Fuente: La Nación – El desarrollador inmobiliario viajará a mediados de julio para inaugurar en el Malba la primera exposición panorámica en Sudamérica del artista conceptual John Baldessari.
“Me encanta trabajar acá”, dice en perfecto castellano desde Miami Craig Robins, desarrollador inmobiliario y coleccionista estadounidense que parece convertir en oro todo lo que toca. Su especialidad es la creación de “comunidades creativas”, que integran el arte, el diseño y la arquitectura para “enriquecer la vida urbana”.
South Beach no era más que un tranquilo barrio de jubilados hasta fines de la década de 1980, cuando su empresa Dacra comenzó a recuperar los históricos edificios art déco y convirtió el sur de la isla en un destino turístico codiciado a nivel global. En los 2000, Robins redobló la apuesta y transformó una zona abandonada en lo que es hoy el Miami Design District: uno de los centros más importantes de diseño, moda, comida y arte de vanguardia, con monumentales creaciones site-specificen el espacio público y tiendas de marcas de lujo como Chanel y Louis Vuitton. Como si eso fuera poco, en 2005 cofundóDesign Miami, feria que actualmente acompaña a la suiza Art Basel en sus sedes de Miami Beach, Basilea y París.
“Me encanta Buenos Aires. Estuve por lo menos seis veces, pero nunca hice un proyecto ahí”, agrega el emprendedor de 61 años desde su oficina, donde convive a diario con obras de arte y piezas de diseño de grandes referentes como Joseph Beuys, Saha Hadid y John Baldessari. De este último, uno de los pioneros del arte conceptual que se convirtió en su amigo, tiene medio centenar de obras en una colección que supera el millar. Y que incluye además piezas de Guillermo Kuitca, Jorge Macchi y del cosmopolita Rirkrit Tiravanija, también nacido en la capital argentina.
Hasta aquí vendrá una vez más Robins a mediados de julio, para asistir a la inauguración en Malba de John Baldessari-El fin de la línea. La primera exposición panorámica de este artista en Sudamérica reunirá 45 obras -pinturas, fotografías e instalaciones- de su colección, seleccionadas por Karen Grimson.
-¿Prestaste obras de Kuitca para la muestra que hizo el Malba en 2003?
-Creo que sí. Es un artista que me gusta mucho y comencé a coleccionar hace años. También hizo una obra pública en uno de nuestros proyectos, una comunidad residencial que se llama Aqua.
-A Baldessari también le encargaste murales, ¿no?
-Hizo dos murales en el Design District, que son increíbles.
-¿Qué importancia creés que tiene el arte público?
–Me gusta mucho el arte público. Creo que es otra forma de expresarse. Lo más interesante es cuando es site-specific, diseñado para el proyecto. Por ejemplo, la obra que hizo John [Baldessari] es la fachada de un edificio. La ven todos los que pasan por la autopista, y es algo permanente. Este es el tipo de arte público que me gusta, más que comprar una escultura y ponerla en la plaza. También eso puede ser interesante, pero es más clásico.
-Transformaste dos barrios importantes en Miami. ¿Cuál fue el rol del arte en ese proceso?
-Siempre he creído que para hacer un barrio es muy importante el aspecto creativo. Primero, en lo físico: el arte, la arquitectura, el diseño, el diseño urbano. Y también en el contenido: tener museos, compañías creativas que aportan al ambiente. Esta ha sido, desde el principio, nuestra fórmula. Hemos intentado dar una sensación muy personal, muy única, para que la gente pueda conectarse de una manera más profunda con el barrio. Lo que hace el mundo creativo, ya sea en arquitectura, diseño o arte, es inventar. Hace algo nuevo. Si estás copiando, ya no es interesante.
-¿Qué pensás sobre los modelos de Alan Faena o Jorge Pérez, que son argentinos y también incidieron en el desarrollo de Miami?
-Creo que Alan y Jorge hacen cosas a su manera, con una idea parecida. Hay una conexión entre lo que hago y lo que ellos hacen. En el caso de Alan es mucho más con hoteles, y Jorge hace más edificios que barrios, en su mayoría. Los dos son personas que respeto mucho y que hacen proyectos muy interesantes.
-En una oportunidad dijiste que lo que hizo Eduardo Costantini al fundar el Malba te resultaba muy inspirador. ¿Seguís pensando en tener tu propio museo?
-Siempre he pensado que es más interesante integrar el arte en los ambientes en los que estoy. El Design District es como un museo abierto. Nuestros espacios son diseñados para exponer arte y trabajar. Es un 50 y un 50 por ciento, no es un despacho con cuadros colgados.
-Y tampoco solo en el lobby, sino que está todo más integrado…
–Si andás por nuestra compañía, parece que estás casi en una galería. El diseño es de Terence Riley, que fue el curador en jefe de arquitectura y diseño del MoMA. Le dije: “Terry, lo que quiero es un espacio para exponer mi colección y un espacio para trabajar”. Y creo que llegó a una solución increíble. Me encanta trabajar acá. Ya sea que te guste el arte o no, te entra en la cabeza. Si sabés o no, si estás enfocado o no, creo que da un ambiente increíble. Utilizo la misma idea con los barrios en los que trabajo.
-Además de obras de Kuitca, de Macchi y Tiravanija, ¿tenés de algún otro argentino?
-Sí, pero no me acuerdo de quién. Coleccioné más cubanos al principio, porque soy de Miami, y de México. Me enfoco en ciertos sitios y e intento continuar coleccionando obras de ese artista. Siempre estoy buscando alguien que sea joven o no tan conocido, de quien pueda seguir coleccionando. El mejor ejemplo es John Baldessari, porque compré la obra importante de toda su vida. Desde los 60 hasta que se murió, como 50 años de su trabajo.
-¿Tenés unas cincuenta obras suyas?
-Decimos que tengo 49, pero hay una que no contamos. Es un cuento divertido: hace diez años fuimos con John a Venice, en Los Ángeles, a almorzar con Robert Downey Jr. De repente John dice: “Me gusta este sombrero”. Robert contó que era un sombrero hecho a medida por un diseñador increíble, y se lo regaló. Al día siguiente John nos mandó una obra, como regalo, y es ésta [muestra una fotografía del sombrero, con una flor que sale de adentro].
-¿Cómo conociste a Baldessari?
-Yo era muy joven. Coleccionaba artistas jóvenes, muchos de Los Ángeles, en los años 90. Y me di cuenta de que todos estudiaban con John. Nos conocimos a través de Bonnie Clearwater, una amiga, y ese año le compré tres obras: el Clement Greenberg, el cuadro de palabras de los años sesenta, y dos obras de fotografía conceptual de los años 70. Era lo que más había gastado hasta ahora en el arte. Estaba coleccionando, pero era otro nivel.
-¿Cuánto invertiste?
-Eran como 100.000 o 150.000 dólares por las tres obras. Visto desde ahora era muy barato, porque estaba comprando literalmente el arte del maestro, del profesor de los artistas. Después de coleccionar a John por muchos años, me di cuenta de que era necesario tener un Duchamp. Así que compré 3 Standard Stoppages. Tengo una carta de Matisse en la cual dice que Duchamp pensaba que era la obra más importante de su carrera.
-Eso te debe hacer salido más caro, ¿no?
-Sí, todavía más caro. Pero es la conexión: tener Duchamp y Baldessari. Es mucho más importante. Y alrededor de todos estos artistas de California, como Mike Kelly o David Hammons. Es un camino en el cual una obra te lleva a la otra.
-¿Por qué creés que Baldessari influyó tanto sobre los jóvenes?
-Primero, era muy abierto. Él es uno de los más importantes que continuaba con la idea de arte conceptual. Pero iba inventando cosas completamente distintas. Maneras de aplicar la idea, el concepto de que el arte puede ser una idea. Por ejemplo, en los 60, al emplear a alguien para escribir palabras en una tela, y decir: “Esto también es un cuadro”. O la manera en que aplicaba fotografía: John fue uno de los primeros que decidió utilizar fotografía no para imitar a la naturaleza, sino para dibujar. Entonces tiraba unas pelotas para hacer una línea, y la foto capturaba las pelotas. Era genial porque estaba definiendo cómo el arte conceptual puede integrar fotografía o pintura de nuevas maneras. Era muy curioso, y siempre hay humor en sus obras. El artista más importante para mí, el que me inspiró a tener interés en el arte, fue Francisco de Goya. Y a Baldessari lo había influido mucho Goya. Tocaba muchas cosas que otros artistas habían hecho.
-El quemó sus obras en los 70 y empezó de nuevo. Marta Minujín lo había hecho en el 63… ¿Sabés si hay algún vínculo entre ambas acciones?
-Hubo un Proyecto Cremación. John comenzaba a hacer cuadros más influido por el arte contemporáneo en aquel momento. Y decidió, cuando ya comenzaba a hacer los Word Paintings, que todo lo anterior no tenía importancia. Entonces quemó esas obras, y eso fue otra obra. Puede ser que haya tomado la idea de otro artista de quemar sus cuadros, pero fue con su perspectiva, completamente distinta. Su perspectiva de lo que es pintura, de lo que es fotografía… Todo era conceptual, era una idea.
-En el libro Siete días en el mundo del arte, Sarah Thornton dice que lo llamaban “Papá Noel Pie Grande”. ¿Es así?
-(Ríe) Esto también es divertido. John era muy, muy alto. Entonces, cuando iba a fiestas con sus amigos, en las que había mucha gente, para organizarse y no perderse decían: “A las 10 nos encontramos en Baldessari”.
-¿Tenés pensado hacer algún desarrollo urbano en la Argentina?
-Nunca he hecho un proyecto ahí. A veces he ido con otra gente a mirar posibilidades, pero yo hago muy pocas cosas. La mayoría de mis contemporáneos en Real Estate hacen muchos proyectos; yo hago muy pocos. Prefiero hacer un barrio bien hecho, que muchos edificios.
-¿Qué consejo le dirías a alguien que empieza a coleccionar?
–Coleccionar es un proceso y toma tiempo, porque tenés que educarte. Y no podés educarte solamente por escuchar a una persona o mirar a un artista. Es el tiempo y la experiencia lo que te va mejorando, porque vas a conocer lo que te gusta. Yo escucho a otras personas, pero me enfoco en lo que me interesa. Y es algo que no puedo explicar. Si veo algo y tengo una conexión, mirándolo, entonces me inspira comprarlo. Con los años, seguir mirando me ha dado más experiencia, y creo que me estoy mejorando a mí mismo en este proceso. Por mirar.
Para agendar:
John Baldessari-El fin de la línea en Malba, del 17 de julio al 30 de octubre. Exposición organizada en colaboración con la Colección Craig Robins y curada por Karen Grimson.