4 de febrero de 2022 – 00:27
“Aquellas que supuran desde nuestra textura y epidermis: desgarros sociales, coloniales, de género; fracturas raciales, históricas y medioambientales. Esos cortes y cicatrices que nos traspasan y clavan”, señala desde México Virginia Roy, la curadora de esta megamuestra. Su idea no era abordar la herida existencial sino incidir más en la cicatriz terrenal que nos impregna. Esas heridas que nos hablan, pero también demandan y exigen. Por eso, la exposición refleja una pluralidad conceptual de heridas que se observan en la variedad de medios que las artistas han utilizado para sus producciones.
Video, fotografías, dibujos o instalaciones con tela, barro y otros materiales son los soportes desde donde permean las cicatrices. La violencia política, social y de género en las obras de Graciela Sacco y de Ana Gallardo; los recuerdos de mujeres y el exilio femenino para sanar heridas en la obra de Adriana Ciudad; las heridas del cuerpo en Fluido y deseo, de Magalí Lara, son algunas de las obras a través de las cuales algo de la fragilidad aparece pero donde también, sin duda, se erige la fuerza de las luchas que emanan de las mujeres, de sus cuerpos e historias.
El afecto como dispositivo político
La violencia política y de género se cuela en varias producciones. En los Dibujos textuales II de Ana Gallardo, que refiere a testimonios de mujeres y niñas que padecieron distintos tipos de violencias por la milicia guatemalteca, durante el período insurgente en ese país. O en Heridas y Remedios, de la peruana Adriana Ciudad, donde pone de manifiesto las estructuras coloniales y las hegemonías de poder y de conocimiento que desplazan los saberes ancestrales. Sobre esa obra, Virginia Roy subraya: “Ciudad propone un ejercicio de visibilización de estas tradiciones soterradas y ahonda en el ritual como conformación de comunidad. A la vez, la artista entiende el afecto como dispositivo político y vínculo parala construcción de la subjetividad crítica. La serie parte de la experiencia como madre de Ciudad y explora cómo las mujeres recurren a los potajes y remedios de las abuelas para sanar sus heridas”.
La conocida obra Bocanada, de la argentina Graciela Sacco, muestra en fotografías primeros planos de bocas abiertas que aluden “a sentimientos como el miedo, la indignación o la dificultad de comunicación”. Una violencia que es histórica y colonial es narrada por Minia Bibiany en Musa, donde revisa las herencias históricas en la sexualidad de las mujeres de su linaje y árbol genealógico familiar. “A través de metáforas de utensilios tradicionales y del paisaje y la naturaleza de Guadalupe, la obra evoca y trae a la memoria las historias coloniales oprimidas, que han pervivido y están presentes en el inconsciente de los cuerpos”, señala la curadora.
Rastrear las heridas en el arte hecho por mujeres
«Reconocer esa herida que somos y su vulnerabilidad es la premisa que subyace en la exposición, y que se plasma a través de la poética de diversas mujeres artistas. Sus obras entretejen una telaraña de asociaciones y significados que aluden a este mundo dañado, como diría Dona Haraway.
¿Qué te propusiste destacar fundamentalmente?
–Me parecía importante destacar tanto la diversidad como magnitud de esa cicatriz, y aunque por razones obvias de espacio y logística la exposición se tuvo que acotar, es un proyecto que podría extenderse a muchas otras artistas, cicatrices y latitudes. Una preocupación curatorial a la hora de formalizar la exposición era cómo enfatizar el tránsito entre estas heridas. Por un lado, permitir a las y los espectadores crear una experiencia de intimidad y cercanía con cada pieza, pero a la vez mostrar las conexiones que tejen la muestra e hilvanan diálogos entre las obras. Habitar esa herida dilatada y crear una cartografía. Como comentábamos anteriormente, las heridas se extienden y se multiplican. Algo importante de la exposición era hablar de heridas en plural, igual que hablamos de violencias y de luchas. Las profundidades de esas grietas colectivas son inmensas.
Esa idea de heridas en plural se despliega hacia diferentes puntos de fuga: la identidad, las fronteras, el género, la raza, la especie, el cuerpo, ¿cómo se reconvierten en potencia desde estas obras?
–Vivimos en una sociedad hedonista y narcisista. El culto al placer, a la individualidad, al instante y a la satisfacción se enaltece, y camufla cualquier atisbo de conflicto o tensión. Creo que abrir la caja de Pandora y reconocer esas heridas que palpitan y sangran en el interior de nuestra sociedad es necesario y urgente. Se ha venido haciendo desde diversastrincheras como la literatura, el cine y también el arte, así que la exposición se suma a estalínea de trabajo e investigación. Como el título de la exposición alude, la preposición desde indica el lugar de posición, el ir hacia un sitio, el asumirse como punto de partida. En la muestra, las producciones de las artistas se posicionan en la fragilidad de la herida para entenderse como acción y potencia. En ese tránsito, sus obras se proponen como un resurgir de las fisuras para aprehender la fuerza de su vulnerabilidad. Esa traslación es primordial para repensar de qué manera construimos las narrativas que nos habitan y cómo cambiar el relato sobre nuestra experiencia.
¿Por qué dirías que pueden leerse como nuevas resistencias?
–Entiendo la idea de resistencia ligada a la de potencia. Es decir, esa resistencia activa surge ante el ejercicio de una presión o fuerza, pero se posiciona y no se deja vencer. En este “aguantar” hay implícito un acto de enfrentamiento, el tener la fortaleza para resistir y cuestionar. Y es ahí donde reside la potencia y la posibilidad de la acción. Este concepto se refleja muy bien en la producción de la artista mexicana Fritzia Irízar. Su trabajo Sin título (Injerto madre perla) alude a la firmeza de ciertos materiales, como el diamante o el oro, y cómo les otorgamos valor y unos cánones de apreciación implícitos. Irízar evidencia la resistencia del material al diluirlo, gastarlo, deshacerlo o disolverlo hasta crear nuevas corporalidades. La artista recopiló algunas de las formas más utilizadas en numismática para producir pequeños moldes de plástico que fueron injertados en ostras de una granja de Baja California. Estas esculturas revelan las capas de nácar que se formaron sobre el objeto injertado durante cuatro años en el mar. Así, de la incomodidad y de la reacción ante un cuerpo extraño, surgen las perlas, en este caso, amorfas y anómalas. Es el mecanismo dedefensa el que crea la perla, en un acto de resistencia y supervivencia ante la invasión. Creo que es una analogía sugerente y poética de la herida y la capacidad de reactivar y reconvertir esas heridas en capacidad de transformación.