Fuente: Clarín ~ Tras sus trabajos en muros de Barracas y el Abasto, el artista plasmó ahora su arte público en un edificio patrimonial de Caballito.
Es reconocido en Barracas –su barrio de nacimiento– como quien transformó las tres cuadras de un pasaje en un espacio patrimonial y un museo a cielo abierto, donde cada frente está intervenido con un diseño de su autoría, en un proyecto que trabajó junto a los vecinos creando un espacio nuevo donde el arte se coló para quedarse. Marino Santa María (Buenos Aires, 1949) vive en el mismo barrio en la casa que fuera de su familia y ya hace mucho que es su taller escuela, un espacio de vinculación creativa que se proyecta en los recorridos turísticos de extranjeros que visitan Buenos Aires. Hablamos del Proyecto Calle Lanín iniciado en 2001, apenas deja su actividad como rector de la Escuela Superior de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón para luego, en 2002 tomar el barrio del Abasto y comenzar la transformación del Pasaje Zelaya con Tango Abasto, en el que asocia partituras de reconocidas canciones del género con grandes efigies en versión pop del ícono de Buenos Aires y de la argentinidad, Carlos Gardel.
Reconocido como artista desde los años 80, su obra deja huellas perdurables y cuenta a Ñ que cuando eligió el espacio urbano como el lugar donde desarrollar su obra “lo hice con la idea de cambiar la forma de comunicarme, de salir de las galerías y tener un espacio de mayor contacto con la gente y poder desarrollar obra de otra dimensión”. El resultado fue sorprendiéndolo al punto que descubre ya en los primeros proyectos que hoy tienen más de 20 años, que la ciudad era el lugar de intercambio, “un lugar que nos lleva a dialogar, a compartir lo que sentimos, lo que pensamos, con la posibilidad de crear una marca, una suerte del lugar de pertenencia”.
Si bien es cierto que la ciudad mantiene ciertos rasgos en su arquitectura muy identificables en cada barrio, mejorar la calidad de los espacios públicos muchas veces no depende del estado. También es valorable contribuir a jerarquizarlo defendiendo ciertas arquitecturas de principios del siglo XX que al ser un soporte para el arte contemporáneo se transforman en sustentables. En este tiempo donde se multiplicaron los espacios de intervención que incluyen no sólo frentes sino la estación Pueyrredón del Subte H o la fachada de cien metros del Hospital Británico sobre la Avenida Caseros, logró mejor eficacia al cambiar la pintura reemplazándola por un mural hecho con mosaicos, venecitas y azulejos que no requieren casi mantenimiento. Marino agrega que esta técnica que es directa sobre la pared le da limpieza al mural, además de brillo por las noches y durabilidad de los colores. Algunos barrios como Balvanera, Villa Luro y La Boca, y otros puntos fuera de la Capital tienen sus intervenciones, siempre interactuando con un grupo de asistentes y con el apoyo de ciertas industrias nacionales que fabrican los materiales durables que emplea. Marino Santa María utiliza la técnica directa en su último mural.
En 2022 recibió el Diploma al Mérito de parte de la Fundación Konex junto a Marta Minujín, entre otros, pero inició el 2023 acompañando la inquietud de un desarrollador en el barrio de Caballito, quien cedió una fachada de estilo italianizante, con buñas y almohadillones en el frente, texturas en el friso y contramarcos recortados en arcos de medio punto, interviniendo sólo la parte plana con sus diseños abstractos. Dice Marino: “Se trata de una composición de tres niveles, en la parte superior las formas horizontales se alargan y están destacadas sobre blanco; en la zona intermedia cambia al verde donde las figuras en colores amarillo, rojo y blancas mantienen un gran dinamismo y fuerza de movimiento como agitándose entre sí. En la inferior se ubican unas formas menores, como en reposo, sobre un celeste que logra que se aquieten de algún modo.” La obra llevó casi dos meses de ejecución y fue realizada en técnica directa, participando un reducido grupo que lo completaron delante de transeúntes y vecinos que fueron viendo su progreso. Puede verse en su juego dinámico de curvas y texturas, combinando el brillo del azulejo con lo satinado del mosaico veneciano en calle Valle 1227 a una cuadra de Valle y Hortiguera en Caballito. El impulso a seguir incentivando que el arte contemporáneo “sea una especie de salvavidas de estas arquitecturas” y que el arte transforme el pasado en frentes patrimoniales sigue dando frutos.