Fuente: Clarín by March Mazzei ~ El posteo fue celebrado. Con una persona blandiendo la bandera argentina por imagen, el Malba anunció días antes de la final de la Copa del Mundo en Instagram: “Atención! Turistas extranjeros (y querida Beatriz Sarlo): este domingo el museo permanecerá cerrado. ¡¡¡Vamos Argentina!!!”.
Anuncio del nuevo Malba en Escobar Constantini. Foto Andrés D’elía
Más allá de chanza –que los seguidores ampliaron al recordar aquella columna en que la crítica argentina se quejó de que el museo estuviera cerrado para la final de 2014–, la publicación supo encarnar la nueva actitud de los museos de arte, sobre todo en los países emergentes, de pretender ser algo más que un lugar donde se almacenan belleza y tesoros.
Ágoras del presente, hoy se conciben más compenetrados con lo que pasa en la comunidad a la que pertenecen. Y si en Argentina el fútbol es religión, siguiendo al New York Times, el día de la final del mundo (y el martes siguiente), no hay otra que asueto para todos.
Atravesadas por los desafíos del contexto pospandemia, que van desde el recorte de presupuesto a la resistencia a la imposición de un guión occidental, el 24 de agosto de 2022 los miembros del Consejo Internacional de Museos (ICOM) acordaron una nueva definición: “Un museo es una institución sin ánimo de lucro, permanente y al servicio de la sociedad, que investiga, colecciona, conserva, interpreta y exhibe patrimonio material e inmaterial. Abiertos al público, accesibles e inclusivos, los museos fomentan la diversidad y la sostenibilidad. Con la participación de las comunidades, los museos operan y comunican ética y profesionalmente, ofreciendo experiencias variadas para la educación, el disfrute, la reflexión y el intercambio de conocimiento”.
Aunque aún lejos de cumplir con estas funciones, según contó a Ñ Mari Carmen Ramírez, la curadora de arte latinoamericano del Museo de Bellas Artes de Houston, en EEUU, algunos están luchando para compatibilizar viejos y nuevos mandatos.
El rol ampliado como agente de la vida comunitaria y del progreso social plantea a muchos de ellos la necesidad de reinventarse. “Elaborar este tipo de museo empático, sensible y de cara al público es una iniciativa de esta generación”, escribe el experto András Szántó en el prólogo de El futuro de los museos. 28 diálogos, publicado en la Argentina por Adriana Hidalgo Editora y el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Cimam. Prensa
En la escena local, el año terminó con un anuncio que abona la transición entre paradigmas: como miembro del CIMAM, precisamente el Moderno será sede de la conferencia 2023 que reúne a los directores y equipos de los museos de arte moderno en todo el mundo y para entonces tiene un plan ambicioso.
Aprovechará la asistencia de un círculo rojo de las artes visuales para dar a conocer los artistas locales, en un trabajo de coordinación que modelará el calendario de exposiciones de galerías y espacios de exhibición durante todo el año.
Victoria Noorthoorn, directora del museo e impulsora de estas visitas para noviembre próximo, es una de las entrevistadas del libro del húngaro, junto a Cecilia Alemani y Adriano Pedrosa, curadora saliente y futuro curador de la Bienal de Venecia, que por primera vez tendrá un latinoamericano en ese rol.
Muestras Un dia en la Tierra en el Museo Arte Moderno. Foto German Garcia Adrasti.
Nuevas tácticas y formatos locales
En la experiencia vivida en la pandemia, el Moderno arrancó el año con Un día en la Tierra, un gran paraguas conceptual debajo de que se sucedieron inauguraciones escalonadas a lo largo del año que exploraron los múltiples vínculos de los artistas con su entorno, en una afrenta al modelo Blockbuster.
Corazón del Distrito de las Artes, la Fundación Proa continuó 2022 haciendo gala de sus contactos institucionales para seguir ofreciendo contenidos extranjeros, aunque comprometida con proyectos de densidad crítica y vinculados con la comunidad. Pegado al Moderno, tras una década dedicado al arte abstracto y geométrico, el Macba decidió abrir el juego y dedicarse al arte contemporáneo.
2002 fue el año en que lo digital llegó a los museos para quedarse, tendencia que el proyecto de investigación de Malba sobre aspectos materiales y culturales de «Manifestación», de Antonio Berni, es un ejemplo cabal. Allí apuntaron también sus cursos, y una programación cinéfila.
A falta de proyectos virtuales Bellas Artes, se concentró en muestras fuertes de Arden Quinn, Destéfano, Sara Facio, Raquel Forner, Ernesto Deira y el cierre del año con Tesoros del Museo Arqueológico de Taranto.
Calentando motores para la próxima edición de Bienalsur, Muntref celebró 20 años de su colección con una muestra e inauguró una sala específica para proyectos que vinculan al Mediterráneo oriental con el Río de la Plata. Frente al mismo río, el Parque de la Memoria reeditó la misión de su sala PAyS con exposiciones de mirada lateral y contemporánea, desde los 90 a la memoria que atesoran los juguetes.
Aunque algo malogrado para el Museo de Arte Decorativo, este 2022 tuvo allí una de las muestras más convocantes del año. Casa Tomada, de Gaspar Libedinsky recibió los coletazos de la crisis cuando a partir de una denuncia del entonces director Martín Marcos (designado por concurso) de robo de piezas del museo, le siguió una intervención que condujo a su separación del cargo.
Abrir las puertas y salir a jugar. Escala 1:43 en el Parque de la Memoria.
Una controversia rodeó la cantidad de visitantes a la muestra retrospectiva: si para el artista habían sido 200 mil personas, la seguridad del museo había contado exactamente la mitad.
Sin embargo, a juzgar por las largas colas sobre la vereda de Figueroa Alcorta, la más convocante fue Tercer Ojo, el remix con lo mejor de las colecciones del Malba y la personal de su fundador, Eduardo Costantini, que tiene en su núcleo un altarcito para Frida Kahlo, la más taquillera. Aunque allí también se gestaron una serie de exposiciones sobre el boom post pandémico del arte textil, tan afín a la necesidad de lo manual.
Eduardo Constantini y Elina Fernández presentan la muestra Tercer ojo de Frida Kahlo que se exhibe en el Malba. Foto Juano Tesone.
En el año Klemm, el museo de su fundación al igual que el ex Fortabat –ahora llamado Colección Amalita– se consolidaron como espacios de alta especialización en las expresiones contemporáneas.
Algo que la red de museos nacionales parece haber abrazado: el Museo del Grabado, el nuevo espacio del Centro Cultural Borges que acaba de inaugurar el Museo Nacional de Arte Oriental, y el Centro Cultural Kirchner están abocados a las grandes muestras colectivas (que traen consigo los baluartes de disidencias y expresiones sociales novedosas) que todavía requieren de lecturas agudas y dedicadas.
Entre los museos como “cajas de resonancia” –definición defendida por la investigadora Ana Longoni– al museo como “lugar de encuentro”, una serie de episodios vandálicos sacó al museo de las páginas de cultura para llevarlas a la primera plana.
Dos activistas tiran sopa sobre una obra.
La abusiva tendencia de los grupos ambientalistas, en ese simulacro de dañar las obras maestras para llamar la atención sobre el cambio climático fue un ejercicio más de simplificación. Como si la pérdida real fuera la que simbólicamente le atribuimos a las Bellas Artes. Ante un mundo que se derrite de calor, necesitamos ideas más complejas y los museos –como sugiere la nueva definición– también es su tarea.