Fuente: Clarìn – Está en Brumadinho, a 60 kilómetros de Belo Horizonte, en Brasil.
Inhotim, el museo brasileño de arte contemporáneo al aire libre más grande de Latinoamérica y uno de los mayores escenarios del mundo en su estilo, se levanta hoy fortalecido luego de una serie de eventos desafortunados que llegaron a poner en duda su continuidad.
Con un acervo que incluye obras de unos 60 artistas de 38 países, entre esculturas, fotografías, videos, ‘performances’, dibujos y pinturas, este museo de más de 140 hectáreas es un gigantesco parque de diversiones para quien le gusta el arte y la naturaleza.
Localizado en Brumadinho, un pequeño municipio a unos 60 kilómetros de Belo Horizonte, la capital del estado de Minas Gerais, es considerado uno de los principales puntos turísticos de Brasil y desde que abrió las puertas al público, en 2006, ya ha sido visitado por más de 3,5 millones de personas. Obra Intervención de color, Cuadrado mágico penetrable nº 5, De Luxe, 1977, del artista brasileño Hélio Oiticica. Foto EFE/ Isaac Fontana
Nombres reconocidos internacionalmente como el argentino Víctor Grippo, la japonesa Yayoi Kusama, el italiano Giuseppe Penone, la colombiana Doris Salcedo, la española Cristina Iglesias, el brasileño Amilkar de Castro, el danés Olafur Eliasson y el estadounidense Chris Burden dejan huella con sus creaciones en Inhotim.
Qué se puede ver
Esculturas monumentales y producciones multicolores de diferentes estilos y tendencias se mezclan con la vegetación del que también es un jardín botánico con más de 4.300 especies de diversos continentes.
Árboles centenarios junto a espigadas y exóticas palmeras se complementan entre sí con las obras de arte y decenas de jardines brindando un equilibrio armónico del espacio. Obra Narcissus Garden, 1996/2009, de la artista japonesa Yayoi Kusama. Foto EFE/ Isaac Fontana
El agua, ese elemento esencial para la vida y la preservación de los ecosistemas, también es protagonista en Inhotim con lagos de diversos tamaños que perfeccionan el lugar, como parte de los diseños arquitectónicos de algunas galerías y como esencia misma de algún trabajo artístico.
En palabras de Allan Schwartzman, cofundador de Inhotim, la idea es que esta colección global y multigeneracional sea «una experiencia directa» que le permita al espectador encontrarse con cosas que tal vez ni siquiera sepa que están allí. Vista general del Museo de Arte del Instituto Inhotim. Foto EFE/ Isaac Fontana
Años dramáticos
Este recinto maravilloso estuvo en la cuerda floja tras cuatro años de penurias.
Primero, un brote de fiebre amarilla en 2018 limitó las visitas a quienes estuvieran vacunados contra la enfermedad.
Un año después, la tragedia de Brumadinho, que dejó 270 muertos por la ruptura de un dique de residuos ferrosos de la minera Vale, alejó por varios meses el turismo. Vista de la obra Vegetación Sala Inhotim (2010-12), de la artista española Cristina Iglesias. Foto EFE/ Isaac Fontana
En 2020, cuando empezaba de nuevo a recuperar el público, llegó la pandemia de covid-19 y lo obligó a frenar operaciones por siete meses y, luego, a limitar la entrada a un mínimo de visitantes para evitar contagios.
Ese año, solo unas 48.000 personas fueron a Inhotim, casi un 90 % menos que las casi 350.000 que lo visitaron en 2017, antes de que empezara la mala racha.
En 2021 el turismo siguió flojo por la covid, a lo que se sumó una millonaria deuda de su entonces patrocinador principal. Obra Beam Drop Inhotim (2008), del artista estadounidense Chris Burden. Foto EFE/ Isaac Fontana
El museo, sin embargo, no desfalleció, se reinventó y renació como el ave fénix gracias a una serie de decisiones y nuevas alianzas que le han permitido superar una etapa «muy desafiante», según dijo Lucas Pessôa, director-presidente de Inhotim.
«Hoy realmente estamos viviendo un proceso de retomada de la institución a partir de un coleccionismo más activo, un museo más vivo y más dinámico«, explicó.
Parte de ello es la inauguración este sábado 15 de julio de una nueva galería permanente con obras de la japonesa Yayoi Kusama, que finalmente vio la vida después de un largo proceso de casi ocho años, lo que para el directivo «tiene un fuerte carácter simbólico», pues «demuestra que la institución está realmente consiguiendo reorganizarse».
Por ser una institución privada, parte fundamental de su sostenimiento son las donaciones otorgadas por un grupo de 35 patrocinadores. Este año, la minera Vale dio el principal impulso al donar 400 millones de reales (unos 83 millones de dólares o 75,4 millones de euros) para la sostenibilidad del museo por 10 años. Galería True Rouge (2002), del arquitecto brasileño Paulo Orsini, donde está True Rouge (1997), del artista brasileño Tunga. Foto EFE/ Isaac Fontana
Al menos nueve proyectos están en la mira de Inhotim para el corto y mediano plazo, entre los cuales otras galerías, exhibiciones temporales y obras que entren a hacer parte del acervo e impriman una nueva dinámica al museo.