Fuente: La Nación – Una exposición que reúne piezas de casi medio centenar de artistas, del país y del exterior, coincide con la instalación de una italiana que expuso en la Bienal de Venecia
Una fotografía de Robert Mapplethorpe junto a otras de Hiroshi Sugimoto y Nan Goldin, colgadas frente a una obra de Sophie Calle. En otra sala, una instalación de Eduardo Basualdo que nunca se exhibió en la Argentina convive con piezas de otros artistas argentinos reconocidos a nivel internacional como Liliana Porter, Adriana Lestido y Nicola Costantino. En el centro de ambas, la Cronopios vuelve a alcanzar el nivel de sus mejores épocas con imponentes instalaciones, entre las cuales se cuentan las de Luciana Lamothe, Nushi Muntaabski, Gabriela Golder y Catalina León.
Esta misma sala, que llegó a ser un espacio consagratorio para aquellos que lograban ocuparla, alojó en los últimos cuatro años los participantes de la Bienal de Arte Joven, muy a tono con el espíritu que inspiró la programación del Centro Cultural Recoleta desde 2019. En ese momento, tras la primera intervención de la histórica fachada por el artista apodado Yaia, comenzaron a hacerse oír los primeros reclamos. “Que las artes visuales hayan pasado a estar detrás del hip hop es una situación que me da náuseas”, se quejó entonces en diálogo con LA NACION Jacques Bedel, artista y arquitecto que remodeló el antiguo asilo de mendigos junto con Clorindo Testa y Luis Benedit.
El foco comenzó a girar entonces hacia una audiencia cuyo promedio de edad no superaba los veinte años, con festivales curados por adolescentes que incluían expresiones “centennials” como el K-pop o el gaming. Muy atrás quedaban muestras memorables como la de Sara Facio y Alicia D’Amico (1985), la de Yoko Ono (1998) o las de Liliana Maresca. Algo de aquel esplendor creativo parece estar reviviendo, a cuarenta años del retorno de la democracia.
“Breve historia de la eternidad es una exposición poética política que aborda la idea de permanente ‘plenitud’ frente a los continuos e inacabados ideales de una sociedad que, en ocasiones, se expresa tiránica, intolerante y opresiva”, dice el curador Daniel Fischer, a modo de presentación de un esfuerzo federal: gran parte de las obras realizadas por casi medio centenar de artistas fueron aportadas por los coleccionistas cordobeses José Luis Lorenzo y Gustavo Vidal.
La muestra incluye algunas piezas de dos rosarinas, de series importantes: Peletería humana, creada por Costantino con calcos de cuerpo en silicona y presentada en el año 2000 en la galería neoyorquina Deitch Projects, y Bocanada (1993-2017), de Graciela Sacco, exhibida el año pasado en el parisino Jardín de las Tullerías en el marco de la feria Paris+ par Art Basel.
También hay varias instalaciones interactivas como La caída (2011), reja atravesable que Basualdo exhibió hace una década en la paulista Luisa Strina; Prueba de tensión, monumental estructura que desafía el vértigo y que Lamothe realizó especialmente para esta exposición, y La tierra más ajena (2016), obra cinética del joven cordobés Santiago Viale, diseñada para recrear el movimiento de la hierba en el campo.
Pero eso no es todo. En la sala 7 del Recoleta se inauguró ayer backland #2, instalación de la joven italiana Giulia Cenci, una de las revelaciones de la última edición de la Bienal de Venecia, a donde fue invitada para la muestra central por la curadora Cecilia Alemaniy sorprendió con dead dance, una instalación en altura. Representada en la colección de Patrizia Sandretto Re Rebaudengo, fue invitada por el Instituto Italiano de Cultura de Buenos Aires para su primera muestra en la Argentina.
“Es una de las artistas más reconocidas de su generación”, dijo a LA NACION Eugenio Viola, curador de la exposición, que tuvo también a su cargo la propuesta del pabellón italiano en “la madre de las bienales” y es curador en jefe del Museo de Arte Moderno de Bogotá (Mambo).
Este proyecto, según explicó, fue concebido específicamente para el Recoleta que deriva de otra obra presentada en 2021 en la Galería Fons Welters de Deft, en Holanda. “Son estructuras híbridas, ambiguas, que combinan lo humano y lo no humano, lo orgánico y lo inorgánico -agregó-. Es una metáfora de la sociedad y un tema muy contemporáneo.”