Fuente: La Nación ~ Amigos y colegas recordaron en el Museo Nacional de Bellas Artes al curador que dirigió en la década de 1990 la galería del Centro Cultural Ricardo Rojas, fallecido días atrás.
Faltó Gustavo Bruzzone, ausente con pesar y con aviso, para registrarlo todo con su incansable cámara. Como lo hacía en la época dorada del Centro Cultural Ricardo Rojas, en la primera mitad de la década de 1990, cuando Jorge Gumier Maier le abrió la puerta a una generación de artistas que traerían nuevos aires a la historia del arte en la Argentina. Muchos de los cuales se reunieron ayer en el Museo Nacional de Bellas Artes, para rendirle homenaje al colega y amigo fallecido días atrás.
También estuvieron presentes Victoria Noorthoorn, directora del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, y Francisco Lemus, curador asociado de esa institución. “Fue el principal generador de una idea de arte contemporáneo después de los años 60 en Buenos Aires”, dijo este último sobre Gumier Maier, que además de curador fue artista, activista y periodista. Y, sobre todo, un líder nato con gran sentido del humor.
“Marcó un antes y un después”, aseguró a LA NACION Fabián Lebenglik, quien volvió a convocarlo para dirigir la galería durante su gestión como director, a comienzos de este siglo. Fue entonces que Gumier Maier se dedicó a la edición de un libro de entrevistas con curadores que está agotado.
“Fue una figura faro, un intelectual que marcó una época –señaló por su parte la historiadora Andrea Giunta-. Generó un pensamiento propio, independiente, que tuvo un impacto en la esfera pública. También, una red de afectos que se mantuvo a lo largo del tiempo”.
Esa red que se hizo escuchar ayer, con un largo aplauso, tras las palabras que le dedicaron Andrés Duprat, director del Museo Nacional de Bellas Artes, y los artistas Cristina Schiavi,Marcelo Pombo,Alberto Goldenstein,Elba Bairon y Roberto Jacoby.
“Tengo un recuerdo muy importante de la acción de Gumier Maier en el Rojas”, dijo Duprat al inicio del encuentro, junto a una obra del artista perteneciente a la colección del Bellas Artes que recorrió en 2018 varios museos del país. “En esos años yo estaba en Bahía Blanca y dirigía el museo de allá, y cada vez que venía a Buenos Aires era visita obligada ir a la galería del Rojas –agregó-. Volvía con la cabeza totalmente dada vuelta, en el buen sentido. Gracias a esa brillante gestión que hizo Gumier, eso se derramó también en muchas ciudades y museos de las provincias”.
A continuación leyó un texto escrito por Gumier Maier para las Jornadas de la Crítica de 1996, en el que hablaba de una “banalización del arte como precioso documento, espejo didáctico del supuesto estado del mundo”. “Es un fragmento que cumple 25 años y creo que lamentablemente está más vigente que nunca”, agregó.
“Nunca fuiste light, nunca fuiste débil, nuca fuiste inconsistente. Encontraste un camino. Con tu curaduría doméstica cuestionaste el canon. Querido Gumi, te fuiste para olvidarlo todo, para ser parte del paisaje, para abandonarte. Te fuiste, como decís en el Tao, para que en ese tiempo sin límite te frecuente la belleza”, dijo a continuación Schiavi al leer una carta dirigida a su amigo, que según ella no hacía nada sin consultar el I Ching. Dicen que incluso se ausentó a la charla “Arte rosa light y arte Rosa Luxemburgo”, ofrecida en Malba en 2003, porque así se lo había aconsejado el oráculo.
Como activista del Grupo de Acción Gay (GAG) y con las columnas contra la discriminación que escribía en El porteño, recordó Pombo, Gumier Maier “participó de la construcción política de los derechos humanos en nuestra sociedad”. Pero no se limitó a eso. También, según él, “en unos pocos años cambió el rumbo de nuestro arte”. “Nos ofreció a las personas que exponíamos en las penumbras de los bares y las discotecas –explicó- una pared blanca para mostrar nuestro trabajo, un foco de luz para iluminarlo, un espacio para enmarcarlo y ver si esa precariedad podía decir algo”. Y vaya si lo dijo.
“Un freak de la calle Corrientes”. Eso confesóAlberto Goldensteinque pensó al ver por primera vez a Gumier Maier a principios de la década de 1980 con su pelo largo, una túnica blanca y un collar de cuentas de madera. “Era como una especie de druida. Inmediatamente sentí que era alguien que ocupaba más lugar que su propio cuerpo. Hay algo que irradiaba, caminaba erguido como alguien que contenía algo y estaba ahí, guardado”, agregó el creador y curador durante casi un cuarto de siglo de la fotogalería del Rojas, que hizo muchos de sus mejores retratos. “Fertilizó la escena del arte y la llenó de amor –aseguró-. Generó un núcleo de amor y de fascinación por el arte, por la belleza y por las experiencias espirituales más lindas. Fue siempre muy hermoso compartir con él esas charlas inspiradoras”.
También Elba Bairon dice haber percibido desde el principio esa “trascendencia”. “Debo haber visto todas las muestras de la galería –recordó, al borde de las lágrimas-. Su mirada, ese señalamiento, era para mí muy intenso. Yo sentía que quería estar ahí, tenía que estar ahí, y deseaba profundamente mostrar ahí. Generaba un deseo. Todas sus propuestas siempre me sorprendían. Le agradezco profundamente haber podido participar dentro de su maravilloso staff”.
“Dudo que este homenaje le agradara. Probablemente habría preferido arrojar unas flores al río Sarmiento. Pero al menos no podrá atacarnos con su motosierra justiciera”, opinó Jacoby con su humor habitual. Y desató las risas que tanto le gustaban a Gumier Maier al recordar la siguiente anécdota de cuando vivía en una isla de Tigre “como un anacoreta”: “Uno de sus emprendimientos fabulosos fue la incursión en el miniturismo –observó-. En el fondo del jardín construyó tres lindas cabañas, que cuando alquiló una familia insoportable, decidió dejar exclusivamente para conocidos a los que nunca cobraba. No era infrecuente que durante el fin de semana en que uno usaba las cabañas, Gumier no saliera de su cuarto hasta el momento en que nos despedíamos para volver a tierra firme. Entonces gritaba: ‘¿Ya se van?´ Lo mismo decimos nosotros ahora: ‘Gumier, ¿ya te vas?’”