Fuente: Pagina 12 – Uruguayísimo desde el nombre, el dibujante hizo historia con «Diógenes y el linyera», el Cacique Paja Brava, «Vida interior» o las ilustraciones infantiles, una variedad de recursos que hablan de su talento.
“Lo que más enorgullece a este oriental llano y sencillo es que en la pared de un boliche del balneario La Paloma hay, para regocijo de los parroquianos, un mural creado por su mano zurda y su talento diestro”, decía el libro La revista Humo(r) y la dictadura sobre Tabaré Gómez Laborde, o Tabaré, así a secas, como suelen firmar los humoristas gráficas. Tabaré, autor de tiras, personajes e historietas emblemáticas como Diógenes y el Linyera, el Cacique Paja Brava, Bicherío y más falleció este martes en la localidad de Turdera, al sur del conurbano bonaerense, donde vivía hace décadas.
Tabaré nació en el departamento uruguayo de Canelones y pasó sus primeros años como adolescente atendiendo una pizzería del barrio. Puede que eso le haya dado un temprano contacto con cierta sensibilidad y humor popular que de un modo u otro siempre aparecía en sus trabajos. Un efímero paso por una agencia de publicidad en Uruguay –como tantos otros colegas suyos- dieron paso a las publicaciones en periódicos de su país, hasta que advirtió que cruzando el charco encontraría un mejor entorno para su talento. Acertó: era 1974 y entró casi inmediatamente al diario Noticias y a la revista Satiricón. Tres años más tarde, por recomendación de Sábat (padre) se sumó a la contratapa del diario Clarín, que por entonces albergaba a lo más granado del humor gráfico argentino, en lo que –paradójicamente considerando lo que sucedía en el resto de sus páginas- supuso una de las movidas renovadoras de la disciplina. Allí ocupó el lugar de Alberto Bróccoli y su Mago Fafá.
Diógenes y el Linyera alternó guiones de Carlos Abrevaya, Jorge Guinzburg y Héctor García Blanco, hasta que tras la partida de Guinzburg en 2008 el propio dibujante se ocupó de continuar las peripecias de los personajes. En total fueron más de 9000 tiras a lo largo de más de 45 años, una cifra excepcional. Era, hasta ayer, una de las tiras humorísticas más longevas que se publicaban en la prensa nacional, y también sobreviviente de una época dorada para el oficio de mirar a la sociedad y hacerla reír. Quizás el lugar mismo de excluido del personaje del linyera le permitía ver las cosas desde afuera y señalar las miserias, mientras Diógenes ofrecía otras reflexiones. Para los vecinos de Turdera, la escenografía del Linyera era un poco el paisaje cotidiano: el dibujante solía inspirarse en la plaza del barrio.
Cuando se supo la noticia, en las redes sociales el mundillo de los plumines entró en ebullición. La figura del uruguayo era muy querida, sí, pero además sus obras marcaron a varias generaciones de lectores y colegas. En casi todos los casos el personaje elegido para recordarlo es una excelente medida de la edad de quienes ahora lo homenajean. Para algunos es el Cacique Paja Brava (junto a Aquiles Fabregat, Fabre), para otros –como quien suscribe- es Bicherío, que la rompía en la Humi con su mixtura entre costumbrismo y mundo de insectos. Y no falta quien recuerde su Vida Interior (junto a Meiji), el Romancero Ilustrado del Eustaquio (otra coproducción con Fabre), Max Calzone, Villadiego o Historias de no contar. Su derrotero europeo es menos conocido aquí, pero supo firmar en la revista Lui (Francia), en El jueves (de España) y publicar en la vieja Editorial Eura (de Italia). Tabaré también ilustró muchos libros para las infancias para Alfaguara, Sudamericana y Colihue –de donde son los más recordados-. Además publicó en las revistas Billiken, Disney y Genios, y realizó más de 50 cortometrajes animados –naturalmente humorísticos- bajo el título Tabaré se mueve.
Como dibujante tenía algunas marcas registradas, además de su trazo vivo. Su retrato de los personajes marginales era certero y gracioso, pero nunca humillante, y estaba siempre lleno de detalles -desde las moscas que sobrevolaban al personaje hasta distintos objetos de uso cotidiano-. Era un buen observador. Y además, era un soberbio ilustrador de ¡eructos!, nacidos de aquella onomatopeya «BERP» del Romancero del Eustaquio. Entre otros reconocimientos recibió una mención de honor del Festival Internacional de Humor Gráfico Fano Funny (Italia), fue Profesor Honorífico de Humor Gráfico de la Universidad de Alcalá de Henares (España), y recibió el Premio Morosoli de la Fundación Lolita Rubial, Uruguay, a la trayectoria por humor gráfico y caricaturas. Y aunque no llegó a recibirlo, su nombre siempre figuraba entre los candidatos al reconocimiento a la trayectoria de los Premios Banda Dibujada.
Además del cariño de los lectores, Tabaré contaba con la admiración y amor de sus colegas, al punto que su familia y la de algunos de sus antiguos compañeros de rubro seguían en contacto. Por ejemplo, Brenda Fabregat –hija de Aquiles, jefe de Redacción de Hum(R)– contaba a Página/12 que aún después de la partida de su padre, hace ya trece años, “Taba”, su esposa y sus hijas seguían en contacto. “Recuerdo mi infancia yendo a su casa en Banfield y él viniendo a reuniones creativas en casa, porque papá fue guionista de muchas de sus tiras”, rememora Fabregat. “¡Lo que nos reíamos! Y eso que mi hermano y yo éramos chicos, ¡pero lo que nos reíamos! Participábamos de esas mesas de adultos brillantes, gigantes del humor y el recuerdo que tengo es de carcajada, sobremesa y tormenta creativa. Y mucho amor. Nosotros le decíamos Maestro”.