Fuente: Página12 – La gran exposición del artista argentino en Beijing remite, en el mismo sentido que las redes tramadas por él mismo, a un recuento de algunas muestras anteriores y a su activismo político.
El impactante museo privado Red Brick está exhibiendo hasta el 18 de agosto una gran exposición del argentino residente en Alemania, Tomás Saraceno. El artista nació en Tucumán en 1973, se graduó como arquitecto en la Facultad de Arquitectura de la UBA, siguió la Escuela de Bellas Artes Ernesto de La Cárcova y se especializó en la Staatliche Hochschule de la ciudad alemana de Frankfurt.
Cada gran exposición de Saraceno, siempre expandiendo la noción de red, remite a otras anteriores y genera una continuidad que se extiende a la idea de solidaridad, no solo entre las exposiciones pasadas y presentes, sino también entendida como cooperación, responsabilidad social y participación, lo cual se puede ver en su activismo ecológico y político, que también forma parte documental de la muestra.
En el despliegue de esas redes, quien firma estas líneas tuvo la oportunidad de ver, a lo largo de los años, una serie de obras recorribles del artista. Por ejemplo, en la Bienal de Venecia de 2009, cuando me tocó ser curador del envío argentino, para el que seleccioné a Luis Felipe Noé, cuyo gran instalación pictórica llevó precisamente por título: “Red”.
En aquella oportunidad, dentro del pabellón central, en los Giardini, uno de los mejores y más grandes espacios le fueron concedidos a Saraceno, quien presentó una gigantesca instalación, mezcla de galaxia y telaraña, hecha de tensores negros, con los que transformó todo el espacio en una obra recorrible. Aquella “telaraña” de Saraceno estaba inspirada en la de una viuda negra, que el artista había colocado en una maqueta a escala del espacio de la Bienal.
Destejiendo la red de recuerdos, en 2012, el artista presentó en la terraza del Museo Metropolitano de Nueva York, una “Ciudad Nube”, que también pude recorrer: allí cruzó arte, arquitectura y ciencia. Y fue en la muestra veneciana antes mencionada donde la curadora del Metropolitan Museum había descubierto la obra de este artista, al que incluyó en la programación del Met. Otra red.
La instalación “Cloud City”, de Saraceno, consistía en una gigantesca estructura recorrible, compuesta de dieciséis módulos poliédricos interconectados, realizados en acero inoxidable y acrílico transparente, que reflejaban, o dejaban ver, el cielo, las nubes y el entorno.
Aquella Ciudad Nube, de veinte toneladas de peso, lucía como una estación espacial o como la representación de un compuesto químico hipertrofiado. La relación abismal entre lo infinitamente pequeño y lo infinitamente grande está siempre presente en este juego de escalas que Saraceno pone en práctica. Las transparencias y superficies espejadas permitían ver a quienes recorrían la obra en todas sus ramificaciones, verticales y laterales. Y a quienes trepábamos y recorríamos la obra por dentro, nos permitía acceder a un punto aún más estratégico de visión panorámica de la ciudad, desde el corazón del Central Park: algo así como un extraño observatorio o una enorme y compleja geometría habitable.
En este recuento reticular también hay que incluir las deslumbrantes exhibiciones de Saraceno que pude visitar en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (durante 2017 y parte de 2018) y en el Palais de Tokyo, en Paris (en 2018).
La muestra del museo de Bejing incluye no solo las cajas de vidrio con leves, complejas y bellísimas telas de araña tenuemente iluminadas, sino también una enorme instalación central -visual y sonora- de sus estructuras/galaxias/tejidos realizados con tensores que al pulsarlos producen sonidos. La interacción con los visitantes resulta constitutiva.
Saraceno utiliza el concepto de red en toda la expansión que esta noción adquirió en las últimas décadas: por eso su obra va y viene de la tecnología al arte, de lo individual a lo colectivo; de las relaciones sociales a los medios, de la conectividad a las actividades “en línea”; de lo local a lo global.
Esta exposición se abre con un texto provocador del artista que funciona como introducción: “El 16 de julio de 1945, en la zona de Arenas Blancas de Nuevo México, se detonó por primera vez una bomba atómica. Como resultado de esta explosión, una nube de partículas radiactivas se esparció por toda la Tierra, marcando el inicio de la era del Antropoceno.
«Setenta años después, el 8 de noviembre de 2015, en el mismo lugar, ocurrió otro acontecimiento. Por primera vez en la historia, elevamos a una persona al aire utilizando únicamente el sol, sin quemar ningún combustible fósil.
“Cuando el sol se elevó sobre el horizonte, nosotros también nos elevamos, silenciosamente, lentamente, sin explosiones. Sentimos como si la gravedad se hubiera invertido; y no nos estuviera atrayendo hacia el centro de la Tierra, sino hacia el universo.
“Si Neil Armstrong dijo, cuando pisó la Luna, ‘Este es un pequeño paso para el hombre y un gran salto para la humanidad’, tal vez lo que deberíamos preguntarnos es: ‘¿Qué pasos debemos dar hoy?’. ”
Se incluye en la exposición del Museo Red Brick de Beijing gran cantidad de material que documenta el activismo ecológico del artista, en contra del extractivismo y a favor de las formas de vida y economías de las comunidades originarias de nuestro país.
Otras redes, latinoamericanas
Por F.L., desde Beijing
Otra de las buenas noticias artístico culturales en relación con la presencia del arte y la cultura latinoamericana en China, sucede en Song Zhuang, una villa artística en el este de Beijing, donde el editor, librero y gestor cultural argentino Guillermo Bravo -que vive en China desde hace más de diez años-, acaba de inaugurar la residencia para artistas y galería de arte “Mil gotas”, nombre que comparten sus librerías y su proyecto editorial, a través de los cuales es un permanente organizador, promotor y difusor de la cultura Latinoamericana y española en China, y viceversa.
En la galería de arte y distintas salas y espacios de la residencia organizó una exposición colectiva con obras de Cecilia Ivanchevich -invitada a realizar aquí sus obras-, Verónica Gómez, Fernanda Laguna, Washington Cucurto, Dani Umpi, Javier Barilaro, Sofía Roncayoli, Laura Ortego, Azul Pereda, Fabio Barrera, María José Morandé, Cindy Cal, Sinaí Pacheco, Leo Cevallos, Jairo Linares, José Venturelli, Cristóbal Ortega, María Fernanda Mantilla, Agnes Pe, Paula Massarutti, Matías Romero, Lu Schnitman, Zhuang Weimei, Wang Yiqiong, Cheng Hong y Tang Jing.