Fuente: Newsweek – Existe una confusión general sobre el arte y la creatividad por computadora. Es incorrecto decir que las máquinas todavía no generan por sí mismas algún tipo de arte, es decir, sin ninguna indicación humana o prompt.
Entre tantos de los temas que la IA generativa vino a replantearnos, uno de ellos es sobre el arte. Desde qué significa el arte y ser artista hasta cuestionar la idea de “hecho artístico”, el proceso creativo, los derechos de autor de una obra creada con algoritmos y el vínculo, casi siempre en tensión, entre la tecnología y el arte en la historia.
En general, a las personas nos cuesta admitir que las máquinas pueden igualar e incluso superar nuestra creatividad. Desde la irrupción de ChatGPT y otras aplicaciones de creación de fotos, videos y audios, muchos se dedican a buscarle los errores y los pifies a los resultados. Esto no tiene sentido ni utilidad porque las apps de IA son nuevas, casi todas con pocos meses de vida y su evolución es cuestión de tiempo.
Existe una confusión general sobre el arte y la creatividad por computadora. Es incorrecto decir que las máquinas todavía no generan por sí mismas algún tipo de arte, es decir, sin ninguna indicación humana o prompt. Desde hace ya un par de décadas que eso es posible mediante algún tipo de IA. Sí, las máquinas también pueden ser creativas y tener algún tipo de “inspiración”.
Ya en 1973 el artista y programador Harold Cohen desarrolló AARON, un sistema robótico capaz de dibujar y pintar arte abstracto y figurativo. El robot podía dibujar personas, globos, jardines y árboles sin haber visto nunca alguna de esas cosas. Ninguna obra de AARON es igual a la otra y fueron expuestas en museos como el MOMA de New York y el Tate Modern de Londres. AARON sigue creando. Cohen murió en 2016 pero antes dijo que sería el primer artista de la historia en tener obra nueva y original y póstuma a la vez.
Ya en este siglo, The Painting Fool (TPF) fue creado por el científico británico Simon Colton, para demostrar que un robot puede ser creativo. Se trata de un software que dibuja sus propias obras pero en formato digital, es decir que no aplica la pintura en un lienzo como AARON. TPF puede simular distintos estilos como pintura, collage o dibujo. Como una suerte de antecedente a la IA generativa, el soft funciona mediante instrucciones y busca en sitios web contenido relacionado para inspirarse. A Colton le llevó siete años desarrollarlo pero el esfuerzo valió la pena. Hoy TPF está considerado un software pionero en el arte y corrió los límites de los aspectos técnicos en el campo de la informática, combinando distintos elementos de la IA, gráficos, visión artificial, machine learning (aprendizaje automático) y tecnologías de procesamiento del lenguaje natural (similares a los que se usan para ChatGPT por ejemplo).
Colton se jacta de que TPF entiende ciertas emociones humanas y puede leer los estados de ánimo de un rostro de una persona en una imagen mediante algoritmos de reconocimiento facial y representarlas en sus trabajos. Lo demostró con uno de sus proyectos: usó 22 imágenes reales de la actriz Audrey Tautou (la protagonista de la película Amelie) para generar 222 retratos diferentes, con distintos estilos y colores.
Hay más ejemplos, como los trabajos de Karl Sims y Jon McCormac. Pero más que discutir en debates casi siempre estériles si las máquinas son mas o menos creativas que los humanos, tal vez deberíamos sentirnos más orgullosos, valorar y apreciar más los enormes e impresionantes logros y avances en materia de Inteligencia Artificial.
Festejar sus resultados y ver de qué manera podemos aumentar y aprovechar todas las posibilidades que tiene la IA para vivir mejor. Porque, en definitiva, todos los algoritmos creados hasta hoy, fueron hechos por nosotros, los humanos.