Obras de arte que mantienen vivas las tradiciones

Fuente: La Nación – Se inauguró en la Universidad Católica Argentina (UCA) una muestra de pinturas costumbristas del artista Francisco Madero Marenco.

El 10 de este mes se celebró el Día de la Tradición, fecha conmemorativa del nacimiento de José Hernández, autor del inmortal Martin Fierro: gaucho cantor, hombre de honor y cultor de valores, libre como el pájaro del cielo. Es la fecha donde se celebran las tradiciones gauchescas de una patria que se hizo de a caballo, es la fecha donde celebramos nuestra propia identidad.

Durante el siglo XIX, llegaron al Río de la Plata los pintores viajeros provenientes de Europa quienes, interesados en el paisaje y los hábitos de la región, los volcaron en sus telas. Sus obras registran escenas urbanas y rurales, en particular la Pampa infinita, sus habitantes -estancieros, gauchos y paisanas-, la forma de vida, los ranchos y las pulperías. Como dato llamativo, retrataban al gaucho habitante de las Pampas con rasgos beduinos, considerando que en ese entonces su modelo de exotismo, rasgo con que los identificaban, provenía del norte de África.

El tema del gaucho fue fuente de inspiración de destacados artistas a lo largo de los años. Desde los pintorescos personajes idealizados por el uruguayo Juan Manuel Blanes, “el pintor de la Patria”, a los legendarios almanaques de Florencio Molina Campos, quien visibilizó con un toque de humor e ironía a los trabajadores rurales y las costumbres de los paisanos, o las obras y los libros con ilustraciones gauchescas de Eleodoro Marenco, entre ellos el Martin Fierro, La Cautiva y Excursión a los Indios Ranqueles. La figura del gaucho, un conocedor de los secretos de la tierra, quedó inmortalizada.

En el marco de esta celebración, y a 150 años de la publicación del poema gauchesco, el Pabellón de las Bellas Artes de la Pontificia Universidad Católica Argentina, inauguró la exposición “Tiempos idos”, una selección de pinturas costumbristas, realizadas por Francisco Madero Marenco, nieto de Eleodoro Marenco, cuyo talento para retratar al gaucho y al hombre de a caballo, fue sin duda heredado por este conocedor del ámbito rural y de la cultura gaucha.

Francisco Madero Marenco pinta la historia del gaucho argentino en el período de 1800 a 1950, tiempos de fortines y de malones, de indios con poncho y lanza y gauchos vestidos con botas de potro y espuelas nazarenas, pañuelo de seda al cuello, chaqueta, sombrero redondo, calzones y chiripás. Busca reivindicar la imagen del gaucho argentino y las tradiciones. Desde su rincón, su lugar de trabajo, su taller, pero sobre todo sus largas horas dedicadas a la investigación y al oficio de pintar, recrea escenas que el mismo se imagina y pudieron haber ocurrido, con conmovedor atractivo para el espectador.

Los rasgos curtidos del capataz de tropa, del arriero sanjuanino, del indio pehuenche que va siguiendo rastros en la cordillera; el semblante severo, parco y expresivo del gaucho delante del corral de palo a pique, que luce su rastra y cabo de rebenque de plata, con su rancho de adobe, techo de paja y un ombú casi seco por el invierno de fondo, invitan a escuchar sus cuentos legendarios, en una matera y delante del fogón.

Madero Marenco tuvo acceso a través de los libros de su abuelo, a las historias de los viajeros y la vida cotidiana rural rioplatense en el siglo XIX antes mencionado, sobre todo a la vida del gaucho, fuente de inspiración para su obra. El artista representa en su pintura el norte argentino, la Patagonia, la pre cordillera mendocina y la inmensidad de las pampas. Transmite una atmósfera serena, el silencio de esas extensiones y de la naturaleza. En ella se pueden admirar los pastizales y los increíbles matices del amanecer o el atardecer.

Francisco Madero Marenco nos invita a reflexionar sobre nuestros orígenes en la figura del gaucho, un arquetipo del ser nacional cuyo legado forma nuestra identidad cultural. Él rescata distintas épocas de nuestra crónica, que plasma con maestría sobre la tela, en obras que nos interpelan a pensar en nuestro pasado y en nuestro presente.

La autora es directora del pabellón de las Bellas Artes de la Pontificia Universidad Católica Argentina

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *