Fuente: La Nación – Cuando se conmemoran los 50 años de la muerte del artista en todo el mundo, el precio de venta de su obra está en una mala racha; ¿es la tensión entre la persona y el talento lo que afectó su valor en el mercado?
El genio, el monstruo, el vampiro. “Necesitaba sangre para firmar cada uno de sus cuadros: la de mi padre, la de mi hermano, la de mi madre, la de mi abuela, la mía. Necesitaba la sangre de quienes le querían”. Esto escribe Marina Picasso en su autobiografía: Picasso, mi abuelo (Plaza y Janes, 2001). En el 50º aniversario de su muerte (8 de abril de 1973), al pintor se le ha derrumbado encima todo el siglo XXI y sus reivindicaciones feministas. Lejos del lienzo, Picasso era difícil, oscuro, manipulador, carismático, narcisista y tiránico con las mujeres. Muchos se hacen esta pregunta: ¿la tensión entre la persona y el talento ha afectado al valor y al precio de su obra? Ni en las grandes guerras ni en la Gran Depresión de 1929 o la crisis financiera de 2008, Picasso dejó de ser Picasso. Era dinero al portador. Pero ahora —en el futuro seguro que aparecerá alguna tela millonaria— los números aportados por la plataforma especializada en el mercado del arte Mutualart.com muestran cierta fatiga. Algo único en la historia del malagueño.
Los precios de subasta deben entenderse como una tendencia, no como los diez mandamientos de Moisés. En lo que va de 2023 se han vendido 97.241.217 dólares en obras (88.797.558 euros al cambio actual). En los años anteriores, 511.143.166 dólares (2022), 667.164.384 (2021) y 242.985.101 dólares (2020, el año de la pandemia). Los datos transmiten esa mala “racha”. Este ejercicio se han ofrecido 1.798 lotes, aunque únicamente se remataron 994. Solo un 55,2%. Durante 2021 —quizá su último gran año en el mercado tras 2018— se ofrecieron 5.522 piezas y encontraron comprador 4.001. Los precios medios en subasta también evidencian la inquietud. En 2022, el precio medio fue de 4.401 dólares; en 2023, de 3.776. Esta variable resulta muy interesante porque muestra si están subiendo o bajando sin la distorsión causada por una obra muy cara o muy barata. Sin embargo, este ejercicio, por ahora, solo una gran tela del genio llega al mercado.
Ayer Christie’s subastó en su venta nocturna (la más importante) Nature morte à la fenêtre, un óleo sobre lienzo pintando en 1932 (un año antes de su mítico 1933, el más buscado por los coleccionistas porque fue, si duda, el de sus grandes descubrimientos) de 129,7×162,3 centímetros [se vendió por US$41,81 millones, levemente por encima de los 40 millones que se le calculaban de salida]. La tendencia avanza ese descenso. En 2022, el óleo Femme nue couchée (1932) superó los 67,5 millones, fue el 17 de mayo, en la firma Sotheby’s, y el busto Tête de femme (Fernande), creado allá por 1909, se vendió en Christie’s, durante el 12 de mayo, por un precio de 48,48 millones de dólares.
En cualquier caso, el resultado de Nature morte à la fenêtre no muestra la coyuntura del mercado del genio. Una gran pieza suele obtener un gran número. Pero también es habitual que, en épocas difíciles, los coleccionistas no ofrezcan las mejoras obras. En febrero pasado, la enorme tela (194,5 x 130,1 centímetros) de 1956 titulada Femme dans un rocking-chair (Jacqueline) se adjudicó por 16.892.000 libras (19.458.381 euros al cambio actual). Un precio decepcionante, cuando la horquilla que estableció Christie’s oscilaba entre 15 y 20 millones de libras. No obstante, las casas de subasta niegan la “debilidad” del maestro. La galería Pace (declina cualquier comentario sobre su vida personal) mostrará a partir de noviembre (“no están a la venta”, recalcan) 14 cuadernos de apuntes, que abarcan 1900-1959.
De todas formas, Picasso está herido en sus precios. ¿Se debe a que se resiente también su valoración como artista? No sería de extrañar en alguien que es capaz de sostener: “Las mujeres son máquinas de sufrir. Para mí, sólo hay dos tipos: diosas y felpudos”. Como en cualquier mito, el exceso y la injusticia suelen convivir. Hay que preguntar.
En conversación por teléfono desde Sao Paulo (Brasil), donde prepara la próxima Bienal, Manolo Borja-Villel, anterior director del Museo Reina Sofía, analiza el precio y el valor a través de su propio relato. “La importancia de Picasso no creo que se dañe a medio o largo plazo. Atacar al hombre resulta fácil, y la figura patriarcal se te cuela, por así decirlo, en el discurso antipatriarcal por la puerta de atrás. Picasso no era el único que se comportaba así, pero al tener esa aura de gran genio se llevó más lejos que otros autores”, reflexiona. Y añade: “La pregunta es por qué en una época concreta este tipo de actitudes se consideraban normales e incluso distintivas del talento”. Ocurre algo similar con la exposición sobre Juan de Pareja (esclavo de Velázquez durante 20 años, a quien liberó en su segundo viaje a Roma) que hasta el 16 de junio expone el Metropolitan de Nueva York. “Existen prácticas artísticas que han quedado ocultas en la bondad o en la belleza de ciertos cuadros, cuando se escondía una estructura que era violenta, colonial, esclavizadora y desigual”, zanja Borja-Villel.
Este verano, el Museo de Brooklyn (Nueva York) exhibirá su propuesta It’s Pablo-matic (un juego de palabras con Pablo y problemático). Está comisariada por la monologuista Hannah Gadsby, conocida por su animadversión picassiana. En París, en cambio, el diseñador Paul Smith prepara una muestra en el Museo Picasso para atraer a los más jóvenes. “La vida y el comportamiento de un creador no deberían impedir la apreciación crítica de su obra en términos estrictamente artísticos. Pero las exigencias éticas hoy son mucho más estrictas que nunca”, observa el comisario Bartomeu Marí.
Pero volviendo a los precios, un trazo final. Este año, la media de precios del malagueño —según los datos de Mutualart.com— es de 3.776 dólares; en 2020, durante lo más duro de la crisis sanitaria, sumaba 5.252 dólares. El minotauro está herido.