Fuente: Télam ~ Florencia Rodríguez Giles despliega dos facetas de su trabajo en la muestra individual que apela a los sentidos y remite a su universo creativo poblado de trenzas, delfines, cuerpos humanos, genitalidades, heridas, garras, lenguas y ojos.
Dibujo y video se articulan en la instalación «Sensibles y Vengativxs» en la muestra «Sintomario», que presenta Florencia Rodríguez Giles en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, una invitación a detenerse en «monstruos», cuerpos extraños, maternidades y partos que ponen en diálogo el abordaje artístico y terapéutico que propone la artista materializado como metáforas, juego, permiso y subjetividad.
En «Sintomario» un dibujo a lápiz con detalles en rojo sangre -que continúa su serie «Tirar al parto»- de nueve metros de largo, cruza una amplia sala del primer piso el Museo Moderno de Buenos Aires, y en su reverso se proyecta un video de experiencias del Club de Artes y Ocios (CAOS) un espacio comunitario que funciona en Villa Elvira (La Plata).
Florencia Rodríguez Giles (Buenos Aires, 1978), egresada de la Prilidiano Pueyrredón y formada con Diana Aisenberg, Nicola Costantino y Guillermo Kuitca, despliega dos facetas de su trabajo en la muestra individual que apela a los sentidos y remite a su universo creativo poblado de trenzas, delfines, cuerpos humanos, genitalidades, heridas, garras, lenguas y ojos.
Por un lado, el dibujo que viene desarrollando y que la tuvo como artista invitada en la Bienal de Berlín en 2020 con «Biodélica» y la performance que recupera máscaras y objetos dispersos: cuerpos fusionados, híbridos, interespecies en parto colectivo que «crean nuevos seres» donde se atisban esos «sincretismos vastos» tomados de la imaginería medieval, «que le fascina», así como «los monstruos japoneses, y precolombinos». Y como contracara, el trabajo sociocomunitario reflejado en el video con guion compartido por la artista y externados del Hospital Melchor Romero, trabajadores de la salud y vecinos.
Se trata de una faceta que articula la práctica artística con el trabajo terapéutico, como el que comparte en CAOS, nacida en respuesta a la pandemia desde un hacer colectivo propuesto como «espacio de reparación e imaginación colectiva y promoción de la salud mental comunitaria», y su experiencia en el ámbito de cuidados paliativos.
La instalación que podrá verse hasta el 11 de octubre comparte la programación extensa de «Un día en la tierra», el proyecto expositivo anual del museo de San Telmo, y tiene como curador al también artista Osías Yanov .
En referencia a la curaduría, señaló la artista a Télam que «Osías fue muy natural porque mantenemos un diálogo activo y estimulante desde hace tiempo. Compartimos muchos intereses y gustos así que fue muy fluido».
¿Cómo definirías tu trabajo en función de ese pasaje del dibujo a lo performático y la experiencia como lo relevante?
Tanto el dibujo como lo performático son medios que utilizo desde los últimos años de Bellas Artes. Desde entonces ambas prácticas se alimentan mutuamente. Con respecto a la experiencia, es un aspecto vital que puede tomar la materialidad dibujo o situaciones con personas y cosas en vivo o no. En los dibujos se amplifican las experiencias de vida y en lo performático se crean experiencias donde distorsionar las maneras habituales de percibir, expresarse y sentirse.
¿De qué manera se articula en tu trabajo el cruce entre arte y salud mental?
En tanto que actividad creadora, la práctica artística me parece fundamental para la salud. Y esta convicción y su abordaje son producto de una tonalidad afectiva que experimenté por mucho tiempo y con la cual me sentía completamente imposibilitada de ser parte del mundo compartido. Entonces, empecé a tratarme a mí misma con terapias inventadas y combinadas con otras de distintas tradiciones espirituales, con la intención de poder hacer algo durante esos intensos períodos de hundimiento energético. Si bien muchas veces me contuvo, lo más interesante, visto en perspectiva, fue el proceso de experimentar el efecto transformador de las prácticas en mí, de manera que de a poco lo fui sistematizando para poder compartirlo. En esa misma época, en relación a mi trabajo con cuidados paliativos, me invitaron a coordinar un grupo de personas con tratamiento psiquiátrico. Ahí, encontré la oportunidad de colectivizar algunas de esas prácticas que seguí y sigo desarrollando. Si bien toda práctica artística es terapéutica, a veces se necesitan acercamientos más conscientes respecto a lo que se está haciendo para que tengan un efecto.
Pensando en tu formación y recorrido ¿a quienes consideras como maestros o ejemplos a seguir?
La escuela de Gurdjieff (fundador de El cuarto camino) con sus prácticas en la vida ordinaria, la disciplina del Kung fu, Guillermo Kuitca con su amor incondicional por la pintura, les niñes que acompañé en el hospital que me recuerdan al arte como un poder… Luego, muchas de mis amigas artistas y otros vientos más de la teoría y el activismo me han servido y me sirven de ejemplo.
¿Cómo es la experiencia colectiva en Villa Elvira?
La experiencia lleva el nombre de C.A.O.S, Club de Artes y Ocios, (cuya «s» se declina dependiendo de cada situación de distintas maneras: sensibles, supersticiosos, superfluos, etc). Se trata de un proyecto colectivo que todavía no tiene una forma definida, quizás porque es tan ambicioso que esa forma sería la creación de una nueva realidad. Creo que queremos cambiar el mundo aunque sea entre algunos pocos, aunque sea de manera transitoria. Por lo pronto, procuramos hacer confluir de una manera desjerarquizada medioambientes que en general no comparten situaciones de vida ordinaria. Convivir con la sombra social, con todo lo que nuestro mundo «bien» oculta para poder buscar ser feliz sin conseguirlo. Para ver si «desocultándola» y «comunalizándola» aparece una esperanza para los múltiples mundos. Actualmente las personas con las que construimos el club vienen de la salud mental (pacientes y profesionales), del arte, de la botánica, y vecinxs en situaciones de extrema vulnerabilidad.
¿Para vos el arte tiene una función social?
Sí, como potencia la tiene. El sistema del arte, sin embargo, le juega en contra. Es mucho más poderosa su capacidad de transformación en otros ámbitos que los artísticos más institucionalizados. Creo que la función social se encuentra más en el hacer artístico que en su exposición. Aunque sigo confiando en las exposiciones como medio para imprimir imágenes, sensaciones y afectar de modos impredecibles a un público incierto, incluso cuando no es la intención del artista.
«Sintomario» tiene la maternidad como foco pero sin embargo hay representaciones de cuerpos que te vienen acompañan de antes como los delfines ¿por qué la maternidad se hace figura con ellos?
No pensé a la maternidad como foco, pero me parece interesante leerlo desde esa perspectiva. Y en ese sentido, pensar que maternar podría ser una responsabilidad colectiva de todos los seres que trajimos y seguimos produciendo, de manera responsable o irresponsable, y que mantenemos más o menos ocultos. Con respecto a los delfines, en el dibujo pensé sobre todo en la posibilidad de un parto colectivo. Me interesaba fantasear con un parto que colectivice una experiencia que sucede en la más absoluta privacidad. Así como existe la terapia grupal, proponer un parto colectivo, la posibilidad de compartir un momento de tanto dolor y alteración con otras personas… Y como el dibujo me permite fantasear, incluí en este parto a los delfines, los seres más sexies de la tierra.
¿Es posible la convivencia de lo diverso en comunidad?
La comunidad es lo más difícil, por no decir lo imposible, y por eso lo único que tenemos que procurar. Esto es lo que estamos experimentando en CAOS. Hacer comunidad es forzarse a convivir e intentar construir colectivamente con gustos, ideologías y experiencias de vida radicalmente diferentes.
Decías que «los monstruos en general son productos de las instituciones y no algo biológico» ¿Qué son entonces estos «monstruos» tan presentes en tu obra?
Los monstruos ante todo son seres ambiguos, pero que muestran algo que muchxs no toleran ver. Estos son los monstruos de la realidad. Luego están los monstruos de la imaginación que son mucho más amables y queribles. Este mestizaje es el que busqué en las dos caras de «Sensibles y Vengativxs».