Sorpresa argentina para la Bienal de Venecia: quién es Mónica Heller, la artista que representará al país en el mayor encuentro de arte del mundo

Fuente: Clarín ~ Nació en 1975 y se interesó por la animación, aunque afirma que no la puede definir con exactitud. Cómo llegó y qué cambiará en su carrera.

Llegó la hora: una animación de la artista argentina Mónica Heller representará a la Argentina en la próxima Bienal Internacional de Arte de Venecia, el evento de arte más importante del mundo, que se realizará entre abril y noviembre de 2022

El anuncio realizado hace algunos días sorprendió a todos: Heller se había presentado por su cuenta al concurso abierto por la Dirección de Cultura del Ministerio de Relaciones Exteriores. El proyecto se llamaba El origen de la substancia importada importará la importancia del origen y su título era de por sí un juego de palabras. Llegó con un boceto a las corridas. Y ganó.

El proyecto, que está en proceso de elaboración y del que aún no trascendieron muchos detalles, será una gran videoinstalación multicanal realizada en animación 3D, que va a ocupar todo el pabellón argentino dentro de la Bienal. Será algo así como un espacio organizado en torno a un sistema audiovisual integrado por proyectores, pantallas y un especial trabajo de sonido.​

Fuera de la premiación quedaron alrededor de 30 presentaciones realizadas por artistas, curadores y productores de lo más variados: desde participantes poderosos y con apoyo hasta otros poco conocidos.

Desde que pasó a ser la representante de la Argentina en Venecia, Heller se convirtió en una creadora de renombre.

Nacida en Buenos Aires en 1975, Heller da clases de arte para llegar a fin de mes. Desde ese momento de los años 2000 en que cursaba pintura en la Escuela Prilidiano Pueyrredón (actual UNA, Universidad Nacional de las Artes) no ha dejado de aprender sobre animación.

A fines de los ’90 y comienzos de los 2000 entró en contacto con las producciones de Nam June Paik, John Cage y Shigeko Kubota, todos artistas que trabajaban mezclando la imagen en movimiento, la música experimental, los sonidos, la performance y la videoinstalación.

¿Pero qué es la animación, este campo, este lenguaje, este conjunto de técnicas (poco frecuentes de ver en galerías y museos locales porque todavía no está totalmente aceptado en nuestro país como un “arte establecido” en sí mismo), que es el corazón del proyecto artístico de Heller?

Lo contesta la misma artista: “No tengo una definición exacta acerca de lo que es la animación”, detalla Heller, “aunque sí me gusta ver animaciones de muchas clases y procedencias diferentes. En algún momento fue considerada ‘lo máximo’ en términos de innovaciones cinemáticas».Heller trabaja con distintos tipos de animación, a los que suma dibujo y pintura.

Heller trabaja con distintos tipos de animación, a los que suma dibujo y pintura.

Suma: «También tuvo y tiene usos científicos diferentes: se utiliza para simular e intentar predecir todo tipo de escenarios, movimientos y comportamientos, desde el impacto de una catástrofe sobre determinado terreno hasta las posibles mutaciones de una célula, o el efecto de la erosión sobre tal o cual material».

«Sirve –explica Heller– para visualizar un montón de cuestiones: contrae o estira el tiempo”. Heller agrega que existe la animación narrativa, la animación como arte, o la animación como entretenimiento; los dibujos animados más tradicionales, el 3D, los estilos occidentales, los estilos orientales… “La verdad que este tema de la animación es una cosa interminable”.

–¿Cómo comenzaste a realizar animaciones cuando provenías del campo de la pintura?

–En animación soy autodidacta, pero puedo mencionar que luego de pasar por Paik, Cage o Kubota, comencé a mirar mucho cine experimental. Era la época del Festival de Cine Independiente de Buenos Aires, y de muchos ciclos nuevos en el Rojas, la Alianza Francesa y el Instituto Goethe.

Así comencé a ver videoarte. También, por entonces, me encontraba rodeada de amigos que estudiaban Imagen de Diseño y Sonido en la UBA. Es decir, todo me iba llevando hacia zonas alejadas de las formas más tradicionales de hacer arte.Mónica Heller. La artista nació en 1975. Foto http://www.boladenieve.org.ar

Mónica Heller. La artista nació en 1975. Foto http://www.boladenieve.org.ar

–¿Por entonces, a comienzos de los 2000, tenías en tu casa una computadora que te permitiera hacer animaciones? No era tan frecuente.

–Por entonces tuve mi primera computadora y empecé a trabajar en animación con Flash y con lenguajes informáticos como Html y Javascript. Hubo un cambio en ese entonces: de pronto se volvió más accesible poder realizar y editar videos en una PC hogareña.

Todo esto tuvo como consecuencia que me entusiasmara cada vez más con las herramientas digitales. Fue un movimiento orgánico sucediendo desde varios frentes.

–¿Qué tipo de animaciones realizás?

–Trabajo con distintos tipos de animación, a los que sumo otros medios algo más tradicionales, como el dibujo y la pintura. Una de las cosas que más me interesan es la exploración de diferentes medios y técnicas de animación: tengo realizados videos en 2D, en 3D y a veces combinando ambos estilos.

Uso todo tipo de softwares para modelar y animar, algunos decididamente profesionales y otros de carácter más amateur, que te ofrecen otras texturas, otras formas y otras restricciones también.

Con estos programas más limitados por lo general trabajo a partir de materiales y modelos preexistentes, ensamblando, componiendo y editando. En otros casos trabajo con modelos que nacen de dibujos digitales o son creados por mí directamente en el entorno virtual.

–¿Qué cosas te permite expresar la animación que no podés hacerlo mediante otras disciplinas o géneros?

–La relación entre imagen, movimiento, texto, sonido, montaje… Esa correspondencia es algo único de la animación, además de que en mi caso y en el de otros artistas es una herramienta excepcional para crear mundos y personajes que pueden tener comportamientos extraordinarios en todo sentido. Con la animación puedo darle forma a un “afuera” del mundo real, algo más cercano al mundo imaginario.

–¿Cómo te enteraste de que vas a ser la artista que represente a la Argentina en la Bienal de Venecia?

–Me enteré que mi proyecto había sido uno de los tres finalistas cuando estaba en Rosario. Había ido allí por la inauguración del Salón Nacional Castagnino-Macro, acompañando a unos amigos. El teléfono me sonó un sábado a la tardecita, estando a orillas del Paraná, enfrente de La Florida, y a punto de tirarme al río a nadar junto a (la artista) María Guerrieri.

–¿Cuál fue tu reacción ante la noticia?

–Por teléfono me comunicaron que tenía una reunión al día siguiente en Buenos Aires. Entonces me tomé el micro y volví lo más rápido que pude a Capital, ese mismo sábado. El domingo al mediodía tuve la reunión con el jurado, en el Museo de Bellas Artes. Luego de una entrevista se me dio a conocer que el proyecto estaba bajo seria consideración para representar al país en la Bienal.

–¿Cómo te enteraste del resultado final?

–Ese domingo salí de la oficina después de la reunión con el jurado. Ellos, tras una deliberación, me comunicaron la decisión final junto a una muy linda devolución, muy atenta y precisa.

–Durante la reunión, ¿qué preguntas te realizó el jurado?

–Las preguntas fueron del orden de la realización, relativas al montaje, cuestiones más prácticas. Se interesaron en saber si el proyecto era inédito y se charló también sobre una posible modificación del título original, para facilitar las traducciones. El juego de palabras puede resultar algo difícil de trasladar a otros idiomas.

–¿Pensás que la Bienal de Venecia cambiará muchas cosas en tu vida?

–¡Espero que sí! Para algunos es una consagración. Para otros, un reconocimiento. La Bienal tiene distintas dimensiones y un público bastante abstracto. Con el curador del envío, Alejo Ponce de León, también hablamos mucho sobre la necesidad de desmitificar un poco la Bienal, volverla algo más real y posible para los y las artistas argentinos.

Tenemos conciencia plena sobre el peso histórico del evento, sabemos que es una apuesta fuerte a nivel estatal también, pero a algunes artistas les cambiará la vida y a otros no. Esa expectativa desmedida puede resultar contraproducente. En mi caso igualmente espero que algo cambie.

–¿Hay algo que desees que ocurra a partir de tu participación en la Bienal?

–Me interesaría poder llegar a un público interesado en video y en el tipo de animación que hago. Me gustaría poder dialogar con una escena más amplia: hay artistas geniales trabajando alrededor del mundo.

En términos económicos y de exposición, afuera también hay un coleccionismo y una institucionalidad más cercana a estos lenguajes; acá se hace cuesta arriba muchas veces, lo cual es muy raro porque el video, la animación y la imagen digital tienen todo para resonar materialmente en contextos como el de América del Sur.

¿Qué tiene de especial esta Bienal?

¿Por qué todos los artistas quieren participar de la Bienal Internacional de Artes de Venecia? ¿Qué es lo que tiene la Bienal, que todo el mundo vinculado a la cultura desea estar allí?

Descontando que la misma ciudad, Venecia, es un patrimonio único, se trata de la Bienal más antigua del mundo: en 1895 tomó su primera forma bajo el nombre “Primera Exposición Internacional de Arte de la ciudad de Venecia”. Por entonces se realizó en los Jardines Napoleónicos pertenecientes al distrito Castello (los que actualmente siguen siendo la sede principal de la Bienal).

Pero en 1895, cuando comenzó, lo hizo durante un siglo en el que las grandes exposiciones universales –que demostraban poderío de Estados e Imperios, así como culturas y producciones de “tierras exóticas”, avances industriales y descubrimientos científicos– se sucedían.Obra de la artista argentina Claudia Fontes expuesta en el pabellón argentino, durante a presentación a la prensa del 57º Bienal de Venecia (Italia), en mayo de 2017. Foto EFE/ Zsolt Czegledi

Obra de la artista argentina Claudia Fontes expuesta en el pabellón argentino, durante a presentación a la prensa del 57º Bienal de Venecia (Italia), en mayo de 2017. Foto EFE/ Zsolt Czegledi

La diferencia radicaba en que esta era una “gran exposición internacional” dedicada solamente a las artes plásticas. Ya a partir de 1930, la Bienal de Arte fue uniéndose sucesivamente al Festival de Música Contemporánea (1930), el Festival Internacional de Cine (1932), la Bienal de Teatro (1934), la de Arquitectura (1980) y la de Danza (1999). Actualmente todas estas disciplinas están comprendidas dentro de la Bienal.

A medida que avanzó el siglo XX el mercado fue inundándolo todo, y el arte también. Las grandes exposiciones que comenzaron teniendo objetivos estatales, educativos, científicos, fueron transformándose en híbridos que mezclaron cada vez más el concepto de “feria” con el de “exposición” (conceptos que con anterioridad habían estado unidos, pero bajo otras circunstancias y en diferentes escalas).

La conformación y afirmación de galerías de arte, casas de subastas, la creación de colecciones y museos privados, la conformación de las industrias culturales, el surgimiento de un circuito turístico internacional con especial atención en el arte, no hizo más que descubrir a la Bienal desde otra perspectiva: como parte de una gran rueda financiera y prestigiosa, que va más allá del arte.

Por eso son múltiples los intereses (e interesados) en participar de la Bienal: se trata de una enorme vidriera por la que circulan los galeristas, coleccionistas, curadores más importantes del mundo. Es el evento al que cada país quiere enviar (como envío de representación nacional) lo mejor o más innovador que ese país posee en materia de cultura.

Para los artistas, se trata de una oportunidad que puede cambiar (y generalmente lo hace) su trayectoria profesional.

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