Fuente: La Nación – Del 25 al 28 de agosto, creadores emergentes y consagrados se reúnen en La Rural, con la misión de acercar obras pequeñas, de calidad, a precios accesibles
La feria que ofrece arte sin intermediarios, BADA, Buenos Aires Directo de Artista, cumple diez años, y lo celebra esta semana con una nueva reunión de 300 artistas consagrados y emergentes, del 25 al 28 de agosto, en el Pabellón Verde de La Rural (Av. Sarmiento 2704). Tiene un objetivo: demostrar que es posible comprar obras de arte de calidad a precios accesibles.
Son los propios artistas quienes atienden sus stands, explican técnicas y cuentan historias detrás del bastidor. Entre los incentivos para la compra, todos llevan por lo menos diez ejemplares en formato chico a un precio máximo de $15.000. Se puede pagar con tarjetas, en cuotas y otras facilidades.
Entre los nombres participantes hay representantes de todas las técnicas: Lucía Marocchi, Paula Matta, Lilian Martínez, Soledad Rolleri, Mary Scarafia y Gisela Gaffoglio en pintura; Camila Vilar y Susana Sendon en dibujo; Pablo Salvador Rocha, Dafne Kleiman, Laura Rendano y Viviana Bacay en escultura; Débora Staiff y Unido en arte textil; Yayo Castillo (fotografía), Chapón y Lorena Otero en joyería contemporánea, son solo algunos.
El ingreso es a través de una instalación creada por Fernanda Díaz, que está acompañada por la resonancia energética de las Guardianas Guerreras de Stela Brieva. Paula Pons, con La Pensadora, reinterpreta la obra de Rodin y Milo Lockett expande su arte. La reconocida artista Fabiana Barreda, con una serie de obras multimedia, investiga la realidad psíquica como realidad tecnológica y la realidad aumentada a través de filtros de Instagram.
A tono con estos tiempos, BADA contará con un espacio dedicado a los NFTs, junto con Carnaval Marketplace. La feria ya es internacional luego de dos ediciones en México y una en Madrid. Ana Spinetto trajo el formato “directo de artista” a la Argentina cuando en 2012 lanzó BADA en Pilar. En 2021, tuvo 80.000 visitantes.
Marcelo Zeta Yeyati tocó el saxo durante veinte años en la Mississippi Blues Band y ahora es parte de Babel Orkesta, una compañía músico teatral. “A la par, siempre hice cosas con las manos, desde chico trabajaba el alambre y dibujaba. La plástica siempre estuvo en mi vida, primero como hobby, pero después me empecé a formar y empezaron a estar casi a la par. Ahora ya ocupa todo mi mundo”, cuenta. A BADA lleva cuadros en tela, sobre papel y ensambles: esculturas hechas con distintos materiales sobre su idea de reciclar y resignificar los objetos. “Trabajo muchas técnicas: collage con revistas y partituras viejas, stencil, pintura, dibujo, ensambles, tapicería, cerámica… en mis obras le doy una nueva vida a objetos que están en desuso, a los objetos olvidados que así adquieren un nuevo valor. Hablo del reciclaje como filosofía vital, con mucho color y mucho humor”, dice. La música y el arte siguen entrelazadas en su obra, en la que usa cajitas de música, timbres y partituras antiguas. “Pienso que combinar sonidos es igual a combinar colores”, señala.
Se maravilló por el arte con los museos y la arquitectura cuando viajó de chica a Europa. Luisa González vive en Buenos Aires, y tiene una larga trayectoria como artista, con exposiciones en países como México, Estados Unidos y Suiza. Su nuevo tema son las mujeres actuales, que piensa dinámicas: andan en bici, recorren lugares y son alegres. Pero su gran tema es la urbe. “Voy a presentar ocho obras de diferentes tamaños. Mi obra es urbana. Trabajo con fondos que logro mediante fotografías propias o también con imágenes que saco de la web. Esas imágenes las rompo y voy construyendo collages. También voy a llevar obra chica”, adelanta. Además, cajas habitadas por un transeúnte y obeliscos salen del cuadro y se vuelven objeto.
Calle es un proyecto fotográfico que intenta lograr que personas que viven en condiciones vulnerables puedan tener la oportunidad de mostrar su realidad al resto de la comunidad con imágenes que toman a través de sus celulares o cámaras descartables. Se generan luego recursos por la venta de las fotos, lo que ayuda en su propia recuperación económica y emocional. Todo se logra a través de talleres fotográficos de ocho semanas, que realizan un equipo de profesionales y los autores. “Los protagonistas son personas que viven en hogares de Cáritas y otras instituciones. Ellos sacan fotos de la ciudad. En un libro compilamos los veinte años que tiene el proyecto, que también estará en la galería Vasari en BAphoto”, cuenta Jorge Mazzinghi. Hay fotos en papel brillante de 30 x 40 cm enmarcadas desde $15.000. También, libros con 40 postales a $3800 y sueltas en 15 x 21 cm a 3500.
Sara Stewart Brown participa por cuarta vez en la feria con la serie Papelitos, realizada con una técnica característica de la artista, una representación abstracta de explosiones. Las obras exploran el volumen, luces y sombras de los relieves en papel y se basan en una frase que la artista usa para expresar felicidad: es todo papelitos de colores. “Es una nueva tanda de mis estallidos. Estoy experimentando con nuevos materiales, como cobre y aluminio, billetes de un dólar y un peso, y lo más reciente es acetatos de colores, gelatinas que se usan como filtros en cine y fotografía, que generan sombras. Llevo 44 obras de tamaño chico y algunas obras más grandes, de 150×100 cm y de 75×90 cm”, adelanta ella, una celebridad en Twitter como @kiwita.
Autor del búho, el yaguareté, el loro, el águila mora y el jilguero de las areneras que ocupan la Dársena F de la zona portuaria, de la jirafa que come la copa de los árboles desde la medianera del edificio de Miranda 4765, Monte Castro, y de los Panda pandemial de Nazca al 2725, Alfredo Segatori es uno de los más activos muralistas urbanos. Marcó un récord Guinness con el mural más grande, El Regreso de Quinquela, en San Antonio y Pedro de Mendoza, Barracas, que superó los 2100 metros cuadrados e incluyó a 70 vecinos del barrio. Tiene una serie abstracta, con la que pintó edificios y también personas de la cabeza a los pies, que llevará a la feria en modo performático. “Vamos a estar en BADA presentando telones y obras que hicimos en la feria en estos diez años, y en activaciones en vivo con exabrupto de color, pintando bastidores y prendas. La gente que quiera venir a exabruptear algo, que lo traiga y se lo lleva pintado”, invita Segatori.
Después de una vida de éxito profesional como arquitecto, Roberto Branda debuta como artista en esta edición de BADA. “Me anotaron mis hijas”, se disculpa. Pero su obra no pide permiso para imponerse con calidad y virtuosismo: hace composiciones de figuras y arquitecturas de realismo fotográfico con lápiz, y logra climas a pesar de la ausencia del color. “Dibujo desde mucho antes de ser arquitecto. Mi papá era calculista de hormigón y tenía su tablero en mi dormitorio. Me hacía dibujarle las letras en sus planos”, cuenta. Un año en cama, en la adolescencia, le sirvió para leer y hacer todos los cursos por correspondencia existentes. Después, fue a la Escuela Panamericana de Arte y estudió Arquitectura. Estaba recibido a los 22 años. En pandemia, un biombo encontró destino después de 40 años: con su mujer, lo dibujaron completo en lápiz. Agarraron después placas de MDF y siguieron dibujando. Fueron dos años dedicados al arte. Esta es la primera vez que va a mostrar su obra. “Yo no voy con intención de vender, si no a mostrar lo que hago y ver qué piensa la gente. Como arquitecto ya hice todo lo que podía”, dice a los 72 años. Con Liliana Chames llevan medio siglo de profesión y vida juntos. Eximia maquetista, ahora a veces se ocupa de los fondos de sus obras. “Yo no soy artista, sino que alguien que dibuja bien”, dice. Hay que ver.