Fuente: ámbito – Se presentó en el Auditorio de Amigos el Museo de Bellas Artes un libro esencial sobre las prácticas artísticas en el mundo contemporáneo de la IA y el cambio climático.
Dedicado a “todos los artistas que luchan por hacer del mundo un lugar más justo”, Elena Oliveras acaba de publicar el libro “Distopías y microutopías – Prácticas de resistencia en el arte del siglo XXI” (Paidós), que fue presentado en el Auditorium de la Asociación Amigos del Museo de Bellas Artes.
Con este libro la autora intenta contribuir a la concientización del problema a través de la acción artística como alternativa de cambio. Hubo un diálogo entre Oliveras, licenciada en Filosofía y Estética por la Universidad de París, y Graciela Sarti, doctora en Historia y Teoría de las Artes (UBA).
«Distopías y microutopías», lo nuevo de Elena Oliveras
Dividido en nueve secciones, cuyos capítulos abarcan la difícil definición de distopía, Oliveras señala que si utopía es «lugar feliz», distopía sería sinónimo de lugar no feliz. El diccionario de la RAE define la distopía como la “representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana”.
Se la relaciona con catástrofes, guerras, pandemias, pero también una advertencia de lo por venir, lo que estimularía la reflexión y representa el primer paso hacia una “práctica de resistencia” microutópica, relacionada con la intensidad de artistas, y pone como primer ejemplo a Amadeo Azar con su obra “Necesito creer en algo”, con elementos del constructivismo y el diseño racionalista de una casa que flota sobre un fondo negro.
El libro de la erudita cita pensadores contemporáneos como Bauman, Sloterdijk, Michaud y otros anteriores como Nietzsche cuando señala “que el arte es el que hace posible la vida, el gran seductor de la vida, el gran estimulante de la vida”.
Desfilan por sus 352 páginas todos los pensadores contemporáneos que se han ocupado del Antropoceno y Capitaloceno, el negacionismo climático, que aunque se conozca muchos suponen que es irreversible por “lo que no hay nada para hacer” y cita la controvertida escena entre Donald Trump y Greta Thumberg en 2019. “El consumo gira en el vacío hasta el infinito, se navega en una suerte de agujero negro del que se intenta salir con la ilusión de gozar de un nuevo consumo”, escribe.
Aparecen entonces Alain Badiou, Giorgio Agamben, Slavoj Zizek, Byung- Chul Han, Yuval Noah Harari y los artistas críticos del consumo como Enio Iommi y su anticipatoria obra de la década del 70, y más actualmente, Florencia Levy, Nicola Constantino. Son muchos los artistas comprometidos con las desigualdades, con evitar el colapso, se escuchan sus voces provocativas que abren la polémica sobre la esencia y los límites del arte en relación con la vida.
Un libro que convoca al estudio, a la reflexión, que también trata sobre la violencia omnipresente ya que “nuestro mundo globalizado se define por la violencia que, desde el poder defiende guerras, genocidios, racismos, y que en actitud cruel se atrinchera en la indiferencia, la negligencia o el olvido”. De allí que sea un tema dominante en artistas como Juan Sorrentino, Marcelo Brodsky, Florencia Rodríguez Giles, Mariela Yeregui.
Elena Oliveras ayuda a repensar el mundo un mundo complejo, un mundo del presente que no satisface a nadie, un mundo del arte donde impera el mercado. La autora insiste sobre temas como la ecología, y destaca el corpus de obra de artistas como Andrea Juan, Joaquín Fargas, Teresa Pereda, Florencia Levy que cubre varios de estos temas candentes y “que abren un camino de resistencia a contrapelo de la apatía generalizada”.
Filosofía y la inteligencia artificial
No sólo los recursos básicos están en riesgo. El filósofo italiano Franco Berardi señala que la sustentabilidad psicológica se encuentra seriamente amenazada, la atención está bajo un asedio permanente y el cerebro tiende al estallido psicótico como puede verse también en nuestras calles. También contra las obras de arte emblemáticas en museos “cuando entremos en guerra por los alimentos y el agua, ya no habrá tiempo para admirar el arte”.
En la Sección VIII se ocupa de “La poiesis tecnológica”, en referencia a la Inteligencia Artificial, preguntándose si tendremos la oportunidad con los algoritmos de producir el mejor arte de la historia. ¿Podrá convertirse la IA en una herramienta válida para crear metáforas del mundo?
En una frase del filósofo surcoreano Byung- Chul Han estaría la respuesta: “La IA no puede pensar porque no se le pone la carne de gallina. Le falta la dimensión afectivo-analógica, la emoción que los datos y la información no pueden comportar”.
También cita al poeta y artista francés Robert Filliou (1926-1987): “El arte es eso que hace que la vida sea más interesante que el arte” a lo que Oliveras, en cierta forma, responde: ” El arte es eso que hace que la vida sea más importante que el arte”.