La historia y las artes de los Chopen

Fuente: Página 12 – El reconocido grupo de artistas plásticos con discapacidad de Bahía Blanca . Arrancó en 2017 como un pequeño taller de dibujo y se transformó en una usina creativa reconocida y premiada. Un documental en la segunda edición de Ventana Bonaerense cuenta la historia.

Durante febrero puede verse en la plataforma pública y gratuita Contar (https://www.cont.ar/) El huevo del dinosaurio, documental de la realizadora bahiense Josefina Recio sobre Los Chopen, el grupo de artistas plásticos con discapacidad intelectual de esta ciudad. La película forma parte de la segunda edición de Ventana Bonaerense, el ciclo de cine de realizadoras y realizadores bonaerenses curado por el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires.

Los Chopen son un grupo bahiense de artistas plásticos con más de quince años de clases compartidas, encuentros, y muestras en su camino. Y un libro. Y una película, que va de exhibición en exhibición, recogiendo premios y reconocimientos. Para hablar de Los Chopen hay que hablar de Ana Elisabet Montaner, «Tati». Ella empezó a dar, en 2007 y a pedido de su madre, un taller de dibujo y pintura que visto desde hoy fue el primer esbozo de Los Chopen. Y si hablamos de Tati Montaner, y del taller de dibujo y pintura que encendió el motor de la aventura Chopen, tenemos que hablar de su hermana, María Elena Montaner, «Pipi”. Por ella es que empezó toda esta historia:

“Mi mamá me dió la idea de empezar con el grupo” cuenta Tati. “Porque como mi hermana, Pipi, pintaba tan lindo, me dijo ¿por qué no hacés un taller de dibujo? de dibujo me dijo. Yo ya pintaba y ya había egresado de la Escuela de Artes Visuales, todavía no era docente, que después sí fui profesora de ahí, pero ya me había recibido. Cuestión que mi hermana bailaba en una peña para chicos con síndrome de Down, o con discapacidad intelectual, una peña en el sindicato de Empleados de Comercio, así que me fui hasta la peña y los invité a empezar el taller. Yo no tenía lugar, pero me prestaron un salón ahí y empezamos, con cinco personas en 2007, y al poquito tiempo éramos treinta”.

Muchas cosas cambiaron en el grupo, sin embargo el concepto inicial se mantiene: ser un taller de formación de artistas. Como explica Tati: “A los Chopen ingresa gente interesada en el proceso creativo, personas a las que le gusta lo artístico, no es un lugar para estar porque sí, es un taller de formación de artistas. Nos lo tomamos con esa seriedad, y eso los dignifica a ellos, a los que participan, que no vienen acá a estar entretenidos porque la sociedad no les da lugar en otro lado, vienen a formarse como artistas. Los Chopen es un taller de formación de artistas con diversidad intelectual, abierto a cualquier persona que quiera ingresar, tenga o no tenga discapacidad”.

El grupo tiene reconocimiento dentro y fuera de la ciudad. Eso también tuvo un recorrido, y momentos y personas fundamentales. Tati recuerda que la primera que los reconoció en la ciudad fue Cristina Alvarado, “una docente muy escuchada, muy querida, una persona hermosa. Cristina era una docente formadora de artistas y de docentes, una verdadera educadora en arte. Y era fana de Los Chopen, eso legitimó al grupo, casi desde el principio. Ella, Tato Corte, el grupo de artistas-artesanos de Bahía Che, reconocieron al grupo desde el comienzo. Porque da la sensación de que siempre tuvieran que demostrar el doble por el hecho de tener una discapacidad”.

Pero si Los Chopen no son un grupo de artistas cualquiera, El huevo del dinosaurio tampoco es un documental cualquiera, es un film en el que la historia del grupo y las escenas con diálogos se mezclan, acá y allá, con esos personajes cabezones que recorren la ciudad, como una recurrencia onírica. Josefina Recio aplicó a su película “el método Chopen”, al que conoce de primera mano, como solo puede conocerlo alguien que, como ella, es sobrina de Pipi Montaner e hija de Tati Montaner: “Yo no llegué como una documentalista interesada desde afuera en el tema, habiendo hecho una investigación y documentándome por fuentes (risas). Nada de eso, porque madre fundadora del grupo, tía artista Chopen, muchos de los Chopen amigos de mi tía, que yo ya conocía también. Ya estaba involucrada, emocional y familiarmente” resume Josefina. 

“Si bien la historia de los Chopen la fui viviendo a la distancia, porque estudiaba afuera, cada vez que venía veía y participaba de las actividades del grupo, muchas veces filmando o sacando fotos también. Y fue una propuesta de ella (de Tati) hacer la película, que para mí al principio fue un poco complicado, hacer una película a pedido de madre (risas), sobre el grupo que ella creó y coordina, en el que estaba mi tía ¡era un montón! pero como antes habíamos pasado por la experiencia de hacer un libro hermoso de Los Chopen, y fue un proceso tan lindo, superé miedos y reparos y dije ¡vamos a hacer la película!”

Tomada la decisión de hacer la película, lo que siguió fue preguntarse ¿qué película hacer? Josefina tenía claro que no quería filmar un institucional de Los Chopen, no quería contar la historia del grupo, sino más bien trasladar a la pantalla el universo Chopen, su mundo creativo. “Siempre tuve claro que lo que yo admiraba de ellos, y hasta les envidiaba, era esa capacidad de juego y desparpajo. Y me dije, eso tiene que estar, empecemos por celebrar eso”. Así empezaron, preparando una propuesta que obtuvo financiamiento del INCAA.

La película se filmó en una semana, era para lo que alcanzaba el dinero que tenían. El tiempo de mayor trabajo vino después, en la edición. “Yo vine con un plan” cuenta Josefina, “pero al filmar se reveló otro material, y estaba dispuesta a dejarme sorprender, porque los conozco, sé que de algún modo siempre te sorprenden, entonces me dije: empecemos a jugar con todo esto, lo que escribí, lo que apareció, y ahí se fue armando la peli”.

–¿Cómo surgieron esas escenas con las máscaras, con los cabezones?

Josefina – Surgieron cuando pensábamos cómo abordar conceptualmente el grupo. Porque no es cualquier grupo, es un grupo con una discapacidad específica que es diversidad intelectual. No es cualquier discapacidad, hay algo en relación a la cabeza, y empezamos a jugar con eso… entonces surgió la propuesta de que cada uno se inventara o se construyera una cabeza, como quisieran. Y ellos superaron la propuesta, porque no es que cada uno se armó su propia cabeza, las armaron colectivamente. Eso fue genial. Empezaron a hacer los cabezones, y yo preguntaba “¿esta cabeza de quién es?” y me decían “la empezó él, la siguió ella, la pintó ella, y él, y un poco él”.

Tati – Eso lo hicieron con las cabezas, porque cuando hacen su obra, sus pinturas, es un proceso individual, no quieren que nadie les meta mano. En cambio, cuando trabajan en cerámica, con Eugenia (Gutiérrez, profe de cerámica de Los Chopen, y pilar fundamental del grupo desde hace muchos años), el proceso es colectivo, trabajan juntos, comparten la obra. Y eso hicieron con los cabezones, y fue idea de ellos ¿qué loco no? ellos decidieron tener cabezas hechas también por los demás.

–Tener cabezas hechas un poco por los demás es algo que nos pasa a todos ¿no? aunque no siempre estemos dispuestos a aceptarlo.

Tati – Claro, por eso remarco que cuando hacen su obra, es individual, pero las cabezas las hicieron con un poco de cada. Y fue una decisión espontánea, natural, te diría. A mí me gusta y me sigue sorprendiendo eso, cómo bajan al arte del pedestal, lo incorporan a la vida con una facilidad… Se lo toman en serio, y también juegan.

Josefina – Es que el valor de ese juego, es que lo juegan con seriedad. Se comprometieron a fondo con esas cabezas, discutían cómo hacerlas, qué colores usar, y después quién se la quería poner, porque aunque eran colectivas, y tenían un poco de cada uno de ellos, no podía usar cualquiera cualquier cabeza, era la cabeza de cada uno.

Tati – Es que ese es el rol nuestro como coordinadoras, tanto mío como de Eugenia, y también de Mariana (Laudani, la profe más nuevita del taller), que es que sin que se pierda el juego, se trabaje el comprometerse con la obra. Se tiene que notar que hay un trabajo. Por eso te decía que es un taller de formación de artistas, las tres tenemos en claro lo de la exigencia, que también hace que para ellos la actividad sea tan significativa. Nos tomamos en serio pintar, nos tomamos en serio ser artistas, y nos divertimos también al hacerlo.

–Imagino que el hecho de vender obra también tiene su papel en eso.

Tati – Fundamental, porque es la mirada del otro que te reconoce como artista ¡Compra un cuadro tuyo para tenerlo en su casa! Eso es importante para cualquier artista, es la mirada que te devuelven. Y además les genera un ingreso. Tenemos una política con las ventas. Como ellos no tienen que comprar los materiales, porque los ponemos nosotras, cuando se vende un cuadro queda 40% para el taller, y 60% para el artista. Eso nos ayuda no solo con los materiales, también con el alquiler, el gas, la luz.

-La película tuvo, y sigue teniendo, muy buena recepción, fue seleccionada y premiada en festivales en México, Irán, España, Chile, Colombia.

Josefina – No solo eso, también nos la piden para pasarla en escuelas, en organizaciones sociales, en ámbitos académicos… Conseguimos momentos muy bellos, escenas muy bellas que trabajamos en ese proceso creativo Chopen. Creo, fundamentalmente, que la película tiene esta recepción por ellos, porque el lugar en el que ellos se paran para hacer arte no es el habitual, te invita a hacer muchas preguntas, a habilitar otras miradas. Pone en valor la potencia de lo colectivo.

Tati – Te invita a reconocer, o a pensar al menos, cómo es vivir juntos, porque la sociedad no funciona bien para ellos.

–Ni para ellos ni para gran parte de las personas

Tati – Es así, y es lamentable, si tenés un problema, una discapacidad, te dejan de lado, o te aceptan un poquito, y con condescendencia. No sabés lo que me molesta la gente que viene y te dice “¡ay, qué lindo, pobrecitos!” ¿ pero qué pobrecitos?! No son pobrecitos, son artistas. El que compra un cuadro en nuestras muestras, y lo cuelga en una pared de su casa, no lo tiene en su pared y lo ve todos los días porque lo pintó un “pobrecito” o una “pobrecita”, sino porque esa pintura le dice algo, algo de su vida, de sí mismo, del mundo. Algo que necesita y no está en ningún otro lado. Eso hace el arte.

–Me recuerda la frase que circula con la película ¿cómo es que dice?

Tati – Lo que el mundo espera de nosotros no siempre es lo que nosotros podemos darle. A veces el mundo espera poco y nosotros podemos mucho más.

Josefina – ¡Como cuando la Pipi ganó un premio en el salón de la Bolsa de Comercio!

Tati – Ah, eso fue genial. Mi hermana había mandado una pintura, y el jurado le dió una mención especial, pero no sabían que habían premiado a una artista con síndrome de down, y cuando fue a recibir su mención en la ceremonia oficial ¡la sorpresa de todo el mundo! ¡nadie entendía nada! ¿qué está pasando acá? Y ella una reina, va, retira la mención especial y nos dice, como si nada, “bueno, vamos a tomar un vino” (risas).

Ficha técnica: 

EL HUEVO DEL DINOSAURIO (2019)

DIRECTORA: Josefina Recio. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Nicolás Richat. MÚSICA: Guido Deniro. PRODUCTOR: Gaston Klingenfeld, Josefina Recio. VARIOS: Diego Burlando. ASISTENTE DE DIRECCIÓN: Nicolás Richat. SONIDO: Guido Deniro. GUIÓN: Josefina Recio. MONTAJE: Josefina Recio, Nicolas Richat. CASA PRODUCTORA: Gancho.

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