Fuente: Clarín – A raíz de la pandemia del Covid, como tantos otros indígenas del Chaco argentino, Juana –una artesana, madre de siete hijos, perteneciente al pueblo qom– comenzó la triste tarea de la cirujeada. Al no tener permitido salir de la comunidad, resultaba imposible vender artesanías para conseguir alimentos. El basural más grande de la ciudad de Formosa le dio un sustento inimaginado hasta el presente. Desde entonces, tapada su cara con un barbijo, su pelo cubierto con un pañuelo, sus manos con guantes y sus pies con triples pares de medias, esta mujer indígena emprende el camino hacia “el otro lado”; el basural situado más allá de un río caudaloso. Ese lugar es también llamado por ella “el fin del mundo”; un mundo cubierto de humo por la quemazón de basura, con olores nauseabundos, donde nunca se ve el sol, en el que las persona ganchean entre los deshechos.Los dueños del monte, arte Mocoví, Wichi y Qom.
Esta imagen contrasta con aquella otra brindada al comienzo de la nota de Julio Sánchez Baroni titulada “Espíritus del monte con mirada actual” (en Ñ del 29/06/24). En ella, se narra que mujeres mocovi, wichi y qom recorren desde hace décadas las ciudades de Chaco y Formosa y, casa por casa, venden o intercambian artesanías. La nota está dedicada a la muestra de arte indígena contemporáneo, curada por Joaquín Ponzinibbío (en Galería Imaginario), cuyo título Los dueños del monte alude a dos dimensiones claves para entender la realidad actual de los pueblos indígenas chaqueños. Una es la dimensión geopolítica y la otra la cosmológica.
El líder qom, Timoteo Francia, expresa en su libroFilosofía qom (Tola y Francia, Las Cuarenta, 2018) que el balance delicado del universo está en riesgo por las ansias de progreso y desarrollo que los gobiernos y el Estado trasmiten en políticas que involucran los territorios enajenados a los pueblos indígenas. A fuerza de no disponer ni de suficientes tierras ni de trabajo, las mujeres qom deben recurrir al otro lado para encontrar alambres, caños, telas, ropa y zapatillas viejas, restos de cerámicos, recipientes de suero o cables entre los gases que emanan de una tierra sin vida; en los escombros mismos de la civilización.
En Argentina, donde existen muchos otros lados vividos como el fin del mundo, los debates sobre el Antropoceno (nueva era que, a nivel geológico, indicaría la influencia de los procesos humanos en el funcionamiento del Sistema Tierra) requieren prestar atención a la situación territorial de los pueblos indígenas, quienes –tras la conquista militar de finales de 1800– perdieron la soberanía territorial y, más que dueños del monte, pasaron a ser inquilinos de sus propias tierras. Si bien la responsabilidad de los pueblos indígenas en la actual crisis planetaria es ciertamente nula, el Antropoceno llegó para ellos y para todos aquellos colectivos que, sin tierras o con fracciones muy reducidas de sus antiguos territorios, recurren a los rincones más desahuciados de la civilización. Juana –quien recorre la ciudad de Formosa y del basural en busca de su sustento– expresa: “llegó la civilización y destruyó la tierra. Tapa la tierra con cemento y la tierra después tiembla. Llegó la civilización y desaparece la naturaleza, los peces bajan muertos por el río. Llegó la civilización, empezaron los loteos y nuestra comunidad está rodeada. La totora se va agotando porque tiran deshechos en las lagunas, hay fábricas por todos lados y talan los árboles”.
Con la conquista militar y la pérdida de la soberanía territorial, llegaron las misiones y las reducciones de indios. Llegó el cerco, los candados, las vacas y, con ellos, el ingreso clandestino a antiguos territorios de caza y pesca. Desde entonces, se sucedieron cambios ambientales significativos para las comunidades indígenas: la deforestación, la polución, el avance de los frentes de agricultura y ganadería extensiva, la destrucción del ambiente en mano de la industria extractiva y el deterioro de los ecosistemas. Para Timoteo Francia, a este modelo de progreso que promueve la invasión de sus territorios se contraponen alternativas indígenas de progreso que nos conducen a la dimensión cosmológica. En las filosofías sociales indígenas es central la solidaridad entre los diversos seres que habitan el planeta y, el concepto de desarrollo contempla la protección del ambiente, así como la equidad y la justicia.
Cabe preguntarse qué es lo que las acciones indígenas protegen de su territorio. No solo recursos y bienes de subsistencia. Se protege a los dueños del monte; aquellos que en la muestra curada por Ponzinibbío se expresan en las máscaras de seres indiferenciados humanos-animales del pueblo chané o en las esculturas de un cuerpo femenino que bien podrían ser la dueña no-humana de las plantas. Se trata de personas (aunque no-humanas) que cuidan a toda forma de vida que existe según las cosmologías chaqueñas. La no contigüidad con el monte por su privatización no limita, sin embargo, su incidencia en la vida de los qom, incluso urbanos. La relación entre el humano y otros seres –aunque sea a la distancia– se inserta en una cosmología en la que las personas se hallan colectivamente constituidas. Animales, plantas, fenómenos atmosféricos, montañas, muertos, aguadas y dueños no humanos son potencialmente personas con capacidades de comunicación, y todos conforman un entramado denso de relaciones.
En la muestra Los dueños del monte el colibrí de madera es también el espíritu auxiliar del chamán o, incluso, el espíritu del chamán que puede adoptar una forma animal. Con estos seres –que en la muestra están representados en las máscaras del jaguar, en las esculturas de madera o en las figuras zoomorfas de cerámica– es preciso tejer a diario relaciones políticas que garanticen la continuidad de una sociedad plural hecha de múltiples sociedades (humanas y no-humanas).Los dueños del monte, arte Mocoví, Wichi y Qom. En Galería Imaginario.
Llevado a las ciencias sociales, el Antropoceno permite comprender al ser humano en interdependencia con otras formas de vida que, hasta hace poco tiempo, no fueron tomadas en consideración. La naturaleza y el planeta constituyeron para las sociedades modernas recursos a ser explotados por la acción del ser que se sitúa por encima de todas las especies: el humano. Las cosmologías indígenas con la atribución a una diversidad de seres de facultades que en el Occidente moderno solo se piensan como humanas, no sostienen la excepcionalidad del humano ni una relación de explotación con la tierra.Plano de la muestra Los dueños del monte, arte Mocoví, Wichi y Qom.
No se trata de volvernos indígenas y replicar sus modos de vida. Si consideramos la equidad y la justicia como valores morales, en tanto sociedad deberíamos buscar los medios para evitar la sociabilidad en lugares como el otro lado. Quizás debiéramos dejar de ser alienígenas en nuestro propio mundo, como señala el antropólogo brasileño Eduardo Viveiros de Castro, y evitar pensarnos como los dueños del monte. Detalle de una obra de la muestra Los dueños del monte, arte Mocoví, Wichi y Qom. En Galería Imaginario.
Florencia Tola es Doctora en Antropología Social y Etnografía por la École des hautes études en sciences sociales (EHESS) y autora de Yo no estoy solo en mi cuerpo, Biblos, 2009.
Los dueños del monte. Dimensión conceptual del arte indígena contemporáneo. Curador y artista: Joaquín Ponzinibbio. Arte Wichi: Familia Mendoza. Fotografías: Rubén Romano. Arte Chané, Mocoví y Qom. Imaginario Galería de Arte.