van a atraer a ellos de este espacio? ¿Qué tenemos que traer acá para que sea un espacio donde ellos se sientan representados, interesados, incluidos, para que puedan participar activamente?

–¿Cómo te das cuenta de que una experiencia va a ser transformadora y convocante para una comunidad?

–Para mí lo más convocante son los artistas, a quien invites a trabajar con vos. Que sean artistas sean parte de una comunidad en sí misma, que traigan a su comunidad al espacio. Nosotros empezamos a trabajar exclusivamente con artistas locales, que fueran, en general, o emergentes o de mediana carrera, pero reconocidos por sus pares y por comunidades artísticas diferentes, que trajeran una perspectiva particular. Y los invitamos a pensar el espacio público activamente. Hicimos, por ejemplo, una serie de performances que se llamó Out of Line, inspirada por una vecina de High Line, porque cuando estaba en construcción, una de las luces estaba mal enfocada y daba directamente a su balcón. Entonces esta vecina, que había sido una música punk y fotógrafa, se quejó, y como nadie hizo nada, decidió invitar a sus amigos a hacer performances en ese balcón. Duró hasta que el administrador del edificio se lo prohibió. Pero nosotros sabíamos de esta historia, que era medio de culto, y decidimos rendirle homenaje, primero, invitándola, y después, con una serie de encuentros que traían la cultura de las calles de Nueva York y el pasado del High Line, que mientras estuvo cerrado fue un espacio de arte clandestino.

“Me animé a empezar de cero en un lugar completamente distinto, y dio sus frutos”, dice Solana  (Thomas Khazki)

“Me animé a empezar de cero en un lugar completamente distinto, y dio sus frutos”, dice Solana (Thomas Khazki)

–¿Qué pasa al revés, cuando el arte y la cultura no miran a la comunidad?

–Hay dos conceptos que me interesan mucho: uno es el de democracia cultural y el otro es el de resonancia. La idea de resonancia es como una llave que te permite descubrir un significado y un sentido de las cosas. Para mí el arte puede ser un espacio de reflexión y de espejo: poderme ver reflejado o poder descubrir a un otro. Hoy en día, además, me parece que desde estas mal llamadas minorías el contenido que se está produciendo y el cuestionamiento y las ideas son mucho más interesantes. Ya hemos tenido siglos y siglos de artistas hombres blancos. Y me parece que es el momento, desde los espacios culturales, de armar una plataforma de visibilidad para otras cosas. A eso definitivamente me dedico.

–¿Cuál es tu trabajo en The Shed en ese sentido?

–En The Shed el trabajo es similar en un contexto completamente distinto. The Shed es un espacio de artes multidisciplinario y en su misión misma está hacer todo tipo de arte para todo tipo de públicos. El esfuerzo que ellos hicieron desde un principio fue diversificar su staff y diversificar los tipos de proyectos culturales que presentan. Yo entré a trabajar dos semanas después de que abriera el espacio, con todo nuevo. Trabajamos con convocatorias para artistas emergentes, que es un rango que no tiene suficiente apoyo en Nueva York ni en ningún lado, y es donde hay un montón de libertad para imaginar cosas por fuera de todo lo existente. Es un espacio de experimentación y de creatividad alucinante. Ellos ya tenían una idea de descentralizar la mirada cultural, invitando a distintos panelistas y reviewers de todos los sectores a evaluar propuestas. Aprendimos muchísimo de diálogo con los artistas. Vamos por la segunda edición del Open Call y logramos subir casi al doble la cantidad de gente que se presentó, aumentar muchísimo la cantidad de proyectos de artistas que se identifican como latinos y como discapacitados. Realmente hubo mucho trabajo en pensar “¿Quién falta? ¿Quién no está representado? ¿Cómo hacemos para llegar a ellos?”.

–¿Hacen convocatorias pensando específicamente en incluir a determinados públicos que son o fueron habitualmente marginados?

–No. Hacemos una convocatoria abierta, porque es una organización muy mainstream. Pero cuando pensamos a qué colegas vamos a invitar, incluimos a quienes trabajan con artistas que se dedican a eso específicamente, porque son nuestros embajadores. Pensamos, por ejemplo, que nos faltaba gente del Bronx, que es un área de Nueva York que tiene un montón de artistas, pero que en general están subrepresentados; entonces decidimos invitar al Consejo de las Artes del Bronx. Hicimos lo mismo con CUNY, la universidad pública de la ciudad, para que los artistas vinculados a la educación pública también se sintieran invitados. Me parece que la estrategia en el medio es lo que cambia el resultado más que como uno lo presenta. Después, la selección final es definitivamente muy diversa y los proyectos son sumamente diversos en términos de disciplinas en todos los términos.

En el High Line

En el High Line

–¿Cómo cambió la cultura comunitaria con la pandemia y el aislamiento? ¿Qué desafíos impuso?

–El arte y la cultura son una de las principales industrias de Nueva York, y todo se tuvo que reprogramar. En The Shed éramos nuevos. Entonces vimos, en primer lugar, una oportunidad muy grande de apoyar económicamente a los artistas que son en general profesionales independientes que no iban a tener las mismas redes de seguridad que otros profesionales. En segundo lugar, nos interesaba que los artistas, que son personas con una sensibilidad y una capacidad de articular lo que estamos viviendo todos, pudieran crear activamente y ayudarnos a los demás a entender lo que estaba pasando. Y en tercer lugar, era una oportunidad de conectar con estas nuevas audiencias y brindarles un espacio de intercambio en un momento en que estaban aisladas. Veíamos que muchas organizaciones compartían material existente casi como un entretenimiento, y a nosotros nos interesaba algo distinto: generar un lugar de encuentro y reflexión.

–¿Y cuáles fueron los proyectos más interesantes que resultaron hasta ahora de ese espacio?

–Lideré el proyecto Up close, que se propuso invitar a artistas que considerábamos de nuestra familia para hacer proyectos digitales, que muchos no habían hecho nunca. Uno de mis favoritos es el de dos músicos que habían participado en proyectos muy distintos y se reunieron por zoom –cuando la pandemia recién empezaba– para hacer la ceremonia de duelo del abuelo de uno de ellos que acababa de morir y no podían despedir por las restricciones del Covid. Otro muy interesante fue pensando en cómo vivieron la pandemia artistas con discapacidad. Lo hizo un colectivo que se llama Brother Sick, que contó en una pieza documental su experiencia con enfermedades crónicas durante la pandemia, y cómo nunca pudieron realmente aislarse porque tuvieron que seguir yendo a sus citas médicas. Ellos tomaron la accesibilidad como arte en sí mismo, porque son una comunidad que históricamente tuvo que armar sus propias redes de cuidado; las herramientas que nosotros aprendimos a usar ahora, para ellos eran cotidianas hace muchísimo. Y ahí también está lo que te digo de las “mal llamadas minorías”: lo que no suma es ver a estos grupos como necesitados, sino pensar qué pueden aportar, qué traen. Estamos pudiendo ver ahora que hay décadas de arte y pensamiento que no se mostraban. Pero no se trata solo de abrir la puerta, sino de dar lugar para que todos puedan aportar lo suyo.

En el MAMBA durante su visita a Buenos Aires (Thomas Khazki)

En el MAMBA durante su visita a Buenos Aires (Thomas Khazki)

–Vos misma te presentás como mujer, latina, firmás con tu pronombre She/Her, ¿esa identidad hoy te juega a favor o en contra?

El tema del género fue un descubrimiento generacional, allá se usa hasta cuando llegás a una reunión, para evitar equivocaciones. En cualquiera de los programas públicos que presento, yo arranco por decir “soy mujer, latina, tengo el pelo así…”, incorporamos identificaciones visuales, lenguaje de señas. Como inmigrante, tengo una posición muy privilegiada, porque estoy documentada, tengo un marido americano que me puede ayudar, estoy educada, pero eso no quita que navegar todo el sistema de seguridad social, el sistema médico y la escuela pública, es muy difícil: son todas cosas que te hacen vivir la vida como inmigrante. ¿Si es un beneficio hoy ser mujer y latina para alguien como yo? Sí, pero no: porque una cosa es ingresar, otra que te incluyan en la mesa de toma de decisiones, y una tercera es que te escuchen y que te hagan caso. Sí, ahora ingresamos, pero todas las otras barreras siguen existiendo. Formar parte, que te presten atención y liderar el cambio siendo mujer y latina todavía es muy difícil.

–¿Hace cuanto no venías y cómo encontraste a Buenos Aires?

–No venía hace un año y medio, por la pandemia. Vengo mucho y me encanta Buenos Aires. Tuve la suerte de vivir acá en una época donde la cultura independiente me marcó, desde las fábricas recuperadas, a los sellos de música independiente. Me parece que eso sigue vivo y bien, veo todo lo que pasó con el movimiento feminista y de género, en general; con Justicia Museal, Identidad Marrón, ¡hay muchísimas cosas súper interesantes pasando! En las instituciones culturales también hay cosas muy buenas, aunque me encantaría ver más centralidad de las audiencias y de los públicos como agentes de participación, de cambio y de diálogo. Acá mismo, el MAMBA es un buen ejemplo de una institución que trabaja mayoritariamente con artistas locales contemporáneos y apunta a desarrollar públicos diversos. Estoy siempre fascinada por todo lo que pasa en Buenos Aires, que creo que es lo que hoy me permite hacer mi trabajo allá. Yo no me fui de la Argentina desencantada: si pude hacer este recorrido es también gracias a la formación que tuve en mi país.

Marta Minujín: «El arte está por encima de la política»

Fuente: Cronista ~ Marta Minujín llegó a París con menos de 20 años. Fue a principio de la década del ’60 cuando atravesó el océano gracias a una serie de becas ganadas para instalarse en el que era en ese momento centro neurálgico del arte mundial. Vivió en condiciones lamentables -durante un periodo pernoctó en un piso sin baño y utilizaba los baños públicos de la calle-, con poco dinero, invirtiendo solo en materiales.

Pese a la temprana edad Minujín produjo en Francia obras que sentarían las bases estilísticas de toda su producción hasta el día de hoy. El colchón como material para sus esculturas nació en aquella época. Hoy, a 60 años de esa experiencia, la artista vuelve a presentar una de sus esculturas blandas, tal como las bautizó, en la Fundación Santander.

«Implosión» es una pequeña exhibición compuesta por tres obras site specific de todo lo que es capaz Minujín: la artesanía de manipular colchones para darle formas orgánicas, el manejo de la pintura para confeccionar la estampa de líneas rectas en colores estridentes, el trabajo del hierro y la incorporación de tecnología a sus obras.

Conceptos entrelazados (2021) es una de sus clásicas esculturas herederas de los trabajos con colchones realizada a partir de la superposición de telas rellenas en formas orgánicas. Hay que contemplarla de lejos, rodearla, detenerse en las distintas estampas que forman las composiciones de tiras.

En frente se ubica Arte inmersivo (2021), «una suerte de galería blanda virtual», escribe Rodrigo Alonso en el texto curatorial que acompaña la muestra. En las paredes y el piso de un recinto cerrado se proyectan las franjas de colores de los colchones, giran de un lado para otro mientras de fondo suena una música minimalista.

Lo más interesante de la exhibición se ubica en el patio de la torre que alberga la sede central del banco Santander. Autorretrato mediático (2021) reproduce en caños pintados en dorados la cara de Minujín. Marta deja los colchones y las tiras pintadas para manipular el hierro y conseguir originalidad sin correrse de sus rasgos estilísticos vigentes desde la década del 60. La obra se completa con una activación digital, una especie de aplicación Tinder que ideó la artista que conformará un mapa de almas a medida que los usuarios realizan un cuestionario que determina el color de su alma.

«Siempre me interesó muchísimo el público. Hay artistas a los que no les interesa tanto qué le pasa a la gente, pero la mitad de mi vida siempre traté de meter a la gente dentro de mi obra y que la gente se convirtiese en mi obra», recordó la artista en diálogo con la prensa el día de la inauguración.

Marta busca con sus obras «despejar de su vida cotidiana» a las personas, «que tengan un éxtasis con el arte, por eso siempre pienso que el arte está por encima de la política y de todo. Es un trabajo con el espíritu y con la mente».

Respetando los protocolos vigentes, la exposición podrá ser visitada a partir del 8 de abril reservando lugar a través de la web de la Fundación Santander.