La orquesta pictórica de Noé

Fuente: Clarín ~ Una obra iniciada en los 80, que el artista terminó en 2020, se conecta y dialoga con trabajos de 12 artistas contemporáneos en una deriva de muchas direcciones. En ella resuena el color y vibran las líneas.

«La complejidad es propia de la idea de caos que propone Noé. Es decir, la complejidad como término positivo, como la combinación de elementos disímiles que logran convivir”, reflexiona la curadora Cecilia Ivanchevich mientras recorre Trama Sinfónica, en el Museo de Arte Contemporáneo de La Boca (MARCO). “Según Yuyo –continúa la curadora–, la vida se compone de eso, de diferentes cuestiones que parecieran no compaginar pero que, al final, una deviene en la otra”. Hasta fines de febrero, la exposición, producida en conjunto por la Fundación Noé y la Fundación Tres Pinos, traza diálogos entre la obra “Sinfonía” de Felipe “Yuyo” Noé, y piezas de otros 12 artistas de diferentes generaciones. El tiempo, la explosión del color y la línea como huella, conectan las búsquedas y sostienen la conversación.

La obra “Sinfonía”, de la que parte la muestra, fue trabajada en dos tiempos. Iniciada en los años 80, fue interrumpida por Noé hasta el 2020, que la terminó y completó con un título que la vincula con la música. Mientras que las demás obras que la componen, fueron seleccionadas por las curadoras: Ivanchevich y Natalia Revale –miembros de la Fundación Noé– junto con Luciana Salvá –parte del equipo curatorial de MARCO–, con el fin de profundizar en ciertas derivas que el artista y ensayista del caos planteó a lo largo de su obra. Así, dieron vida a esta orquesta pictórica, donde lo que resuena es el color y lo que vibra son las líneas."SIN-fonía", Luis Felipe Noé, 2020. Acrílico y tinta sobre tela. 113x194cm.

«SIN-fonía», Luis Felipe Noé, 2020. Acrílico y tinta sobre tela. 113x194cm.

A diferencia de otras obras en las que partió de una mancha para encontrar la figura, en “Sinfonía” Noé repintó las figuras de la primera versión de la pieza –donde podían verse un piano, animales o algunos rostros–, y las volvió abstractas. La obra recuerda así uno de los principales postulados de la Nueva Figuración: allá por los 60, Ernesto Deira, Rómulo Macció, Jorge de la Vega y Yuyo patearon el tablero, terminando con la distinción entre arte figurativo y arte abstracto, demostrando que ambas expresiones podían convivir o hasta ser lo mismo.

En un rincón de la primera sala, donde los colores vivos se expanden por el espacio, está “Fuera de contexto”, una reinterpretación tan grande y profunda como inexplicable que el mismo Noé hizo de su obra “Reflexiones con y fuera de contexto”. La pieza aparece para reafirmar todo lo poderoso del arte visual: generador de sensaciones a veces innombrables. En ella, el artista integró otras de sus obras, como un espejo de los años 60, un paisaje que brilla en una tela de los 80, o un libro de los 90. “Si algo te da el arte, es libertad. Te permite ir y venir en el tiempo”, dice Ivanchevich, y apunta a los autorretratos dispersados en la pieza, en los que Noé es uno y otro totalmente distinto, al mismo tiempo. Algo similar sucede con el protagonista de Códice rompecabezas sobre Recontrapoder en cajón desastre, la novela que publicó en 1974 inspirado en una serie de personajes que había dibujado previamente, en sus sesiones de terapia con el doctor Gilberto Simoes. En aquel libro, el personaje principal –que, si se mira de cerca, se lo encuentra también en esta obra– cambia de nombre, de forma e identidad según las situaciones que se le presentan."Kirin", 2018, de Agustín González Goytía. Acrílico, marcador y grafito sobre gabardina. 220 × 300 cm.

«Kirin», 2018, de Agustín González Goytía. Acrílico, marcador y grafito sobre gabardina. 220 × 300 cm.

En el caso de Catalina León, una de las artistas invitadas, los colores explotan sobre dos tablas de durlock rascadas por el paso del tiempo, que la artista abordó con pintura, hilos, flores artificiales o anotaciones. El tiempo también deja su huella en la obra de Lucrecia Lionti: en “200 días”, la tucumana teje el paso de los días de cuarentena, y elabora así una suerte de calendario de colores, compuesto de materiales que se encontró durante el proceso. “Ella no compra los materiales, le interesa la procedencia mixta de donde vienen. Podría ser tanto una tela de alta costura como una povera. El propio género cuenta del entramado social detrás de ese desperdicio”, indica Revale sobre la producción de la artista, que ha incorporado hasta uniformes de trabajo en otras de sus series.

Por su parte, en “El río era todo el tiempo”, Mónica Millán resignifica un mantel tradicional, y se asemeja, técnicamente, a los textiles de Lionti y León. Pero las tres obras construyen gramáticas totalmente diferentes: “Millán refiere a su propia historia, la selva atraviesa toda su obra y hay algo de la línea del dibujo que es una constante en su producción”, cuenta Salvá de la artista oriunda de Misiones. En general, Millán parte de servilletas, individuales o manteles –elementos del cotidiano que la cultura ha vuelto, a menudo, descartables–, que luego revaloriza y transforma.

Los colores oscuros que priman en la sala del primer piso comienzan a asomarse debajo, en la obra del también tucumano Agustín González Goytía: en esta tela, se reproduce en negro la figura de Kirin, personaje mitológico de Japón –país donde el artista residió–, entre dragón y león, con piel de pez y cuernos de ciervo. Diferentes situaciones transcurren allí a la vez. Son las “melodías del mundo”, según anota el artista en la pieza. Se parecen al acontecer caótico de la vida del que tanto habla Noé. La criatura mágica que Goytía pintó en diferentes sectores, desprendiéndose de la pared, representa para la cultura china y japonesa la llegada de un sabio. Y con ella, la prosperidad.Dibujos de Mauricio “La Chola” Poblete.

Dibujos de Mauricio “La Chola” Poblete.

La obra de Yuyo “Lo dejo a tu criterio” funciona como puente entre las dos salas. De formato irregular –no es un círculo, ni cuadrado, ni triángulo, es otra cosa–, la pieza está entre el dibujo y la pintura, no tiene ni arriba ni abajo porque está moviéndose, en rotación, y el movimiento remite al “estar” en el tiempo. Uno de los ejes conceptuales de la exposición.

En la sala de arriba los dibujos y las líneas huyen de los espacios canónicos. “Romper con los estándares es nutritivo para los artistas. Según Noé, el dibujo es la línea: al trazar una línea el artista deja su huella. Es una forma de ir pensando y respirando, la línea construye la imagen propia, resalta formas y las conecta, es el elemento del dibujo que nosotras tomamos para unificar todas estas búsquedas”, explica Ivanchevich. Y la obra “Propagación de las ondas sísmicas”, de Julia Masvernat, ilustra su idea: allí las líneas, cortadas con láser, cuelgan en el aire y habitan las paredes. Se sacuden y enredan entre sí como si tuvieran vida propia. Parecen estar bailando, liberándose o escapando de algún lugar. Para la serie que integra esta pieza, la artista se puso a ensayar la geometría deformada de los pavimentos derretidos, cables enredados, hierros retorcidos y otros accidentes urbanos.

En el caso de Mauricio “La Chola” Poblete, se exhibe una serie de dibujos en tinta donde el artista mendocino –que se puso en boca de todos desde su performance en ArteBA, en la que bailó dentro de una caja de papas Lays–, plasmó un relato donde diferentes mitogramas interactúan entre sí. El carácter multidisciplinar del artista de herencia mestiza que oscila entre los pronombres femenino y masculino, de no aferrarse a una sola búsqueda o técnica, también se adhiere a la noción de “expandido” de las curadoras. “Lo imaginamos a él en muchas de estas situaciones, en ese sentido la serie podría ser performática”, señala Ivanchevich.

Y como en todo caos hay orden, estas obras complejas parten de elementos tan simples como líneas. El trabajo que Matías Ercole exhibe nace de pequeñas líneas que él rayó sobre la materia. Hizo visible un paisaje –que bien podría representar un sueño tenebroso, o un bosque escondido bajo la oscuridad de un pantano de pintura negra– por medio de la técnica sustractiva del esgrafiado.

Artistas participantes: Marina De Caro, Matías Ercole, Agustín González Goytía, Mauro Koliva, Catalina León, Lucrecia Lionti, Julia Masvernat, Mónica Millán, Luis Felipe Noé, Alexis Minkiewicz, Mauricio “La Chola” Poblete y Cristina Schiavi (colaboración con Raúl Flores).

Trama sinfónica – VVAA

Lugar: Museo Marco, Alte Brown 1031
Horario: mié a dom de 11 a 19
Fecha: hasta el 27 de febrero
Entrada: gratuita

Visitas guiadas sáb a las 16; viernes de 18 a 22 noches en el museo: ambas actividades requieren reserva previa desde la web.

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