Fuente: Ambito – Diálogo con el artista plástico y psicoanalista argentino que fue discípulo de Lacan.
“Los restos me obsesionan como materia artística”, dice a este diario Francisco Hugo Freda, pintor de vasta trayectoria y psicoanalista. “Yo uso una sábana en el piso para que chorree la pintura cuando creo una obra; más tarde, observo esa sábana y me digo que no debo lavarla, que quizá sirvan sus fragmentos como base para una nueva obra. Yo he jugado con restos, tapones de botellas de vino, pantalones rotos, y veo cómo logro una estructura con ellos. ‘Del diamante no nace nada, de la mierda nacen las flores’ dicen en Italia.”
Freda, que ha realizado numerosas exposiciones individuales y colectivas en el país y el exterior, se distingue además por haber sido discípulo de Jacques Lacan, el célebre psicoanalista francés que revolucionó la teoría freudiana (ver recuadro). Y, aunque asegura que el psicoanálisis y el arte son caminos que van juntos pero no se superponen, en el diálogo con él adquieren la forma de lenguajes que, al menos, se espían uno al otro. Informate más
Su obra, claramente dividida en etapas, reconoce, al menos en la concepción que tiene de ella, un movimiento similar al psicoanálisis en la renuncia a la “captura de lo real”, como decía Lacan. “La pintura misma hace el cuadro, yo acompaño a la pintura. Hay que extraerle a la pintura el cuadro, sabiendo que nunca será toda la pintura, que siempre hay una falta. Porque si se completara toda la pintura en un cuadro, ¿para qué seguir pintando?
En ese sentido, recuerda una anécdota iluminadora: “Picasso bajaba un día de su atelier, en el sur de Francia, y su mujer, como creyó verlo triste, le preguntó qué le pasaba. ‘Ella gana siempre’, le respondió, refiriéndose a la pintura desde luego. Eso mismo ocurre con las letras, con los escritos. Siempre hay algo a lo que no se llega”.
Periodista: Borges solía repetir una frase de Alfonso Reyes: “Publicamos un libro para no pasarnos la vida corrigiendo el mismo”.
Francisco Hugo Freda: Así es. De otra forma sería una corrección al infinito. La palabra final nunca está, el concepto de verdad no existe. Uno busca la verdad pero siempre se va a encontrar con la media verdad. Yo fui amigo del gran novelista peruano Manuel Scorza, el de “Redoble por Rancas”. Una vez entré a su escritorio y encontré miles de hojas apelmazadas, por el suelo, que quedaban ahí porque las tiraba. Entonces me mostró una frase, y me dijo: “Me pasé todo el día buscando una frase perfecta, y todas estas hojas fueron las que descarté”. Pero tampoco encontró esa perfección, porque esa perfección no existe.
P.: Hoy se pierde todo con los procesadores de texto. Se borra para siempre todo lo previo.
F. H. F.: Es distinto, pero los artistas se las arreglan siempre. El artista tiene fetiches que le son necesarios, algunos sólo pueden escribir con determinado tipo de lapicera o papel; eso no le ocurre a un cirujano que sabe que únicamente puede operar con determinado instrumental. El arte es tirano, pero, vuelvo a Lacan y su lección, el artista debe sentirse libre y volverse, en consecuencia, más serio: nadie me dirá cómo debo hacer tal cuadro, pero antes de que salga de acá a la galería deberé examinarlo muchas veces. El artista, a diferencia del psicoanalista que tiene una comunidad, está solo.
P.: Volviendo a ese “real” que se escapa, ¿de qué otra forma podría definirse en términos de arte?
F.H.F.: Lo real es lo que está ahí, que no tiene que ver con lo que llamamos realidad. A lo real hay que darle forma, espera su simbolización. Durante la pandemia, yo hice varios cuadros donde utilicé, a la manera de collages, esos guantes de látex que empezó a utilizar todo el mundo. El covid es lo que yo no esperaba, lo que irrumpió, lo que me confinó en mi casa, que no me permitió viajar. Si se prefiere, en lugar de Lacan, podemos recurrir al tango: ‘Hay un algo que te vende/ Yo no sé si es la mirada”. Pues bien, el arte trata de atrapar ese ‘algo’. Hay muchos críticos que intentan darle sentido a un cuadro, y cada uno ve cosas distintas.
P.: Quieren volver figurativo lo abstracto.
F.H.F.: Ni siquiera lo abstracto, mis obras no lo son. En mis cuadros a veces hay una lucha entre el fondo y la forma. En algunos casos hago primero el fondo, en otros el fondo se va generando a medida que aparece la forma. El arte da una parte de libertad que no encuentro en otro lugar.
P.: ¿Cómo dividiría sus etapas como artista?
F.H. F.: Cuando empecé a pintar, en París, y después vine aquí, sentía que dominaba un objeto. Pero la evolución la da el cuadro mismo. Una serie me produce una nueva serie y ya me resulta imposible volver a la anterior. Puedo hablar de la etapa de los dramas, de las caligrafías. Me invento un lenguaje para esas etapas.
P.: Ahora viaja a la Bienal de Firenze.
F.H.F.: Así es, vamos a ir allí con algunas obras. Es la Bienal que otorga el Premio Lorenzo el Magnífico, que han obtenido David Hockney, Franco Zeffirelli y Yoko Ono, entre otros. También hay una nueva exposición en marcha, en Buenos Aires, pero aún estamos definiendo la galería, y otra en Río de Janeiro el año próximo.
Freda preside la Fundación Pasaje 865, que lanzó hace poco una línea editorial propia que dirige su mujer, Damasia Amadeo. Ella también es directora de una colección publicada por la USAM, la Universidad de San Martín, en convenio con la Fundación. Se llama Tyché, y ya lleva más de veinte libros editados.