Fuente: TN ~ Mario Lange hizo un cambio de vida radical para hacer lo que más le gusta: la pintura. Sus obras están en 50 países y hasta Alberto Fernández y Mauricio Macri tienen una.
Justo cuando estaba por empezar a caminar la Argentina –de Ushuaia a La Quiaca- para llenarla de color, se le atravesó la pandemia, se cerraron las fronteras, nos encerraron y el proyecto está en suspenso, esperando el momento de recomenzar.
Mario Lange se prepara para su proyecto inclusivo donde caben todos: el nene de tres años y la señora de noventa, las grandes ciudades y los parajes perdidos, las plazas y los puentes, las escuelas y los cementerios, los artistas revelados y los sensibles que nunca se animaron a agarrar un pincel, pero tienen todas las ganas de hacerlo.
Este hombre nació hace 52 años en Diamante, un pueblito de Entre Ríos, donde tuvo mucho de poco por no decir nada. Hijo de un padre alcohólico y una mamá sorda, se crió en una casa de adobe, no supo lo que era la luz hasta casi la adolescencia, y ayudaba a “parar la olla” cazando pajaritos.
Hoy rememora aquellos años con su gratitud como una de las bellas artes: “Lo maravilloso de aquellos años es que pude ser feliz con nada. No hay reproches ni lamentos. Fue mi escuela de vida y hoy puedo valorar todo lo que tengo”.
Nunca imaginó que el mundo del arte le tenía preparado un lugar de privilegio para hacer lo que le gusta y vivir de lo que le gusta. Mario es capaz de convertir cualquier superficie en una obra de arte y se divierte dejando llevar su mano por los senderos que va marcando la imaginación. Le gustan los colores primarios, prefiere los tonos refulgentes, elige los trazos fáciles, lo hace con corazón de niño en una piel curtida por los años y los avatares de la vida.
Trabajó como albañil hasta los 46 años y un buen día le dio rienda a un talento inesperado que estaba mereciendo una oportunidad. Se la dio y le cambió la vida.
”De la albañilería –cuenta- pasé a diseñar casas de manera autodidacta y a los 44 años me empezó a rondar la idea de expresarme a través de la pintura”, explicó. Dos años más tarde hizo su primera muestra y fue como abrirle las puertas al paraíso. Hoy tiene obras en más de 50 países y en 1180 ciudades de la Argentina hay murales con su firma.
Está convencido de que el arte no admite grietas y por eso cuenta sin ponerse colorado que tanto Mauricio Macri como Alberto Fernández tienen obras suyas. Define su trabajo como simple, fresco y armonioso, y durante la cuarentena llegó a pintar 14 obras por día porque le llovieron la cantidad de pedidos.
Es papá de dos hijos que ya son mayores de edad, pero vive como un niño a quien no se le escapa el mayor de los tesoros: vivir el presente. Tiene un taller de puertas abiertas en Carlos Paz (Córdoba) donde los vecinos y los turistas pueden entrar como panchos por su casa para charlar, para mirar y admirar lo que hace.
La disciplina es su mayor amiga. Cuenta que nunca faltó a la escuela rural donde se la pasaba dibujando y haciendo artesanías. Su misión es llegar a pintar donde no va nadie, allí donde hay brazos abiertos para recibirlo y tomar los pinceles como un acto de arrojo donde gana el que se anima.
”Dos cosas me cambiaron la vida: el deporte y la cultura. Y el día que los gobernantes entiendan que el deporte y la cultura cambian a las personas, ahí cambiaremos el país”, destacó.
En eso anda, haciendo su parte antes de que sea demasiado tarde.