Fuente: 0223 ~ Rolando “Pepe” Carnevale es el único fabricante de pinceles para fileteado porteño del país y está al frente de Pinceles Carnevale desde hace 40 años.“No se si soy el único, considero que hago el mejor pincel porque le pongo mucho amor a cada uno”, dice.
A fines del siglo XIX, en un contexto de transformación del país y de gran inmigración Europea surgió en la actual Ciudad Autónoma de Buenos Aires el fileteado porteño, una técnica en la que los inmigrantes combinaban su estilo artístico con elementos criollos y crearon así, un estilo típicamente argentino. Un buen filete no se reduce solo a trazos vistosos y buen pulso, sino que, para que se realice correctamente es necesario contar con la materia prima adecuada y es en Mar del Plata donde vive el único artesano de fileteado porteño: Rolando “Pepe” Carnevale es el único fabricante de pinceles del país y está al frente de Pinceles Carnevale desde hace 40 años.
“El filete comenzó como un elemento para decorar carros de alimentos y colectivos. Se usaba además del filete el trabajo de letrista”, explica en diálogo con 0223 Pepe al tiempo que detalla que si bien él se dedica al fileteado como productor de materiales desde hace 40 años, fue de su padre de quien aprendió el oficio. “Empecé a dedicarme a esto porque no quería trabajar más en relación de dependencia”, cuenta el propietario de Pinceles Carnevale, firma que comenzó su padre en 1952 y que se mantiene activa hasta la fecha.
De acuerdo a la explicación del artesano, el pincel de filete es distinto al que utilizan los artistas plásticos académicos ya que, un pincel tradicional es de crin de caballo o cerda de pestaña de vaca, mientras que el que se utiliza para la tradicional técnica porteña tiene cerdas confeccionadas con pelo de buey -extraído de la oreja de la vaca-.ya que ofrece mayor resistencia de carga y permite un trazo continuo más prolongado.
Armar un pincel de cerda de buey no es para cualquiera. “Pepe” con paciencia realiza kits de cinco pinceles y cintas por pedido y explica que tanto él como su hijo -que está dando sus primeros pasos en el oficio- reciben la cerda en bruto por cantidad y arman los pinceles con diferentes largos y grosores que catalogan por número. “Los que más salen son los 10 o 12 que son los utilizados para los detalles y las líneas finas. Generalmente armamos pinceles hasta el número 22 porque un 30 no te pide nadie”, detalla al tiempo que agrega que para fondear el fileteador generalmente utiliza un pincel común por los costos de los pinceles artesanales específicos para la disciplina.
“Antes hacía pinceles para letra y filete, ahora con el ploteado el letrista casi desapareció y solo hago pinceles por encargo para fileteadores”, dice mientras resalta que su trabajo es completamente artesanal, desde el mango del pincel hasta la punta de la última cerda. “No se si soy el único, considero que hago el mejor pincel porque le pongo mucho amor a cada uno”, revela.
Fuente: Ámbito ~ El objetivo es resguardar obras de arte de coleccionistas, ya sea por viaje, remodelación o simplemente guardado.
Ingot, empresa líder en cajas de seguridad privadas, presenta la única bóveda de arte del país, para que todos los amantes del arte, puedan resguardar sus obras, ya sea por viaje, remodelación o simplemente guardado.
Se trata de una bóveda que alberga una colección de arte mixta -que incluye cuadros, esculturas y papel- de alrededor 38 metros cuadrados. Para poder ingresar una obra, hay un protocolo de acceso, que consiste en un aislamiento, seguida de un tratamiento de desinsectación preventivo, evitando de esta manera que algún insecto presente en una pieza, afecte la colección. Asimismo, se arma un reporte de condición de cada obra que es una práctica común que consta de un detalle del estado de conservación antes del ingreso a la colección, como se suele realizar en los museos y muestras.
Carla Mazzei, conservadora y restauradora de arte, (capacitada en Italia y con una vasta experiencia en proyectos en el Teatro Colón, Teatro Cervantes, CCK y el Planetario, entre otros proyectos) es quien lleva el control permanente de las obras. Ingot cuenta con una sala pre bóveda donde los clientes pueden sacar sus obras y mostrarlas o generar instancias comerciales con interesados.
“Para el armado y confección de esta bóveda única, se trabajó junto a profesionales del INTI, seleccionando todos los materiales, desde el porcelanato que se eligió para el piso por su baja retención de humedad, zócalos sanitarios para evitar la concentración de polvo y una iluminación adecuada. El INTI también aportó aparatología de última generación que permitió hacer mediciones de temperatura, humedad, calidad del aire y presión», explicó Mazzei.
Ingot nació en el 2019 y cuenta con 6 sucursales: Casa Central – Av. Corrientes 629, CABA, donde se encuentra la bóveda de arte; Punta del Este, Nordelta, Córdoba, Flores y Quilmes y planea abrir más en el próximo año en Thays Parque Leloir, Mendoza, Rosario, Salta y Neuquén, entre otros.
“Contar con esta bóveda de arte única en el país junto a las cajas de seguridad confirma la tendencia internacional en resguardo de valores y la necesidad de la gente de contar con este tipo de servicios. En INGOT ofrecemos un servicio innovador, donde la seguridad, tecnología, calidad de atención y flexibilidad nos diferencia, brindando una experiencia única al cliente”, afirmó Juan Piantoni, CEO de Ingot.
Fuente: Republik ~ Los investigadores del Instituto Nacional de Estándares y Tecnología (NIST) colaboraron con la Galería Nacional de Arte y otras organizaciones para estudiar los «jabones metálicos» en las pinturas al óleo que pueden degradar la pintura con el tiempo. Utilizaron un enfoque multiescala que involucraba diferentes técnicas espectroscópicas para identificar el jabón metálico en una muestra de una pintura al óleo del artista francés Jean Baptiste-Camel Corot. Crédito: Galería Nacional de Arte, Washington, adaptado de A. Centrone/NIST.
Cuando piensa en jabón, primero puede imaginar espumas líquidas o barras duras que eliminan la suciedad, la mugre y las bacterias. Sin embargo, no todos los jabones son detergentes. En el mundo de la conservación de obras de arte, los carboxilatos metálicos, también conocidos como «jabones metálicos», son indeseables: se forman en reacciones químicas continuas que pueden dañar la integridad de la pintura y la apariencia de las pinturas con el tiempo.
Aunque estos compuestos han estado presentes durante mucho tiempo en las pinturas al óleo, sorprendentemente se sabe poco acerca de cómo se formaron y luego procedieron a dañar estas obras de arte. Ahora, investigadores del Instituto Nacional de Estándares y Tecnología (NIST) se han asociado con la Galería Nacional de Arte y otras instituciones para utilizar nuevos métodos basados en infrarrojos que mapean la composición y distribución de estos jabones minerales en múltiples niveles de detalle. Sus hallazgos pueden eventualmente ayudar a los funcionarios de restauración de arte a preservar mejor las pinturas al óleo.
Los investigadores publicaron sus hallazgos en Química analítica.
Las pinturas al óleo no parecen cambiar a simple vista. Sin embargo, una vez que la pintura se seca, no se fija en la piedra. Impulsadas por factores ambientales como la humedad y la temperatura, las reacciones químicas a nivel microscópico ocurren constantemente entre los aceites y los pigmentos. Con el tiempo, ya sea durante varios años o siglos, el jabón metálico resultante puede provocar el deterioro de la pintura, como agrietamiento o descamación de las capas de pintura.
Al igual que el jabón de baño, que se compone de moléculas de ácidos grasos unidas a iones de sodio, los jabones minerales se componen de moléculas de ácidos grasos, que se forman cuando los aceites de la pintura reaccionan con el agua y el oxígeno, y se unen a los iones metálicos lixiviados de los tintes. Las pinturas que contienen pigmentos de zinc y plomo a menudo forman jabones metálicos, mientras que se ha informado que muchas otras pinturas que contienen metales (como aluminio, calcio y manganeso) también forman jabones.
En el estudio, los investigadores analizaron una pintura francesa del siglo XIX «Mujer gitana con mandolina» de Jean-Baptiste-Camel Corot, que se encuentra en la colección de la Galería Nacional de Arte en Washington, DC.
“La pintura tiene algunos problemas que han señalado los restauradores de arte”, dijo Andrea Centroni, investigadora del Instituto Nacional de Estándares y Tecnología. “El cuadro está formado por 13 capas, muchas de las cuales se deben a restauraciones que se hicieron mucho tiempo después de la realización del cuadro, y al menos la capa superior era humillante, querían devolver el cuadro a su estado original en cuanto a apariencia. y ver lo que estaba pasando a nivel microscópico en la capa superior de la pintura, y ahí es donde empezamos a ayudar».
Para minimizar el daño a la placa, los investigadores tomaron una pequeña muestra de un área deteriorada usando un bisturí quirúrgico. Se analizó la composición de la capa superior y rápidamente determinaron que la pintura consistía en aceite seco, pigmentos verde cobalto, colores de plomo blanco y jabón metálico. Luego caracterizaron el jabón metálico usando tres técnicas infrarrojas separadas que revelaron detalles desde la escala de micrómetros (millonésimas de metro) hasta nanómetros (milmillonésimas de metro).
El primer método, conocido como microscopía infrarrojaes una técnica bien establecida que se utiliza a menudo para determinar la composición química de una muestra porque las longitudes de onda (colores) de la luz infrarroja absorbida por una sustancia o por una molécula son equivalentes a una huella dactilar.
Usando microscopía infrarroja de última generación, que tiene una resolución espacial al nivel de una millonésima de metro, fue posible determinar la presencia general de jabones minerales, pero no la especie individual específica.
«Una de las principales limitaciones de la microscopía óptica es que la luz no puede enfocarse en un punto más pequeño que la mitad de su longitud de onda», dijo Centrone. «El infrarrojo tiene longitudes de onda entre 2 y 20 micrómetros, y aunque parece pequeño, es demasiado grande para medir detalles con resolución espacial en la escala nanométrica».
Como los investigadores han aprendido a lo largo de su trabajo, la resolución espacial a nanoescala es esencial para resolver cómo se mezclan los componentes originales de las pinturas y sus subproductos alterados, lo cual es esencial para comprender mejor las reacciones químicas en las pinturas.
Para ver detalles más pequeños, los investigadores utilizaron dos métodos de «trucos» para eludir el límite de resolución habitual. En el laboratorio de Photothermal Spectroscopy Company en Santa Bárbara, California, utilizaron una técnica conocida como espectroscopia infrarroja fototérmica (O-PTIR).
En O-PTIR, la luz emitida por un láser infrarrojo pulsado y un láser verde fijo se enfoca en la muestra. Pulsos de luz infrarroja, que circulan a través de una serie de diferentes longitudes de onda infrarrojas, calientan la muestra. La muestra calentada refleja una cantidad de luz láser verde que depende de su cantidad luz infrarroja Absorbido en cada longitud de onda.
Dado que la longitud de onda del láser verde (532 nm) es mucho más pequeña que las longitudes de onda del infrarrojo, puede enfocarse en un punto mucho más pequeño y proporcionar espectros infrarrojos y, por lo tanto, detalles de la composición química de la muestra, con una resolución de aproximadamente 500 nanómetros (mil millonésimas de metro) .
«Las longitudes de onda absorbidas por la muestra son como huellas dactilares que pueden usarse para identificar compuestos químicos específicos», dijo Centrone. Usando esta técnica, los investigadores descubrieron que en la muestra había una variedad de jabón de zinc, pero no jabón de plomo. Identificaron ciertos tipos de jabones de zinc, como el estearato de zinc y el oleato de zinc, que son jabones minerales densos y ordenados (cristalinos), así como jabones de zinc amorfos difusos.
Debido a la estructura amorfa del jabón de zinc amorfo, los investigadores creen que permite el transporte lento o la difusión de agua, iones y otros compuestos químicos, que luego pueden reaccionar, facilitando la formación y el crecimiento de grupos de jabón mineral con el tiempo. La resolución espacial aún es insuficiente para saber cómo se distribuyen los tres tipos de jabón metálico en la muestra.
Para ilustrar su punto, los investigadores utilizaron una técnica conocida como resonancia inducida fototérmica (PTIR) en el campus del Instituto Nacional de Estándares y Tecnología (NIST) en Gaithersburg, Maryland. En PTIR, la luz de un láser infrarrojo pulsado (que también tiene un rango de longitudes de onda) calienta la muestra, que se expande y contrae muy rápidamente después de cada pulso. La muestra se pulsa contra la punta en voladizo de un microscopio de fuerza atómica, que comienza a vibrar como un diapasón golpeado. Los investigadores midieron la vibración del voladizo para determinar cuánta luz absorbía la muestra.
De esta forma, PTIR proporciona mapas químicos y espectros infrarrojos con una resolución de 10 a 20 nm escaneando la punta sobre la superficie de la muestra. «La resolución espacial de PTIR muestra detalles de la composición química que no se habían obtenido antes. Se puede ver cómo se distribuyen los aceites y jabones minerales en las pinturas. Hay mucha variación a nanoescala», dijo Centrone.
Si bien PTIR proporciona el más alto nivel precisión espacial, lleva más tiempo mapear el área de muestra debido al pequeño tamaño de los píxeles (10 nm por 10 nm) que produce para crear una imagen. O-PTIR permite la identificación rápida de compuestos químicos en la escala de 500 nm, mientras que los microscopios infrarrojos convencionales son muy útiles para evaluar los cambios en la composición del recubrimiento en áreas extensas. Este enfoque de múltiples escalas puede ayudar a los funcionarios de restauración de arte a identificar y evaluar el impacto de los diferentes tipos de jabones metálicos y comprender mejor cómo aparecen y cómo interactúan con la pintura.
Esta tecnología también puede ayudar a proporcionar estrategias para la conservación. pinturas de óleo, como la identificación de colorantes sujetos a degradación por reacción y la formación de jabón mineral. «La caracterización de los diferentes tipos de carboxilato metálico en la pintura al óleo ayudará a comprender los factores iniciadores de las especies dañinas para la formación y el ensamblaje del jabón, y ayudará a los restauradores de arte a desarrollar nuevas estrategias de conservación», dijo Barbara Berry, directora de Ciencias de la Conservación y Ciencia Senior de Bárbara Berry. . Científico conservacionista de la Galería Nacional de Arte.
Fuente: La Nación ~ Durante medio siglo, impulsó nuevos métodos pedagógicos para el dibujo, el diseño gráfico, la publicidad y el cine.
Despintar el mural de la Gioconda. Esa fue la orden que venía de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. El frente de tres pisos del edificio que ocupaba la flamante sede de la Escuela Panamericana de Arte (EPA), en avenida Juramento 1765, en Barrancas de Belgrano, lucía en el año 1983 la imagen de la emblemática dama florentina en versión pop con unos rayos destellantes. Aunque figuras claves del mundo del arte como Jorge Romero Brest, director del Centro de Artes Visuales del Instituto Di Tella, y Jorge Glusberg, quien sería director del Museo Nacional de Bellas Artes entre 1994 y 2003, se opusieron a la medida en solidaridad con la escuela, fue necesario sumergirse en un litigio legal.
Fundada en 1955, la Escuela Panamericana tiene su origen en el Curso de los 12 famosos artistas, que dictaban por correspondencia Hugo Pratt y Enrique Breccia, entre otros.
De unos 30 metros de alto, el mural había demandado un gran esfuerzo: hubo que buscar pintura resistente colorida y combinarla de modo preciso. Se analizaron los múltiples planos de balcones y ventanas. Se diseñó y pintó la imagen de manera que quedara perfecta tanto con las persianas del edificio bajas como levantadas.
Después de semejante esfuerzo, Martín Mazzei –a cargo, junto con Carlos Trillo, de la comunicación integral de la escuela y, en 1984, uno de los cofundadores de la carrera de Diseño Gráfico de la Universidad de Buenos Aires (UBA)– no imaginó la lucha judicial que estaba en puertas. La Municipalidad consideró que el mural era “un anuncio comercial que violaba el código de la publicidad”. Exigía despintarlo sin demora. Como desde la escuela se negaron, se inició un juicio.
La Gioconda sobreseída
Con colores estridentes y un cambio en su emblemática sonrisa, Mazzei transformó la fachada de la escuela: agregó rayos fulgurantes a la versión pop que ya había creado Pino Milas en 1968 como nueva imagen de la escuela, a partir del retrato que Leonardo Da Vinci hizo de Lisa Gherardini, una mujer joven, madre de cinco hijos y esposa del rico comerciante de seda florentino Francesco del Giocondo.
La Gioconda es un ícono popular que ha inspirado a muchos otros artistas. Entre ellos, a Salvador Dalí, Marcel Duchamp y Fernando Botero, quienes caricaturizaron el retrato y lo adoptaron a su propio estilo. El mural que Mazzei diseñó a partir de la imagen de Da Vinci logró conservar el aura hipnótica y misteriosa, ahora desde la vía pública. Mazzei también hizo campañas televisivas. “Hacé la tuya”, decía desde la pantalla la dama de enigmática sonrisa. Una imagen que muchos recordarán junto a otras que marcaron época en la primavera alfonsinista, como, por ejemplo, la amorosa relación de Tubby 3 y Tubby 4, dibujada y con música hiperpegadiza (uno de los jingles más emblemáticos de los 80). Y hubo más: la de las pilas Eveready (con letra y música de Alejandro Dolina y Eduardo Schejtman), que impuso el eslogan “Una pila de vida”, y la de piña colada American Club, que hoy, después de Ni Una Menos, sería impensada: una mujer con un ojo en compota pedía “dame otra piña”. La de Paty vinculó una hamburguesa con una historia de amor (“Paty te quiero” se convirtió en el eslogan de la marca). La Gioconda, pop, colorida e intervenida a veces con bigotes, se convirtió en una imagen doblemente icónica.
Con una reproducción pop de la Gioconda como símbolo en la fachada del edificio de la Escuela Panamericana de Arte, su eslogan “Hacé la tuya” se transformó en una insignia de la primavera democrática.
Al frente de la comunicación integral de la escuela, Mazzei –quien en 1964 se había unido a la agencia Agens y, así, se integraba al equipo de diseñadores que hizo campañas de los productos Siam Di Tella y que, más tarde, sería socio fundador del círculo de creativos argentinos– intervino la Gioconda de Milas: cada año lanzó nuevas campañas. “Para mí, era la imagen de la virgen del arte”, explica el diseñador. Y añade que la idea clave que lo guio en ese momento fue “quien no se distingue, se extingue”.
Quería que el arte “saliera a la calle, que no se agotara en los museos: una escuela de arte, justamente, tenía que ser la primera en propulsarlo”. Buscaba, también, “romper con los viejos y tristes edificios grises e introducir una nota fresca y alegre en la monotonía del barrio”.
Tras la batalla judicial, el juez sobreseyó definitivamente a la escuela, desestimando la denuncia de los funcionarios municipales debido a la “ausencia de inequívoca intención publicitaria, carencia de inscripciones complementarias que le den carácter de anuncio comercial”. Como si fuera poco, el Tribunal destacó “el contenido artístico del mural” e invocó la opinión favorable del crítico Romero Brest.
Hacer escuela
Hijo de inmigrantes polacos que llegaron a la Argentina en 1930, Enrique Lipszyc fue el creador y primer director de la EPA. Con apenas 20 años, lanzó un proyecto innovador en nuestras pampas. Mucho antes de la virtualidad, en 1951, obtuvo de la King Features Syndicate la franquicia para Argentina y Latinoamérica para dar un curso de dibujo por correspondencia diseñado por Alex Raymond, creador de Flash Gordon.
En 1953, Lipszyc editó El dibujo a través del temperamento de 150 famosos artistas, un estudio sistemático sobre las técnicas del dibujo de historietas y de la ilustración americana. Luego, en 1955, lanzó el Curso de los 12 famosos artistas, en el que participaron Hugo Pratt, Alberto Breccia, Carlos Roume, Daniel Haupt y Tito Mena, entre otros pesos pesados del dibujo, la ilustración y la historieta. “«Los 12 famosos artistas» era un eslogan, una marca que da pie al nacimiento de la escuela, que se convirtió en una especie de sol que convocaba a importantes ilustradores y dibujantes argentinos”, recuerda el cineasta David Lipszyc, hermano de Enrique.
«El papel de la Escuela Panamericana no solo fue el de educar, sino el de generar nuevos conocimientos en el campo del diseño gráfico.»
Jorge Frascara
A ritmo vertiginoso, Enrique Lipszyc convocó en 1955 a los principales dibujantes e ilustradores argentinos y fundó la Escuela Panamericana de Diseño (que con el tiempo llegó a tener sedes en Belgrano, el Centro y Flores). Empezó como una escuela de dibujo e ilustración en un contexto de auge exponencial del cómic: algunas revistas de historietas como Misterix alcanzaron el descomunal tiraje de un millón de ejemplares semanales.
Ya en 1962, Enrique Lipszyc y su hermano David viajaron a San Pablo para fundar allí una nueva sede (Panamericana Escola de Arte e Design), que continúa hasta hoy con éxito dirigida por Alex Lipszyc, hijo de Enrique. David quedó al frente del emprendimiento en Buenos Aires.
Ante la debacle del cómic, la EPA comenzó una nueva etapa: se incorporan nuevas carreras (siempre de nivel terciario) para satisfacer las nuevas demandas juveniles. De este modo, EPA desarrolló la carrera de Diseño Gráfico mucho antes de que se creara en la UBA. Impulsó también el área publicitaria para formar diseñadores junior en publicidad y propaganda, diagramación de libros y revistas, imagen visual de empresas y sistemas de señalización. La escuela se especializó en la enseñanza de la comunicación visual y audiovisual, en diseño gráfico, publicidad, artes plásticas, fotografía y cinematografía.
“El mayor legado de la escuela es el que se apropió el alumno: un método interdisciplinario, que iba desde la práctica a la teoría. Nos inspiramos en la Bauhaus. Considerábamos que la interdisciplina era la realidad del mercado global”, señala David Lipszyc.
Para diseñar la currícula de estudios, viajó con su hermano para reunirse con profesionales de universidades e instituciones educativas en Inglaterra, Estados Unidos y Francia. Durante medio siglo, la escuela fue un ámbito de experimentación que sumó docentes destacados en las distintas áreas, donde se impulsó el trabajo en equipo, plural, vivo: diseñaron campañas ad honorem de vacunación para el Ministerio de Salud, campañas de alfabetización para el Ministerio de Educación y otras de señalización para el Aeropuerto. La EPA organizó, junto con el Instituto Di Tella, la Bienal Mundial de la Historieta (1968) y, además, participó en congresos internacionales.
La escuela –que no tenía ningún subsidio– llegó a tener 1500 alumnos entre las tres sedes (de los cuales entre un 10% y un 30% recibía becas para continuar sus estudios). Los docentes tenían muy buenos sueldos. Hoy, el método que impulsaron continúa en la sede de Brasil. Aquí, con la crisis del 2000, la escuela tuvo que cerrar sus puertas. “La situación económica que se vivía en el país era desastrosa. La idea Panamericana no se sustentaba con toda la infraestructura y la cantidad de docentes que teníamos. El alumnado ya no podía pagar la cuota. Además, teníamos una competencia gratuita a un paso de Barrancas de Belgrano: la Facultad de Arquitectura de la UBA, donde ya había docentes que estaban dando clases en ambas instituciones”, señala David Lipszyc. Y agrega: “Por la crisis, en ese momento solo pagaban la cuota un 70% de los estudiantes. Para mantener el nivel de la enseñanza estábamos obligados a reducir notablemente el plantel docente o pagarles menos. Era insustentable”.
Rocambole, que en su infancia había tomado el curso de correspondencia para conseguir una devolución firmada por Hugo Pratt, dictó un taller de ilustración en la EPA.
El cuerpo docente contó, entre muchos otros grandes nombres, con los artistas Luis Felipe “Yuyo” Noé, Margarita Paksa y Alfredo Portillos y los dibujantes e historietistas Alberto Breccia y Hugo Pratt. Además, el diseñador Jorge Frascara (en 1976, dejó la escuela para tomar un puesto en la Universidad de Alberta, en Edmonton, Canadá), el cineasta Octavio Getino, Rocambole (nombre artístico de Ricardo “Mono” Cohen, creador de la gráfica de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, desde el arte de tapa de todos los discos hasta los afiches promocionales de los álbumes y los shows) y el escritor Carlos Marcucci (director de la carrera de Diseño Gráfico y Publicitario en la escuela y cofundador de la revista Mengano), que a fines de los 80 ganaría fama como un personaje de El Negro Blanco, la tira de Carlos Trillo y Ernesto García Seijas que reemplazó a El Loco Chávez en la última página de Clarín.
Rocambole empezó su contacto con la escuela mucho antes de integrar el cuerpo docente. Fanático de la historieta, se anotó en el Curso de los 12 famosos artistas para aprender dibujo por correspondencia. Mandó la carta con las estampillas, tal como indicaba la publicidad de la revista de historietas que leía. A vuelta de correo, recibió unas ilustraciones del cuerpo humano y las consignas con los trabajos que debía enviar. “Tenía que hacer algunos ejercicios y diseñar personajes míos”, recuerda Rocambole. “Aquel curso lo hice solo para tener la devolución firmada por Hugo Pratt”. Un preciado documento que consiguió.
“Antes se pensaba que las artes visuales eran solo la pintura, la escultura y el dibujo. La EPA les dio un lugar a las artes populares”, dice Rocambole, quien en una oportunidad viajó a la sede paulista para llevar los premios de un concurso.
Tras estudiar Bellas Artes en la Universidad de La Plata, y con algunos diseños memorables en su haber para la gráfica de Patricio Rey, fue convocado para dictar un taller de ilustración en la escuela. De aquella época, recuerda que con los Redondos tenían un método de trabajo singular. Eran –y siguen siendo– amigos, compartían criterios estéticos y conceptuales: “Pensábamos que una obra debía tener tres soportes: musical, poético y visual”, señala. Y cuenta que, para la producción, los miembros de la banda y él indagaban por separado el tema sobre el que trataba el disco en cuestión y luego se reunían para compartir los resultados.
De sus creaciones, Rocambole jamás hizo copyright. “Creo que el arte es para todos. Me hacen exposiciones constantes”, dice, refiriéndose a las reproducciones de sus diseños en todos los soportes físicos y virtuales imaginables y, además, en la propia piel de los fans, con tatuajes.
Director de la revista Mengano, en la que participaron Fontanarrosa, Quino, Trillo y Soriano, entre muchos otros, y autor de una decena de libros de cuentos y novelas, Marcucci recuerda que la escuela tenía a los mejores profesores de diseño de la Argentina. “Fue una época de felicidad absoluta: recuerdo una fiesta en la que todos bailamos en la calle”, rememora, a sus 90 años, el exdirector de la carrera de Diseño Gráfico.
“Una unidad filosófica y una claridad educativa que pocas escuelas en el mundo han conocido”, así definió Jorge Frascara la EPA, donde dio clases desde 1963 a 1976.
“La escuela me abrió las puertas del mundo del diseño: todo lo básico lo aprendí allí”, dice Fabián Di Matteo, que empezó a cursar por la noche Diseño Gráfico en 1976, cuando tenía 16 años, mientras iba al colegio secundario. Lo hizo por sugerencia del artista Pérez Celis, cuyo hijo era su amigo. Pero solo pudo cursar dos años. A los 18, tuvo que interrumpir sus estudios para hacer el servicio militar obligatorio. Sin embargo, lo aprendido en la escuela fue tan valioso que, apenas terminó el servicio militar, con 19 años, empezó a trabajar en Ediciones La Urraca (revistas Humor y Rock Superstar).
Cuando en 1998 se lanzó la edición argentina de Rolling Stone (la emblemática revista contracultural fundada por Jann Wenner en un sótano de San Francisco, que se convertiría en una marca poderosa asociada a la música y la cultura rock con franquicias en distintas partes del mundo), ocupó el cargo de director de Arte en la versión local durante 15 años. “Hacer la Rolling Stone fue el mayor desafío de mi vida”, dice Di Matteo, quien participó en reuniones con el director de Arte en Nueva York para lograr que la versión nacional tuviera un nivel similar a la revista norteamericana, famosa por sus tapas y su edición.
“Era muy importante la visión de la revista en el kiosco, que llamara la atención. La imagen tenía que ser bien lumínica y llegar en forma directa, destacar. A partir de las reuniones en Estados Unidos, hicimos superproducciones de tapas con personajes muy conocidos a los que se caracterizaba e hipermaquillaba. En esa época, teníamos libertad para incluir diferentes tipografías”, recuerda.
“Una unidad filosófica y una claridad educativa que pocas escuelas en el mundo han conocido”, así definió Jorge Frascara la EPA, donde dio clases desde 1963 a 1976. “Mi descripción del programa y de su metodología educativa fue recibida con admiración en una conferencia que di a los académicos del Departamento de Tecnología Educativa de la Universidad de Surrey, Inglaterra, en 1973″, señala. Y añade: “Las investigaciones en ilustración para la EPA, entre 1974 y 1976, produjeron informes, artículos y conferencias que fueron ávidamente recibidos en Norteamérica y Europa. El papel de la Escuela Panamericana no solo fue el de educar, sino el de generar nuevos conocimientos en el campo del diseño gráfico”.
Frascara considera que los ambiciosos proyectos en equipo que impulsó la escuela permitieron canalizar con muy buenos resultados “el enorme caudal humano de la institución”. Para él, fue interesante participar en los diversos frentes de exploración dentro de la carrera de Diseño Gráfico, pero también “la interacción con fotografía, cine y la unidad de producción: creó la implosión creativa”. Tan solo por dar un ejemplo, entre quienes estudiaron cine en la escuela figuran Marcelo Céspedes, Miguel Pereira y Juan José Campanella, entre otros reconocidos directores.
Durante casi medio siglo, la Escuela Panamericana de Diseño fue una usina de creatividad, un espacio de formación y experimentación, con un pico de exposición mediática y publicitaria en los 80, que trazó una marca y se expandió a diversos ámbitos del imaginario cultural de varias generaciones. El aura de la Gioconda aparece, como fantasma colorido que guiña un ojo, en algún paredón de la ciudad.
La historieta como una de las Bellas Artes
Con la dirección de David Lipszyc, la escuela no solo participó en diferentes congresos a nivel internacional, sino que organizó, con el Instituto Di Tella, la Bienal Mundial de la Historieta (1968).
Oscar Masotta, maestro y máximo exponente del psicoanálisis lacaniano en lengua española, que estaba investigando el lenguaje del cómic y su impacto social, se ocupó de convocar y traer a nuestro país a referentes descollantes del género de España, Brasil, Francia, Italia y Japón. La Bienal se propuso revalorizar la historieta en momentos álgidos para su producción y consumo.
En el Centro de Experimentación Audiovisual del Instituto Di Tella se exhibieron páginas de historietas, bocetos, ilustraciones, libros y revistas especializadas, y un ciclo de proyecciones (que incluyó episodios de animaciones y largometrajes). Expusieron Oscar Masotta, Jorge Romero Brest, Burne Hogarth (creador de Tarzán) y el escritor y guionista de historietas Héctor Germán Oesterheld, autor de El Eternauta, su mayor creación –una magnífica ficción premonitoria, que devino en un clásico para un mayor número de lectores cada día–. Oesterheld, al igual que sus cuatro hijas –Beatriz, Diana, Estela y Marina–, estuvo desaparecido y fue asesinado durante la última dictadura militar.
Además, se exhibió obra firmada por Oski, Copi, Walter Ciocca, Alberto Breccia, Eduardo Ferro, Julio Portas, Quino, Guillermo Divito, Francisco Solano López y Hugo Pratt, entre otros reconocidos dibujantes y guionistas locales.
Fuente: La Nación ~ Nuevos hábitos, nuevas audiencias, nuevos mercados. Esa parece ser la tendencia en la escena internacional del arte, luego de un año que obligó a cancelar ferias y cerrar galerías durante meses por la pandemia, mientras las ventas online demostraban un “extraordinario crecimiento” según Art Basel, las subastas se abrieron a los NFT y las criptomonedas, y los coleccionistas millennials pasaron al primer plano por el monto de sus inversiones. Todo eso tuvo en cuenta la plataforma de e-commerceDiderot.Art, fundada en la Argentina hace cuatro años, al expandir hacia México una propuesta basada en la flexibilidad.
El nuevo sitio diderotart.mx ofrece acceso a más de 250 obras de más de 35 artistas. Al igual que en diderot.art, a toda hora y desde cualquier dispositivo y país es posible comprar en cuotas pinturas, grabados, fotografías, esculturas, dibujos y arte textil, recibir las piezas a domicilio e incluso probar cómo quedan en el espacio durante una semana, con opción de cambio y asesoramiento sin costo. Ambas páginas también incluyen blogs con videos y entrevistas, que permiten conocer cómo piensan y trabajan los artistas.
“Queremos que el público conozca qué está sucediendo en la escena del arte mexicano contemporáneo; por ello, representamos a creadores de todo el país”, dice la curadora Martina Santillán, quien ocupa en el otro extremo del continente el rol de Stephanie Jaugust en la Argentina.
Esta última tuvo a su cargo la curaduría de muestras comoDiderot Digital Exhibition, exposición virtual recorrible en 360° presentada en octubre del año pasado. “En unos meses haremos una exhibición digital que reunirá a ambos mercados”, adelantó a LA NACION Lucrecia Cornejo, cofundadora de Diderot.Art junto con Angie Braun.
“Somos un equipo que busca crear puentes entre artistas y gente que quiere conectar y disfrutar del arte. Porque creemos que en esa conexión hay una experiencia modificadora”, dicen las cuatro desde su la cuenta de Instagram @diderot_art_mexico. Desde allí se promocionan también charlas virtuales y se publican historias que permiten aprender sobre arte de manera simple y didáctica.
“Nuestra plataforma otorga a los artistas locales una visibilidad sin precedentes y, al mismo tiempo, potencia la formación de nuevos compradores y coleccionistas–señala Braun-, promoviendo un círculo virtuoso que complementa y amplía el mercado de compra de arte actual”.
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