Fuente: La Nación ~ Los diálogos intergeneracionales entre artistas de nuestro país se multiplican en muestras de museos y galerías.
Hizo una mueca de disgusto; la pregunta la incomodó. “Tuvimos que traer varias obras de afuera”, aclaró María Amalia García, curadora en jefe del Malba, en respuesta a la consulta de rigor: el espacio que está ganando el arte argentino en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, ¿se relaciona con la dificultad de importar muestras en el contexto actual?
Esto ocurrió días atrás durante la inauguración de Tercer ojo, Colección Costantini en Malba, muestra que pone en diálogo el acervo del museo con el de su fundador. Claro que la estrella que atrajo a 14.000 personas en una semana fue Diego y yo, autorretrato de Frida Kahlo devenido récord del arte latinoamericano. Pero la exposición tiene otros tesoros Made in Argentina, como los que se multiplicaron en los últimos meses en museos y galerías de Buenos Aires.
Entre los que pertenecen a Costantini se cuenta el fabuloso cuadro que Jorge de la Vega dejó sin terminar, porque la muerte interrumpió su proceso creativo. Realizado en 1971, representa a un grupo de personas disfrutando de un festín. Todo un símbolo de la oferta cultural actual, que incluye muestras calidad museo como las de Víctor Magariños D. yRómulo Macciòen las galerías MCMC y Ruth Benzacar.
Las escaleras doradas se titula el monumental políptico de Edgardo Giménez, conformado por una veintena de pinturas, creado en 1991 y exhibido desde el fin de semana pasado en Fundación Proa. Su tamaño –cinco metros de ancho por cuatro de alto– impidió que fuera incluido en la retrospectiva del artista de 1997, en el Museo Nacional de Bellas Artes. Ahora integra la muestra Laberintos, que incluye obras de otros grandes artistas argentinos como Xul Solar, León Ferrari y Horacio Zabala.
“La idea nació hace unos meses al reflexionar sobre la compleja problemática actual, tanto a nivel nacional como internacional –explicó Adriana Rosenberg, presidenta de Fundación Proa–. Siempre hemos considerado que las instituciones culturales deben estar en consonancia con los acontecimientos. Sucede que la realización de exposiciones internacionales requiere mucho tiempo para sellar acuerdos y, a veces, ocurre que la realidad va por un lado y las exhibiciones por el otro. Por eso tratamos de tener un calendario flexible para poder dialogar con el contexto”.
“Una situación compleja”
Un instinto similar guía a Victoria Noorthoorn, directora del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, en el diseño de su programación. “Es un año desafiante para nuestra sociedad. Estamos en una situación compleja, con desafíos económicos clave –decía ya en 2019, año electoral previo a la cuarentena más larga del planeta–. En este contexto, nos preguntamos: ¿qué necesita nuestro público? Entrar en un espacio donde pueda refugiarse, donde la imaginación se despliegue, donde pueda estar orgulloso de la Argentina. En un oasis en el cual la crítica no esté ausente.”
Esa política federal se sigue sosteniendo, con el programa de exposiciones Un día en la Tierra. “Atravesar la pandemia también significó entender la fortaleza del arte y de las colecciones históricas de este gran museo, que hoy incluye más de 7600 obras. Decidimos, entonces, invitarlas a hablar”, se explica en el sitio del Moderno, que actualizó ese valioso acervo al ponerlo en diálogo con la producción de artistas argentinos contemporáneos.
La misma idea inspira el Proyecto Cruces, lanzado la semana pasada en el Centro Cultural Kirchner. Concebido para generar encuentros entre la producción de artistas emergentes con obras de artistas emblemáticos argentinos representados en museos de nuestro país, se inició con una selección realizada por Carlos Herrera y el joven director del centenario Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Pettoruti. Entre los maestros figuran el propio Pettoruti –el argentino más cotizado en subastas–, Antonio Berni, Raquel Forner, Roberto Aizenberg, Eduardo Sívori y Prilidiano Pueyrredón.
Hay piezas de Rubén Santantonín –coautor de La Menesunda, junto con Marta Minujín–, que no son frecuentes de ver, tanto allí como en el Malba, en el Moderno y en otra muestra imperdible que aloja el CCK: Escenas contemporáneas. Recorridos por la colección del Museo Nacional de Bellas Artes. Arte argentino 1960-2001, integrada por más de 150 obras de un centenar de artistas argentinos provenientes de la colección de arte más importante del país.
Otra creación de Santantonín inspira Arte cosa, la exposición actual en Roldán Moderno, que pone en diálogo artistas argentinos de las décadas de 1960 y 1990. Al final del milenio pasado pertenecen también las que integran El arte es un misterio, muestra inaugurada esta semana en Colección Amalita. Una institución privada que, junto con el Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires –que acaba de cumplir una década– representan valiosos aportes al tesoro que distingue al país.