Fuente: Ámbito – Surgido hace unos meses como alternativa a arteBA, ocupa el reabierto y deslumbrante edificio de Galerías Larreta. Allí conviven galerías porteñas con varias de las más prestigiosas de las provincias.
En medio de uno de los períodos más complejos de la historia argentina y de los cambios que impone la escena global, se advierte una paradoja: una inmensa energía sustenta a los artistas. Malba Puertos inauguró su inmensa sede en Escobar, a 45 kilómetros del museo porteño con 1000 invitados especiales. Pero nadie esperaba a los más de 1600 visitantes que recibe desde entonces cada fin de semana.
Días atrás, centenares de invitados, mayormente artistas, llegaron a las Galerías Larreta. Estratégicamente ubicada sobre la calle Florida, frente a la Plaza San Martín y a la vuelta de la renovada Fundación Federico Klemm, estuvo durante años cerrada como una tumba. Pero volvió a abrir sus puertas poblada por espacios de arte contemporáneo.
El deslumbrante edificio construido en 1957 por Aslan y Ezcurra fue tema obligado de conversación. Bastaba ver la belleza de las líneas modernistas, los mármoles, los bronces y, sobre todo, el formidable mural abstracto de Luis Seoane realizado también en mármol, para entender la grandeza de otra época. Sin embargo, la movida del arte es ajena al espíritu melancólico y se llama Central AFFAIR. Allí están las galerías con sus espacios boutique, con vidrieras del piso al techo de cristal, todas dispuestas a emprender una batalla para activar el alicaído mercado del arte.
La diversidad de las exhibiciones resulta representativa de la variedad de tendencias que cruzan la producción del arte argentino. AFFAIR surgió hace unos meses como un proyecto alternativo y paralelo a ArteBA. Desde entonces, “animados por la posibilidad de trabajar de una nueva forma, colaborativa y generosa”, las galerías, además de gestionar su propia agenda, comparten actividades conjuntas. Así se potencia la presencia y circulación del público.
Desde luego, para las galerías del interior, el costo de desembarcar en pleno centro de Buenos Aires se facilita al compartir el esfuerzo con sus pares. De este modo, en las Galerías Larreta el público porteño puede conocer y entablar diálogo con galeristas y artistas de las provincias.
Almacén llegó desde San Nicolás, provincia de Buenos Aires, igual que Tiempo de San Isidro, también bonaerense. Desde Rosario, arribaron Crudo y Gabelich Contemporáneo, mientras Sasha y Tierra llegaron desde la Ciudad de Córdoba. Los porteños son mayoría con el avance de Casa Equis que tiene una sucursal en Ciudad de México; luego están Acéfala, una vieja conocida del Barrio Joven, AntnA (Proyecto sonoro), FAN, TokonOMa, Wunsch y URRA-HIP HiP.
En esta última galería se exhibe una selección de pinturas de Santiago Iturralde (1975), artista perteneciente a la generación anterior a la que seducida por las omnipresentes redes habla una lingua franca. La última muestra de Iturralde contaba con imágenes, casi exclusivamente, la historia de su primer viaje a los museos de Europa y lo que significó esa experiencia en su vida.
Al regresar presentó en el Museo Moderno la exposición “La pintura desnuda”. Un cuadro en extremo apaisado, reproducía una típica sala de un museo decimonónico que se asemejaba al modelo de montaje de su propia exhibición. Allí estaba la brillante exposición que pocos alcanzaron a ver, cuando llegó la pandemia del Coronavirus.
En la bulliciosa inauguración se recordó ese episodio. La curadora de la muestra y galerista, Melina Berkenwld, relata en el texto de presentación la historia de los pequeños paisajes que el artista pintó durante el encierro.
“Las pinturas de Santiago Iturralde profundizan y amplían la realidad que nos rodea, sea ésta la intimidad de un cuarto, el clima de un taller o las variables ontológicas del mundo de la pintura. También reviven amaneceres en pinturas pequeñas pintadas utilizando las fotos (en secreto) que todos los días una amiga cercana subía a las redes desde la orilla del río. Capturas instantáneas conectaban así al artista con el despertar del día, con el mirar del otro, con el afuera cambiante de esos meses de encierro. Ventanas de horizontes que se expanden, que crecen en sus detalles, que nos brindan realidades misteriosas, existenciales e intimistas”.
En un local más amplio y con mayor despliegue, la pintora Guadalupe Fernández se presenta a sí misma. Las pinturas ostentan su frescura y espontaneidad, reproducen la naturaleza sin la pesada carga de los mensajes ecologistas.
La crítica Eva Grinstein describe la muestra y señala: “Guadalupe empareja, democratiza el acceso. Mira la Naturaleza y decide que todo vale. A la hora de elegir qué pintar, homóloga plantita espontánea de la calle, arboleda majestuosa y flor rara de evidentes poderes mágicos. Todas tienen chances de llegar y todas llegan. Un eucaliptus añoso no vale más que la kalanchoe multiplicada en mil hijos que caen y se plantan solos por cualquier lado. Donde el ojo se embelesa, nace un cuadro”. Así de simple. Hay artistas como el genial cineasta Orson Wells que sienten que lo suyo es hacer, sin pensarlo demasiado.