Joaquín Torres-García, en Punta del Este. El modernista vuelve a su orilla

Fuente: Clarín – Dicen los uruguayos que la movida del arte en Punta del Este puede dividirse en AM y PM: antes del MACA y post MACA. El Museo de Arte Contemporáneo Atchugarry, inaugurado hace dos años por el escultor uruguayo en terrenos donde tiene su propio taller, se convirtió en un clásico instantáneo. El edificio imponente, que mira la puesta del sol y lleva la firma de otro uruguayo célebre, Carlos Ott, alberga desde su inauguración muestras de calidad. Este año dobla la apuesta y dedica su sala principal al pintor más relevante y querido por los uruguayos: Joaquín Torres-García.

Joaquin Torres García en Punta del Este. El artista con sus “juguetes” geométricos.

La inauguración fue un acontecimiento social en dos pasos, que comenzó con una gala de recaudación de fondos. Este año el cubierto costó 1500 dólares. Cuenta Fiona White, a cargo del evento, que la comida “explotó”: 460 personas disfrutaron de un sofisticado menú a cargo del chef argentino Mauro Colagreco.

Y llegó el 5 de enero, cuando se inauguró oficialmente y no faltó nadie: estaban la vicepresidente de Uruguay, su ministro de Educación y Cultura, el director del Museo Torres-García (un museo privado que alberga el archivo del artista), el director del Museo Nacional de Artes Visuales, diversos coleccionistas y galeristas que prestaron obra, personajes varios del mundo de la cultura y, por supuesto, Pablo Atchugarry y las dos curadoras, las argentinas Cecilia Rabossi y Aimé Iglesias Lukin.

Joaquín Torres-García: El descubrimiento de sí mismo es el nombre de la muestra y el de un libro de su autoría. Es este el primer acto de una serie de homenajes, cuando se cumplen 150 años de su nacimiento. Lo que vemos es el resultado de un laborioso trabajo de investigación en su archivo, que se resuelve en una odisea personal: mediante documentos, cuadros, acuarelas, collages, objetos y juguetes, viajamos con él y su modo de habitar las diversas ciudades en las que vivió, y nos sumergimos en los procesos mentales que derivaron en un sistema pictórico que él denominó “universalismo constructivo”.

Joaquín Torres-García (Montevideo, 1874-1949) era hijo de un importador y mayorista catalán casado con una uruguaya. En 1891 la familia se mudó a la costera ciudad de Mataró, donde inició su formación académica. Un año después se traslada a Barcelona y participa de las tertulias a las que asistían artistas de la talla del arquitecto Antoni Gaudí y Joan Miró, quienes serán fundamentales para su formación.

Comienza así un derrotero que lo llevó a vivir en Barcelona hasta 1919, en Nueva York hasta el 22, en París entre el 26 y el 32, y en Madrid por un año, para volver a Montevideo definitivamente en 1934, donde muere en 1949.

Este derrotero puede seguirse con detalle gracias a la extensa documentación exhibida. “En esta muestra no hay vitrinas. Es un modo de vincular las tintas, acuarelas y documentos a las pinturas”, cuenta Cecilia Rabossi. Y lo logra con creces. Los sketchbooks o libretas de artista son especialmente interesantes. Allí hay dibujos a mano alzada resueltos con tinta y acuarela (el Moulin Rouge, la costa del Mediterráneo, las extraordinarias vistas de Nueva York), bocetos que, colgados junto a las pinturas, develan una trama de paisajes resueltos según la convención y que gradualmente pierden la perspectiva. De allí surgen primero los planos de colores y luego las grillas que definirán su obra.

Torres-García dibuja ciudades. Ciudades que habita y que lo habitan; para entender al personaje, es fundamental mirar con atención la fotografía del disfraz que el artista diseñó y usó en la fiesta de la Society of Independent Artists en 1921, un traje pintado con los espacios y el nombre de Nueva York. El artista se viste de la ciudad; es la ciudad.“Paisaje de playa”, 1924. Óleo sobre cartón, 50x72 cm. “Paisaje de playa”, 1924. Óleo sobre cartón, 50×72 cm.

Corren las primeras décadas del siglo XX y las ciudades se modernizan; el bullicio de las metrópolis no esconde las dificultades que atraviesan muchos de sus habitantes, y los desafíos personales y sociales que los asedian. Hay en Torres-García una sensibilidad por estos problemas y una generosidad que se hace patente en sus inquietudes pedagógicas.“Pintura constructiva”, 1943. Óleo 
sobre madera 73,5x77 cm “Pintura constructiva”, 1943. Óleo sobre madera 73,5×77 cm

En otro de los aciertos del montaje, el guion nos devuelve sus palabras sobre el modo en que los niños juegan y su relación con los juguetes; allí están exhibidos muchos de los juguetes transformables que creó y pretendió producir a escala. También los textos teóricos y conferencias que denotan una enorme necesidad de comunicarse y compartir con otros artistas."Paisaje de New York", 1920. Óleo sobre cartón 66 x 96 cm «Paisaje de New York», 1920. Óleo sobre cartón 66 x 96 cm

Acompaña la exhibición un precioso catálogo cuyos textos echan luz sobre su proceso creativo: el modo en que la grilla ortogonal aparece ya en 1916, como tapa de un libro; el momento en que esa grilla se convierte en un sistema dialéctico de tramas ortogonales y signos figurativos arquetípicos; y cómo “ese mundo simbólico fue convirtiéndose en parte constitutiva de la identidad nacional”, en palabras de Leonardo Noguez, director artístico del MACA.El emblemático “América Invertida”, dibujado ya a su vuelta definitiva a Uruguay. El emblemático “América Invertida”, dibujado ya a su vuelta definitiva a Uruguay.

Como Odiseo, Torres-García vuelve a su humilde Itaca, Montevideo, después de haberlo visto todo. Allí invierte el mapa del continente. “Su propuesta política no sólo sugiere pensar que nuestro norte -nuestra guía- sea el Sur, sino … una idea de Sur construida grupalmente y organizada estructuralmente por sus propios símbolos”, dicen las curadoras. A lo que Aimé Iglesias Lukin agrega: “Torres-García hace de lo local, lo universal”. Pinta tu aldea y pintarás el mundo.

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