Fuente: El Ciudadano Web ~ Formado en los campos clásicos de las artes urbanas: el diseño gráfico, la ilustración, el mural, el collage y el tatuaje, Mauricio Dinelli ofrece un ajustado y prolífico imaginario estético del presente que parece, cada vez más, destinado a permanecer y multiplicarse. A la fecha, su obra más relevante titulada Próceres viajó de Instagram al Castagnino, de las redes sociales al Museo expandiendo en sentido inverso la pregunta por el lugar de las artes digitales en el porvenir institucional de las artes plásticas. Ese traslado de soportes, el pasaje de lo digital a lo analógico es un claro ejemplo de que las artes digitales, los artistas urbanos y las estéticas de masas se abren camino en los circuitos tradicionales de las Bellas Artes. ¿Si está impreso y expuesto sigue siendo arte digital? ¿Si es digital sólo puede proyectarse? ¿Cómo se digitaliza un museo? ¿En qué lugares se alcanza el status de arte o artista? ¿cuáles son las relaciones entre copia, reproducción técnica y obra original en los campos de la digitalidad? Con todas estas preguntas, Dinelli abre su arte al siglo XXI asumiendo el desafío de montar Vibrant, una Muestra de arte digital y NFT , la primera de la ciudad, en la que participaron más de 25 artistas rosarinos y de la región. Así aparece como la cara visible de una nueva comunidad de productores estéticos cuya potencia cultural conviene comenzar a tomar en cuenta.
Retratos de clase
Compuesto por una serie de máximas figuras populares de Argentina (Maradona, Charly, Spinetta, el Indio Solari, Fito Paez, Gilda, Sandro, pero también Lali, Duki, Cazzu, Dillom, Bizarrap, L-Gante y Trueno) el hábil magnetismo técnico de Dinelli explora los actuales entornos digitales de la representación contemporánea. Múltiples capas de tiempo se acumulan en su propuesta para devolvernos preguntas sobre nuestros modos de representar. Se muestra atento a las ilusiones épicas de la cultura popular – quizás la idea de pintar rostros y emblemas venga dada del tatuaje, uno de sus grandes oficios- y compone imágenes paradójicas que vehiculizan con humor, pero también con arreglo, las posibilidades éticas de una ficción que se masivizó e internacionalizó vía internet en la pandemia: la escena urbana de la música argentina contemporánea. Dinelli dibuja, primero, a los pioneros de un mercado popular y, cuando se deja arrastrar por la lógica de su arte, incorpora a los íconos del rock nacional, armando un circuito de las figuras artísticas del tiempo reciente montando escenarios y ambientes clásicos. ¿Quiénes están en condiciones de ser los próceres musicales de hoy y mañana? ¿cómo se institucionaliza a un grupo de figuras? Ordena una pregunta preciosista, caprichosa – en el sentido en que combina la arquitectura de una realidad fantaseada como en el capricho italiano- y para responderse va a los archivos del arte europeo de galerías. Por lo tanto, sus imágenes si bien resultan accesibles al espectador, no son obvias. Las referencias anudan y tensionan distintas capas de la cultura: lo alto y lo bajo, lo clásico y lo contemporáneo, lo masivo y lo popular. Así, nos encontramos con una apuesta que se asimila fácilmente, pero que atiende técnicamente a aquello que del pasado nos permite hacer futuro, Dinelli enmarca sus cuadros reinscribiendo del porvenir de una disciplina. Compone imágenes-tiempo lanzadas al porvenir de un campo artístico que está aún por hacerse y desliza su apuesta en el marco de una vanguardia cultural. Cuando le preguntamos acerca de ella, responde divertido: “con las artes digitales hago museo”. Y nos muestra una serie de artistas gráficos de distintas partes del mundo que también trabajan en lo que comienza a definir como una suerte de “Capricho digital”.
Imágenes profanas
Dinelli dixit “Me gusta recrear antiguos cuadros, emulando próceres o doncellas de época. Me interesa explorar en esos cruces estéticos y crear nuevas imágenes y atmósferas vinculadas al arte clásico, pero también a los iconos de nuestra cultura popular. Un cruce entre las figuras populares de la música y la cultura con el arte tradicional de la galería. Ese arte qué estaba sólo reservado para las clases altas. La idea es poner en tensión con este cruce estético esas dos ideas qué son bastante opuestas, pero qué crean algo nuevo. Muchas veces es tomado lo popular cómo provocación, al profanar los retratos de próceres, aristócratas o santos buscando poner en contacto el arte clásico con la vanguardia cultural de nuestros días.