Fuente: Cronista ~ Apasionada, versátil y multifacética en la escena del arte/ Melisa Boratyn fue curadora y coordinadora de muestras en galerías y ahora lidera proyectos que abren la escena artística a más personas/ Nos cuenta de su primer libro: «Bitácora de Arte» junto a Fera/ ¿Cómo está transformándose el consumo de arte con los cambios tecnológicos? ¿Cómo deben adaptarse las instituciones?/ ¿Hay más inclusión en la escena artística?/ ¿Hay más inclusión en la escena artística?
Ya desde muy chica y motivada por las visitas a los museos con su papá, Melisa Boratyn sabía que este mundo tan atractivo y desafiante, como lo es la escena del arte, iba a ser parte de su vida diaria. Y así lo es, desde el día en que empezó la carrera de Curaduría y Gestión de Arte. Trabajó casi una década produciendo y coordinando ferias y muestras en las galerías de Buenos Aires, hasta que se volvió independiente y decidió fragmentar su trabajo en distintos proyectos que tuvieran más llegada al público en general. Porque ese es el pensamiento central de toda su carrera: el arte tiene que ampliar su llegada a todos, no importa si saben o si no. Convivir con el arte es una necesidad.
Melisa (gran redactora de la sección arte en MALEVA desde siempre) dirige «Homenajes Urbanos», junto a su pareja y artista Ale Giorgga, donde empapelan la ciudad con citas de artistas fallecidos, y acercan sus nombres a la gente. A su vez, es codirectora de Tienda Quorum, en San Telmo, donde venden prints, telas, libros, pañuelos, stickers y más objetos de artistas directo al público. Su último gran proyecto, que sigue en línea con esta ideología, es la Bitácora de Arte, que lanzó hace muy poco junto a Fera; un libro amigable y cercano que te guía por los museos, galerías y centros culturales, acompañándote con ejercicios prácticos para que generes una experiencia propia y personal con el arte.
Entre las vibrantes obras de su tienda, nos recibió para contarnos de su nueva creación – su propia obra que la llena de orgullo -, y de cómo ve la transformación de la escena del arte en una sociedad más digital, más abierta y (lentamente) más inclusiva.
Contame de tu primer libro, la bitácora de arte que lanzaste hace tan poco con Fera. ¿De dónde surgió la idea?
Es algo que quería hacer hace un montón. Empecé editando libros de artistas en el 2017 con una editorial que después no funcionó, pero el gustito de hacer un libro quedó. La bitácora es algo que existe hace un montón, pero no tanto en las artes visuales. Y yo sentía que el contenido, si es que acá lo había, no era tan profundo. A Vicky, que es una de las editoras – junto con Mara tienen «Fera Editorial» que es un proyecto hermoso – la conocí dando un taller, la contacté en verano del 2021 en plena pandemia y le dije: tengo la idea de hacer este libro. Empezamos a hablar y me llevó un año hacerlo. Opino que es la primera bitácora de arte que, para empezar, es actual. No importa donde estés en el mundo, la idea es que lo agarres y lo utilices donde quieras. Y siempre con este pensamiento central que tiene que ver con toda mi carrera: al arte si no lo acercamos a la gente no va a funcionar.
¿Por qué elegiste a Fera?
Me parecía muy importante no ir a una editorial que ya se dedicara 100% a la curaduría, sino a un lugar más expansivo, porque las chicas de Fera tienen otra mirada. Ellas toman ese interés que tienen y esa persona que «sabe» pero lo redireccionan a personas que, primero se compran una agenda, un cuaderno, y de golpe la bitácora y van al taller de escritura, y así se interesan y se meten en este mundo.
Sería apta para todo público entonces.
¡Si! La bitácora es lo más amigable que vas a ver. Evitamos estadísticas, números o citas complejas. El objetivo de los ejercicios es que vos desarrolles un criterio completamente independiente con respecto al arte. De hecho, yo menciono en el libro a un artista y teórico, Luis Camnitzer, que escribió un texto, «El Fraude en el arte». Él viene de la enseñanza, y trabajó con el MoMA, haciendo ejercicios para que la gente se acercara a las obras de otra forma. No llegar y decir: «esto es un Frida Kahlo excepcional», sino «esto es una obra». Mirala, apreciala, fijate qué sentís y después vas trayendo información. Es re importante que sepas de quién es, pero no es lo más importante.
¿Qué otras personas formaron parte del proyecto bitácora?
Las ilustraciones las hizo Juliana Vido. Ella recibía a través de las chicas lo que yo escribía e ilustraba. Y cuando vi la maqueta, ¡casi me muero! Mucho tiene que ver con el mundo privado, hay una ilustración mía y de mi hija, una obra que hizo Ale Giorgga en el Recoleta en una muestra de arte urbano, las galerías de las que a mí me gusta hablar y un pasteup de Homenajes Urbanos – el proyecto que tenemos en común -, entre otros guiños.
Otra cosa súper importante son los aportes, las invitadas. Son todas amigas de hace muchos años, colegas con las que yo me siento muy cercana y representada. Vic tolomei que habla de la pata de arte y tecnología. Con ella fui a la facultad y también con Luz Peuscovich, que da su testimonio en la sección de ateliers. Ro Villani, mi socia y amiga trabaja mucho con colecciones por eso habla del cuidado de una obra de arte. Con Lu Seijoo nos conocimos en un momento en la pandemia, cuando había hecho un video para el museo de arte moderno donde hablaba de cómo adueñarte con los espacio a través de ejercicios físicos, y me gustó replicarlo en el libro, en el capítulo de arte urbano. Y después Ale, la persona con la que más me peleo por arte tenía que estar.
Me gusta el concepto de acercar el arte a la gente, ¿de qué forma lo estás haciendo vos, además de con la bitácora?
Con esa idea existe esta tienda – Tienda Quorum – que la gestaron mis socios, Santiago Carrera, María y Oli; y yo me sumé hace casi 2 años. Lo que buscamos es justamente eso: vení, entrá, agarrá, tocá, mirá, todo tiene precio atrás, sentite cómodo.
Después está el proyecto que llevo con mi pareja, Homenajes Urbanos, un proyecto de arte urbano donde llevamos un poco de historia del arte argentino a la calle. Te doy una herramienta, vos después googleá, pensá, dudá. Porque a veces los museos no lo proponen y las galerías no lo están proponiendo. Les pregunto a ustedes, ¿van a esos lugares y se sienten realmente cómodos? No está bueno suponer que «hay que saber» para entrar. Yo puedo ir a una carrera de autos si quiero, no «tengo que saber» nada en esta vida. Pero el que está generando y proponiendo tiene que abrir y decir: el que quiera puede abordarlo. Porque sino, ¿cómo se sigue construyendo?
Y no hay artista en el mundo que diga: «yo solo hago esto para fulano, fulano y mengano. El resto no lo puede mirar». Eso no existe. Por eso, ingresar en la comunidad de arte urbano a través de mi pareja sí me ayudó a pensar más esa necesidad de hacerlo más cómodo.
Decís que las galerías hoy en día no están siendo tan inclusivas, ¿por qué es eso?
Yo trabajé 8 años en galerías y me encantó ese proceso, son espacios que valoro muchísimo. Las galerías tienen que existir y están en un lugar muy importante y necesario en el mundo del arte. Están haciendo a veces trabajos de gestión que no hace ni el Estado. Hay muchas galerías jóvenes que empezaron hace 10 años o menos y han logrado internacionalizar a sus artistas, Piedras, por ejemplo, acompañó a Monica Heller que fue la artista que quedó en la Bienal de Venecia. Pero son equipos muy chicos que tienen que hacer un montón de cosas; salir a buscar financiamiento, vender las obras, mover a los artistas. Entonces esa pata de «¿y cómo hacemos para que más gente venga o para empezar a armar una generación que te compre dentro de 20 o 30 años?» no la tienen. Ahí para mí está la falencia.
Otra limitante es el tema de los precios de las obras de arte…
En Argentina muy poca gente compra arte. Porque, si bien el arte argentino a nivel mundial es muy barato, en la situación en la que estamos, si una obra sale 4 mil dólares, no la puede comprar alguien que gana 500. Es muy difícil. Por eso existe esta cosa intermedia de la tienda de arte – pienso en IDLB, en Sach, en nosotros -, acá sí un montón de gente que nunca había comprado nada se compra algo y a veces ni siquiera terminan de ser tan conscientes de que están comprando arte.
No digo que todo lo que está acá sale dos pesos. Tratamos de ser lo más coherentes con el mercado y tratamos de explicar por qué una cosa vale lo que vale. Si bien es un cliché lo que digo, a veces ni dudás en pagar 50 mil pesos unas zapatillas que en 5 años no vas a usar más. Y el cuadro o la obra muy probablemente te siga acompañando en 5 años. Si te enamorás de algo que tenés en tu casa vas a generar una relación.
Encontrar que no esté todo dirigido a ese uno por ciento y lentamente ir fragmentándolo o agrandando el panorama: cuanto más grande sea, más rico va a ser para nosotros.
Claro, si más gente conoce de arte, explora, visita galerías y aprende, más público o más potenciales clientes va a tener el mercado.
Exacto. Podés no comprar pero ir con tu clase de 2do grado a una galería. En la educación inicial y en la educación primaria no puede no haber un abordaje de las artes en general. No podemos no saber quiénes fueron nuestros artistas y qué pasa hoy en el mundo del arte. Hay 800 millones de artistas en el mundo y las puertas se abren al infinito. Tener gente especializada que quiera abordar eso me parece fundamental. Que todo el tiempo convivamos con las artes, yo creo que esa es la necesidad.
Hiciste una diplomatura en Género y Movimientos Feministas. ¿Qué lugar ocupan hoy las minorías en el mundo del arte?
Seguimos sin conocer a muchas artistas mujeres o artistas de la comunidad LGBTIQ+. Todavía hay un montón de desigualdad. Hay muchos museos que les están les están otorgando más lugar pero otros que no tienen eso en agenda. Y, en el mercado secundario, las obras de los artistas hombres siguen saliendo mucho más que las artistas mujeres o de la comunidad. Son diferencias muy grandes todavía.
¿De a poco va cambiando?
Naturalmente se está ablandando un poquito, aunque ya no debería ni ser una cuestión. Acá en Argentina hay museos, por ejemplo el MALBA, que desde el 2017 viene haciendo un trabajo muy sólido al traer exposiciones individuales de artistas mujeres. Así es como se vio la primera muestra individual de Mirta Dermisache – que es una artista argentina que ya había fallecido – y la primera gran muestra en el país de Alicia Penalba. Este año 2023 van a tener tres muestras grandes de artistas mujeres, incluyendo a Cecilia Vicuña, una artista chilena que ganó el premio máximo en la Bienal de Venecia.
Otros museos, o no tienen la intención de hacerlo o lo hacen muy lento. Irónicamente en todo lo que es gestión, hay muchas curadoras en este país, brillantes, que trabajan muy bien. De las carreras salen muchísimas artistas mujeres, mujeres gestoras… ni quiero hablar de mujeres, son seres humanos.
¿Estás con algún proyecto relacionado con la inclusión de minorías?
Con dos colegas estamos haciendo un libro donde vamos entrevistando a artistas de 80 para arriba. Y hay algunas que nunca tuvieron una profunda conversación acerca de su obra, una buena entrevista. Algunas son muy conocidas y tienen carrerones, otras no tanto. ¿De qué todavía no se está hablando? ¿Qué todavía no se está discutiendo? Si yo puedo proveer ese tipo de contenido me genera mucha más satisfacción que caer en el lugar común.
Con el cambio social que trajeron las redes sociales, la instantaneidad, la virtualidad, ¿cómo se están adaptando los museos?
Hay espacios que abrazan todo lo que está cambiando tecnológicamente y lo potencian. Hace unos años, museos como el MoMA ofrecían charlas en Youtube o vivos en Instagram. Las redes sociales son una gran herramienta para conocer más de la escena. Ya con que sigas a instituciones, fundaciones o museos en Instagram, si te dedicás 5 minutos por día vas a aprender mucho.
Después hay muestras que apelan a lo que el público hoy quiere. Yo no sé si soy fan de la muestra inmersiva pero sí soy fan de todo lo que puede hacer un pasito más. Sé que tengo amigas que no van a ir al museo, pero a la inmersiva de Van Gogh van felices. Y te dicen que les encantó, que también aprendieron y que llevaron a sus hijos. Bueno, buenísimo, si de alguna forma sirve, ¡hacelo!
El arte salió más a la calle también, ¿no? Por fuera de museos y galerías.
Si, ahora hay hasta marcas de ropa que trabajan con artistas. Hace poco Paola Vega trabajó con Ay Not Dead para hacer toda una serie de vestidos, remeras y medias, ¡y están buenísimas! Te ponés un Paola Vega y salís a la calle. Eso es legendario, lo han hecho marcas como Nike y Adidas, pero si lo hacés acá con alguien como Paola vos te estas poniendo a una artista que tiene 30 años de carrera en un vestido. Sí hay un aceleramiento en la sociedad, pero el arte se está acoplando.
La calle, con su furia, su acelere, su todo. Andando en el colectivo seguramente vas a pasar por un mural, vas a ver un cartel pegado, vas a ver un sticker. Si le prestás un segundo de atención, está ahí. No importa quién lo hizo, después hay mil etapas. Podés investigar más, menos, sacarte una foto, que te guste o no, pero está ahí. ¡Los tatuajes! Los tatuadores son artistas. Y esa obra la cargás con vos a todas partes. Capaz no lo comprendemos así pero lo estamos haciendo.
Por último, y para que empecemos a armar concretamente un mapa, ¿Me contás un poco las distintas categorías de galerías que hay en Buenos Aires?
Para mi el ecosistema del arte hoy a nivel local está creciendo y, en ese sentido, está buenísimo. Hay una generación que tiene muchas ganas de hacer, y que está mucho más profesionalizada; entra sabiendo lo que quiere. Mencioné a «Piedras» y lo voy a mencionar siempre, porque creo que es un proyecto que va muy para adelante y se mantiene muy constante con sus metas y con la relación con los artistas. «Hache» es otro proyecto que siempre quiero mencionar, son dos galeristas que también se mueven mucho y se nota cuando hay vínculos reales con les artistas. «Isla Flotante» no es una galería con la que no tengo tanta familiaridad, pero la veo ya hace un montón de tiempo llegando a lugares que muy poca gente logra llegar.
Y después hay galerías más «grandes» en el sentido de que se conforman de otra forma, como puede ser «Barro» o «Ruth Benzacar» que existen hace muchos años. Galerías que uno se olvida que tienen más de 60 años como puede ser «Aldo de Sousa» o «Van Riel«, ¡con tres generaciones de galeristas! Yo a veces hablo más de los proyectos más chicos y no hay que olvidarse de estos que siguen ahí de alguna forma u otra.
Y después siempre mirar proyectos jóvenes. Como «Pionera», la nueva galería que abrió en Pinamar y MALEVA le hizo una nota. Siempre qué salgan de Buenos Aires, está bueno ver qué galerías hay afuera; «La Arte» en Salta, «Diego Obligado» en Rosario, en La Plata también hay galerías que están buenísimas; podés ir a un montón de lugares. Si googleas vas a encontrar. Hay que tener siempre el espíritu curioso.