Fuente: La Nación ~ El mapa de espacios públicos y privados suma bodegas que funcionan como galerías y otros rincones culturales que revitalizan la escena en la provincia del vino y la montaña.
Se multiplican los espacios de arte: a los tres museos reabiertos después de años de estar cerrados por refacciones y a la proliferación de exposiciones en espacios privados, la provincia del vino y la montaña agrega un nuevo atractivo: su enorme oferta cultural. Ahora, además, se puede acceder a una colección privada de carácter religioso altoperuano, con sala propia.
Antes de la pandemia, la provincia no tenía casi museos abiertos al público por el estado calamitoso en que se encontraban. Hoy hay varios motivos de orgullo. El Museo Municipal de Arte Moderno (Mmamm), en un subsuelo de la Plaza Independencia, estuvo seis años cerrado por una debacle edilicia de goteras y humedad, pero desde octubre pasado retornó con un aspecto totalmente nuevo, a nivel de una sala de exposiciones internacional. El techo se subió, las entradas vidriadas se abrieron a la plaza y dejaron entrar la luz natural, se integraron el teatro y la biblioteca, y se profesionalizó su gestión. Con la coordinación general de Daniel Rueda y la dirección de Mariana Mattar, pasó de tener siete a veintiocho empleados concursados en distintas áreas e incorporó una sala de guarda con condiciones óptimas, laboratorio de restauro y conservación, y una equipada área de montaje. “En estos primeros meses tuvimos una concurrencia de 20.000 personas”, señala Rueda. “Sumamos más de setecientas piezas donadas por Fundación del Interior y ahora el acervo supera las 2000 obras”, dice Mattar. Conservará como sede la sala en el Parque Central donde funcionó en estos años, el Anexo Mmamm.
También es un prodigio lo que pasó con el Museo Casa Fader. Tras siete años cerrado, un equipo de restauradores locales y de Italia les devolvieron el brillo a murales y salones, y recuperaron completamente el edificio de Luján de Cuyo en el que funciona el Museo Provincial de Bellas Artes Emiliano Guiñazú. Tan bien quedó que se volvió difícil mostrar ahí la colección, ya que no se pueden perforar las paredes. Existe un proyecto para construir un edificio especial para eso y dejar la casa como museo de sitio, para mostrar todos los Fader que tiene guardados. El primer edificio patrimonial recuperado fue la Mansión Stoppel, Museo Carlos Alonso, que exhibe dibujos del maestro mendocino y de un precursor, Fidel Roig Matons.
Se recuperó el Espacio Contemporáneo de Arte Eliana Molinelli (ECA), sala circular que funciona en un antiguo banco que había sufrido un incendio en su cúpula. Ya está reabierto con gigantografías del joven Leo Furió. También, las exhibiciones proliferan en bodegas como Santa Julia, que tiene un espacio destinado a artistas contemporáneos como Laura Valdivieso y Miguel Gandolfo, o Salentein, que guarda en su espacio Kilka una de las más importantes colecciones contemporáneas. Otras, como Casa Vigil, funcionan como galería. En un hipermercado de materiales de terminación de obra, la sala ArteH presenta a un grupo de artistas jóvenes al cuidado de Lorena Rosas, que cosechó buenas ventas. Hay una tienda de diseño, libros, café y arte, Micropunto (en las vidrieras, obras de la consagrada Susana Dragotta), sede en el bar Botellón. Es parte de la galería Imagen que dirige Facundo Díaz y suele participar en arteBA. Y está la activa galería Protea, en Chacras Park, entre otros espacios.
A este mapa se suma un nuevo y diferente hito: una colección privada de arte religioso de estilo altoperuano se abre al público en la estancia Bodega El Retiro, ubicada en Santa Rosa. De vitivinícola sólo conserva el nombre y algunos barriles, ya que funciona como establecimiento ganadero y agrícola. Se trata de un conjunto de 90 obras de diversas procedencias y épocas (que están por estudiarse), que el empresario Alfredo Vila Santander fue comprando en los últimos veinte años en Bolivia y Perú.
Dirigido también por el gestor cultural Daniel Rueda, el proyecto contempló la construcción de dos salas pintadas color borravino, donde relucen ángeles arcabuceros, vírgenes, santos y escenas bíblicas de enmarcados refulgentes. En las vitrinas hay antiguos objetos litúrgicos, como cálices, candelabros, patenas y crucifijos, y pequeños retablos. Se destacan piezas de escuelas cuzqueña y potosina, del siglo XVII al XX, estimado a ojo por la antigüedad del lienzo. La próxima etapa contempla hacer estudios para determinarlo. “Dimos un primer paso en la conservación preventiva, al conocer, organizar, fotografiar y sistematizar esta colección. Todavía no se hizo ninguna acción de restauración, sólo extrajimos la suciedad externa”, dice la conservadora Cristina Sonego.
“La colección es muy diversa y del noventa por ciento de las obras no conocemos la fecha, el origen ni la autoría. Por eso, para desarrollar el guion de la exposición nos basamos en la temática y en lo visual”, cuenta Laura Hart, curadora de la exposición. Las pinturas están colgadas en altura, con iluminación adecuada. “Esta colección ofrece algo de la historia de todo Latinoamérica. En las obras hay una yuxtaposición de elementos prehispánicos y coloniales. Nos representa: somos parte de esa historia”, dice.
“Nos encanta el arte religioso porque lo somos. Nos parece bien contribuir con la sociedad en este tema”, dice Vila Santander. Comenzó a comprar piezas en 2001, y las colgaba en la capilla de un campo en San Luis. Cuando lo vendió, guardó la colección en un contenedor. El día que tuvo que buscar algo ahí y encontró las 190 obras que atesoraba, tomó noción de su importancia. Rueda le dio la idea de montar una exposición permanente, a la que puso el nombre de su madre, Ramona Ruth Santander, que inauguró la primera sala en el Canal 7 de la provincia. “Es un proyecto turístico y cultural puesto al alcance de todos los mendocinos”, dice.
El coleccionista guarda en su casa piezas de este tiempo, con firmas como Soldi, Quinquela, Fader y Gómez Cornet. A falta de ángeles armados, cedidos a la sala, ahora custodian su entrada dos guerreros chinos comprados en Las Vegas. La estancia ubicada en la Ruta Nacional 7, en el kilómetro 960, tendrá días de apertura al público todos los meses, pero contará con más visitas que un museo: los remates de hacienda llevan miles de personas todas las semanas. La sala borravino, con la Virgen de los Milagros y su celestial cofradía, será un lugar de paso obligado, sea o no el arte santo de su devoción.