Nicola Costantino apuesta a la belleza contra el arte «feo y mal hecho»

Fuente: Clarín – La escultora rosarina, que nos representó en la Bienal de Venecia en 2013, inauguró una muestra inspirada en las flores. Opina que hay mucho que aprender de la naturaleza y que los artistas son demasiado elitistas y competitivos.

«Los artistas somos como los gusanos del compost: transformamos la podredumbre en belleza«. La creadora de la frase es Nicola Costantino, una de las artistas argentinas más reconocidas en el mundo.

Generadora de una obra que, efectivamente, parece convertir lo feo en bello, o jugar con ambos al mismo tiempo, o permitirse brillar en medio de una oscuridad tan aterradora como cautivante.

Lo dice frente a un muñeco de ella misma que fue parte de una muestra en 2010. Con esa muñeca hizo fotos y videos, luego la arrojó por unas escaleras.

Fue la manera de esta artista nacida en 1964 de enseñarnos cómo se sentía entonces: madre soltera, a cargo de su vida y de una vida más.

Esa muñeca ahora yace desmembrada en el piso de su casa taller en Villa Crespo, sobre una alfombra infestada de capullos de gusanos de seda.

«Los artistas somos como los gusanos del compost: transformamos la podredumbre en belleza».Nicola Costantino, artista

A su alrededor deslumbran otras de las bellezas macabras más reconocidas de Costantino: un espejo que devuelve la imagen de sus ojos separados, anchos y curiosos; los chanchos bola; los chanchos colgados; la cartera hecha de pezones y anos.

Todo pertenece a la imaginación de Costantino, que está exhibiendo su muestra PaRDeS en la Fundación Santander, mientras que su próximo proyecto es una muestra en el Centro de Experimenación (CTC) del Teatro Colón más hacia fin de año. Pero se le quema el pan.

El jardín del tiempo suspendido. Su obra en Fundación Santader. El jardín del tiempo suspendido. Su obra en Fundación Santader.

Eso es, en realidad, lo primero que me dice: que estaba haciendo pan casero y se le quemó, ya es la tercera vez que le pasa, y yo pienso que sus cuadros la descubren como una escorpiana típica, pero que el mameluco estridente que lleva puesto y el olor a pan quemado delata el ascendente en acuario que me confesará más tarde.

Pero la astrología no alcanza para entender el origen de tanta luz y tanta sombra. Entonces aparece la primera pregunta: ¿De dónde salen sus obras?

“Hay gente que piensa y no le da importancia al trabajo –dice y deja su taza de té de miel y jengibre sobre una mesa de vidrio–. Y otros que trabajan y no le dan importancia al pensamiento. Yo trabajo pensando. O pienso trabajando. Mis ideas aparecen cuando estoy en ese estado medio alfa, en el taller, con las manos hundidas en el material y tratando de resolver algo. Ahí es cuando empiezan las ideas, siempre surgiendo de la misma obra. Todas mis obras salen de una obra anterior.” -También, de obras de otros.

-Tenés tu propia versión de «Las Meninas» de Velázquez o de «La mujer del sweater rojo» de Berni.

-Muchas veces combiné dos obras para hacer una tercera. La Venus de Boticelli, por ejemplo, la combiné con dos medias reses para mezclarla con las alas de Rembrandt. El cruce entre varios artistas es muy común en la literatura e incluso en la filosofía; es usual que se desarrolle algo a partir de la obra de otro. Pero en el arte, no. Hay una gran sobrevaloración a la idea de que la obra solo le pertenece al artista.

También fotografía. En la muestra de Fundación Santander, no sólo las flores están en las esculturas. También fotografía. En la muestra de Fundación Santander, no sólo las flores están en las esculturas.

-Hay un trabajo muy característico tuyo con la mezcla de lenguajes. ¿Cómo va apareciendo la obra?

Soy escultora, y cuando hago fotografía, lo soy también. No entiendo nada de cómo se hace la foto, pero sé lo que quiero y cuento con la colaboración de gente que lo sabe llevar a cabo. También hago cine y sigo siendo escultora; y me encanta el lenguaje audiovisual porque es completo, salís de la idea de la soledad del artista plástico. Pero no creo que haya que estar buscando la obra. Nunca empecé algo sin saber cómo iba a terminar. Siempre que se me ocurrió una idea, me la imaginé terminada. Y además, como una obra continúa de alguna manera a la otra, a medida que va saliendo una ya planifico la siguiente.

«Nunca empecé algo sin saber cómo iba a terminar. Siempre que se me ocurrió una idea, me la imaginé terminada».Nicola Costantino, artista

-A pesar de esa continuidad, tu trabajo es muy heterogéneo.

-Cambio bastante. Me parece muy aburrido quedarse siempre en lo mismo. También tiene que ver con los momentos de la vida de cada uno y del mundo. La muestra de Santander es un punto de inflexión de la reflexión que fue atravesar la pandemia y también, quizás, mi crisis de la mediana edad. Cuando uno se pone viejo empieza a ver un montón de cosas que antes no veía. Te cambia la cabeza. Yo sentía que con el arte contemporáneo había aprendido a pensar de una manera y a trabajar de una forma, pero que ese pensamiento había quedado viejo. El arte contemporáneo tiene cien años. Las vanguardias ya no nos sirven mucho. Lo nuevo está para adelante. Sin embargo, hay muchas cosas que todavía seguimos repitiendo. Y no van más.

-Y así aparecieron las flores.

-Esta obra es un gran replanteo. Por un lado, de la relación de los artistas con la belleza. Esa idea de que el arte contemporáneo no puede ser bello y que tiene que estar mal hecho. Se cree que si sos un virtuoso sos un boludo porque le das más importancia a la técnica que al concepto. Todos prejuicios.

«Se cree que si sos un virtuoso sos un boludo porque le das más importancia a la técnica que al concepto».Nicola Costantino, artista

Costantino reivindica el trabajo colectivo en la realización de la obra. Costantino reivindica el trabajo colectivo en la realización de la obra.

-¿Tenías esos prejuicios?

-Algunos. Por ejemplo, despreciaba las técnicas de cerámica porque me parecían conservadoras, y sin embargo ahora me parece revolucionario estar haciendo cerámica. Yo siempre tuve una relación muy fuerte con la belleza, todas mis obras son atractivas y seductoras, pero cuando entendés la obra te pega una patada. Como esa cartera que es muy linda pero cuando te acercás decís: “¡Son culos!”.

-Al mismo tiempo es una obra que atrae a un público más amplio.

-Eso es algo que también cambió en esta muestra. Me empecé a rebelar contra el artista encerrado en su nicho de galerías, museos y coleccionistas. Eso es una parte nada más, diría que la peor que tiene el arte. Lo más interesante es que la gente se encuentre con el arte. Pero lamentablemente los artistas están muy alejados de la gente, y eso es un desperdicio para todos.

Las flores de la pandemia

Costantino empezó a crear PaRDes el día uno de la pandemia, apenas se anunció el aislamiento social obligatorio. El último día, antes de que el mundo se detuviera, salió a comprar los materiales que necesitaba para hacer las flores que componen la muestra.

Su idea era trabajar con pastas coloreadas y disponerlas de una forma en que, al cortarlas, apareciera un dibujo. No quería usar pintura, nunca le gustó. Una ceramista le dijo que esa técnica ya existía y se llamaba Nerikomi. “Es una técnica que solo podía ser japonesa, porque requiere una concentración total. Trabajás a ciegas, sin saber cómo van a quedar los colores”, dice con un tono que mezcla la calma y la pasión como una parte más de su obra.

-¿Por qué encontraste belleza en las flores?

-No hay otro ámbito de mayor representación de la belleza que en la naturaleza. Es la belleza de la geometría y de la armonía. Si mirás en detalle un coliflor, después de cinco minutos, estás drogado. ¡Es tan impresionante! Además el universo vegetal es generoso: nosotros gritamos, matamos, destruimos, en cambio el universo vegetal es silencioso, repone y cura todo el daño que hacemos. Y es el único que nos va a salvar. En la pandemia me di cuenta de que la humanidad necesita belleza y necesita arte.

Belleza. Las flores de cerámica juegan con lo natural y lo artificial. Belleza. Las flores de cerámica juegan con lo natural y lo artificial.

-Tu obra tiene un fuerte sentido político, aunque no sea explícito.

-La muestra sobre las flores es también una crítica al arte contemporáneo. Los artistas jóvenes se preocupan más por tener el look y parecer artistas que por hacer una obra interesante. El arte contemporáneo debería ser experimental, de cada uno y el resultado debería ser muy diferente uno del otro. Sin embargo, todos son iguales, todos hacen lo mismo. No es de ahora. Siempre pasó. Cuando surgió el cubismo, todos los artistas se pusieron a pintar figuras geométricas pensando que pintaban cubismo. Hay ciertas cosas que todos hacen “de manual”, para parecer contemporáneos, y hay muy pocos que se animan a hacer algo diferente.

«Los artistas jóvenes se preocupan más por tener el look y parecer artistas que por hacer una obra interesante».Nicola Costantino, artista

-¿Cómo eras como artista joven?

-A los dieciocho transitábamos el primer año de democracia. Eso ya fue una bendición. Además yo estaba en Rosario, en un lugar donde ser artista no tenía sentido. Lo hacías como algo vocacional; jamás pensé que podía vivir de esto ni tenía idea de qué iba a vivir. Hoy, con Internet y con la importancia que tienen las galerías y el mercado del arte, los artistas, sin ni siquiera haber hecho ninguna obra, ya están pensando con qué galería van a trabajar y cómo van a vender.

Algo que yo nunca me imaginé hasta los treinta años, cuando llegué a Buenos Aires y vendí uno de mis chanchitos. Pero no fue algo que yo buscara, me cayó como resultado de lo que era la obra, que llamó la atención por mis animales disecados. Fue una suerte que mi formación se diera alejada del negocio.

-¿Tu formación cómo había sido?

Hice la carrera de Bellas Artes, pero desde muy chica investigaba sola. Mis dos hermanos son ingenieros y me tenían al tanto de las novedades de los materiales, de las resinas, las siliconas… Entonces me venía a Buenos Aires, compraba lo que necesitaba y volvía a Rosario para experimentar. Más de una vez casi explota todo. Pero así aprendía, porque no había talleres como ahora. Si quería aprender inyección de poliuretano y espuma flexible, me iba a una fábrica de bicicleta y les pedía que me dejaran trabajar ahí. Barría el taller y servía el café mientras aprendía a hacer las matrices. Estaba dos o tres meses y después me iba a otro lugar donde pudiera trabajar de lo que fuera con tal de aprender otra técnica. Tenía veinticinco años, todos me decían que sí.

-¿Fue más difícil por ser mujer?

-Era una pendeja linda y simpática; me sentía mimada. Pero cuando alguno sentía que era una amenaza para alguien, empezaban los maltratos. Mi primer año en Buenos Aires fue como el servicio militar: no podía creer la maldad de los artistas. Se burlaban de mí porque me tragaba las s. La pasé horrible. Entre artistas hay mucha competencia, por más que circule esa idea de que son mucho más abiertos, no es así. Otro artista es competencia.

Detalles. Cada flor fue hecha a mano, y también pintada. Detalles. Cada flor fue hecha a mano, y también pintada.

-Tu obra muchas veces fue tildada de provocadora. ¿Cómo te llevás con el clima de época que busca cancelar artistas y convertir las obras en políticamente correctas?

-No me entra en la cabeza. ¿Cómo pueden ser tan ignorantes? El arte hay que verlo en su contexto, como se hizo en su momento. Tenemos miles de años para atrás, ¿qué vamos a hacer? ¿Vamos a modificarlo todo? Entiendo que puede haber algo que pueda ser un poco ofensiva, pero son fruto de su época. No puedo creer cómo alguien puede pensar en modificar una obra para que sea políticamente correcta. Y no solo eso: al mismo tiempo que se suben a esta idea de la censura, ninguno tiene conciencia del control digital y están totalmente integrados al mercado. De todas maneras, esta revolución que tiene que ver con las disidencias sexuales y con el feminismo es totalmente necesaria, por más de que traigan aparejadas algunas pelotudeces.

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