Fuente: ArteOnline ~ Dialéctica Entre lo Apolíneo y lo Dionisíaco
A partir de la serie Organicidad Metálica, iniciada en 2019, Mariana Brea desafía su impulsos compositivos que la guían por caminos controlables, equilibrados, sofisticados, elegantes y se permite adentrarse en los vaivenes de lo desconocido. La muestra puede visitarse en Praxis hasta el 27 de junio
Me gusta el número tres. El tres tiene algo de mágico, algo de sagrado, algo de espiritual. En el discurso dialéctico se da una suerte de confrontación en la conversación donde se produce una interesante dinámica: dos argumentos contrapuestos se entrelazan en un debate a base de pura lógica y razonamiento y llegan a una instancia de superación de esas diferencias. Y si nos vamos a poner técnicos, hablamos de la exposición de una tesis, la presentación de las contradicciones en una antítesis y finalmente ese tercer momento de síntesis donde se comprende el problema en cuestión.
Me gusta el número tres porque es, en este marco, un número conciliador. Cuando Friedrich Nietzsche escribe El Nacimiento de la Tragedia (1872) estudiando el origen de la tragedia griega, fundamenta su estudio en dos principios: el apolíneo y el dionisíaco. Apolo es el dios que representa la supremacía de la razón, la armonía, la belleza y el equilibrio y Dionisio, por su parte, representa las pasiones desenfrenadas, la sensualidad terrenal, el desborde. Y es esa “duplicidad de lo apolíneo y lo dionisiaco”-parafraseando al filósofo-, contrapuesta y complementaria, propia de la vida misma, la clave imprescindible en el campo del arte y en el desarrollo creativo.
Mi introducción no es caprichosa. Las obras que Mariana Brea despliega en la muestra Dialéctica entre lo Apolíneo y lo Dionisíaco, no hacen más que materializar conceptos filosóficos de un gran pensador que siguen vigentes. En la sala se despliegan trabajosque destacan ese proceso de síntesis propuesto por la dialéctica porque a partir de piezas originalmente regidas por patrones constructivos de una racionalidad obsesiva, rigurosa factura al borde de la exasperación, interrelación especular de las partes y la paleta uniforme que pareciera contemplar hasta la precisión de los brillos como destellos controlados, la artista se anima a violentar la estructura, romper la especularidad, matizar y combinar los colores, produciendo un nuevo relato que se relaciona con el anterior pero claramente ya no es el mismo. De ahí al quiebre total, un suspiro: Mariana saca la trama al espacio, excede el soporte del papel, evidencia las uniones, señala el proceso y se anima, en algunas piezas, a darle protagonismo al caos.
A partir de la serie Organicidad Metálica, iniciada en 2019, Mariana Brea desafía su impulsos compositivos que la guían por caminos controlables, equilibrados, sofisticados, elegantes y se permite adentrarse en los vaivenes de lo desconocido aunque cuidando no perderse en la desmesurada ebriedad de su Dioniso interior, atendiendo que su Apolo no se sienta olvidado. Se presentan entonces trabajos que, a simple vista son de un orden simétrico perfecto, conviviendo con otros que tienen la frescura de una melena enrulada recibiendo la caricia del viento. Todos ellos bailando una danza dialéctica, superadora, donde uno debate con otro y donde uno más uno nunca es dos sino que se forma un tercer momento. Y eso es, en esta instancia, la obra de Mariana Brea, un número tres.
Me gusta el número tres.