Fuente: La Nación – Radicado en Francia hace décadas, el artista fue elegido por el presidente Emmanuel Macron para instalar una obra en el ingreso de la sede de gobierno; “Fleuves de France” es una estructura de hierro de tres toneladas.
Cuando este viernes los 126 jefes de Estado y de gobierno invitados a la inauguración de los Juegos Olímpicos de París lleguen al Elíseo para la recepción oficial, los recibirá, a ambos lados de la escalinata que conduce al interior del palacio, una espectacular obra del artista franco-argentino Pablo Reinoso, Fleuves de France (Ríos de Francia).
Encargada, inaugurada y bautizada este miércoles con ese nombre por el presidente Emmanuel Macron y su esposa Brigitte, la escultura ha cambiado totalmente el aspecto del célebre “perron de l’Elysée” (escalinata del Elíseo), donde los presidentes franceses reciben a sus huéspedes oficiales.
Si no fuera por las tres toneladas que pesa la obra en su totalidad, nadie podría haber escogido un mejor nombre para esa estructura de hierro, etérea y ondulante, que Pablo Reinoso tenía en la cabeza desde hace años, para remplazar las desangeladas rampas instaladas a ambos lados de la entrada principal de ese palacio, sede de la presidencia francesa, construido en el sigo XVIII, que vio pasar por sus muros seculares desde Madame de Pompadour, pasando por Napoleón Bonaparte y Victor Hugo, hasta el general Charles de Gaulle.
Y que haya sido Reinoso, artista franco-argentino radicado en Francia desde hace décadas, quien fuera escogido para esa obra no es sorprendente pues, desde que el actual mandatario asumió su cargo en 2017, Reinoso se ha convertido en “la estrella del Elíseo”, según tituló con justeza el diario Le Monde.
Pasando revista a la Guardia Republicana aquel día de mayo, Macron quedó prendado de unas ondas de metal que emergían de los canteros de rosas del Elíseo. Eran Racines de France (Raíces de Francia), dos instalaciones de hierro del mismo estilo que las inauguradas este miércoles en la entrada del palacio, pero que se transforman en bancos, para delicia de aquellos privilegiados que son invitados a disfrutar de ese maravilloso jardín.
Esta vez, Ríos de Francia estará a la vista de todos. Cada vez que un presidente reciba a un huésped de honor en el patio del Elíseo, las dos rampas de Pablo Reinoso aparecerán en la foto. Pero eso no es todo. Porque, con esa contribución -totalmente gratuita, al igual que los bancos- ese apasionado franco-argentino de 69 años, radicado en Francia hace décadas, que huyó de la dictadura cuando tenía 23 años, manifiesta su agradecimiento al país que lo acogió, poniendo el acento en su espíritu fraternal. Un universalismo que, en vez de escoger a un artista exclusivamente francés para ornamentar las puertas mismas del poder supremo, no tiene reparos en preferirle un creador de origen extranjero.
Y esto habla también de Reinoso. Porque el día que instaló sus bancos Racines de France en el jardín del Elíseo -por entonces un simple préstamo al Estado francés, que se convirtió el año pasado en una donación- lo hizo con una condición:
“En mis bancos que se ramifican, esculpí hojas de roble y de olivo, símbolos de la justicia y de la fuerza para la República francesa. Los dibujé con la misma orientación que en mi pasaporte francés, mirando al cielo”, afirmó. En aquel momento Francia acababa de escapar a la eventualidad de un presidente de extrema derecha. Si no hubiera sido así, Racines de France, no se hubieran instalado en ese jardín.
“A mi me encantan. ¿Usted qué opina?”, preguntó a LA NACION una cálida Brigitte Macron, que acompañaba a su marido a inaugurar la obra, con natural informalidad. Segundos antes, el mandatario y su esposa habían felicitado no solo a Reinoso y a su hijo Rodrigo, su mano derecha y también talentoso artista, sino a todo el equipo de instaladores que, con un esfuerzo ciclópeo, terminó esa creación monumental en apenas 40 días.
Esa aventura inverosímil había comenzado hace un año, cuando Reinoso escribió a Macron para informarle que estaba donando al Estado sus bancos Raíces de Francia. “Pareció encantado y me agradeció. El Eliseo me citó de inmediato y tuvimos un par de reuniones con sus servicios para ver a qué cuerpo de Estado se donaba la obra. Porque el Elíseo no posee nada, es todo prestado. Cuando estábamos en ese trámite, me preguntaron más sobre la génesis de la obra”, recuerda Reinoso. Les contestó que tenía una génesis y una continuación.
“Fíjense esas dos rampas. Son un desastre, fuera de norma y peligrosas. Y como vienen los Juegos Paraolímpicos, me parece de terror que eso no esté arreglado”, agregó.
El Elíseo le pidió que enviara algunas ideas. “Y el presidente dijo ‘quiero eso. Hay que hacerlo’”, relata.
Por entonces corría el mes de enero. Y, a pesar de la autorización presidencial, la burocracia demoró las cosas hasta que Reinoso tuvo la idea de recurrir a la primera dama francesa. “Porque la conozco, me cae muy bien, le tengo mucho respeto, y porque se ocupa más de las cosas del Elíseo”, dice.
A Brigitte Macron le pareció “un proyecto espectacular”. Y esa fue la idea que permitió relanzarlo. Pero los sinsabores de Pablo Reinoso recién comenzaban. Porque eso sucedió en vísperas de las elecciones legislativas europeas, en el mes de junio pasado. Y, al recibirlo nuevamente en la sede de la presidencia, el día después que anunciara la disolución de la Asamblea Nacional y elecciones legislativas anticipadas, Emmanuel Macron le pidió en forma irrefutable que la obra estuviera lista para el 26 de julio, día de la inauguración de los Juegos Olímpicos de París.
“Pablo, ese día yo recibo a más de más de 120 jefes de Estado y de gobierno. La obra tiene que estar terminada para entonces”, dijo Macron.
Tomando conciencia de la importancia histórica de esa tarea, Reinoso intentó una broma: “Señor Presidente, usted nos dejó apenas 20 días para pensar en quiénes vamos a votar, a mi me da 40… tengo que considerarme muy afortunado”. Esta tarde, Pablo Reinoso estaba merecidamente feliz.