Fuente: Clarín – Tal ha sido el entusiasmo que despertó el retorno del Centro Cultural Recoleta al perfil que lo caracterizó hasta 2016, que cualquier comentario crítico que no incluya ese clima puede resultar un ejercicio petulante. Mucho para celebrar. Esto se notó ampliamente al inaugurarse en marzo la primera parte del programa de exhibiciones de 2024 y acaba de reafirmarse el jueves pasado cuando abrió al público la sala Cronopios y sus adyacentes J y C, con la exhibición Cuánto pesa el amor, curada por Dani Fischer. Ninguna evaluación crítica llegará a imponerse a estos momentos de alegría por el reencuentro. Todo un handicap –y una responsabilidad– para el nuevo director Maximiliano Tomas y su equipo de colaboradores que en el breve tiempo que llevan de gestión pudieron articular todo lo que acaba de salir a escena.
Una decisión significativa de la nueva dirección es haber destinado una de las primeras salas del ingreso al público a mostrar la historia de la institución, emblema de la cultura argentina desde el retorno a la democracia. Un dato que la última administración optó por desconocer con frivolidad sorprendente.Mar de lágrimas, de Pablo Suárez.
Allí se despliegan algunos de los hitos que tuvieron al CCR como protagonista y gran convocante de todo tipo de experiencias experimentales desde los años 80 a las primeras décadas del 2000. El recorrido comienza por la reconversión edilicia del viejo convento en centro cultural, un proyecto fundamental que llevaron a cabo Clorindo Testa, Luis Fernando Benedit y Jacques Bedel, tres de los más talentosos arquitectos artistas y figuras claves del arte contemporáneo argentino. En el otro extremo, un momento inolvidable que tuvo lugar en la Sala Cronopios: la gran muestra de León Ferrari de 2004. Curada por Andrea Giunta, fue un acontecimiento que excedió la esfera del arte por las interesantes polémicas y debates que despertó en torno de la defensa de la autonomía del arte, entre otras cuestiones de gran importancia.
Entre un momento y otro, infinidad de actividades del Recoleta que hacen a la historia de la cultura argentina de las últimas décadas. Tal fue el caso de la mayor parte de las intervenciones políticas de Liliana Maresca en los 90, de las muestras La Kermesse: el Paraíso de las bestias, de 1986; Identidad, de 1998 y tantas otras que contribuyeron al perfil del Centro que hoy se apunta a recuperar y ampliar en los usos de espacios de expresión para las familias y otras actividades que anunció su director. Una de ella será la habilitación del auditorio para cine todos los fines de semana, espacios dedicados al libro y la lectura, más actividades en la sala Villa Villa. También se mantendrá la zona de descanso y trabajo con vistas al Patio de los Naranjos, uno de los legados más valorados de la anterior gestión.
Desde la entrada, el recorrido que empieza por el espacio histórico, continua con la habitual sucesión de exhibiciones que desde siempre se alojaron en el ala izquierda del Centro. En esta oportunidad cuatro de ellas curadas por Carla Barbero y Javier Villa, las flamantes incorporaciones de este año al equipo profesional del Centro.Centinelas, de Victoria Liguori, narra historias desde el imaginario de la ciencia ficción.
La lógica de estas muestras, según expresó Villa, buscó conectar temáticamente con “esos cuerpos que venían habitando el lugar”. Así se hilvanaron relaciones alrededor de distintos abordajes de la cuestión del cuerpo que, desde una perspectiva u otra es posible percibir en casi todas ellas. Desde el inquietante imaginario tipo ciencia ficción distópica de la artista cordobesa Victoria Liguori al exuberante encuentro de seres extraños que emergen de la pintura de Lucas Cardo –El Pelele–, otro cordobés convocado en esta ocasión por la también cordobesa Carla Barbero. Tanto en la sala de este último artista como en la de Bruno Grupalli, su vecino en esta ocasión, la pintura no ha sido confinada a la pared sino que es es presentada como parte de la construcción de una escena. Esencial a la articulación significativa del espacio donde los cuerpos de los espectadores pueden relacionarse con los cuerpos representados en unos territorios propios de la noche. Son espacios en que la penumbra cuenta a la hora de construir sensaciones y sentidos. Por caso, el clima del Café Concert que monta Bruno Grupalli a partir de su serie de retratos. Se trata de gente que asiste a un espectáculo. Cada cual enigmáticamente representado en un rincón o sentado a una mesa esperando el comienzo del espectáculo ante un escenario vacío. El clima tiene mucho de surreal, algo que afirman la suma de referencias que operan también como guiños al espectador. Claves para que descifre citas a la historia del arte o la música popular.Café bajo la influencia. De la serie Función privada, de Bruno Gruppalli, pinturas de gran formato con personajes solitarios en conciertos o locales de café concert.
Un clima Alemania años 30 sobrevuela varias de estas muestras a través de distintos datos. En la serie de bordados, dibujos, tapices y collages que presenta Jazmín Berakha se percibe una afinidad con las búsquedas de las modernistas de la Bauhaus, tanto en términos de las experiencias del color como en el desarrollo de refinadas formas semi abstractas. El conjunto llamado Odaraia, que la artista presenta ahora y en el que trabajó durante los últimos años, sintoniza con la revalorización actual de las prácticas del bordado y el tapiz, por tanto tiempo desdeñadas por su asociación con las labores femeninas.
Lejos de la levedad
- Por su parte en Cronopios, J y C –las salas más amplias del Centro–, la muestra Cuánto pesa el amor hizo su aparición el jueves pasado a toda orquesta bajo la batuta de Dani Fischer. Es la segunda vez en poco tiempo que este curador cuenta con un espacio tan desafiante para desarrollar una propuesta polifónica del tipo y al parecer no hay nada en él que lo intimide. Todo lo contrario, lo estimula.
Obra de Nicola Costantino en las salas del CC Recoleta.
¿Cuánto pesa el amor? Se diría que mucho, a juzgar por la infinidad de expresiones que le han llevado al curador hacer convivir a tantos artistas –sesenta en total– y tantas estéticas diferentes. Muchas ideas en torno de la cuestión convocante han sido plasmadas a través de pinturas, fotografías, videos, muchas instalaciones y esculturas. En ese sentido el amor puede pesar mucho, poco, ser dulce, tierno o doloroso, pero aquí se despliega en abundantes dosis y versiones para todos los gustos y sensibilidades.
Trabajos especialmente elegidos con dedicación hacen que el encuentro de obras de artistas consagrados y no tanto sea realmente valioso. Sin embargo, aún la amplitud de la sala Cronopios presenta límites de espacio para un proyecto tan ambicioso. Por caso, obras de artistas como Teresa Pereda y Silvia Rivas, que por sí solas llegaron a ocupar esa sala, en esta oportunidad no han contado con la adecuada holgura. La centralidad que se le ha otorgado a la obra de Charly Herrera ha sido clave para el ordenamiento del espacio pero, asimismo, muchas obras suyas, todas ellas muy buenas, no necesariamente suman al conjunto por una cuestión de espacio. Este es un problema y un desafío que plantea la generosidad de esta sala a la hora de distribuir territorios.Odaraia, de Jazmín Berakha, ocupa la sala 6 y reúne los últimos cinco años en el trabajo de la artista.
No ocurre lo mismo en las salas adyacentes donde lucen las obras de Débora Pierpaoli, Daniel García, Vicente Grondona, Gabriel Baggio, Hernán Marina, Pablo Suárez, Mariana Tellería, Nicola Costantino, León Ferrari, Sara Goldman, Mónica Fierro, Matilde Marín, Cynthia Cohen, Delia Cancela, Aili Chen entre tantos otros. La mayoría apunta a dar cuenta de las muchas formas en que el amor se pone de manifiesto con distinto tono, peso e intención. Algunas piezas aluden a la felicidad que produce el amor hacia el otro, otras al amor a los padres, a los hijos, al prójimo, a la naturaleza, a los animales, a la religión y sobre todo al arte. Nada de esto hubiera sido posible sin él. ¿Cuánto pesa ese amor?
El CC Recoleta (Junín 1930) abre de martes a viernes de 13:30 a 22 y los sábados y domingos de 11:15 a 22, con entrada gratuita.