Fuente: Télam ~ @dianadowek La pintora Diana Dowek vuelve a exponer. Esta vez, en el Pabellón de Bellas Artes de la UCA (Av. Alicia Moreau de Justo 1300) con una muestra compuesta de siete pinturas de gran formato que tiene como eje central las vivencias de los trabajadores de la salud durante la pandemia, a manera de homenaje.
El Pabellón de Bellas Artes de la UCA vuelve a abrir sus puertas después de dos años de pandemia y lo hace con la muestra «A la primera línea», de la pintora Diana Dowek, una memoria visual desde aquellos primeros días de total incertidumbre, cuando apenas se decretaba el primer aislamiento, y «un homenaje a todos los trabajadores», dice la artista de 80 años reconocida por la actualidad social y política de su extensa trayectoria, si bien estas imágenes están centradas en fotografías publicadas por los medios de comunicación sobre el derrotero emprendido por los trabajadores de la salud.
Siete pinturas de gran formato, un instalación simple y cruda -una camilla metálica cedida por el Sindicato de Sanidad con una sábana blanca donde se proyectan «todas las palabras instaladas en pandemia», dice Dowek, algunas en «flu», aclara, su manera de referirse al fuera de foco, otras totalmente nítidas. Muerte es una de ellas. «Al flu lo elegimos para darle más movimiento a las palabras, algunas están bien afirmadas: enfermero, camillero. En cambio el egoísmo es relativo. El caos es contundente. Lo incuestionable está totalmente en foco. Lo que es casi un hecho», indica mientras la proyección avanza en negro sobre la sábana.
Esas mismas pinturas se reproducen en el loop de una pantalla. Obreros de la sanidad que se abrazan desgarrados, descansan en sillas duras de salas vacías de hospital, salen a la calle como una especie de eternautas. «Reabrir con esta muestra es muy importante. Lo que dicen esas obras, el fondo negro, los abrazos, forman parte de todo lo que hemos vivido -nadie ha dejado de sufrir esta pandemia- y genera una toma de conciencia en el espectador. Mucho sucedía tras bambalinas, en corredores hospitalarios», un relato que hoy parece tan real como ajeno y que como bagaje pandémico deja la posibilidad de poder ser seguido, en breve, por la red, «si bien el presencial es insustituible», dice la directora del Pabellón, Cecilia Cavanagh.
El historiador y ensayista José Emilio Burucúa le dedica unas líneas a esta crónica visual: «Seguir la cronología de Dowek sobre la pandemia es echar luz y comprender la evolución psíquica y existencial de cada uno de nosotros a lo largo de esta catástrofe. ‘Pandemia’ a secas y ‘La larga marcha’ representan en un despliegue de ambas procesiones -la que viene hacia nosotros y la que se aleja- la ajenidad de los personajes respecto de nuestra humanidad sencilla de caras visibles y vestimentas habituales».
Las obras aquí expuestas son pinturas, pero hasta el 2020 Dowek trabajó con fotografía transferida. Volvió a Buenos Aires el domingo último desde Málaga, donde trabajó sobre lo que se conoce como «Los otros Guernica» o «La Desbandá», la matanza fascista que nadie había pintado y que multiplicó por 10 a la de Guernica, ocurrida dos meses después. Lo de Málaga fue en febrero y el bombardeo que generó ese emblema picassiano fue en abril, el mismo año de 1937 unas 300.000 personas escaparon por la ruta que va de Málaga a Almería para sobrevivir de los disparos por mar, tierra y aire de los fascistas de Franco, Hitler y Mussolini. En esos 240 kilómetros cerca de 6.000 murieron.
Ganadora de algunos de destacados premios como el Konex, desde 2020 miembro de la Academia de Bellas Artes. Su pintura busca un nuevo realismo, los refugiados y migrantes son uno de sus objetos de estudio, la violencia social también. Imágenes de las manifestaciones durante la crisis argentina de 2001, las Madres en la Plaza de Mayo, La tragedia de Once son parte de su producción.
-Télam: Hay una mirada desgarrada en esta muestra, pero también en tu obra en general, que a la vez es documental.
-Diana Dowek: La pandemia nos tomó muy de sorpresa y cuando se puso muy difícil con el aislamiento y las muertes de quienes acudían en consulta a los servicios de salud y de lo que prestaban ayuda desde la sanidad -médicas, médicos, enfermeros y enfermeras- me conmovió muchísimo la situación y me puse a trabajar con fotos publicadas durante 2020 en medios de comunicación. La pandemia es una situación de mucha conmoción y desgarro. Yo siempre trabajo con el testimonio, es decir la foto. Trabajo mucho con las migraciones, por lo tanto necesito las fotos de las migraciones a través del mundo, un problema característico de nuestra época. Soy una documentalista, mi trabajo es ser memoria viva a través del arte.
-T: Tu madre fue una inmigrante siria que, a diferencia de muchas mujeres de su época y de muchos migrantes de ésta, contó con la solvencia económica y la independencia personal que le permitió montar su propio negocio. ¿Desde dónde te convocan estos tránsitos obligados, esta imposibilidad de habitar espacios?
-D.D: El migrante hoy es una persona que no puede seguir viviendo en un lugar que es suyo y que tiene que partir a costa de mucho dolor y esfuerzo, la vida misma se le va en ese tránsito. Siempre es un extranjero. Yo siempre trabajo con temas urgentes, coyunturales. El arte es una herramienta para tener una memoria de lo que nos ha pasado y lo que nos está pasando, de lo que es la humanidad con sus injusticias. Y mi intención es cambiar las cosas. Algunos dicen que el arte es un arma cargada de futuro. Picasso decía algo así como que el arte es un arma para ir contra los enemigos y así lo entiendo yo. Para mí, sobre todo la pintura y los videos, son armas para expresar descontento y el propósito de que las cosas cambien, visibilizando lo invisible.
-T: ¿La pandemia te volcó exclusivamente a la pintura?
-D.D: Siempre, con aislamiento o sin aislamiento, yo me dedico a la pintura, pero durante la pandemia dejé todo lo demás, porque quería dar mi testimonio de esto. Al principio se aplaudía a los médicos, a los camilleros y las enfermeras, después parecía que eran enemigos, los despreciaban sus propios vecinos, los señalaban como culpables o peligrosos. Fuimos un poco rehenes del relato mediático, algo de la espectacularidad morbosa de los medios de comunicación jugó fuerte en los primeros meses. Te digo que, hasta el día de hoy, una amiga íntima mía me dijo ´no voy a poder ir a tu muestra, no voy a salir´, del miedo que le quedó, un miedo global, esta pandemia es la Tercera Guerra. A mí me llevó a trabajar, trabajar, trabajar. El arte es un arma a la que recurrir cuando te sentís desesperada, si me faltara el arte, mi vida no tendría sentido.
-T: Mirando en retrospectiva, esa posibilidad parece imposible. Tu contacto con lo artístico fue muy temprano.
-D.D: Mis padres me dejaron ser y eso es mucho, yo les debo el haber dejado que yo pudiera expresarme como quería. Tengo muchas amigas que por ahí los padres no querían que fueran artistas y las que tuvieron más suerte comenzaron muchos años después, otras nunca. Además tengo a mi marido, Alfredo, que era mi compañero desde la escuela secundaria de Bellas Artes Manuel Belgrano, nos conocimos en 1957. Con él viajamos a Italia en el ´64 porque queríamos hacer cine. Decíamos que con la pintura no bastaba. Pero no pude hacer cine y me quedé con la pintura. Con la pintura pude metabolizar el tiempo, la imagen, lo que se ve y lo que no , la simultaneidad, eso le debo al cine que no pude hacer.
-T: Alguna vez contaste que tuviste a tu primera hija 12 años después de haberte casado, producto de tu interés por otras cosas y ahora usás algunos términos no sexistas, algo que no abunda entre los octogenarios ¿De que manera te toca esta última nueva ola feminista?
-D.D: Yo fui feminista toda la vida. Mi mamá nos enseñó que la mujer tenía un lugar en la casa y un lugar en la sociedad, era muy potente y yo tomé un poco de eso. Vino muy chiquita de Siria y se hizo una empresita, fabricaba unos robe de chambre (batas de dormir) y así se independizó de papá, vivían juntos, pero ella manejaba su economía personal. Del lenguaje no sexista a veces digo todes, nada más. Me sale porque es una expresión muy clara del colectivo. Yo sin el colectivo no vivo, una pinta para una misma, pero sin la mirada del otro esa obra tampoco vive, el espectador continúa y termina la obra, si la obra no hace ese ciclo, queda paralizada. Para mí lo colectivo es fundamental.
-T: Trabajaste mucho la violencia social en tu trayectoria, ¿desde dónde surge «A la primera línea¨, trabajo al que le dedicaste los dos últimos años?
-D.D: Apoyo a los obreros vengan de donde vengan, mi posición es que los obreros tienen que vivir mucho mejor. Para mi es importantísimo este homenaje a estos trabajadores, ahora, pero que son todos los trabajadores, todos los obreros.