Fuente: Clarín ~ Una pintura del maestro holandés Rembrandt que se creía perdida fue hallada de la manera más insólita casi cuatro siglos después de su creación cuando se cayó de la pared de la casa de una familia en Roma, Italia.
Se trata del óleo sobre lienzo pintado entre 1632 y 1633 conocido como «Adoración de los Magos», que justamente representa en momento en que los tres Reyes Magos visitan al niño Jesús en su cuna.
La pieza invaluable formaba parte de una colección privada de una familia noble que no sabía que en su propia casa guardaban dicha obra, y permaneció «oculta» durante siglos.
«Los propietarios no tenían ni idea de quién era el autor del cuadro. En el siglo XIX, estas obras se consideraban adornos domésticos y se perdió el sentido de su valor», comentó Guido Talarico, presidente de la Fundación de Patrimonio de Italia (FPI).
Caída, restauración y hallazgo
Por una de esas cuestiones que suelen suceder, la pintura cayó del lugar del que colgaba allá por 2016 y al golpear el suelo dañó su marco.
Así fue que cuando el especialista responsable de la restauración limpiaba su barniz oscurecido por el tiempo, algo le llamó la atención. Comenzó a estudiar la obra a fondo y no tardó en reconocer que era un original del maestro barroco.
«Durante mi trabajo pude evidenciar una de las cosas más hermosas de la vida. Es una emoción que no tiene igual. Y me dejo llevar por el hechizo«, contó todavía con mezcla de orgullo y emoción la restauradora Antonella di Francesco.
Y sentenció: «Es la conciencia repentina de estar frente a una obra de un autor grandísimo que se te revela, que sale de su opacidad y te elige para ser redimido de las tinieblas».
Más sobre la obra de arte
La voz de otros expertos que se sumaron a la investigación respaldan la conclusión de la restauradora.
Las dimensiones del cuadro de 54 x 44,5 centímetros, sumadas claro estás a características técnicas estudiadas a fondo respaldan la teoría que atribuye la obra al maestro holandés.
Según trascendió, la «Adoración de los Magos» se había conservado solo a través de copias, entre las que aparecen como más reconocidas las de San Petersburgo y Gotemburgo.
Por el momento, la pintura sigue siendo conservada por sus propietarios, aunque no se descarta que pronto pueda ser expuesta en museos y galerías, difunde Italy 24 News.
Y tras algunas especulaciones, tampoco la familia expresó su intención de vender la obra de arte. Tal vez quieren disfrutar más y mejor de una obra de Rembrandt.
Fuente: La Nación ~ De la más clásica al más contemporánea, un museo de Holanda revisa diferentes representaciones que la pintura, la fotografía y la música hizo de la mujer que el Papa Francisco declaró “Apóstola de apóstoles”
Pocas mujeres son reconocibles de inmediato solo por su nombre en la historia, y mucho menos en el plano religioso. María Magdalena aparece en los cuatro Evangelios, fue la primera que vio a Cristo resucitado, y recibió el encargo de decírselo a los demás. Representada por los artistas como una joven de largos cabellos sueltos, ha protagonizado incluso la denominada Leyenda Áurea, según la cual emigró a Francia gracias a la divina providencia. Su imagen se ha ido adaptando a la doctrina y la mentalidad de la época, y ha llegado hasta la cultura popular, con reinterpretaciones tan llamativas como la de la televisiva Kim Kardashian, paloma blanca en mano y profusión de maquillaje. O la de la cantante Lady Gaga, en el video de su tema “Judas”. Fuerte y doliente, en éxtasis y cercana a la vez, Magdalena vertebra la muestra que se inaugura hoy en el Museo Catharijneconvent, un antiguo monasterio de la Orden de Malta, en la ciudad holandesa de Utrecht. La exposición subraya por primera vez la huella contemporánea de una santa cuya fiesta litúrgica -el 22 de julio- es de memoria obligatoria desde 2016 en el calendario romano por orden del Papa Francisco.
Hay un atributo que no ha abandonado las representaciones de María Magdalena hasta nuestros días: su cabello, rubio o rojizo, cubre su cuerpo desnudo en algunos momentos. Hasta Lady Gaga se rinde a una melena milenaria -en su caso platino- cuando canta que “Jesús es mi virtud, y Judas el demonio al que me aferro”. Su música acompaña el título de la exposición, María Magdalena, testigo principal, pecadora, feminista, que reúne esculturas, casullas sacerdotales ricamente bordadas, lienzos, tablas, pasajes de los cuatro Evangelios, adaptaciones fotográficas y al cine de la relación entre ella y Cristo, y un altar turbador. Está formado por delantales como los de las internas de las Lavanderías de la Magdalena, en Irlanda, donde miles de mujeres fueron sometidas a trabajos forzados entre los siglos XVIII y XX para redimir sus supuestos pecados. Magdalena era una mujer caída para las religiosas que dirigían dichos centros, y el altar incluido en Utrecht es de la artista estadounidense Patricia Cronin. El museo lo ha colocado junto al cuadro Magdalena (1994), de la pintora holandesa Marlene Dumas, que la sienta con la falda levantada para reflexionar sobre la belleza aceptada de las modelos de las revistas de moda, y la belleza casi inaceptable de las prostitutas.
“Hemos querido presentar esta dualidad: María Magdalena en parte como ejemplo de fe, porque se arrepiente de sus pecados, y también como la víctima de la etiqueta de pecadora, una condición que hoy no está bien vista. Son dos enfoques que coexisten y me gusta el debate que generan”, dice Lieke Wijnia, conservadora del museo Catharijneconvent. Hay un óleo que ilustra bien dicha dualidad. Es el retrato de una mujer adinerada que posa como Magdalena para perpetuar su propia devoción religiosa. Firmado en 1520 por Tommaso di Stefano Lunetti, presentarse como un santo era muy popular en los siglos XVI y XVII, y la modelo porta una vasija de ungüento como el usado para perfumar los pies de Cristo. “Es reconocida por unos artistas como una mujer bella y rica, y también como una ermitaña vestida de harapos que pena sus culpas. Tratamos de ilustrar el contraste, porque con sus aportes, Lady Gaga o Kim Kardashian reivindican también su sexualidad como algo de lo que puedes enorgullecerte como mujeres actuales”, añade.
María Magdalena es nombrada por los cuatro Evangelistas, Mateo, Marcos, Juan y Lucas, y este último dice que [María de Magdala] contribuyó con sus bienes a los tres años de prédicas de Cristo en Palestina. Poseída, de ella “fueron expulsados los siete demonios”. Marcos la menciona como una de las mujeres en la Crucifixión. Los cuatro apóstoles coinciden en que descubrió la tumba vacía, y Juan dice que ella le vio después de resucitar y le llamó Rabboni, maestro. Hay otra María, de Betania, hermana de Marta y de Lázaro, resucitado por Jesús, que se identifica también con Magdalena. Y aún una tercera, llamada pecadora por el evangelista Lucas que “unge los pies del Señor” y los seca con sus cabellos. En la liturgia romana, las tres mujeres convergen en una sola en el año 591 de la mano del papa Gregorio Magno. “Qué significan esos siete demonios, sino todos los vicios”, dijo. La liturgia griega, sin embargo, las reconoce por separado.
Todas sus caras han llegado al arte, y en la muestra hay también una María Magdalena en el desierto, pintada en 1869 por Pierre Puvis de Chavannes. Otra que deja atrás lujos y joyas y cuyo cuerpo desnudo simboliza la pureza espiritual del arrepentimiento, obra de Godfried Schalcken (1654-1706). Una figurita de cerámica como ermitaña, con el cabello que parece formar una unidad con el bosque, de la artista Kiki Lamers (2020). O un retrato de una joven vestida de blanco que mira de frente al espectador, ejecutado en 2019 por Egbert Modderman. Al final del recorrido, aparece con lágrimas y cabellera esplendorosa, pintada por Alfred Stevens en 1887. Todos ilustran la larga marcha de una mujer declarada por el papa Francisco “apóstol de los apóstoles” por el ejemplo de su amor a Cristo. Y a la que otro pontífice, Pablo VI, retiró el apelativo de mujer caída en 1969. Casi 14 siglos después de los demonios de Gregorio Magno.
Fuente: New York Times ~ Durante décadas, el monumental fresco de 10 paneles de Diego Rivera que representa un continente unido por la creatividad ha estado montado en el vestíbulo de un teatro del City College de San Francisco. Allí, un poco apartado del mundo del arte, ha sido cuidado como un acto de amor por un guardián que durante mucho tiempo ha soñado con encontrar una manera de permitir que más gente lo disfrute.
Ahora, después de cuatro años de un trabajo multimillonario en el que han participado ingenieros mecánicos, arquitectos, historiadores del arte, expertos en frescos, asistentes y aparejadores de Estados Unidos y México, el mural de 30 toneladas y 22,5 metros de ancho por 6,7 metros ha sido cuidadosamente extraído y trasladado al otro lado de la ciudad, al Museo de Arte Moderno de San Francisco, donde se expondrá el 28 de junio.
“Diego estaba construyendo un puente metafórico entre la cultura mexicana y la cultura tecnológica de Estados Unidos”, dijo Will Maynez, antiguo director de laboratorio del Departamento de Física del City College, que se convirtió en el improbable guardián de la obra, que es propiedad de la universidad.
Maynez, que es mexicanoestadounidense, “habla Rivera” con fluidez y ha pasado 25 años investigando y promocionando el fresco, “Unidad Panamericana”. Sus paneles son un caleidoscopio de los pensamientos de Rivera: la amenazante diosa de la tierra, Coatlicue, los artesanos mexicanos, los industriales estadounidenses, los líderes históricos de ambas naciones, los dictadores, la esposa de Rivera, Frida Kahlo, y él mismo. Su título completo es “El matrimonio de la expresión artística del norte y el sur del continente”.
El traslado del fresco al SFMOMA fue una proeza descomunal.
“Es una de las cosas más ambiciosas que ha hecho este museo: trasladar algo tan grande, tan frágil y tan importante”, dijo Neal Benezra, director del museo. Paco Link, responsable de frescos del museo para este proyecto, comparó el fresco con “una cáscara de huevo de 22 metros”. (La obra se expondrá en una galería gratuita en la primera planta del museo mientras se prepara la exposición La América de Diego Rivera, que se inaugurará el próximo año; el mural permanecerá en el museo hasta algún momento de 2023 y entonces se devolverá a la universidad. Un nuevo centro de artes escénicas, financiado por una emisión de bonos aprobada por votantes, albergará el fresco. Sin embargo, no está claro cuándo estará listo el nuevo edificio).
No es la primera vez que se traslada el fresco gigantesco.
Cada mes, unos 100 estudiantes de arte y turistas en busca de Rivera podrían haberlo visto en la universidad, calculó Maynez. Ha establecido una relación simbiótica con el mural. Hace años, cuando su mujer se enfermó de Alzheimer, la obra le sirvió de apoyo. Y cuando ella murió en mayo de 2020, dijo: “Me salvó la vida”.
Maynez, de 74 años, es autodidacta. Viajando por todo el mundo, él (junto con Julia Bergman, una bibliotecaria universitaria que murió en 2017) desenterró cartas, diarios, historias orales e incluso algunas de las notas de Rivera para su autobiografía, Mi arte, mi vida. Maynez tradujo algunos de los textos de Rivera, construyó un sólido sitio web con un blog y ha trabajado en la preservación del legado del mural con imágenes en 3D en línea.
Puede decir por qué Samuel Morse, el inventor del telégrafo, y Robert Fulton, que diseñó el barco de vapor, están en el primer plano de una parte del mural: porque ambos hombres también eran pintores, dijo Maynez, “establecieron el tema de la reconciliación del arte y la ciencia”.
Al dar un paso atrás, destaca el arco de personas que atraviesa el fresco. Observa que se asemeja al arco del puente Golden Gate, dijo. ¿Y la madre que se cierne sobre un niño muerto? Es un homenaje de Rivera al “Guernica”, pintado por su amigo Picasso.
Desde que se jubiló hace nueve años, Maynez va a pie o en transporte público al City College para cuidar del fresco casi todos los días de la semana. Cuando recibía honorarios por charlas, donaba el dinero a la restauración del mural; el City College no le ha pagado por su trabajo con el mural.
“Siempre que alguien tiene una pregunta, le dicen: ‘Oh, Will lo ha de saber’”, dijo Michelle Barger, jefa de conservación del SFMOMA. “Es el guardián de todo lo relacionado con ‘Unidad Panamericana’”, añadió.
Benezra, director del SFMOMA, dijo que veía la obra como “el alegato pictórico de Rivera a favor de una especie de unidad de las Américas”.
“Vivimos en una época de tremendo resurgimiento del nacionalismo en todo el mundo”, continuó, “y esta es una forma antinacionalista de ver las cosas”.
En 2011, queriendo que más gente viera el mural y esperando poder encontrar una mejor ubicación en el campus, Maynez, con la aprobación de los administradores, utilizó fondos de una cuenta de Rivera en la fundación de la universidad para pagar un estudio sobre la viabilidad de trasladar el mural. Cuando la respuesta fue que costaría mucho dinero y sería casi imposible, Maynez lo tomó como un sí.
En una reunión en el museo, una vez que este se involucró en el proyecto, Maynez recuerda que Benezra le dijo: “El mural no volverá a ser poco conocido”.
En una entrevista, Maynez dijo: “Eso es todo lo que siempre he querido”.
El museo tomó la ruta minuciosa: contrató a ingenieros del centro de diseño multidisciplinar de la Universidad Nacional Autónoma de México, que es conocido por abordar lo casi imposible.Video00:000:09CreditCredit…Cayce Clifford for The New York Times
Alejandro Ramirez Reivich, profesor de diseño de ingeniería en la universidad, dirigió la investigación sobre cómo se podrían trasladar los murales de forma segura y describió el proyecto como “una oportunidad para tratar de unir a estos dos países”.
Reivich dijo que le fascinaba el arte de Rivera desde que era un niño, y que su madre, una artista nacida en Estados Unidos, lo llevó al estudio de Rivera.
Rivera, que pretendía que el fresco se trasladara al City College, no pintaba directamente sobre una pared, sino sobre yeso con marcos de acero. Pero cuando los paneles se colocaron en el edificio del teatro, los pernos fijados en la parte posterior se empotraron en el muro de hormigón sin pensar aparentemente en que se volverían a trasladar.
Hace dos veranos, mientras los ingenieros investigaban el mural, perforaron agujeros de 45 centímetros de ancho que hicieron que las paredes exteriores del teatro de la universidad se vieran como un queso suizo. Con un casco de ciclista, Reivich se metió dentro para ver cómo estaban fijados los paneles. “Era como el científico loco”, dijo Barger.
Sabiendo que la mayor amenaza para el fresco serían las vibraciones, el equipo de Reivich hizo pruebas con maquetas. Tres artistas universitarios pintaron réplicas casi exactas de dos paneles, utilizando el mismo tipo de cal y pinceles que Rivera. Los estudiantes de Reivich construyeron un muro como el del City College, colocando pernos y soldaduras en los mismos lugares. Experimentaron con herramientas para determinar cómo extraer los paneles con vibraciones mínimas. Luego los sacudieron, doblaron y martillaron, dijo Reivich, para conocer la máxima resistencia que podían soportar.
Esta primavera, los operarios comenzaron la tarea de extraer los paneles del muro de hormigón. Los equipos de mudanzas, situados dentro y fuera del edificio, giraron lentamente varillas con roscas por encima y por debajo del mural, usando auriculares para sincronizar sus acciones mientras giraban simultáneamente las varillas, 0,15 centímetros cada vez. Tardaron dos horas para mover 15 centímetros un panel.
Entonces, antes del amanecer de un domingo del mes pasado, un camión con un panel revestido con amortiguadores hechos a la medida atravesó la ciudad a ocho kilómetros por hora y lo llevó al museo, donde fue izado en su lugar. (Fue el primero de siete viajes).
Maynez estaba allí cuando llegó. “Es uno de los mejores días de mi vida”, dijo.
Fuente: Clarín ~ Sin duda alguna, David Bowie fue un gran artista sobre el escenario, como cantante e intérprete de su enorme y sinuosa obra, que dejó registrada en 26 álbumes de estudio que reflejan su inquieta personalidad estética, marcada por la búsqueda constante del cambio.
Y no es menos cierto que el hombre que nació en la Londres de posguerra en enero de 1947 y murió en la Nueva York de 2016, apenas dos días después de haber cumplido 69 años, también dejó su huella en el cine -participó en más de 30 películas- y hasta en los videojuegos.
Pero la creatividad de Bowie no se agotó esos ámbitos, sino que también se extendió hacia los territorios de la pintura, influenciado, según dicen los que saben, por figuras de la plástica como el alemán Frank Auerbach, el inglés David Bomberg, el irlandés Francis Bacon y el francés Francis Picabia.
Figura pública, placeres privados
No obstante, la potencia de su música relegó su producción pictórica a un segundo plano, sobre todo en la primera etapa de su trayectoria, en la que permaneció reservada a su ámbito más íntimo y privado.
Recién en 1995, cuando utilizó un autorretrato en la portada de su álbum Outside, Bowie tuvo su primera exposición; New Afro/Pagan and Work: 1975-1995 en The Gallery de Londres. Un año más tarde, apareció en una galería de arte en Basilea, Suiza.
De alguna manera, al llevar sus trabajos a The Gallery, el autor de Life on Mars?, Ashes to Ashes y The Man Who Sold the World, que buscaba ampliar su horizonte artístico, se enfrentó tanto a una buena cantidad de elogios como a cierta carencia en sus habilidades técnicas, que no impidió que siguiera pintando.
Paralelamente, el músico fue también un entusiasta coleccionista de arte, ejercicio que practicó más impulsado por su propio gusto que por el valor de inversión potencial de las obras que decidía adquirir.
La tapa de «Outside» fue el trabajo discográfico en el que David Bowie decidió hacer público su perfil de pintor.
Entre las piezas que sumó, figuran trabajos de Jean-Michel Basquiat, Henry Moore, Marcel Duchamp, Graham Sutherland y algunas cerámicas de Picasso, que a lo largo de los años alimentaron una colección que abarca una amplia gama del arte, desde el contemporáneo hasta un retablo veneciano del siglo XVI de Tintoretto.
De la basura a la vidriera
Ahora, un cuadro del músico David Bowie, pintado a finales del siglo XX y que fue originalmente adquirido en un basurero del norte de Toronto por cuatro dólares, alcanzó este viernes un valor de 44.380 dólares en una subasta que finalizará el 24 de junio.
La pintura, según la casa de subasta canadiense Cowley Abbott, está titulada DHead XLVI y al parecer está fechada en 1997 como parte de una serie, nombrada Dead Heads o D Head, de 47 pinturas creadas entre 1995 y 1997.
Por la numeración del cuadro hallado en Canadá, la pintura sería la penúltima de la serie. Abbot señaló en la página de la subasta que las pinturas de la serie Dead Heads son retratos de otros músicos, amigos, conocidos y, en algunos casos, autorretratos.
«Con pelo largo y un acusado perfil, este enérgico y enigmático retrato es realmente una inusual representación de un celebrado artista», explicó la casa de subastas.
La pintura, que fue puesta a la venta el pasado 15 de junio y permanecerá en subasta hasta el 24 de junio, alcanzó hoy 44.380 dólares, más de cinco veces el precio máximo estimado inicialmente.
La cifra es muy superior a los 27.500 dólares que otra pintura de la serie alcanzó en 2018 en una subasta organizada por Christie’s.
Según ha explicado Cowley Abbot, el cuadro fue adquirido por 4 dólares por una canadiense, cuya identidad no ha sido revelada, el pasado verano en un centro de donaciones en un basurero situado al norte de Toronto.
Aunque la propietaria no es una coleccionista de arte, rápidamente descubrió que la parte posterior de la pintura estaba ilustrada con la firma característica de David Bowie por lo que en noviembre contactó a Cowley Abbot para proceder a su subasta.
Abbot ha declarado que ha verificado que la firma es realmente la del artista británico, que nació en enero de 1947 bajo el nombre de David Robert Jones.
Fuente: Ámbito ~ La muestra reúne obras de clásicos como Arden Quin junto con las de artistas jóvenes.
En 1946 se realizó la primera exposición del Movimiento Arte Madí en el Instituto Francés de Estudios Superiores situado en la mítica Galería Van Riel de la calle Florida. Entre sus expositores estaban Rhod Rothfuss, Gyula Kosice, Arden Quin, Martín Blaszko, Diyi Laañ y Paulina Ossona. El nombre Madí es una invención de Kosice como único fin denominativo y fonético, así como la redacción del Manifiesto Madí que se publicó en volantes y después en el número 0 de la revista Arte Madí. Realizaron muchas exposiciones en Altamira, en el Bohemien, Club de las Galerías Pacífico, pero en 1947 se produjo la escisión de Arden Quin y Blaszko del núcleo central, una historia en la que abundaron controversias y polémicas.
Entre los postulados del Manifiesto se señalaba que el arte antes de Madí era un “historicismo escolástico, idealista/ una concepción irracional/ una técnica académica/ una composición unilateral, estática e incoherente/ una obra carente de hallazgo y esencialidad/ paralizada por sus contradicciones”. Contra todo ello se alzó Madí, confirmando el deseo fijo, absorbente del hombre de inventar y construir objetos dentro de los valores de lo eterno. Esta tendencia se prolongó a través del tiempo en la evolución posterior del arte cinético. El propio Kosice, en el shaped canvas norteamericano, en el arte lumínico, el Op Art, el Perceptismo, el Neo-Geo, y tantos etcéteras hasta nuestros días.
Esta brevísima introducción vale para una muestra que se exhibe actualmente en Galería Palatina bajo la curaduría de Cristina Rossi con el título de “Resonancias”. Hay obras de Arden Quin, (Rivera, Uruguay, 1913- Francia, 2010), artista emblemático del movimiento que siguió fiel a su ideario, llegó a la ruptura de la ortogonalidad del plano pictórico y trabajó toda su vida para transmitir los ideales Madí logrando así la consolidación de un amplio movimiento internacional con reconocimiento en los principales centros artísticos del mundo.
Rossi incluyó a Juan Melé, otro artista histórico del Arte Concreto: invención, movimiento vanguardista innovador de los 40, que irradió su influencia en Brasil y Venezuela. Vale la pena leer sus “Memorias de un Artista Concreto“ (2008). En el capítulo final sostiene que el arte geométrico es aún el arte del futuro. Está vivo y activo como lo demuestra la gran cantidad de artistas de recientes generaciones que lo han adoptado como ejemplo de posibilidades creadoras.
En 1990, el coleccionista suizo Von Bartha compró obra de todos los concretos argentinos, y se inició así un periplo por importantes galerías y museos de Basilea, París, Nueva York, Washington, Colonia, Stuttgart obteniendo entonces el primer reconocimiento internacional importante. Integran la muestra Hilda Mans, artista visual y poeta que ha expuesto con el Grupo de Arte Neón, ha realizado más de 70 muestras individuales y colectivas. Poseen obra suya los Museos Moderno, MACBA, MACLA ( La Plata) y MACA ( Junín). Forma parte del movimiento Madí Internacional que se exhibió en 2011 en el Palais de Glace con artistas de Argentina, Brazil y Uruguay.
Otra artista integrante de Arte Madí Internacional es Lorena Faccio (Buenos Aires, 1974) que se destaca también por cumplir una de las premisas Madí: geometrizar de manera diferente como lo señaló el arquitecto, pintor y escultor Volf Roitman, cofundador en París junto a Arden Quin del Movimiento Madí Latinoamericano, “después de Madí nuestra manera de mirar el mundo no es la misma”. (Arroyo 821 lunes a viernes de 11 a 17).
Fuente: Ámbito ~ Una acuarela del artista ruso Wassily Kandinsky (1866-1944), que durante siete décadas fue considerada desaparecida porque se le había perdido el rastro tras su exhibición pública en vida del pintor, fue vendida en Alemania por 1,4 millones de dólares, de acuerdo con lo que informó la casa de subastas Ketterer en Múnich.
Sobre un fondo color maíz y de austeras composiciones geométricas, la obra titulada «Gebogene Spitzen» (su traducción «Puntas dobladas») significa uno de los trabajos sobre papel más cotizados del artista porque representa su etapa en la escuela de la Bauhaus, cuya subasta superó ampliamente las expectativas ya que el precio de salida cotizaba los 250.000 euros y su venta se fijó en 1.250.000 millones de euros, cinco veces más que el estimado.
Según consigna la agencia DPA, la obra fechada en 1927 no se exhibía desde 1932, cuando el artista estaba vivo.
Se cree que Kandinsky la regaló a un marchante de arte que la vendió en 1949 y, desde entonces, se le había perdido la huella.
Antes de la subasta, la acuarela estaba en manos de una colección privada de la zona alemana de Renania y, tras su venta, fue adquirida por un coleccionista privado.
Fuente: Télam ~ Daniela Montesano logró plasmar el abrazo de dos actores fundamentales de la historia de la Fórmula 1, una sublime ilustración que luce orgullosamente el Instituto Senna en San Pablo.
Con su pequeña paleta, un arcoíris de colores y su dócil pincel, la artista plástica Daniela Montesano logró plasmar el abrazo de dos actores fundamentales de la historia de la Fórmula 1, Juan Manuel Fangio y el brasileño Ayrton Senna, una sublime ilustración que luce orgullosamente el Instituto Senna en San Pablo.
Montesano es artista oficial del Museo Juan Manuel Fangio y, tras contar con la bendición del conservatorio donde duermen los autos emblemáticos del quíntuple campeón mundial, en su Balcarce natal, se propuso la aventura de llegar al Instituto Senna.
¿Por qué Ayrton Senna? ¿Por qué Ayrton Senna?: «Me atrajo su personalidad, era un hombre que perseguía sus sueños y fue tal el impacto emocional que sentí el día de su muerte que me sensibilicé con él y me propuse homenajearlo a través de mi pincel», confiesa a Télam desde Azul, su ciudad de origen.
Hace casi cinco años, el 15 de julio de 2016, Daniela fue al Museo Fangio a pintar la coupé Chevrolet V8 verde que el balcarceño tripuló para ganar el primer campeonato de Turismo Carretera de 1940.
En su recorrida por ese lugar, recordó: «Me detuve en el McLaren que un empresario le donó al museo, y al otro día fui con mi hermano Matías a sacarme una foto. En el hotel vi la foto y una aura de luz, le dije a mi hermano que era una señal y que íbamos a llegar al Instituto Senna».
«Después apareció Sebastián Gómez, un seguidor en Instagram que vio una cuadro mío, me etiquetó y me ofreció el e-mail del Instituto. Inmediatamente escribí contándoles de mi pasión y admiración por Ayrton, les dije que quería acercarles un cuadro y terminaron solicitándome cinco», relató.
En el museo del brasileño, notó que faltaba una foto de Fangio, por lo que decidió pintar la escena del podio de marzo del ’93: «Toda la familia de Ayrton se emocionó y me invitó al salón del automóvil de McLaren en noviembre de 2017, donde entregamos un cuadro a Lewis Hamilton».
A raíz de ese lazo que hizo Montesano con el Instituto Senna fue invitada nuevamente en mayo de 2018 a San Pablo, donde en 19 noviembre de 2019 pintó en vivo. Armaron un espacio VIP de dos pisos y Daniela, sola con su paleta, colores y pincel, plasmó las máquinas, cascos, buzos y copas del ídolo brasileño.
«Ese día fue el más feliz de mi vida» admitió Montesano. «Sacaron todos los autos de Ayrton ante la mirada de muchos famosos, expilotos de Fórmula 1, y gente relacionada al automovilismo», memorizó.
Fangio y Sena Fangio y Senna se dispensaron mutua admiración y cuando podía Ayrton visitaba al balcarceño tanto en Brasil como Buenos Aires. El 28 de marzo de 1993, Senna ganó con su McLaren el Gran Premio de Brasil en el autódromo Carlos Pace de Interlagos, y tras la coronación en lo más alto del podio, Fangio le extendió la mano, y Senna se bajó y se puso a su misma altura y le dijo: «No puedo estar más alto que usted».
Hasta su muerte, el 1 de mayo de 1994 en Imola, Ayrton siempre admiró al balcarceño. «Durante toda su carrera demostró que fue el mejor y lo sigue siendo, pero por sobre todo es un gran hombre», lo recordaba.
Montesano es artista oficial del Museo Juan Manuel Fangio
La pintura, la pasión de Daniela De muy pequeña, Daniela no le pedía a Papá Noel muñecas sino pinceles y su diversión era pintarles a sus hermanos los autitos réplica de los ídolos del Turismo Carretera. Ese fue el inicio del estilo cómics, fanzines y arte pop que desarrolló, con trazos gruesos y paletas de colores sólidos brillantes.
Siendo adolescente, se inscribió en la escuela de Bellas Artes de Azul y cursó sólo un año porque luego viajó a La Plata para avanzar en su capacitación. Allí tuvo como profesor de dibujo a Rocambole, histórico ilustrador de la banda de rock platense Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.
«Sentía la necesidad de pintar, tenía que canalizar lo que más me gustaba. Volvía a Azul y pintaba macetas, decoraba locales, y todo lo que me pedían o me mandaban. Pero mi idea fija eran los autos y los cascos», contó.´
La pasión por los fierros se le despertó por los vínculos de su familia. Su papá trabajaba en una concesionaria Renault del expiloto de TC, Turismo Mejorado y Fórmula 3 Oscar Mauricio Franco, quien también integró la Misión Argentina que compitió en las 84 Horas de Nürburgring de 1969.
Sus tres hermanos son «tuercas» (corredores zonales de distintas categorías) y Daniela los acompañó por distintos autódromos.
Sus trabajos fueron presentados en diversas exposiciones, libros de arte de New york y festivales en Argentina, (Track Day, Autódromo Gálvez, Museo Juan Manuel Fangio, Tecnópolis, Hotel Savoy, Paseo Fangio y Museo Hermanos Emiliozzi).
Pintó marcas como Ferrari, Porsche, Ducati, MV Agusta, hizo trabajos para la ACTC, el TC y el Súper TC 2000, entre otros.
«Lo más loco fue pintar un auto en escala y también tener el auto en vivo y directo para tomarle las medidas. Fue en 2018 en el MSI de Teo Martin en Madrid y lo más gracioso de todo fue que tenía tanta alegría y ansiedad por estar ahí que lo pinté en dos días», rememoró con gracia.
Para el futuro Daniela se planteó: «Me encantaría poder pintar en una carrera emblemática de la F1 como Mónaco o Monza o ir a McLaren y colgar un cuadro de Senna. Ese sería mi sueño»
«Pero lo más lindo de mi arte es que va llegando a lugares impensados y lo más gratificante es que puedo ayudar con él haciendo campañas para gente o identidades que lo necesitan», concluyó.
Fuente: La Nación ~ Se subastó por 2,9 millones de euros la Mona Lisa de Hekking, una réplica de la célebre pintura de Leonardo da Vinci.
Su aura hipnótica y misteriosa alcanzó dimensiones estratosféricas. Tan potente devino el retrato que Leonardo da Vinci hizo de Lisa Gherardini, una mujer joven, madre de cinco hijos y esposa del rico comerciante de seda florentino Francesco del Giocondo, que otros artistas se lanzaron a pintarla. Son
Gioconda que desatan todo tipo de estudios y elucubraciones, no menos apasionados que el original, como la Mona Lisa de Raymond Hekking, réplica que se quiso hacer pasar por original y que subastó ayer Christie’s por 2,9 millones de euros, una cifra muy superior a los 300.000 euros previstos.
Después de que Da Vinci se llevó a Francia el icónico retrato que comenzó a pintar en 1503, la obra probablemente integró la colección de Francisco I. Mientras permaneció en la Colección Real, durante varios siglos, se realizaron muchas réplicas de la dama.
Lagioconda del Museo del Prado pasó siglos con el fondo ennegrecido hasta que el Museo del Louvre la pidió para que integrara la exhibición La última obra maestra de
Leonardo da Vinci, Santa Ana. Contra reloj, entre 2011 y 2012, antes de enviar la obra al museo parisino, el equipo de restauradores del Prado trabajó en la limpieza del fondo de la pintura. Fue tan impresionante el impacto que experimentaron al ver qué había debajo del negro azabache que no lograron salir de la fascinación: hallaron el mismo paisaje de la Gioconda.
Pero una segunda revelación dejó a todos aún más atónitos. Con luz infrarroja que permite visualizar las capas escondidas debajo de los pigmentos de pintura, descubrieron que la obra tenía exactamente las mismas correcciones que la pintura de Da Vinci. Dedujeron que ambas se habían hecho al mismo tiempo, en el mismo sitio y usando la misma modelo: se trata, entonces, de una copia creada en el taller del genio florentino en simultáneo al cuadro original. Y hasta quizás, se ilusionaron algunos, tenía alguna pincelada del maestro. Si bien es cierto que estamos frente a la copia de la Gioconda más temprana conocida hasta ahora, falta la clave del espíritu leonardesco: el sfumato. Aunque no se sabe con certeza cómo llegó a España, la Gioconda del Prado figura en el inventario desde la apertura del museo, ya hace 200 años.
Ese espacio brumoso del sfumato de Da Vinci requiere una destreza que pocos poseen. La Mona
Lisa realizada en el siglo XVII, que Sotheby’s de París sacó a remate en 2019 con una base que no superaba los 90.000 euros y que finalmente se vendió en 552.000, carece de la sutil técnica. La colección de The Walters Art Museum, en Baltimore, EE.UU., posee otra copia de la
Gioconda, pintada entre 1635-1660, en la que tampoco se logró el efecto del sfumato.
Como en la pintura de Da Vinci se ve parte de las bases de dos columnas a cada lado de la figura, los copistas pintaron columnas completas suponiendo que, de este modo, se acercaban al supuesto original. Sin embargo, desde Walters Art Museum niegan esta versión: “Extensos exámenes técnicos del panel del Louvre y de la pintura a lo largo de sus bordes han demostrado de forma concluyente que el cuadro no fue recortado y, por tanto, nunca hubo columnas en los bordes laterales”.
También en la juvenil Mona Lisa de Isleworth, que hoy pertenece a la Fundación Mona Lisa, se incluyeron las columnas. Pintada sobre un lienzo, la obra estuvo guardada en un estudio en el suburbio londinense de Isleworth antes de ser enviada a los Estados Unidos para protegerla durante la Primera Guerra Mundial.
John Myatt (Staffordshire, Reino Unido, 1945), uno de los más conocidos falsificadores de arte, pintó Mona Lisa: el secreto en el ojo después de cumplir su condena por falsificar pinturas de Picasso y Matisse, entre otros maestros del siglo XX. Hoy Myatt hace “falsificaciones genuinas” (pinturas al estilo de artistas famosos), además participa en programas de tevé y asesora a la policía de su país sobre obras apócrifas.
Su réplica de la Gioconda tiene inserta en el ojo izquierdo una miniatura del cuadro (de menos de un milímetro cuadrado) hecha por el reconocido microescultor británico Willard Migan, capaz de hacer piezas que caben literalmente en la cabeza de un alfiler. Para hacer la imagen de la Gioconda en miniatura, que lleva un marco en oro de 24 quilates, Migan usó un sofisticado microscopio y herramientas que fabricó él mismo, como un fragmento de diamante atado al extremo de un alfiler. ¿Qué hubiera pensado Leonardo?
Fuente: La Nación ~ Edmund Walpole Brooke fue compañero de excursiones del artista holandés, y una acuarela suya descubierta insólitamente podría ser la punta de un ovillo
El pintor decimonónico Edmund Walpole Brooke tiene un papel pequeño pero perdurable en la historia del arte, y no por su propia obra, sino por la relación que entabló con Vincent van Gogh en los trágicos días que precedieron a su suicidio, en julio de 1890. Esa especie de amistad que los unió brevemente ya es de por sí digna de mención, dada la inclinación de Van Gogh al aislamiento durante su estadía definitiva en Auvers-sur-oise, una aldea al noroeste de París. Pero Brooke había crecido en Japón, lugar que al pintor holandés le resultaba fascinante. Así que Brooke y Van Gogh se embarcaban en excursiones de pintura al aire libre, y la crónica de esa relación quedó plasmada en unas pocas cartas que despertaron la curiosidad de un estudioso de la obra de Van Gogh que sigue tratando de entender qué lo llevó a darse un tiro en el pecho.
“Brooke es un enigma”, dice Tsukasa Kodera, curador y profesor de historia del arte de la Universidad de Osaka, Japón, que está investigando al ignoto pintor. “Quién sabe, podría haber recibido cartas de Van Gogh, o haber recibido dibujos o pinturas de regalo, o tal vez intercambiaron obras”. Desde hace casi una década, Kodera se ha dedicado sin demasiado éxito a recabar información sobre Brooke. Visitó su tumba en Japón y encontró registros de la participación de Brooke en exposiciones en la Real Academia de Artes de Londres y en el Salón de París de 1891. También encontró pruebas de dos muestras individuales de Brooke en Japón.
Pero encontrar una pintura de Brooke venía siendo una quimera, al menos hasta ahora. En abril, Katherine Matthews, una fanática de las ferias americanas y los puestos de antigüedades, se cruzó con una acuarela firmada por un tal E. W. Brooke mientras hurgaba en un local llamado Warehouse 839, en la localidad de Saco, Maine, Estados Unidos, donde venden todo tipo de chucherías. Matthews pagó 45 dólares por esa imagen de una mujer japonesa con un bebé. De camino a su casa con el cuadro, y con curiosidad por saber qué había comprado, se detuvo en la playa de estacionamiento de un supermercado y buscó en internet quién era ese tal Brooke. Rápidamente encontró la conexión con Van Gogh y, ya en su casa, con ayuda de su esposo, John, se pusieron en contacto con Kodera. El investigador japonés cree muy probable que Katherine haya descubierto una rareza: un Brooke original. “¿Cuántos pintores puede haber con ese nombre y que pinten ese tema de una mujer japonesa con un bebé?”, dice Kodera. “Imposible pensar en nadie más”. La acuarela en cuestión es pequeña, de 32×48 cm, y la mujer carga al bebé en su espalda. En el fondo, se ve una vivienda rural rodeada de un follaje exuberante.
Kevin Kereghan, dueño del negocio de Maine, dice que el cuadro lo compró hace unos 15 años, en el remate de los bienes de una familia de New Hampshire. La familia era originaria de California, detalle que Kodera considera una buena señal, ya que ahí vivían los dos hermanos de Brooke. Kereghan tuvo colgada la acuarela en el living de su casa durante diez años, hasta que un día decidió ponerla en venta y la llevó a su negocio. “Mi gusto fue cambiando”, dice el comerciante.
Matthews cuenta que el cuadro le llamó de inmediato la atención. Fue el último objeto que eligió ese día. “La carita de esa beba asomando sobre el hombro de su madre me capturó”, recuerda.
Hay pocos destellos de luz sobre los últimos días de Van Gogh, apenas esos momentos que plasmó en sus intercambios epistolares con su hermano Theo; su madre, Anna, su hermana Willemien, y un par de personas más. Y Brooke es justamente una de las pocas personas que Van Gogh menciona en sus cartas de esos días, en los que trabajaba a un ritmo febril y que redundaría en obras como Campo de trigo con cuervos y La iglesia de Auvers.
De las cartas se desprende que Van Gogh consideraba a Brooke un buen compañero, aunque, a los 24 años, todavía un artista mediocre. “Es probable que quiera mostrarte algunos de sus estudios, bastante sin vida, aunque él es un buen observador de la naturaleza”, le escribió el 2 de julio a su hermano Theo. “Está acá en Auvers desde hace meses, y a veces salimos juntos. Creció en Japón, pero al ver su pintura, nadie lo diría”.
Una historia triste
Brooke había nacido en Australia, pero se mudó de muy chico con su familia a Japón, donde su padre, John Henry, trabajó como periodista y luego director del Japan Daily Herald, un periódico en inglés con sede en Yokohama. “El padre en su momento llegó a ocupar un lugar destacado en la sociedad de expatriados de Yokohama”, escribió Kodera en el catálogo de la exposición Van Gogh y Japón.
Pero reconstruir el resto de la biografía de Brooke resultó ser un gran desafío. Después de dos años de investigación, Kodera logró encontrar la tumba del artista en el Cementerio Extranjero Municipal de Kobe. “No tenía nada y se mudó a Kobe a los 58 años. Es una historia triste”.
Igual de difícil fue dar con rastros de su obra. Hace unos años, Kodara encontró un registro que consignaba que la Galería Redfern, de Laguna Beach, California, había vendido un cuadro de un artista llamado E.W. Brooke, pero el dueño de la galería no recordaba quién lo había comprado. En una subasta de propiedades en 2014 en Los Ángeles también apareció una obra de E.W. Brooke, pero no hay más señales del cuadro.
Kodera se quedó helado al recibir ese mail desde el estado de Maine, que aseguraba que tal vez había una pintura de Brooke en un lugar sin conexión aparente con el artista. Aunque la obra aún no ha sido autenticada –una tarea complicada, ya que no hay otras obras de Brooke con las que compararla–, las evidencias preliminares son prometedoras.
Uno de los objetivos de la búsqueda de Brooke es la posibilidad de que alrededor de la vida de Brooke haya más evidencia de Van Gogh, tal vez incluso una obra oculta sin descubrir, regalo de un artista a otro. Pero las esperanzas de un hallazgo de ese tipo, o incluso de encontrar algún otro ejemplo del trabajo de Brooke, se desvanecieron cuando Kodera descubrió que la casa de Brooke en Yokohama había sido devorada por las llamas durante el catastrófico terremoto de 1923. El descubrimiento de esta acuarela en un negocio de cosas viejas en Estados Unidos avala cierto optimismo. Si un cuadro de Brooke puede aparecer en un improbable local de Maine, tal vez haya otros que no se perdieron, ni por el paso del tiempo ni por ninguna catástrofe. “Puede convertirse en un descubrimiento importante, que eche luz sobre las últimas semanas de vida de Van Gogh”, concluye Kodera, esperanzado.
Fuente: Infobae ~ La experiencia inmersiva fusionará video, música e imágenes para que los fanáticos de la pintora puedan disfrutar sus obras mediante elementos fuera de lo común
“Pensaron que yo era surrealista, pero no lo fui. Nunca pinté mis sueños, sólo pinté mi propia realidad”, fueron las palabras con las que la artista mexicana,Frida Kahlo, quiso explicar el origen y esencia de su obra ante los ojos de críticos y de la sociedad en general.
La popularidad de su arte ha traspasado las fronteras de México, volviéndola una de las artistas más reconocidas. Ahora los fanáticos de Frida podrán ver su obra desde otra perspectiva, bajo el formato de experiencia inmersiva.
Este tipo de presentaciones de obras artísticas se están volviendo populares alrededor del mundo, en la Ciudad de Méxicoya se han presentado otros espectáculos como el de Van Gogh Alive o Da Vinci.La exposición comenzará el mismo día que se conmemora el natalicio de la artista, el 6 de julio (Foto: tomada de Facebook «Frida Inmersiva»).
La empresa Ocesa, organizadora del evento, señaló que la peculiar experiencia de la exposición será mediante majestuosas proyecciones animadas sobre muros y pisos, lo cual hará que el público se transporte al maravilloso y fascinante mundo de la artista.
Ante diferentes ojos, las obras y la vida de Frida son conocidos y se les ha dado las características de ser rebeldes, valientes, revolucionarios para la época en la que se desarrollaron, pero con toques de empatía y resiliencia. Frente a todo lo anterior, la experiencia tratará de representar los mundos que plasmó la pintora, permitiendo interactuar con las obras desde lo “lúdico y único”.
Durante el recorrido se pondrán apreciar más de 26 piezas de arte, que van desde la Columna Rota hasta Niña con más de muerte; se combinará el interactuar con las obras mediante elementos gráficos y digitales con la forma habitual.
Los espacios interactivos estarán basados en Criaturas fantásticas, inspirado en la dinámica surrealista de Cadáver Exquisito. Por último, mediante el Trazo Libre, los visitantes podrán jugar con el color, pintar y expresar su ser libremente.El legado de la artista ha traspasado las fronteras de su país (Foto: exhibición en New York de Frida Kahlo).
Algo que hará única la vivencia será el diseño sonoro, ya que está pensado para que la música acompañe a los visitantes, enfatizando la sensación de inmersividad por más de un sentido y permitirá que la percepción sea completamente diferente por el mundo que creó Kahlo.
De acuerdo a los organizadores, la duración del recorrido se estimó en aproximadamente 45 minutos. En ese tiempo, los visitantes podrán escuchar composiciones de música original, realizadas por mujeres intérpretes de música regional y tradicional mexicana, procedentes de Oaxaca, Chiapas, Toluca y la Ciudad de México.El legado de Khalo ha sido reconocido en todo el mundo (Foto: tomada de Facebook «Frida Inmesiva»).
La exposición iniciará el próximo 6 de junio en el Frontón México de la capital del país y, al momento, se sabe que durará hasta el jueves 15 de julio, el horario de los recorridos será de 10 de la mañana a las 5 de la tarde.
La fecha de estreno coincide con la conmemoración de los 114 años del nacimiento de la artista, así que el evento servirá para celebrar el cumpleaños de Kahlo y recordar lo majestuoso de sus obras a la par de señalar el impacto que cimbró en la cultura popular mexicana.
El costo de los boletos va desde los 280 hasta los 360 pesos y los boletos deben de ser reservados, vía electrónica, con anticipación para poder visitar la muestra, ya que no se venderán en la entrada del recinto debido a las medidas impuestas por el gobierno de la Ciudad de México tras la pandemia por Covid-19.
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