Fuente: La Nación – El estilo orgánico y las obras del artista Sergio Machado cautivaron a una empresa argentina que le encargó la composición de nueve alfombras y un puff que se presentaron en la Semana del Diseño.
En collage textil, salvaje y botánico. De grandes dimensiones, capaz de transformar un ambiente en un jardín natural. De eso se trata la última obra del artista Sergio Machado, nacido en San Pablo, Brasil, y criado en el mundo. De sus viajes inmersivos por Europa, Medio Oriente y Asia, y de la inspiración creativa que absorbió trabajando con referentes como John Galliano y Vivienne Westwood, diseñadores británicos, Machado tomó brotes conceptuales para desarrollar paisajes textiles. Con distintas alturas, texturas que sobresalen de las alfombras o tapices. Porque sus piezas admiten distintas configuraciones.
La colección Garden responde a un desarrollo que involucra tramas argentinas, costuras holandesas, espíritu paulista y glamour italiano. El jardín étnico y exuberante de Machado tomó cuerpo en la empresa argentina El Espartano, que interpretó el estilo orgánico del artista para componer nueve piezas y un puff, con alturas en pelo cortado, combinaciones de texturas y bouclé tejidas con el sistema Tufting en lana 100% argentina. Estas huellas artesanales, nacidas de acuarelas con sello de autor, se presentaron en la última Semana de Diseño de Milán, en la galería Rossana Orlandi. El toque holandés lo aportó Lidewij Edelkoort, pronosticadora de tendencias.
Su último libro de edición limitada, Re-Rug, invita a los profesionales, arquitectos y diseñadores a sumergirse en la revolución de las alfombras: “A diferencia de nuestra época turbulenta, las alfombras están de vuelta como antídoto estético. Puede considerarse un reflejo clave de la cultura ya que transmite con un sentido de urgencia la necesidad de reunirnos y regocijarnos en lo que es humano y agradable, lo que nos une y enciende la empatía. La alfombra como manifiesto”, plantea Edelkoort.
“Una maestra de vida, una mente brillante que acompaña mis procesos hace muchísimos años”, pondera Machado desde su atelier en Montmartre, París, su búnker creativo al que llegó después de recorrer casi toda Europa. “Mi destino estaba definido, pero no quería seguir el camino familiar. Aunque estudié Derecho durante cinco años, un día me di cuenta que la abogacía no me haría feliz”, repasa el artista y escultor, el diseñador de indumentaria y creativo, director de Le Petit Bureau.
“Pero a los 6 meses se me terminó el dinero. Coseché olivas en Creta, dormí en estaciones de trenes, pedí comida en las calles de India. Fue una etapa muy perturbadora. Era otra persona, hasta tenía el pelo largo”, confiesa y bromea.
Su derrotero lo llevó de vuelta a San Pablo, donde ingresó en una agencia de publicidad. Al tiempo consiguió un puesto en una aerolínea y volvió a viajar. De Tailandia se trajo una tuberculosis que lo dejó en cama durante medio año. Y, aburrido, empezó a dibujar. Hasta que hace exactamente 30 años le pasaron un dato que le cambiaría la vida: el concurso Smirnoff Fashion Awards. Su vestido de organza con placas de cobre representó a Brasil en la competencia internacional cuya ceremonia de premiación le regaló un encuentro crucial para su carrera. John Galliano, el polémico e icónico diseñador de moda británico, le dio su primer trabajo.
“Fui pasante, repartí correspondencia, hice café. Un poco de todo”, recuerda. Después llegaría el turno de probar suerte en el estudio de Westwood, otra firma emblemática, y cursar en la escuela de artes St. Martins School. “Dejé mi currículum en una pila inmensa. Justo cuando me iba aparece Vivienne. No sé de dónde saqué la valentía para decirle que quería trabajar con ella. Al día siguiente estaba allí, esperando indicaciones”, dice.
Hasta que su camino coincidió con el de Edelkoort, “una superstar de las tendencias consultada por las firmas más importantes del mundo”, define Machado a su maestra. “Mantuvo mis antenas despiertas, me enseñó a conceptualizar. El proceso creativo de esta colección de alfombras fluyó increíblemente con ella. Es una gran guía y me ayudó a dar este paso, me dejó volar y me dio una carta blanca. Desde la volumetría de las esculturas, al collage textil. En Milán la gente se mostró muy interesada en llevar estos jardines salvajes a sus pisos y paredes”, destaca el artista, que viajó a Milán para la inauguración en la galería Rossana Orlandi, donde hay lista de espera para lograr la aprobación de esta curadora. Entre los diseñadores argentinos que expusieron en su espacio figuran Francisco Gómez Paz y Andrés Reisinger. Entre los internacionales, Marteen Baas, Atelier Oï, Matteo Cibic, Michele De Lucchi y Ron Arad, entre otros.
Para Machado, “trabajar con el profesionalismo y la calidad de El Espartano permitió que estos paisajes que remiten a la niñez reflejen el aspecto lúdico, inocente y espontáneo que quisimos reflejar a través de 35 colores”. Machado, experto en objetos y construcciones en piedra y madera, partió de bocetos a mano alzada, pintados con acuarelas. También utilizó la técnica del paper cut, “y esa es la gestualidad que se logró plasmar en la colección”. Hilos irregulares, alegres y tejidos con una única intención: sorprender y apreciar la alegría textil.