Delia Cancela. Los años locos del Di Tella, el feminismo de los 60 y el desafío de unir arte y moda

Fuente: La Nación ~ Se enteró por televisión, muy tarde. Mientras hacía zapping, Delia Cancelavio que un depósito se estaba incendiando en Núñez. Poco después supo que era el lugar que guardaba gran parte de la obra realizada durante toda su vida: desde la década de 1960 en el mítico Di Tella y los diseños que hizo con su marido, Pablo Mesejean, hasta piezas creadas poco antes de esa dramática noche de enero de 2001. Cuando llegó al lugar, por la madrugada, encontró todo destruido. “Estoy viva, pero muerta”, declaró entonces a LA NACION, tras un shock tan fuerte que pensó que nunca se recuperaría.

Acá está, sin embargo. Con su larga cabellera naranja, a los 80 años, sube y baja con agilidad y una tímida sonrisa la larga escalera que conduce a su casa-taller, en Colegiales. Luce igual que cuando posó en 2015 con traje y corbata para una campaña de la marca de ropa Bolivia, que impactó al público masivo con su imagen jovial desde grandes carteles ubicados en las principales avenidas de Buenos Aires. Tres años más tarde ganó el Gran Premio a la Trayectoria, otorgado por la Secretaría de Cultura de la Nación, e inauguró una retrospectiva en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.

Con su larga cabellera naranja, a los 80 años, luce igual que cuando posó en 2015 con traje y corbata para una campaña de la marca de ropa Bolivia
Con su larga cabellera naranja, a los 80 años, luce igual que cuando posó en 2015 con traje y corbata para una campaña de la marca de ropa BoliviaIgnacio Colo

“Cuando llegás a esas dos cosas, en la Argentina, decís: ‘¿Qué más puedo hacer?’”, confiesa ahora junto a su tablero de dibujo, rodeada de pinturas y una biblioteca que incluye el catálogo de Mujeres radicales, exposición colectiva itinerante que incluyó obra suya en su recorrido por Los Ángeles, Nueva York y San Pablo. Así que, en 2019, dejó la docencia decidida a “viajar y disfrutar, como hay que disfrutar a cierta edad”.

Fue otro shock, la pandemia, que durante un tiempo la dejó en estado de parálisis creativa y anuló una muestra que tenía prevista en la galería porteña Herlitzka + Faria. Pero volvió a recuperarse. Incluso impulsó Nosotras cautivas, un proyecto internacional que involucra a medio centenar de artistas de Francia y la Argentina, con ayuda de su hija, Celeste Leeuwenburg, y Julia Nowodworski, arquitecta argentina residente en París. “El arte es lo que me salva”, reconoce Delia, mientras se dispone a regresar a la capital francesa tras dos años sin subirse a un avión.

También el libro El Di Tella, investigación de Fernando García publicada este año por Paidós, volvió poner el foco sobre aquella época pop que la contó entre sus principales protagonistas. Se recuerda allí entre otras cosas que en 1965, el dúo Cancela-Mesejean debutaba en la galería Lirolay con la muestra Love & Life: una fiesta “de efecto psicodélico sin ácido” a la que se entraba con anteojos con lentes de colores, y que incluía imágenes de flores, nubes y astronautas. Fue el comienzo de una carrera internacional que incluyó trabajos para grandes revistas de moda como Vogue, Harper’s Bazaar y Marie Claire, y la creación en Londres de su propia marca de ropa, Pablo & Delia, representada en el Victoria and Albert Museum.

Delia Cancela en su taller, en 1966. "Yo ya era feminista -recuerda-, siempre me preguntaba qué pasaba, por qué tanto tabú sobre la mujer"
Delia Cancela en su taller, en 1966. “Yo ya era feminista -recuerda-, siempre me preguntaba qué pasaba, por qué tanto tabú sobre la mujer”Gentileza Delia Cancela

-¿Cómo pasaste este último año y medio, desde que empezó la pandemia?

-Como todo el mundo: sube y baja. Mi vida es un sube y baja, estoy acostumbrada. La vida de muchas mujeres es un sube y baja, por las cosas que tenemos que vivir. Trato de sacar cosas positivas de la pandemia, de todo esto que estamos viviendo. Me hizo reflexionar mucho, me hizo tomar conciencia de muchas cosas. De la fragilidad de la vida, por ejemplo. Y de que es muy importante estar atentos. Porque esto es algo que hemos venido construyendo, que ha venido in crescendo. Y mirá lo que está pasando ahora: olas de calor terribles, frío, lluvias, catástrofes “naturales”. Y el bicho, o los bichos. Creo que hay que tomar conciencia de que eso está pasando a causa de cómo hemos vivido. Si podemos tomar conciencia y cambiar algo, fantástico. Si no podemos… Yo ya soy grande. Pero justamente, me gustaría vivir tranquila y bien estos años de vida, que no sabemos cuántos… Tengo 80. Lo digo y no lo puedo creer.

-Yo tampoco, parecés 20 años menos.

-Soy una persona mayor que a veces se cree joven. Por supuesto que lo siento en mi cuerpo, físicamente no soy fuerte… Mi fragilidad la sentí siempre, pero ahora la siento más. Al mismo tiempo, para mí sigo siendo joven. Y eso me pasa porque, por la pandemia más que nunca, vuelvo a mirar mis dibujos, mis pinturas, y me doy cuenta de la necesidad que tengo de seguir haciendo e investigando.

"El arte es lo que me salva. El hacer. Cuando lo contemplo, también me ayuda. Por eso es tan importante que los museos y las galerías estén abiertos"
“El arte es lo que me salva. El hacer. Cuando lo contemplo, también me ayuda. Por eso es tan importante que los museos y las galerías estén abiertos”Ignacio Colo

-¿Trabajaste mucho en tus obras durante este tiempo de encierro?

-Es difícil de decir. Uno habla siempre de la productividad. La productividad viene a causa de este sistema, que te está diciendo siempre “tenés que hacer”. Y la pandemia te dice: “¿Podés?” Me acuerdo de que al principio, cuando los artistas estaban desesperados porque no podían ir al taller, yo decía: “Qué bueno, yo tengo taller en mi casa”. Y no hacía nada. Porque el shock fue muy fuerte. Después nació el proyecto Nosotras cautivas. Me dije: “¿Cómo vamos a hacer para comunicarnos, para poder estar cerca estando tan lejos?”.

-Además de tu hija, tenés muchos amigos en París, ¿no?

-Sí, París es una parte muy importante de mi vida. Los vínculos, lo que he vivido y lo que vivo cada vez que estoy allá. Si pudiera, trataría de vivir mitad del año en cada ciudad. Se me ocurrió hacer como cuando Celeste era chica, que jugábamos a los “Cadáveres exquisitos”: una continuaba el dibujo sin saber qué era lo que había hecho la otra, a partir de una pista, y de golpe se descubrían relaciones en cada dibujo. Dije: “¿Cómo hacemos ahora?” Porque generalmente lo hacemos estando juntas.

-¿Se mandaban las pistas en imágenes por e-mail?

-Exacto. Empezamos a invitar a los artistas más cercanos. Y fue creciendo hasta llegar a casi 50, y se siguen sumando. Participaron, entre otros, Edgardo Giménez, David Lamelas, Marta Minujín, Leandro Katz, Teresa Giarcovich, Mariana Sissia, Guillermo Kuitca… También hay artistas franceses o que viven en Francia, como Marie Orensanz, Antonio Seguíy Pablo Reinoso. De la coordinación se ocupan Celeste y Julia, que comparte taller con ella. Es mucho trabajo: ellas reciben las fotos y las imprimen. Guardan los originales de los artistas de allá, y yo los de acá. El Instituto Francés nos dio un aval e hicimos un video de presentación; ahora necesitamos ayuda económica para hacer un proyecto editorial y una muestra.

Obras de Mariana Sissia, Marie Orensanz y Delia Cancela que integran su proyecto Nosotras cautivas, que involucra a casi 50 artistas de Francia y la Argentina
Obras de Mariana Sissia, Marie Orensanz y Delia Cancela que integran su proyecto Nosotras cautivas, que involucra a casi 50 artistas de Francia y la ArgentinaGentileza Delia Cancela

-Superaste momentos muy difíciles. Criaste a Celeste sola, y después se quemaron tus obras. ¿Cómo hiciste? ¿A qué te aferraste para salir de eso?

-Ah, ¡vos querés un secreto de vida!

-Sí, ¡claro! Quería saber si el arte te ayudó en esos momentos.

-El arte es lo que me salva. Totalmente. El hacer. Cuando lo contemplo, también me ayuda. Por eso es tan importante que los museos y las galerías estén abiertos, porque eso no es lo que va a llevar a que la pandemia se expanda. La única manera de que se puede empezar a pensar que se puede cortar, es con mucha vacunación. Siempre estuve en contra de las vacunas, pero ahora digo: hay que vacunarse.

-¿Por qué pensás que contemplar arte salva?

-Porque creo que cuando entrás en una obra ya no hay tiempo físico, no existe. Es como la meditación. Estás fuera de la cabeza, que te dice todo el tiempo cosas. Los budistas la llaman Monkey Mind. La cabeza está siempre saltando como el monito, en esa obra que estoy haciendo [señala un mono pintado sobre una tela]. Los miedos están ahí. En la pandemia, el monito se disparó con todo. El arte frena ese monito, y de golpe te ubica. Con los libros es lo mismo, con la música, el cine. Entrás en otra dimensión. Supongo que con el fútbol le pasa lo mismo a mucha gente.

-¿Meditás?

-Trato, todos los días.

-Una vez me contaste que poco antes del incendio no pudiste llorar más. ¿Eso se revirtió?

-No. Vivo sin lágrimas.

-Pero eso no quiere decir que no sientas… ¿Cómo estás con eso, con haber perdido gran parte de tu obra?

-Ya está. Tengo un montón de obra nueva: estas pinturas, las esculturas blandas como el delantal homenaje a las mujeres artistas que expuse en el Moderno y en Proa… Toda la serie de esculturas blandas la hice con asistentes. Ahora, sola, no puedo hacer cosas de gran tamaño. Trabajo mucho con pedacitos pequeños que se van uniendo. Una fragilidad… Me interesa la experimentación. [Toma dos papeles de calcar unidos] Este dibujo es uno que tenía a partir de una obra de 1514. Y tenía esta mujercita que se está cosiendo el corazón. La pegué dentro de ese paisaje, en el cual ya había incluido una silla.

-Pienso en Corazón destrozado, esa obra tuya de 1964 que une las dos cosas: el corazón y los pedazos colgando. ¿Por qué el corazón siempre tuvo tanta importancia en tu trabajo?

-En un comienzo, quizás como la idea de que representaba el mundo femenino.

Corazón destrozado (1964). "Entré en los corazones con una idea algo más pop, cuando sentí una necesidad del impacto gráfico"
Corazón destrozado (1964). “Entré en los corazones con una idea algo más pop, cuando sentí una necesidad del impacto gráfico”Gentileza Delia Cancela

-¿Te considerabas feminista en esa época?

-Sí. Comencé a trabajar sin tener ninguna idea de lo que era el feminismo, porque no tenía mucha información de lo que pasaba en otros países ni había nadie alrededor mío que hiciera eso. Las primeras obras, antes de los corazones, son collages que desaparecieron. Quedan fotos de dos, en blanco y negro. En esa época, a principios de los 60, yo ya era feminista. Esos collages hablaban de la condición femenina, tenían títulos como Las chicas no salen solas. Por ejemplo, había un collage con una pintura de Rubens con esos cuerpos exuberantes, y al lado las Miss Mundo recibiendo el premio… Otro, con ropa femenina y masculina: bombachas, chalecos, todo lo que representaban el hombre y la mujer. Porque siempre me preguntaba qué pasaba, por qué tanto tabú sobre la mujer. No había que hacer esto, no había que hacer lo otro… Era difícil. Entré en los corazones con una idea algo más pop, cuando sentí una necesidad del impacto gráfico, que hablara una sola imagen. Después empiezo a trabajar con Pablo.

-Con Pablo escriben ese famoso manifiesto, Nosotros amamos, para el catálogo del Premio Di Tella de 1966, en el que se adelantan a la idea de que no hay géneros: dicen entre otras cosas que aman “las baby-girls, las girl-girls, las boy-girls, las girl-boys y los boys-boy”. ¿Qué pensás de los avances que hubo en ese sentido últimamente? Incluso está el tema del lenguaje…

-Bueno, empecemos por lo peor: el lenguaje. En el lenguaje yo no entro. Porque a mi edad, ya tengo el lenguaje que tengo. No lo entiendo.

-¿Te parece que excluye en vez de incluir?

-Para mí, sí. Creo que no es necesario. Lo que sí es necesario es que se muestre eso que se está mostrando.

-¿A qué te referís cuando decís “eso”?

-La diferencia. Somos todos seres humanos. Siempre lo pensé así, por eso hacía esas obras al principio. Porque yo no me sentía mujer ni hombre.

-Por eso incluías también ropa de hombre en tus obras.

-Sentía que lo más importante era que yo era un ser humano. No importaba el género. Claro, muy loquita para esa época [risas]. Me pasa lo mismo con lo de la mujer: si lo mirás de afuera podés decir: “Bueno, basta”. Es verdad que, ahora, todo está bien porque sos mujer. Está bien que sea así, porque en un momento tiene que existir eso, para que después se pueda nivelar. Pobrecitos los hombres, en el estado en que están, pero es así. Con lo único que no estoy de acuerdo es con el lenguaje.

Homenaje a mujeres artistas (2018), dedicado a referentes de la historia del arte que cumplieron un rol fundamental
Homenaje a mujeres artistas (2018), dedicado a referentes de la historia del arte que cumplieron un rol fundamentalGentileza Delia Cancela

-Vos llegaste a convivir con dos hombres a la vez. Con Pablo, ya separados, y con otro amigo. ¿Cómo fue esa experiencia?

-Fue genial. Vivíamos los tres con Jaime, que era mi mejor amigo, como un hermano. Vivíamos en una casa muy grande, haussmanniana, en el Boulevard Saint Germain. Compartíamos nuestra amistad, cada uno con su cuarto. Fue lindo. Yo soy Libra, y compartir es importante para mí.

-Hace poco salió el libro de Fernando García sobre el Di Tella… ¿Cómo fue revivir esa época? ¿Qué fue el Di Tella para vos?

-Para mí el Di Tella fue un momento increíble, único. Fue un semillero de ideas, de fuerzas, de energías, de creatividad… Ahí se empezaron a construir cosas. Creo que se dio el conjunto de un grupo de artistas, que ni siquiera teníamos las mismas ideas. Justamente, eso es lo interesante. Rescato esa parte. Pero el Di Tella también hacía mucho ruido. Y yo el ruido no lo soportaba. También se habla de que éramos muy competitivos.

-Incluso había competencia entre vos y Pablo.

-Claro. Pero me parece que la competencia sana… El otro día lo hablaba con un amigo del Di Tella. Porque una cosa es la competencia y otra la envidia. No hay que confundir esas cosas.

-¿Qué había en el Di Tella, competencia o envidia?

-Había envidia.

-¿Era sana la competencia del Di Tella, o no?

-En algunas personas sí, en otras no. Por ejemplo, se dice que había mucha competencia entre las tres mujeres “top” del Di Tella, que éramos Marta Minujín,Dalila Puzzovio y yo. Quizás competíamos en cómo estábamos vestidas, pero creo que cada una de nosotras tenía un concepto de lo que hacía, una obra que era fuerte y se sostenía. ¿Cómo voy a competir con Marta? Nunca. Yo la aplaudo. Éramos tan diferentes las tres… Yo rescato lo que me pasó a mí en ese momento, y cómo eso hizo que yo pudiera salir y seguir haciendo. Mucha libertad de hacer. Que después llevé a Nueva York, a Londres y a París.

Obra de Delia y Pablo en Vogue, 1962
Obra de Delia y Pablo en Vogue, 1962Gentileza Delia Cancela

-¿Cómo fue el desfile Ropa con riesgo, con el que presentaron su primera colección en el Di Tella, en 1968? Porque esa fue otra obra pionera.

-Fue una obra pionera.

-¿Convocaron como modelos a gente de otras disciplinas, no?

-Estaban mi sobrina Patricia, que tenía 11 años, y Marcia Moretto, que era bailarina. Había modelos… Hicimos el desfile en una institución de arte, algo que no se hacía, donde la gente estaba sentada y parada, y las modelos pasaban alrededor. Se mezclaban con el público, se movían, bailaban… Era una performance.

-¿Y la ropa cómo era?

-A pesar de lo que dicen, que usábamos cosas de plástico, no… El plástico lo introdujimos con Pablo en los 70, en los desfiles en París, donde usamos grandes bolsas de plástico como carteras, con moños, accesorios que estaban recortados en plástico… Pero en el Di Tella eran algodones pintados, sedas. Era un riesgo usar esa ropa en Buenos Aires, en la Argentina era un escándalo. Pero a mí no me parecía un escándalo. Estábamos evidentemente rompiendo con algo, porque cuando llegamos a Londres y mostramos nuestro trabajo, Vogue nos abrió las puertas inmediatamente. Y nos consideraron artistas que trabajábamos en la moda.

-Y ya en Nueva York les había pasado también.

-Sí. Pero nosotros lo hacíamos muy naturalmente.

-¿Te consideraste hippie alguna vez? Ya sé que no te gustan los rótulos, pero…

-¡Y vos me los ponés! [risas]. Una hippie de lujo. Me acuerdo de que llegamos a Nueva York, con la ropa que llevábamos con Pablo desde Buenos Aires, y los grooviesy los hippiesnos paraban en la calle y nos decían que éramos geniales.

Pablo y Delia en Londres en 1970, retratados por Barry Lategan. "Pablo era muy Mod... Nos vestíamos muy a la inglesa", dice Delia
Pablo y Delia en Londres en 1970, retratados por Barry Lategan. “Pablo era muy Mod… Nos vestíamos muy a la inglesa”, dice DeliaGentileza Delia Cancela

-¿Qué se ponían, por ejemplo?

-Yo me había cortado el pelo muy cortito y me dejé unas largas tiras de pelo que colgaban, como los ortodoxos. Usábamos unos vestidos muy amplios, con unas telas antiguas, con jeans abajo y zapatos con tacos, que pintábamos a mano. Era importante el look que teníamos.

-¿Y Pablo?

-Pablo era muy mod… Nos vestíamos muy a la inglesa. Eso era interesante: acá se miraba mucho a Estados Unidos, en cuanto al look también. Mientras que Pablo y yo mirábamos a Europa.

-¿Y eso de dónde lo sacaron?

-Primero, de nuestro primer viaje, en el 67, cuando fuimos a París becados con el Premio Braque.

-¿Es cierto que el premio contemplaba un solo pasaje, y él se fue en avión y vos en barco?

-Sí.

-Eso por tu miedo a volar o…

-[Risas] Porque los hombres tenían que hacer eso.Juan Stoppani y Pablo se fueron en avión y nos esperaron en Londres, y con Alfredo Arias llegamos a Londres en barco.

-Algo machista, digamos.

-¿Qué te parece? Nuestro dúo Pablo y Delia, o Cancela-Mesejean o Mesejean-Cancela viene de la competencia. De los choques sobre si me invitaban a mí y no lo invitaban a Pablo. Hay una cosa que es muy interesante, en esa época: que las mujeres teníamos un lugar en el Di Tella. A mí me estaban invitando a muchos lugares, me estaba yendo muy bien. Y a Pablo también, por su lado. Pero Pablo no lo soportaba. Entonces le dije: trabajemos juntos.

-Decís que desde ese primer viaje ya empezaron a ver lo que ocurría en Europa… ¿O venía de antes este look de ustedes, tan innovador?

-Venía de lo nuestro. Lo que hicimos fue aceptado en Europa, y en Estados Unidos también. Nosotros estábamos aportando.

Palo y Delia en Vogue, retratados por Barry Lategan. Fue el primer dúo de la plástica argentina
Palo y Delia en Vogue, retratados por Barry Lategan. Fue el primer dúo de la plástica argentinaGentileza Delia Cancela

-¿Te vestías con ropa de hombre también?

-Sí, tenía un traje que me había hecho hacer acá por un sastre, negro. Saco, pantalones y chaleco. Y usaba camisa.

-¿Te gustaron las mujeres alguna vez?

-Me encantan las mujeres, las amo, me llevo muy bien con las mujeres.

-Como para tener una pareja, digo.

-No, prefiero los muchachos. En este momento de mi vida ya es difícil decirlo así, pero… Mi atracción siempre han sido las piernas de los futbolistas. El amor no tiene que ver con el sexo, ¿no?

-Que es el mensaje de toda tu obra, ¿no?

-Sí.

-¿En qué estás trabajando ahora?

-Muchos dibujos. En 2020 tenía prevista una muestra individual en Herlitzka + Faria. Se postergó, como muchas, para 2021. Y este año no se hizo tampoco. Yo estaba preparando algo que venía haciendo hace bastante, sobre la relación de la mujer con la naturaleza. Se mostró en la plataforma Vortic, en Inglaterra, con una galería virtual que se llama Southern Stars.

Naturaleza y mujer en vestido azul, 2015
Naturaleza y mujer en vestido azul, 2015Gentileza Delia Cancela

-¿Como esa obra que tenés atrás?

-Claro, son obras anteriores. La naturaleza cobra mucha importancia y la mujer está ahí, en medio. La geometría representa lo urbano, lo que está destruyéndose… Es de 2015.

-Qué premonitorio. Porque ahora con la pandemia está este éxodo de lo urbano a la naturaleza.

-Sí. En esa otra también la naturaleza está como destruida, y la mujer en el medio, muy fuerte…

-Como empoderada. ¿Te gusta esa palabra?

-Sí. Como empoderada en medio de ese cielo, ese verde… Están como en pedazos. También es de 2015, cuando todavía podía hacer obras grandes.

-Y el hombre no ocupa ningún lugar en esas obras.

-No. Ha tenido su lugar por mucho tiempo. Ahora es el turno de la mujer. Yo creo que la mujer es más consciente que el hombre en su relación con la naturaleza.

-Que es lo que hablábamos al principio. Decías que la pandemia nos llevó a ser más conscientes.

-Sí. Me parece que la mujer es más consciente de lo que está pasando.

-Por algo se dice que es la “madre naturaleza”.

-Exacto, la Pacha Mama.

-Siempre decís que te sentís identificada con Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas, tu libro de cabecera. ¿Qué te atrae tanto de ese personaje?

-Comencé a leer Alicia desde chica, con los libros de Robin Hood. Mi papá me compraba toda la colección. Fueron mis primeras lecturas.

-También las revistas que él distribuía, como Burda, ¿no?

-También. Y me sentía identificada con Alicia, todavía a veces me siento identificada. Porque esa niña tiene que aceptar las reglas que le impone la sociedad, no le queda otra, y se rebela. Se pregunta por qué, está siempre cuestionando. Y al mismo tiempo pasa a través del espejo, come los hongos…

-O sea que acepta la reglas, pero busca transformarlas.

-Transgresora total. Pero sigue siendo la niña cuidadosa. Por eso, cuando me preguntás si fui hippie… Viví ese momento. Pero no tenía necesidad de vivir en casas destruidas. No importa si yo no quería hacer eso. Tomar drogas… Sí, tomé drogas, claro. Pero de otra manera.

-O sea que hiciste como Alicia: tomaste lo que había, te adaptaste, pero a la vez transformaste.

-Me perdí también. Fueron épocas de mucha locura, especialmente París. Son épocas de mucha locura porque son épocas de muchos cambios. También fue importante la del sida, fue brutal. De mucho dolor, de muchas pérdidas. Lo han comparado con este momento, pero no es lo mismo. Uno podía dejar de hacer cosas para no contagiarse, tomar las precauciones. Esto es global, es otra cosa. Lo único que me da rabia es que yo me preparé mentalmente para gozar estos años que venían. Ya no tenía que preocuparme económicamente, podía trabajar, hacer todo lo que tenía ganas… Pero cuando pienso en lo que está viviendo la gente que no tiene nada, que está en la calle, digo: “Delia, callate la boca”.

Instagram. Rescatar obras de arte tiradas a la basura

Fuente: La Nación ~ Aunque en paupérrimas condiciones, dos pinturas sobrevivieron a la explosión del puerto de Beirut el año pasado, alcanzada su señorial residencia por la demoledora onda expansiva. El Palacio Sursock –que había resistido guerras mundiales y civiles– quedó a la miseria, y quién sabe si estas obras maestras hubiesen sido rescatadas de los escombros de no ser por Gregory Buchakjian, un historiador del arte, que plantó la semilla de la duda. Para este erudito, es probable que Santa María Magdalena y Hércules y Onfalia sean piezas inéditas de Artemisia Gentileschi, que permanecieron –como La carta robada de Poe– “escondidas a la vista de todos” durante décadas. De autenticarse, sería un hallazgo inaudito. Más insólita, sin embargo, ha sido la (mala) suerte de unos óleos enmarcados del holandés Samuel van Hoogstraten, discípulo de Rembrandt, y del italiano Pietro Bellotti, estimado retratista del siglo XVII, contemporáneos de esta gran pintora barroca. Semanas atrás, la policía alemana informaba que habían sido encontrados cuadros de estos artistas en el contenedor de basura de una estación de servicio, a la vera de una autopista de Baviera. Cómo diantres terminaron allí es un misterio que aún desvela a las autoridades, que siguen trabajando para despejar la incógnita.

“¿Quién sabe?, capaz entre cascotes o restos de comida aparezcan en un futuro las obras que se robaron del Isabella Stewart Gardner Museum, en Boston, hace más de 30 años, el mayor atraco de la historia del arte. Un caso increíble, y no solo porque se llevaron piezas de Vermeer, Manet… Las cortaron directamente de los marcos originales, que aún siguen expuestos, sin los lienzos”, comparte Jason Osborne, artista con residencia en Nueva York. Suerte de Sherlock del descarte pictórico, que lleva más de una década registrando pinturas abandonadas en las calles; en su mayoría, obras de amateurs. “Jamás di con una que valieran una fortuna, es raro que suceda”, reconoce en charla con LA NACION revista quien se ocupa de trabajos que ni acaban en subastas ni en exposiciones; más bien, conviven con ratones y bolsas de basura, desechados por sus dueños, que ya no los quieren en sus paredes. De fotos propias e imágenes que le envían personas de todo el mundo se alimenta @abandonedpaintings, cuenta de Instagram que actualiza religiosamente cada mañana.

¿Por qué centrarte en pinturas abandonadas y no en fotografías, esculturas, otras expresiones visuales?

En principio, porque soy pintor, es mi disciplina. Por otra parte, si le preguntás a una persona promedio qué es el arte, seguramente piense en un cuadro o en un dibujo. Hay una cierta romantización en torno a la pintura, como si un lienzo intervenido ya tuviese un valor inherente, automáticamente fuera especial, por más terrible que sea la obra. En el mejor de los escenarios, lo que la vuelve especial es que sea artesanal: en tiempos donde rara vez la gente se detiene a hacer trabajos a mano, alguien se sentó, tomó el pincel, volcó una idea en marcas…

Esta suerte de sacralización se nota en cómo las dejan en las calles: las ubican con esmero, esperando que sean adoptadas, como si estuvieran purgando el pecado mortal de haberlas dejado.

Tal cual. Se las sacan de encima, pero parecieran montar un pequeño show en la vereda, casi una instalación, intentando atraer la atención de transeúntes, esperando que alguien más se haga cargo. Me llegan muchas fotos de obras apoyadas sobre contenedores de residuos, tachos, árboles, al lado de trampas para ratas; mis favoritas son las que están sentadas sobre sofás destartalados. Siempre hay una sorpresa, un giro inesperado; son esos detalles accidentales los que más aprecio. Antes de encarar este proyecto venía preguntándome qué potencial puede tener una pintura más allá de decorar una pared. Entonces empecé a explorar desde la instalación, haciendo montajes en lugares poco ortodoxos. Así fue cómo fundé Off-White Columns, otra propuesta en curso, donde expongo una pieza a la vez, en la columna que está frente a mi escritorio, en la oficina donde estoy.

Nacido en Wisconsin en 1979, graduado en arte en la Universidad de Carolina del Norte, Osborne trabaja en la casa de subastas Phillips, en Nueva York, donde opera esta microgalería, que puede visitarse cita previa mediante. “La inspiración viene de Austin Eddy, artista que hace unos cuantos años inauguró Eddy’s Room, donde exponía obras en el armario de su dormitorio”, cuenta Jason, que entiende esa experiencia como “un recordatorio de que todos podemos inventar una vía distinta, sin necesidad de apelar a fórmulas seriadas”. De hecho, reconoce que sostener Abandoned Paintings le ayuda en su labor como pintor “porque me aleja de un enfoque tradicional, me permite salir de las estructuras convencionales”.

Fue muy comentado el éxodo masivo que ocurrió en Nueva York durante la pandemia, con residentes dejando la ciudad en busca de hogares más grandes y menos costosos, con espacio al aire libre, un fenómeno facilitado por el trabajo remoto. Se habla de que registró la mayor baja de población de todo Estados Unidos, su caída más fuerte desde los 70. Con la avalancha de mudanzas, ¿hubo más pinturas abandonadas en las calles?

Sí, absolutamente. La migración fue bestial, muchísima gente se marchó de la ciudad. Personas jóvenes que cursaban la universidad y, frente al susto e incertidumbre, regresaron a las casas de sus padres en otros estados, a sabiendas de que no haría mella en sus estudios, de que podían continuar sus clases a distancia. También gente con dinero que decidió trasladarse de Manhattan a Southampton, al Este, al poder costearse vivir en una zona conocida como lugar de escapada de ricos y famosos. Las galerías de arte los siguieron: invirtieron en propiedades allá, aun sin poder exhibir, con la intención de acercar piezas a millonarios. Pero retomando el hilo, sí que aumentaron los cuadros abandonados en las calles durante la pandemia. La cantidad de fotos que recibí este último año y medio se multiplicaron.

Osborne entiende que el aumento inusitado de cuadros abandonados es parte de una tendencia mayor, que algunos medios norteamericanos llaman The Golden Era of Free Stuff (“La era dorada de cosas gratis”). Dada la abundancia de objetos valiosos que terminan en el tacho, es tiempo de bonanza para valientes que no tienen pruritos en cartonear en contenedores, aun a riesgo de llevarse alguna que otra pulguita a casa. Al parecer, son desechados no solo por los que se están dando a la huida: también por quienes continúan haciendo limpieza profunda, prescindiendo de brazaletes, candelabros, sillas vintage, pianos de cola, lavatorios… “Si bien ya existían cuentas en Instagram como @stoopingnyc, que dan la locación exacta de bienes tirados para que la gente los recoja si les sirve, los posteos se volvieron cada vez más frecuentes este último tiempo. Hay a disposición desde mesitas y plantas hasta espejos, tocadiscos, pipas de agua, lo que se te ocurra. Cuando se desató la crisis por Covid-19, pausaron un rato, al no saber cuán seguro era alentar que se saliera y se recogieran pertenencias de anónimos. Pero al probarse que ya no había riesgo, activaron recargadísimos”, señala Jason.

Dicho lo dicho, recuerda Osborne que su proyecto ni se circunscribe a la Gran Manzana ni empezó el año pasado: lleva a razón de una década compartiendo imágenes de cuadros abandonados a través de su cuenta de Instagram. A partir del material que le llueve de las más diversas latitudes: San Francisco, Chicago, Texas, por citar apenas unos pocos puntos estadounidenses, pero también “ciudades europeas, de Israel, Sri Lanka, Australia, Canadá… De Argentina, recibí fotos de La Plata, Mar del Plata. Debería comprar un mapamundi y clavarle una multitud de chinches”. Sus seguidores se pasan la bola de boca en boca, “es como un secreto a voces, que ahora goza de una base linda de followers, con entendimiento común, que aprecian que alguien se ocupe de un tema que no ha sido suficientemente explorado. A riesgo de sonar cursi, se siente como una alianza”.

No solo por mudanza o refacción se tiran pertenencias: la muerte y el consiguiente legado, ¿sería otra razón?

Es una conjetura válida, en especial en este último tiempo, cuando estuvimos en ground zero. Pero rara vez especulo acerca de qué historias se ocultan detrás de estas obras, por qué alguien habría de tirarlas. Quizás porque en general son bastante… mediocres, entonces casi que doy por sentado que se trata de experimentos fallidos, intentos que salieron muy mal.

Según la filósofa húngara Ágnes Heller, en épocas premodernas el “buen gusto” era más objetivo, pero en la actualidad es mera cuestión de preferencias. “Lo subjetivo es tan preponderante que los cánones son considerados trabas a la libertad”, escribió en una oportunidad ¿No es arriesgado señalar qué es buen o mal arte?

Cuando hablo de mediocridad lo hago en términos de rupturismo, si es algo que he visto o no antes, si se siente familiar o es radical, tiene una cuota de transgresión. Llevo años trabajando en este mundillo, he visto infinidad de pinturas. Después de un tiempo, no es demasiado habitual que algo atrape tu atención, en especial cuando a uno le interesan autores que abordan nuevas maneras, sea en forma o en contenido.

¿Has notado alguna tendencia pictórica en lo que se desecha, según la época?

Es completamente arbitrario, ciento por ciento aleatorio. Si solo fueran artistas o estudiantes de arte los que tiran sus trabajos, seguramente responderían a ciertas modas, estarían empapados del estilo en boga. Pero como son obras tan amateurs, no se hacen eco de lo que pide la industria. Cuando empecé con Abandoned Paintings, estaba en auge algo llamado crap abstraction; es decir, obras abstractas a mano alzada, hechas a la velocidad de la luz. Se vendían como pan caliente, pero no recuerdo haber visto ninguna pieza así en las calles. Hoy día tampoco observo arte figurativo tradicional, si bien estilizado, con una vuelta de tuerca, que es lo que más está demandando este mercado tan oscilante.

¿Alguna vez alguien reconoció su trabajo y te contactó para echarte la bronca?

Me han escrito pintores, pero muertos de risa. Pasó, de hecho, que el autor de una pieza –bastante perturbadora, semejaba piel estirada, extrañísima– reconoció su trabajo; no una, ¡dos veces! Se ve que el destino de esa obra es terminar a la intemperie… No se lo toman a mal, están acostumbrados a la crítica. De todas formas, no hay saña en Abandoned Paintings, es mero registro.

¿Cómo te gustaría continuar la propuesta?

Aunque el proyecto hace base en la filosofía del desprendimiento, sería lindo emparejar obras descartadas con personas. También sería divertido seguirles el rastro, ver qué caminito hacen. Pero lo veo complicado. Implicaría un despliegue que no está dentro de mis posibilidades. Cualquier alternativa física que involucre almacenar los cuadros es impracticable; necesitaría dedicarle mi vida entera, invertir hasta el último centavo de mis ahorros. Terminaría repitiendo la excentricidad de Andy Warhol, que acumuló tantas baratijas que, al morir, quedaron cientos de cajas repletas de bagatelas. Una posibilidad que barajo es mudar la cuenta de IG a una galería virtual. También me gustaría ver algo en papel, quizás un catálogo o un libro ilustrado, con textos agudos que profundicen en el tema.

Has escrito un manifiesto de artista donde recomendás a colegas deshacerse de alguno de sus trabajos, ¿con qué finalidad?

Muchos tienen un apego emocional demasiado profundo hacia sus obras, como si fueran objetos preciosos, de inestimable valor. Obviamente, no le quito mérito a mi oficio; aunque suene un poco loco, es realmente difícil pintar, a punto tal que hay gente que ha dedicado toda su vida a encontrar y a desarrollar un estilo propio. Pero es en pos de desmitificar que les digo: creen algo, regalen algo, tiren algo. Son solo pinturas.

La increíble historia de la millonaria Peggy Guggenheim, la ‘duquesa de Venecia’ que descubrió a Pollock

Fuente: Cronista ~ Venecia es mi ciudad predilecta. Hace más de 50 años que la visito y continúo deslumbrándome. Es «la piú bella» y también «la serenissima», todo es arte, tanto lo clásico como lo moderno.

La gente es encantadora y además de visitar «La Academia» con los más bellos Bellini, el Ca ‘d’Oro con su San Sebastián de Mantegna, está el Ca’ Rezzonico con su colección de pinturas de Longhi, la Fundación Prada con sus «Conciertos espaciales» de Lucio Fontana, y rodeando la Piazza San Marco, el museo con la historia de la ciudad y lindísimas pinturas de Antonello da Messina. Luego los Tintoretto de la Scuola de San Rocco y en el Palacio Ducale, que también tiene dos obras de Hieronymus Bosch.
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Cada iglesia tiene pinturas fabulosas, todo esto justifica 4 días de caminar y de «vaporetto». Y del arte moderno, François Pinault, el dueño de Christie’s, nos muestra sus colecciones en el fabuloso Palazzo Grassi y en la Dogana que reconstruyó luego de dos décadas de abandono.

Pero mi lugar predilecto es la casa de Marguerite «Peggy» Guggenheim, donde todas las obras de arte son fabulosas y el lugar, y su terraza, te hacen sentir en el paraíso.

Nacida en Nueva York en 1898, su padre muere en el hundimiento del Titanic, su madre era enferma y te repetía las cosas tres veces.

A los 21 años Peggy hereda el equivalente a 25 millones de dólares, los cuales dilapida con gran velocidad, crisis del año 1929 mediante.

Se casa varias veces, tiene dos hijos y vive en París y Londres. Se hace muy amiga de Marcel Duchamp, quien la asesora sobre el mundo del arte.

Abre una galería en Londres y expone por primera vez a Kandinsky, entre otros. Nombra como director de la galería al brillante crítico Herbert Read. Termina la aventura perdiendo dinero y acomplejada por su nariz aguileña.

Muere su madre y hereda 450.000 dólares. Viaja a París justo antes de la ocupación alemana y compra una pintura o escultura cada día, todo estaba regalado. Invirtió sólo 40 mil dólares, se venía la guerra. Le pide al Louvre que guarde su colección y se lo niegan porque era muy moderna…

Se va a Nueva York y abre otra galería, y le hace un contrato a un joven borracho que era Jackson Pollock, le costaba vender las pinturas en 1000 dólares, hoy valen 50 millones.

Enamorada de Venecia se muda allí. Compra un Palazzo y vive rodeada de 11 perros y de una colección única en el mundo: Picasso, Magritte, Dalí, Marino Marini, Alexander Calder, Giacometti… en fin, todo de los mejores.

Fallece en el año 1979 y es quizás el lugar más bello de la más bella… valga la redundancia. Decía que no era coleccionista… «¡Era un museo!»

La artista plástica Maria Baylac y su historia de vida: venció a la bulimia y anorexia, tuvo linfoma de Hodgkin hace 3 años y hoy asegura que es una mujer sana y feliz

Fuente: Para Ti ~ Tiene 43 años, nació en Bahía Blanca, estudió tarot, numerología y brinda talleres de arte terapia pero lo más importante: confiesa que transitar varias enfermedades resultó una gran enseñanza para su vida.

María Baylac tiene 43 años, nació en Bahía Blanca, es artista plástica y “viajera del mundo”, como se autodefine.

“Al quinto mes de gestación mi papá le regalo a mi mamá el libro de “Juan Salvador Gaviota” de Richard Bach, con la siguiente frase: “Así como Juan Sebastián Gaviota quiero que salga nuestro niño/a”. Sin ni siquiera haber nacido, tenía una misión en esta vida: aprender a volar. Nací para volar”, explica María Baylac su próposito en esta vida y cómo se le otorgo ya antes de nacer.

Una adolescencia difícil

Y si bien recuerda haber tenido una infancia feliz, en la adolescencia comenzaron los problemas: sufrió bulimia y anorexia. “Yo en la adolescencia creía que, para ser felíz, había que lucir bella y delgada.  Pensaba que lo que importaba era lo que le mostraba a los demás no quien era en realidad. Sufría mucho pero usaba una máscara con una gran sonrisa para esconder mi tristeza y, sólo una vez al mes, me permitía encerrarme en mi cuarto a llorar”, asegura la artista plástica.

María confiesa que se sentía muy sola en su sufrimiento.  “Tenía 15 años y no le encontraba sentido a la vida. Llegué a hacer cosas horribles como ir a una fiesta de 15 años y llevar una zanahoria en el bolsillo del blazer para no tentarme con la comida que habría esa noche. Vivía esguinzada porque hacía mucha actividad física. Bueno, de ese tipo de anécdotas tengo mil y todas son muy tristes”, cuenta con tristeza.

Cuando, finalmente, sus padres supieron que sufría de bulimia y anorexia la internaron. “Estuve 6 meses internada y, 2 de ellos, falté al colegio. Cuando volví tuve que hacer trabajos para todas las materias y en Plástica me pidieron que pinte un cuadro asi que elegí hacer mi versión de La noche estrellada de Van Gogh y eso me conectó con el arte de una forma única y permanente”, asegura.

“A partir de ese momento comencé a pintar y a retratar mi vida en dibujos: eran cuadros de protesta que mostraban lo que sentía y me disgustaba o lo que amaba. Siento que la pintura me sanó porque me permitió reencontrarme conmigo. Te digo algo más: la enfermedad siempre fue mi gran maestra para conectarme con mi mejor versión”, cuenta con alegría.

Encuentran una fotografía que muestra el camino en que el Van Gogh pintó su último cuadro

Fuente: Ámbito ~ Una foto tomada en la localidad de Auvers-sur-Oise, al norte de París, alrededor de 1907, muestra al pintor Vincent Van Gogh en el lugar en el que pintó su último cuadro horas antes de morir, según confirmaron el Museo Van Gogh, en Ámsterdam, y el Instituto Van Gogh, de Francia.

La imagen muestra las poderosas raíces de acacia que llamaron la atención del artista neerlandés y están plasmadas en su último lienzo, titulado «Raíces de árboles», en el que está el camino que lleva a la posada Auberge Ravoux, donde falleció a los 37 años, el 29 de julio de 1890, después de pegarse un tiro.

Según informa el diario El País, representantes de ambas instituciones confirmaron «con absoluta certeza» que la fotografía hallada por un historiador y luego reconocida por un arquitecto muestra el enclave donde pintó ese último cuadro.

Vincent Willem Van Gogh, sobrino biznieto del pintor, y Emilie Gordenker, directora del museo del artista en Ámsterdam, recibieron una reproducción de la fotografía de parte del Instituto Van Gogh. Y su director científico, Wouter van der Veen, aseguró que se trata de un descubrimiento histórico «porque el ángulo de la imagen es muy parecido al escogido por el artista para su obra y varias de las raíces de esta foto fueron cortadas luego y no aparecen ya en la postal presentada el año pasado».

El recorrido para llegar a esta fotografía comienza cuando Thomas Reveau, un arquitecto francés, vio en el blog de un historiador aficionado, Fabrice Dassé, una instantánea que le llamó la atención. Luego Dassé buscó los datos del municipio de Pontoise, cercano a Auvers, y en enero publicó un texto sobre un reportaje fotográfico del río Oise, afluente del Sena.

Se trataba de una serie de negativos en vidrio, que había comprado en Bélgica, y mostraban el viaje en barco realizado por la familia de Edouard van Halteren (1874-1946), presidente del Real Club Náutico de Bruselas, en el verano de 1906 o 1907 y Van Halteren aparece sentado en las raíces, al pie de la Rue Daubigny, el camino que llevaba a la posada de Van Gogh.

«La foto estaba puesta al revés en el blog, pero Thomas Reveau se dio cuenta de que era el mismo paraje de la postal y es conmovedor que unos aficionados hayan acertado así», resaltó Van der Veen.

Vincent Van Gogh.
Vincent Van Gogh

Según Jean-François Serlinger, dueño del terreno, en este momento «hay una lucha de poder en el seno del Ayuntamiento que impide las visitas» y precisa que «desde que se publicó el hallazgo de la postal, el año pasado hay una tapia que no deja contemplar las raíces de acacia» ya que el Consistorio esgrimió sus derechos sobre el lugar, pero los topógrafos dieron la razón a Serlinger sobre la propiedad.

El dueño del terreno interpuso un recurso por abuso de poder por parte de la alcaldesa, Isabelle Mézieres, y ha abierto unos agujeros en la tapia para que se pueda divisar el lugar.

Relata este itinerario en una página personal de web porque le parece una falta de respeto que «el lugar que fue la última inspiración de Van Gogh y es un lugar poético y de herencia cultural, está tapado» .

Felipe Pantone. El artista del grafiti que pintó murales por todo el mundo

Fuente: La Nación ~ Creador de piezas hipnóticas, el artista del grafiti Felipe Pantone sacude el pensamiento con estallidos de luz, forma y color. Sus abstracciones geométricas retrofuturistas se abren como portales en murales de todo el mundo tanto como utilizan de lienzo un objeto en miniatura de alta joyería o un modelo Alpine de la Fórmula 1.

En sus interpretaciones dinámicas entre las Bellas Artes y la tecnología, sus pinturas, esculturas suspendidas y tridimensionales, instalaciones y arte cinético y de ilusión óptica retratan cómo la revolución digital alteró nuestra visión del mundo. Mediante investigaciones, aborda temáticas contemporáneas y universales en relación con el movimiento, la transformación, la velocidad visual, el ultradinamismo, la saturación, la alienación o la destrucción.

El joven artista elogia la era de la modernidad líquida en la que “nada dura para siempre” y también diseña indumentaria para marcas de ropa.

“Zygmunt Bauman habla de la modernidad líquida. Hoy todo es líquido: nada dura para siempre, se te escapa entre los dedos. Todo cambia. Y yo, como parte de esa generación, me siento muy cómodo en eso”, reflexiona el artista argentino-español, de pisada internacional y quien ha expuesto en Europa, América, Australia y Asia.

El joven nacido en Flores en 1986 nombra a Julio Le Parc y Carlos Cruz-Diez como sus grandes influencias y piensa casi obsesivamente en el arte del futuro, aunque desde el único tiempo posible: el presente, y sin descuidar el pasado analógico. “Se me pasa por la cabeza todos los días cómo hacer el arte del futuro. Creo que en mí tiene que ver con entender y saber vivir el presente, saber imaginar el futuro y hacer arte en consecuencia, aunque yo quiero comprar, vivir y coleccionar el arte de hoy, el que representa a mi generación y a lo que estoy viviendo”, asevera.

Licenciado en Bellas Artes en Valencia (España), donde tiene su estudio, el artista y su equipo encaran múltiples investigaciones. “Hay cosas que quiero resolver a nivel físico, que llevamos uno o dos años intentando conseguir. Algún día seguramente las conseguiré”, dice, y menciona temáticas que han obsesionado a maestros y que no se le escapan: “Carlos Cruz-Diez se murió intentando conseguir generar una especie de aurora boreal artificial. Ese tipo de cosas son muy interesantes, aunque él no lo haya conseguido”, cuenta desde una playa mexicana.

El modelo de zapatillas que diseñó para Puma.
El modelo de zapatillas que diseñó para Puma.

Artista visual de rostro cubierto que cede el protagonismo a sus obras, Pantone expresa el deseo de que un día el arte tecnológico devenga en una experiencia sensorial completa. “Espero que algún día el arte digital incorpore el tacto, el gusto, el olfato, más allá del audio y el visionado. Para mí, el arte físico tiene algún sentido más”.

Otra de sus grandes pasiones es el color, con las tonalidades brillantes y sus gradientes característicos en gráficos futuristas y acabados iridiscentes. “El color ha cambiado muchísimo. Hasta antes de la era digital era completamente diferente. Era muy difícil encontrar en la naturaleza determinados degradados y brillos que ahora estamos acostumbrados a ver en las pantallas”.

Entre sus últimos proyectos, Pantone estuvo dos años volcado en el diseño de una colección cápsula de calzado e indumentaria para la marca Puma, inspirado en su sello característico: los colores, con enfoques progresivos de luz y formas. “He aprendido un montón de cosas. Les transmití mi concepto, conceptualizamos la colección y nos pusimos a diseñar. Primero en mi ordenador y luego con el apoyo de ellos en el patronaje. Tuve libertad total creativa. En un reloj, por ejemplo, hay una cara que es la que prima, lo ves casi unidimensional. En cambio, a unas zapatillas es muy difícil entenderlas en un nivel bidimensional. Pensar en calzado y en ropa ha sido un reto sumamente nuevo. Siempre hay desafíos y eso hace que me levante cada mañana”, señala.

Hijo de la generación que vio nacer Internet, Felipe procura crear cosas que no deberían estar donde están e invita a reflexionar sobre los cambios en la percepción del mundo. Entre sus murales más destacados figuran el Palais de Tokyo de París (Francia), los edificios del Instituto Tecnológico de Monterrey (México), el mural Optichromie de la Albright-Knox Art Gallery de Búfalo (Estados Unidos) y una gigantesca intervención en la Usina del Arte de Buenos Aires.

“La clave en el arte, la única, es ser auténtico. Decía Oscar Wilde que un artista siempre está seguro de sí mismo porque un artista es verdaderamente «sí mismo». Es tan sencillo y tan difícil como eso”, postula.

Daniel Cassany: “Publicar un libro está más valorado que exponer tus pinturas o dar un concierto”

Fuente: La Nación ~ El lingüista y ensayista español Daniel Cassany (Barcelona, 1963), reconocido autor del best seller La cocina de la escritura, que vendió más de 150.000 ejemplares desde su lanzamiento, confiesa que ha sentido angustia antes de entrar en un aula a dar clases. “Cada domingo por la tarde me ponía nervioso pensando en las clases que venían, y solo recuperaba la tranquilidad los jueves cuando acababa”, cuenta en su nuevo libro, El arte de dar clase (según un lingüista), publicado por Anagrama. Mediante anécdotas propias y ajenas, comentarios, cuadros, herramientas y “recetas” (que cada docente deberá probar), el autor se refiere a la planificación de las clases, la motivación de los estudiantes, el trabajo multidisciplinario, la conducta no verbal, los equipos de aprendizaje y la enseñanza virtual, en la que alumnos y profesores de todo el mundo tuvieron que entrenarse en tiempo récord a causa de la pandemia. “Cada vez quedan menos clases solo presenciales, o sea, sin correo electrónico, canal de vídeo, diccionarios online, documentos compartidos, mensajería, grupos de conversación”, indica el autor.

"El arte de dar clase (según un lingüista)" ya está en las librerías argentinas
«El arte de dar clase (según un lingüista)» ya está en las librerías argentinas

Licenciado en Filología Catalana, doctorado en Enseñanza de Lenguas y Literatura en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de Barcelona, Cassanyejerció la enseñanza en varias instituciones y fue profesor de catalán en la Escuela de Formación de Profesorado de Enseñanza General Básica en la Universidad de Barcelona (es decir que ha sido maestro de maestros). Desde 1993 es profesor de Análisis del Discurso en Lengua Catalana de la Universidad Pompeu Fabra. Ha escrito artículos, libros y ensayos sobre comunicación escrita y didáctica de la lengua, materia en la que es experto, como Describir el escribir, Construir la escritura y Afilar el lapicero, bien conocidos por docentes y estudiantes de lengua y literatura en español. También abordó el modo en que internet transforma la lectura y la escritura en su ensayo En_línea: leer y escribir en la red.

"Escribir y aprender a escribir es difícil", afirma Daniel Cassany en su nuevo libro
«Escribir y aprender a escribir es difícil», afirma Daniel Cassany en su nuevo libroMiguel Ramudo – Gentileza Anagrama

Para el autor, aprender a leer, a escribir y, en especial, a comprender textos es una de las actividades más importantes que se hace dentro y fuera de las escuelas. “Vivimos en comunidades alfabetizadas -dice a LA NACION-. Cada día hacemos más cosas leyendo y escribiendo: trabajar, relacionarnos, informarnos, comprar, encontrar pareja. Es imposible vivir en este contexto sin poder leer y escribir textos”.

-¿Cómo vive la pandemia y qué nuevas dimensiones trajo esta experiencia a la enseñanza?

-Con resignación y resiliencia. Llevo un año y medio haciendo investigación y dando clases desde mi despacho, reconvertido en estudio de grabación. Agradecido por tener salud y más trabajo, aunque sea con pantallas y sin viajes. Muchas cosas han llegado de golpe: hemos descubierto la “sincronicidad” (dar clases online en tiempo real) y la globalización (escuchar una conferencia o una formación desde España, Japón o México) y, por ello, estamos revalorizando el poder del cara a cara.

-¿Las clases digitales reemplazarán las clases presenciales cuando la pandemia quede atrás?

-No lo creo. Se diversificarán las modalidades educativas: lo básico seguirá siendo la presencialidad, con algunos espacios digitales en la nube, más asíncronos que síncronos, aunque probablemente la oferta online crezca. Hoy, la formación ya distingue entre presencialidad, digital síncrono y digital asíncrono, sin coincidencia temporal entre aprendices y docente. Eso variará con el nivel educativo: los más pequeños tendrán más presencialidad local y los mayores, más opciones de digitalización y deslocalización o de enseñanza nómada, yendo de un lugar a otro.

-¿Por qué afirma que todo docente es en principio un docente de lengua?

-Porque los humanos somos verbales. Nos diferenciamos de los animales porque mentimos, lo cual hacemos no solo con el lenguaje. Saber física es poder leer, escribir y oralizar ecuaciones; saber sociales o derecho es poder hablar de esas disciplinas con su lenguaje. ¿Se puede aprender algo ignorando el lenguaje que usamos para denominarlo? Enseñar y aprender es por ello trabajar con el lenguaje que corresponda.

-¿En qué sentido dar clases es un arte?

-No es ninguna actividad industrial, mecánica o automatizada. Aunque haya libros de texto u otros recursos manufacturados, cada docente con sus alumnos mantiene una relación única, individual, personal, irrepetible, que tiene mucho de artesanal y vivencial del momento. Dar una clase puede ser como hacer un zapato o un mueble a mano.

-Según su experiencia, ¿hay una revalorización social de la educación? ¿Y cuáles son los obstáculos con que se encuentra hoy la institución escolar en sus diferentes niveles?

-Me gustaría que la hubiera, pero no lo veo, por desgracia. Más bien al contrario. Hace décadas en España, las personas importantes de un pueblo eran el alcalde, el maestro, el médico y el cura; hoy en cambio diría que son el alcalde y el director de la oficina bancaria, si todavía no ha desaparecido. Y, quizás, el médico. Sí que hay movimientos de renovación pedagógica e iniciativas populares para impulsar la educación, pero rara vez llegan a influenciar la política educativa, que sigue la senda neoliberal, precarizándola, con más alumnos por clase, más horas de trabajo del docente, normativizándola en exceso, privatizándola para convertirla en negocio.

-¿Por qué cree que un gran número de personas quiere convertirse en escritora y publicar sus libros?

-No lo sé. Me lo he preguntado muchas veces. Creo que publicar un libro está más valorado que, por ejemplo, exponer tus pinturas en una galería o dar un concierto. Quizás esté relacionado con el prestigio y la cultura asociada a la escritura, que lamentablemente no tienen la pintura o la música. ¿Quizás vemos, ingenuamente, la escritura como una herramienta sencilla para triunfar? ¿Quizás sea el efecto Premio Nobel hispano, con Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Octavio Paz? En mi experiencia, es más habitual en América que en España. En ambos lados del océano veneramos a los autores y les pedimos su firma, pero, por ejemplo, en una conferencia sobre “escribir ensayo” en Barcelona si asisten veinte personas ya es un éxito, mientras que en Buenos Aires o Bogotá habrá varios centenares y gente haciendo fila.

-¿Como se explica el fenómeno de los talleres de escritura?

-Hay varias respuestas: la educación reglada no ofrece enseñanzas de este tipo. Como mínimo en España, hay estudios superiores de Bellas Artes que no incluyen la creación literaria; las Letras o la Filología se dedican a enseñar a leer y criticar, pero no a escribir. Luego, el uso de la literatura para la formación de ciudadanos está clara en la lectura y la culturalización literaria, pero menos en la formación escritora de profesionales: no tiene sentido leer a Cortázar o a Borges para aprender a escribir exámenes o informes. En cada país, los talleres se vinculan también con movimientos sociales y contextos políticos: la historia argentina tiene poco que ver con la española.

-¿Qué importancia tiene la crítica literaria?

-Sigue teniendo su espacio, aunque sea más limitado. Como autor, leo las críticas de mis libros en las revistas de mi ámbito y también los comentarios de los lectores en Goodreads, en blogs o en vídeos. Las primeras son más encorsetadas, moderadas o profesionales, mientras que las segundas son mucho más abiertas, sinceras y sin pelos en la lengua. Como aficionado al teatro, sigo tanto las críticas profesionales como las de mis colegas en un grupo de Facebook de tres mil aficionados en Barcelona, y ambas siguen los parámetros anteriores. Las dos son complementarias y útiles.

-¿Por qué adopta el formato de libros-taller para sus publicaciones?

-Solo algunos de mis libros siguen este género, por llamarlo así. Es una manera de conectar con el lector, quizás también de vincularme con la escuela y la educación. Es también una manera de hacer participar más al lector.

-¿Le gustaría o le hubiera gustado escribir ficciones?

-Escribí hace muchos años, aunque no las publiqué, y todavía no he renunciado a hacerlo. Quizás les sorprenda próximamente. Pero no sería un relato clásico; me gusta moverme en las fronteras y explorar las vías más desconocidas.

-¿Qué opinión tiene como lingüista sobre el lenguaje inclusivo?

-Cualquier iniciativa para mejorar la equidad, la inclusión y la justicia son necesarias y los avances para sensibilizar al respecto son bienvenidos. Pero hay que ser flexibles y tolerantes: es una cuestión individual y no hay que confundir el vestido con el cuerpo. En un libro chileno de próxima aparición me han martirizado con los masculinos genéricos (“los doctorandos, el docente”) hasta el punto que he optado por usar únicamente las formas femeninas (“las doctorandas, la docente”) a lo largo de treinta páginas, lo cual tiene fuerza e incluso rebeldía hoy en día, pero que va a quedar extraño en pocos años, en mi opinión.

La obra del artista local Pablo Rodríguez ingresó a Gallery Patricia Pucci

Fuente: La Opinion De Pergamino ~ El artista local Pablo Rodríguez informó que su obra ingresó a Gallery Patricia Pucci, un nuevo espacio virtual creado por la artista plástica argentina Patricia Mariana Pucci. «La idea es incorporar tanto a artistas emergentes como a consagrados, brindando la posibilidad de exponer y vender sus obras», argumentó Pucci, que cuenta con contactos y obras expuestas en galerías de Japón, Miami, Washington y Costa Rica. «Siempre en la búsqueda de ampliar horizontes y crear vínculos tanto comerciales, profesionales y de amistad, con convicciones sólidas y transparencia», agregó.

En contacto con LA OPINION, Rodríguez aseguró que «la elección de las obras de cada galería es manejada por gente más joven, que tiene otra mirada, mucho más contemporánea y más actual sobre cómo elegir obra de arte. Esto me vino muy bien para todo el desarrollo de mi trabajo», indicó el artista que con esta nueva galería ya son tres los espacios virtuales donde expone: GalleryLabs, Fusion Art y ahora Gallery Patricia Pucci.

«Esto me permite abrir un abanico donde uno puede ampliarse más y es más motivador. Instagram está potenciando todo no solamente los salones de arte. Vamos a ver hasta dónde vamos con todo esto. Seguimos navegando en el arte», concluyó.

En el instagram gallerypatriciapucci nuestro artista expone la obra «Solo el cielo sabe» de la serie «Sol gris», en acrílico y barniz al agua sobre bastidor de tela de 1,50 x 1,50.

Rodríguez en 2008 obtuvo un 2º premio adquisición en el XXX Salón Nacional de Pintura, Museo «Fernan Félix de Amador», Luján de Buenos Aires. 

Realizó talleres con pintores amigos del barrio de Almagro en Capital Federal y una clínica de arte a cargo del prestigioso artista plástico Eduardo Médici.

Expuso en espacios de la Ciudad de Buenos Aires, San Antonio de Areco, Capitán Sarmiento y Pergamino.

Es argentino y recorre el mundo haciendo que los edificios sean obras de arte

Fuente: La Nación ~ El olor a libro viejo, las escenas de desnudos, de crucifixiones sangrientas, de ángeles y claroscuros en pinceladas lo hipnotizaron. Tenía entonces cuatro años y, sin querer, había descubierto un universo nuevo que no terminaba de comprender. “Muy de pequeño me pasaba horas dibujando y pintando con marcadores y hojas. Todo muy normal hasta que descubrí una colección de libros, Los genios de la pintura. Eran libros pesadísimos que estaban en el estante de abajo de una biblioteca en la casa de mis padres. Aquellos que alcanzaba fácilmente, los investigaba a escondidas porque no parecían ser para jugar y me pasaba horas tratando de entender qué era lo que estaba viendo y de descifrar cómo pintaban eso los grandes de la pintura: Caravaggio, Velázquez, Rembrant, Degas, Tiziano. Ese encuentro temprano fue determinante y despertó en mí una inquietud por aprender a pintar”.

Nacido en la localidad de Caseros, al Oeste de la provincia de Buenos Aires, Martín Ron se crió en una familia en la que ninguno de sus miembros, ni por asomo, estaba vinculado al muralismo ni mucho menos al arte. Como agarró lápices de colores antes que juguetes, lo mandaron a hacer dibujo en un taller a dos cuadras de su casa. “Muchos eran dibujos propios, Al principio dibujaba payasos y cositas lindas. Más adelante, tuve la etapa de los demonios, los monstruos y los superhéroes inventados que pertenecían a mis mundos de fantasía. Recuerdo con claridad que me gustaba abarcar toda la hoja y era muy obsesivo a la hora de pintar porque tenia un gran toc con no pintar fuera de la línea. También copiaba mucho la figura humana. Y personalizaba mis juguetes. Les hacía modificaciones pintándolos o rearmándolos”.

Por su ductilidad y talento, rápidamente Ron se convirtió en el favorito de la clase de Plástica y también el encargado de pintar las escenografías de los actos en la escuela Nuestra Señora de la Merced, de Caseros, a la que asistía. Para cuando tenía 15 años, pasó la mayor parte de sus sábados en aquel taller al que había comenzado a ir de pequeño. Por momentos lo odiaba, y a veces lo amaba. Pero en el taller de la profesora Betty aprendió las bases y teoría de la técnica, lo que era el óleo y los retratos a partir de una fotografía. El trayecto hacia ese espacio de aprendizaje ya se había convertido en parte de la rutina: desde los ocho años caminaba dos cuadras con bastidores más grandes que él. “Creo que el más apasionado y primer fanático de mi trabajo fue mi papá, Guillermo. Desde que tengo memoria mostró a todo el mundo mis dibujos con orgullo y conservó gran parte de ellos. Debe tenerlos todavía. Siento que fue la persona que entendió muy precozmente que mi vocación iba a estar ligada al arte”.

Martín Ron en acción
Martín Ron en acción

Espíritu adolescente

De adolescente, y sobre todo en tiempo de la secundaria, dibujaba muy poco en su casa. Se aburría. Necesitaba público. Por eso dibujaba y regalaba sus obras a sus compañeros de colegio. “En ese sentido, me había ganado el respeto de muchos, porque era ´el artista´ y lo disfrutaba. Hacía banderas de rock, logos e incluso muchas caricaturas de los profesores de la escuela. Lo mejor era que zafaba de las materias más aburridas porque ayudaba a los profes de Plástica con las escenografías para los actos escolares, entre otras cosas”.

El punto máximo de emoción para su incipiente carrera como artista fue cuando el apoderado del colegio lo contrató para decorar con murales todo el jardín de infantes. “Era mi primer contrato para pintar murales. ¡Y a mis 16 años! Me sentía Miguel Ángel cuando le encargaron la Capilla Sixtina. Acepté el ofrecimiento con la condición de pintar en horario escolar. Durante algunas semanas me dediqué a esa tarea y fue una de las mejores experiencias. No solo porque estaba haciendo lo que más me gustaba, sino porque tenía la enorme responsabilidad de transformar un lugar clave del colegio y encima contratado. Todo el alumnado estaba pendiente de esa obra. Venía todo el mundo a verme, sobre todo en los recreos”. La experiencia lo llenó de tal forma que, de alguna manera, forjó su destino.

Con el dinero que ganó, se pagó el viaje de egresados a Bariloche. Terminó el secundario y se anotó en Ciencias Económicas. Como su mamá es contadora, resonaba en su cabeza el mandato que aseguraba que una carrera clásica y dura le garantizaba el futuro. Por otro lado, estudiar Bellas Artes en 2001 no era un lujo que se pudiera dar. Sabía que soñar con vivir de la pintura no era una opción. Hizo un gran esfuerzo para enamorarse de una carrera que le garantizara un futuro. “Voy a ser contador”, se repetía una y otra vez.

A 50 metros de altura y con medio trabajo aún por concluir.
A 50 metros de altura y con medio trabajo aún por concluir.

De tal palo…. ¿tal astilla?

“Mi vieja era contadora y mientras estudiaba, yo laburaba en su estudio contable. Parecía fácil pero en dos años me súper embolé. Me había aislado y alejado completamente de dibujar y pintar. Hasta que un día me anoté en unas jornadas artísticas que se organizaban desde la Municipalidad de Tres de Febrero para pintar murales en unos túneles y otras acciones solidarias relacionadas con la pintura mural. Ahí reconecté otra vez. Ya no desde el dibujo y pintura en soledad sino desde pintar en tamaño gigante, en la calle y con gente, algo que ya sabía que me encantaba. Volvió la adrenalina. Esas pintadas se volvieron mas frecuentes, y estaban forjando una nueva identidad en mí”.

Poco a poco, el nombre de Martín Ron comenzó a ser cada vez más conocido. De todas formas, el proceso fue largo. En aquellos años no había tanta información sobre el arte de pintar paredes. Tampoco él pensaba dedicarse exclusivamente a aquella actividad. “Seguí en la búsqueda de una carrera que me gustara. Abandoné Ciencias Económicas. Estuve ´de vago´ algunos años porque no me enganchaba con nada. Pero eso fue determinante porque pude pintar más seguido para la Municipalidad, para privados, para amigos. Fui conociendo gente que también le apasionaba pintar y pasé en pocos años de ser alguien inseguro a un muralista muy reconocido”. Primero en su barrio, luego en Argentina y pronto en el resto del mundo.

Su carrera empezó literalmente en las paredes de Caseros. La experiencia la hizo solo. En esa época no había información, referentes ni nada relacionado a pintar murales. Solo la movida grafiti, que de todos modos le era ajena. “Para 2007 yo era muy conocido por mis obras en el barrio y desde ese momento la Municipalidad de Tres de Febrero me convocó para dirigir un programa de Arte Urbano en el distrito. Esto fue clave ya que se convirtió en un trabajo formal que legitimó mi profesión. Me focalicé en aprender, pintar más seguido y coordinar grupos de artistas locales para pintar sobre paredes de vecinos que me tocaba gestionar. Ya era todo un profesional”.

Un lugar en el mundo

Lo que siguió fue -y es- una exitosa carrera de muralismo, que lo llevó a pintar más de 300 paredes en todos los rincones del planeta: Nueva York, Moscú, Malasia, Australia, y a convertirse en uno de los 10 mejores muralistas del mundo.

De cada obra guarda un recuerdo especial. Su trabajo más icónico y el que más satisfacción le dio fue Pedro Luján y su perro -un mural donde se ve una tortuga gigante que sale volando de una alcantarilla y debajo está sentado un anciano con su mascota- la obra que lo catapultó al mapa del arte urbano mundial. Tardó cuatro días en pintar ese mural (hoy inexistente, ya que fue derribado) en una calle que precisamente lleva el nombre de Pedro Luján, en el barrio porteño de Barracas. “Cada obra aportó lo suyo porque esto es una cadena. Los proyectos más grandes vienen empujados por todo el background que uno arrastra”.

Los murales que realizó para la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) forman parte de los más complejos que tuvo que encarar. No solo por los tamaños sino, especialmente, por el proceso creativo. “Uno se involucra en la causa y la tragedia lo atraviesa. A su vez, sentía la enorme responsabilidad de aportar con una imagen que representara lo sucedido y sumara, además, al ejercicio de la memoria. Llegar al diseño final fue un proceso largo, pero valió la pena”.

Hospital de Clínicas, Buenos Aires, Argentina, 2019.
Hospital de Clínicas, Buenos Aires, Argentina, 2019.Gentileza Martín Ron

Ron, que ha viajado por todo el mundo, asegura que cada lugar tiene su encanto. “Viajar es hermoso y más cuando uno es invitado para hacer lo que ama. Es una sensación insuperable. Pero lamentablemente dura poco. Si estoy más de un mes en el exterior, empiezo a extrañar”. Por eso no le tiembla el pulso, ni mucho menos la voz, al afirmar que Argentina es su lugar en el mundo. “Me esforcé mucho para que el Street Art logre el protagonismo que tiene hoy en el país. Y fue a fuerza de mucho laburo y empuje para hacer más visible la movida. Hoy hay una camada de artistas que encuentran una salida laboral en esta actividad, sin tener que viajar para encontrar su lugar. Eso me pone contento”.

Cábala y orgullo

"Parado de manos", Moscú, Rusia, 2019.
«Parado de manos», Moscú, Rusia, 2019.

Desde hace tres años, cada vez que empieza a pintar un nuevo mural, Martín Ron tiene una cábala: escribir “Hola, mamá” en el boceto inicial plantado en la pared. Es una marca personal. Surgió de forma espontánea en un viaje a Moscú en 2018 para trabajar en la obra el niño Faustino haciendo la vertical.

“Fue todo tan a las apuradas que cuando me subí al avión me di cuenta de que nunca le había avisado a mi mamá del viaje. Entonces le dediqué un saludo, Durante el garabateo que siempre hago antes de comenzar a dibujar, escribí un hola mamá gigante en el medio del edificio que estaba por pintar con un aerosol y le envié una selfie. Fue divertido y quedó varios días expuesto en el medio de la ciudad. El mensaje resultó muy fácil de entender en cualquier idioma y a la comunidad rusa le pareció divertido y tierno, y lo viralizaron. Desde ahí quedó como cábala. Siempre que pinto un mural escribo ese saludo a mi madre en el edificio que voy a intervenir y la gente ya sabe que se trata de mí”.

Cuando la velocidad se hizo arte: los cuadros del uruguayo Rafael Barradas

Fuente: Clarín ~ En septiembre el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA) cumplirá 20 años. En ese contexto, inaugurará en unos meses Hombre flecha, una exposición antológica sobre el histórico artista uruguayo Rafael Barradas (Montevideo, 1890-1929), pionero del arte moderno e hipnotizado por el surgimiento de las ciudades y sus movimientos rápidos, urbanos, hace al menos 100 años.

“Vibracionista” (es decir, relacionado con el futurismo y el cubismo), cercano a las vanguardias y muy vinculado a Joaquín Torres García, Barradas es considerado un artista fundamental de la región, en cuanto a la consolidación de un arte del siglo XX rioplatense.

Por eso, que 130 obras sobre papel y lienzo (acuarelas, óleos, dibujos) provenientes de la colección del Museo Nacional de Artes Visuales de Montevideo (MNAV) se expongan por primera vez de forma exhaustiva en nuestro país, brindará claves para comprender los procesos de formación del arte moderno de la zona.

Otros tiempos. Rafael Barradas, pintor uruguayo.
Otros tiempos. Rafael Barradas, pintor uruguayo.

Este artista e hijo de inmigrantes españoles radicados en Montevideo no tuvo una educación artística formal pero sí la influencia de la pintura y las tertulias de su padre y del ambiente intelectual uruguayo de alrededor de 1910, espacios, producciones y climas culturales quizás no tan conocidos para nosotros de este lado del río.

Parte del ambiente artístico que andaba por España en 1920, Barradas dialogó codo a codo con Salvador Dalí, Luis Buñuel, Federico García Lorca, Ramón Gómez de la Serna, Guillermo de Torre y los hermanos Borges, Norah y Jorge Luis, entre otros.

Desde Montevideo

En conversación con Clarín, el curador de la exposición y director del MNAV, Enrique Aguerre, brindó detalles desde Uruguay sobre cómo observar la obra de Barradas y al mismo artista como un resorte más en la cadena del desarrollo del arte modernista y vanguardista rioplatense.

-¿Cuál es la importancia de Barradas en el arte uruguayo y en el latinoamericano?

-La obra de Barradas es fundamental en la consolidación de un arte moderno, rupturista, que si bien abreva de las vanguardias europeas (en este caso, en el cubismo y el futurismo), tiene características propias. En Uruguay no fue reconocido inmediatamente, salvo por en un grupo reducido de artistas plásticos, y en Latinoamérica aún hoy no es reconocido al nivel de Joaquín Torres García, por ejemplo. Creo que es porque falta difundir más y mejor su obra.

-¿Cómo surgió el nombre de la exposición?

Hombre flecha nació a partir de una carta de Barradas a Torres-Garrcía (del 7 de abril de 1926) en la cual Barradas reflexiona sobre los procesos creativos de los dos y en la que también hace referencia al artista Pedro Figari. “Pasa con Figari -escribió entonces- lo que pasa con nuestras cosas. Pasa lo único que tiene que pasar. Es ‘hombre camino’, como nosotros. ‘Hombre flecha’, flecha que va a un blanco. Aunque no se dé en el blanco, ya es importante tener blanco. Una flecha sin blanco no es flecha; es el caso de muchos hombres.”

-¿Cuáles serían los aporte originales de la obra de Barradas al arte rioplatense?

-Sus trabajos están en sintonía con la época que le tocó vivir: con su llegada a Europa en 1913, quedó deslumbrado por la ciudad moderna (las multitudes, el tránsito, el lenguaje publicitario en la vía pública, el movimiento, el ruido). Todo eso él lo tradujo en un nuevo desarrollo pictórico.

Agrega el curador que, además, la mirada de Barradas es estimulada durante su viaje europeo por una nueva forma de vida basada en la velocidad y en la superposición de sensaciones, producto del desarrollo técnico y humano de la época: la electricidad, los automóviles, los neones, los sonidos reproducidos, todo era parte entonces del mundo perceptivo en que el artista uruguayo fue conformado su producción.

-Barradas se asocia al vibracionismo: ¿qué este movimiento? ¿Qué elementos tiene en común con otros?

-El vibracionismo es un movimiento que deriva del cubismo y el futurismo en lo formal. Le permite a Barradas abandonar una figuración que ya no le resultaba útil para registrar la vida moderna en las ciudades y su dinamismo. Barradas, a partir de una geometrización de las formas (sin volverse abstracto completamente), generó un lenguaje pictórico propio.

Rafael Barradas. La Catalana tren de caballos, 1918. Foto Malba
Rafael Barradas. La Catalana tren de caballos, 1918. Foto Malba

-¿Qué otros artistas en Latinoamérica y en el mundo inscribieron sus trabajos en el vibracionismo?

-Artistas como Salvador Dalí, claramente en sus obras Autorretrato con “L’Humanité”  y Autorretrato cubista, de 1923, que es parte del acervo del museo Reina Sofía. También Joaquín Torres García, a quien conoce en Barcelona en 1917 y con el que establece una relación muy estrecha y de intercambio de ideas que influyen a los dos. Hay cartas entre 1918 y 1928 que dan cuenta de esta colaboración.

-¿Pero cómo debe ser comprendido el Vibracionismo, desde la perspectiva de los movimientos locales?

-El vibracionismo se origina en Barcelona en 1918. Se desarrolla en esa ciudad y luego sigue en Madrid, hasta 1923. Barradas murió muy joven -39 años-, y no logró establecer desarrollos posteriores vibracionistas. Le faltó tiempo. Pero volviendo a tu pregunta, el vibracionismo es un lenguaje internacional que surgió en el marco de las vanguardias históricas europeas y se expandió por el mundo.

Rafael Barradas. Naturaleza muerta con carta de Torres García, 1919. Foto Malba
Rafael Barradas. Naturaleza muerta con carta de Torres García, 1919. Foto Malba

-¿Qué otros artistas uruguayos, además de Barradas, deben ser considerados fundamentales? ¿Por qué?

-Durante esa época, y en el desarrollo de una modernidad artística que luego pasaría a formar parte del canon moderno del arte occidental, fueron fundamentales Rafael Barradas y Joaquín Torres García porque elaboraron un lenguaje artístico propio, singular, que no imita otras propuestas, y porque a través de una visión personal del mundo cambiaron para siempre el arte producido hasta ese momento.

La exposición que se realizará en el MALBA se detendrá también en la relación entre Barradas y su hermana compositora y pianista Carmen Barradas. Las conversaciones entre los hermanos -especialmente la creación de la trilogía Fabricación”, Fundición y Aserradero– fueron fundamentales para el desarrollo de la obra del pintor uruguayo: diálogos de música, modernismo y sangre.