Fuente: La Nación ~ La escultura hiperrealista del español Eugenio Merino es fondo obligado para la selfie y piedra del escándalo en la feria de arte contemporáneo de Madrid, que arrancó con éxito en su día cerrado a coleccionistas.
MADRID.- La tregua impuesta por la pandemia ha renovado el panorama ferial y el look de los visitantes. Hay más pintura, más color, más diversidad y más zapatillas. Hoy no llamaría la atención de nadie Sam Keller, el suizo de cabeza rapada que reinventó Art Basel y usaba zapatillas tenis. En los pabellones madrileños vale todo y no hay zapatos.
A las 11 de la mañana, Maribel López cumplió hoy con el ritual de la rueda de prensa, que fue rápida y sin preguntas. Algo quedó claro: a la directora de Arco le importa América Latina. Las galerías de Argentina, México, Perú y Guatemala tienen un lugar de preferencia, curadores propios y una propuesta fresca y vigorosa.
Pero en la apertura, jornada de coleccionistas y profesionales, el relumbrón mediático fue una escultura hiperrealista estilo Ron Mueck, de Pablo Piccaso, yacente y con lápida incluida, a la venta en la galería ADN por 45.000 euros. Una mezcla de irreverencia y mal gusto que tiene su público: es el fondo obligado para la selfie y la piedra del escándalo, cuando se conmemora este año el 50 aniversario de la muerte del pintor malagueño. Desde hace tiempo algunas galerías se valen de esta estrategia para atraer compradores. Si hace una década el impacto del primer día había sido la figura del dictador Franco en la nevera -Always Franco-, ahora es Aquí murió Picasso, del mismo artista madrileño Eugenio Merino, lo que llama la atención.
La escultura funciona como la banana de Mauricio Cattelan pegada con cinta plástica a la pared, casi tres veces más cara: aquel diciembre de 2019 en Art Basel Miami la fruta que terminó en el Guggenheim se vendió por US$120 mil. Claro que Madrid no es Miami, ni Arco es Art Basel, pero en todas las latitudes un buen escandalete funciona como imán.
Los galeristas están contentos con las ventas, aunque cuesta encontrarle cliente al Miró de los dos millones de euros, el cuadro más caro de esta 42° edición -una escultura del vasco Eduardo Chillida supera esa cifra, con 3,7 millones de euros-.
En el regreso de la pintura, hay de todo y para todos los gustos: los paisajes multicolores de la argentina Florencia Böthlingk (de su serie misionera, ya se vendió en Hache); los paneles rayados del español Juan Usslé (120.000 euros) y una alfombra de terciopelo intervenida por Thomas Ruff, nada menos. Jaume Plensa y Ugo Rondinone están entre los 10 más buscados, junto con Olafur Eliasson, Tomás Saraceno, Tony Ousler, Sofía Durrieu (otra argentina, en galería Benzacar), Eduardo Chillida, Lucio Fontana y una increíble pintura de Sara Grilo (85.000 euros).
Mañana será la inauguración oficial con los reyes de España y las escalas técnicas de sus majestades para conversar con los “elegidos”.
La cúpula de arteBA, Larisa Andreani y Eduardo Mallea, fueron agasajados anoche en La Moraleja, en Alcobendas, al norte de la ciudad, por la coleccionista Dominica Munro. Fue un encuentro de artistas, galeristas y amigos, donde estuvieron presentes Orly Benzacar, Diego Bianchi, Santiago Gasquet, la Chola, María Victoria Alcaraz, el embajador Ricardo Alfonsín, Gabriel Chaile, Mauro Herlitzka, Manuel Esnoz, Claudia Akian, José Luis Lorenzo y Joaquín Rodríguez, entre una multitud.
Antes del corte de cintas y el show de flashes, Tomás Saraceno será entrevistado por Hans Ulrich Olbrist, el curador más buscado del planeta, en Ivory Press, la galería de Elena Ochoa, vecina del estadio Santiago Bernabeu.
Y sigue la fiesta del arte: Juan y Patricia Pearson de Vergez recibirán mañana a la noche el Premio ARCO al coleccionismo.