Fuente: Clarin ~ «Primero quiero contar la muestra. Después charlamos en el taxi camino a yoga. Es importante no cortar con las clases, todo muy intenso. Me esperás en el barcito de enfrente y cuando termino, seguimos conversando”, organiza Marcos López. Es la segunda tarde de montaje de Clásico y Moderno, su nueva expo que finalmente inauguró el jueves 14 en el Centro Cultural Borges. Pero ahora es todo frenesí de montaje. Hace rato que López estaba alejado de las muestras. La última fue Rancho, en Santa Fe, en 2019, cuando transformó la sede del Colegio de Arquitectos con recuerdos de su infancia en Gálvez, jugando entre el arte y la artesanía. Y desde 2016 con Lugares comunes en La Alianza Francesa –una retrospectiva de fotos, pinturas, dibujos y objetos– que no hacía algo grande en solitario en Buenos Aires.
“No estaba buscando hacer una muestra. No tenía interés o nadie me invitaba. Pero surgió esta propuesta, donde me daban libertad absoluta y pagaban la producción, así que acepté. Porque además tenía un montón de material nuevo. Gran parte de lo que hice en los últimos años fue pintar fotos. Así que acá estoy”, explica rodeado por su equipo, la Oficina de proyectos, casi una docena de personas que ahora taladran, clavan, pintan, organizan. Es un run run desbordado que va cobrando un sentido estético y narrativo.
Lo sanguinario y lo perverso, con presencia en la obra reciente de Marcos López.
La sala del primer piso del Borges ya está repleta. Hay 98 obras de distintos tamaños y formatos. “Paramos porque se acabaron las paredes”, dice la tarde anterior a la inauguración. Pero el mismo día de la apertura terminó encontrando un hueco para agregar un cuadro. Y otro más. El resultado se puede ver, gratis, hasta el 2 de octubre. “Estoy contento”, anuncia en medio de su mundo cocoliche y colorido. López, además, hace años está organizando su archivo de obra, que es inmenso, porque hizo un convenio con la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Untref) para catalogarlo y subirlo a la red. Otro plan que lo ocupa: se puso a recolectar los textos que escribió desde el inicio de Facebook y luego en Instagram. “Después voy a obligarme a trabajar con un corrector de estilo, para publicarlos, posiblemente con dibujos o fotos”, cuenta. Y hay más. Pero ahora no puede hablar de eso, su atención se va hacia el montaje de Clásico y Moderno. Quiere recorrer el espacio, contar la muestra, insiste.
Reconocido por una obra casi teatral, con esa estética pop latina que es su marca, López hace unos años comenzó a mirar hacia otro lado. Esta no es una muestra de fotos. Aunque comienza ahí, termina en la pintura. Son retratos. Algunos los hizo él en los 90, pero a la mayoría los compró en anticuarios y mercados: son fotografías de estudio de los años 40. Las comenzó a recolectar en 2019, acumuló esos mundos del pasado y durante la pandemia se puso a intervenir. Con aerosol, collage, graffiti, óleo, mechones de pelo, cuchillos; un mix que se expande fuera de los marcos, sobre las paredes, y que, además, será otro de los libros que tiene entre manos. El más concreto, porque va a salir antes de fin de año. “Cuando empecé a hacer blanco y negro en los 80 ya tenía una intuición por este lado. Coloreaba las fotos con tintas transparentes, inspirado en esos retratos tipo vacaciones en Carlos Paz, con las sierras verdes, el cucú, un cielo muy celeste. Después me dediqué a trabajar en color, y salió esa estética fuerte, saturada. Pero me fui cansando de todo lo del pop latino”, dice.
“Hombre con corona, colmillos y serpientes”, 2022. 18 x 23 cm.
–¿Te cansaste de hacer fotos o de esa estética?
–Últimamente sentía que ya lo había fotografiado todo y tenía más deseos de pintar. De hecho, ahora estoy más que nada trabajando con óleo y dibujando. Experimento con distintas técnicas, pero de pintura. Sin foto. Pinto, pinto. Es un gran desafío. Y en esta muestra, aunque parto de fotos, en muchos casos la dejo atrás. Ya casi ni se ve.
–¿Sabías qué ibas a hacer cuando comprabas las fotos?
–No. Las mismas imágenes me fueron sugiriendo los temas. Aquellas fotos que se hacían de estudio eran para casamientos, comuniones, bautismos, fiestas de graduación. Por ejemplo, hay una de una novia, y su brazo, cómo tiene la mano, estaba justo para pintarle el dóberman que ahora sostiene. Cuando los fotógrafos ponían a los chicos en el estudio para el retrato de comunión, los envolvían en una cosa como de un estado de trance. Entonces a este le cambié la Biblia por una escopeta. La fe es un poco perversa. Y todo es, en esta muestra, sanación. Para mí. También para mi madre, mi hermana, mi primera novia.
“Novia con garza”, 2020. 24 x 32.8 cm.
–¿Es un recorrido autobiográfico?
–Sí. Me crié con una educación conservadora, católica, patriarcal, autoritaria, militar y todo lo peor que se te ocurra. De alguna manera todo este trabajo es un exorcismo de los temas que me conforman como persona. Por eso hay pelo, animales, sexo, sadomasoquismo, religión, un vampiro. Indudablemente, todo el background de mi disco duro mental sumado al conocimiento del oficio fotográfico fue lo que me llevó a esto. Tiene que ver con el proceso creativo, de dónde salen las ideas. Entonces cuenta los cuentos que imagina detrás de cada imagen. “Esta mujer va a matar a la gallina. Hay cosas que culturalmente parecen perversas o sanguinarias, pero en el campo son muy comunes. Los niños ven todos los días a la abuela degollando la gallina en el patio”, dice. Ahora señala diversas serpientes que parecen pintadas acá y allá: “Y este es el coronavirus. ¿Ves? Virus, virus, virus”.
Del covid ya está harto, explicará más tarde, después de yoga, tomando agua mineral con gas en el barcito. Se dio todas las vacunas, pero ya no usa barbijo: “Durante el confinamiento escribí sobre el miedo, fue muy fuerte, pero decidí no darle más pelota al tema, para salvar la mente. Me parece que no me voy a contagiar. Y nada más que temer”.
El hit de la muestra. “Conflictos internos”, 2022. 80 x 160 x 40 cm.
Pero aún en el Borges, habla del arte del montaje. “Esta la hice hace una semana, después de haber confirmado la exposición”, señala y avanza hacia una obra que, dice, “va a ser el hit de la muestra”. Finalmente se llamará Conflictos internos, pero aún no tiene nombre, todavía la está terminando. “Conseguí esa foto de una chica de comunión. Ya la tenía vista. Mirá ese gesto. Está leyendo la Biblia, como ida, así que la transformé en el libro rojo de Mao. Me venía justo. Ella por un lado está con el maoísmo, también le gusta la Revolución Cubana, por eso también pinté al Che Guevara. Pero su mamá le dijo que tiene que ser católica. Y entre la justicia social y el comunismo, pobrecita, tiene una ensalada en la cabeza. Está tironeada No sabe para dónde ir. Sus ideas, los mandatos, el infierno”, narra hasta que llega el momento de coronar cuadro y cuento con una estatuilla de Jesús. Taladro, listo.
–Hacés un homenaje al retratista, ¿no?
–¡Sí! Es un rescate del oficio del fotógrafo que hace retratos, que en muchos casos son anónimos. Mirá, mirá este. Lo conseguí en el mercado de Lagunilla, en México, que es un lugar increíble en el que podés comprar desde una ametralladora hasta un yacaré. Es fotográficamente excelente. Al tipo que se le ocurrió poner a toda una familia mirando para el mismo lado. Y sobre eso fui experimentando con texturas. A la mujer del medio le hice salir este mechón de pelo desde el corazón. El trabajo que hago es, también, una apropiación, porque me subo sobre la obra de estos fotógrafos. A veces me da culpa, me digo ¿qué derecho tengo, pobre gente, de pintarle por ejemplo un diablo a esta pareja de novios?
La familia mexicana, intervenida por Marcos López en el CC Borges. Foto Constanza Niscovolos
–¿Te da culpa de verdad o es otra narrativa?
–Me da un poquito de culpa de verdad. Pero un poquito. Después me digo “Bueno, Marcos, sos artista”. Si uno se pregunta para qué sirve el arte, yo creo que es para una reflexión sociocultural, económica, hecha desde un lenguaje específico. Y este es el que yo manejo. Entonces tengo que transformar a este niño en el diablo coronavirus.
–Hay retratos que siguen sobre la pared…
–Sí, es lo que se podría llamar pintura expandida. Esta muestra es barroca, excesiva. Hay una experimentación, que me causa mucha adrenalina, que es la improvisación en el montaje. Esta sangre que chorrea, este pelo en el marco, son cosas que no estaban en los planes.
–¿Cuáles sí son tus próximos planes?
–Tal vez estoy pensando en mudarme fuera de la ciudad. Ya me cansé de lo urbano, no le encuentro sentido. Con mis pinturas al óleo, quizá las muestre en arteBA. Y a mí mismo, me veo haciendo yoga, pintando, escribiendo y comiendo sano.
Clásico y moderno – Marcos López
Lugar: CC Borges, Viamonte 525
Horario: de mié a dom de 14 a 20
Fecha: hasta el 2 de octubre
Entrada: gratuita
¡Hola! Tu análisis sobre Marcos López y su «pulsión de exceso» es fascinante. ¿Consideraste explorar cómo esta pulsión se refleja en su evolución artística a lo largo del tiempo? Sería interesante ver cómo ha influido en su estilo y enfoque creativo. 😊