Fuente: La Nación ~ Es la edición número tres de El Pensador, de Auguste Rodin, una de las esculturas más famosas del mundo.
“Lo que hace que mi pensador piense es que él piensa no solo con su cerebro, sino con su ceño fruncido, sus fosas nasales distendidas y sus labios apretados, con cada músculo de sus brazos, espalda y piernas, con los puños apretados y sus dedos de los pies encogidos”, dijo Auguste Rodin en una minuciosa descripción de su obra El Pensador.
A miles de kilómetros de distancia de París, en Buenos Aires, quien camine por la zona del Congreso y dé una vuelta por su plaza, se verá posiblemente sorprendido al encontrarse, nada más y nada menos que con El Pensador. Probablemente el peatón distraído creerá que se topó con una copia barata que nada tiene que ver con el artista francés, que es considerado el padre de la escultura moderna. Nada más equivocado.
No se trata de una copia ni de una réplica. Es la edición número tres, realizada en vida de Auguste Rodin, uno de los más famosos escultores del mundo, en su propio taller parisino. “Una réplica sería una copia no autorizada. Los primeros seis a ocho ejemplares de una obra son ediciones originales que están numeradas. Más allá de esa cantidad, si el artista da la autorización, se realizan otras ediciones”, explica a LA NACION revista Teresa Anchorena, presidente de la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos.
En el caso de El Pensador, emplazado en Avenida de Mayo y San José, en la Plaza del Congreso, se trata de una valiosísima escultura ejecutada en vida del autor, lo que implica que él vio cómo iba quedando y que aprobó el resultado final. Ejecutadas con el mismo molde que la primera edición, que está expuesta en el Museo Rodin, de París, las primeras ediciones poseen todas el mismo tamaño y las mismas características que la primera.
Esa primera edición fue en un principio colocada en lo alto de las escaleras del Panteón. La segunda se encuentra en Estados Unidos. Dentro de las 27 ediciones existentes en el mundo, muchas de ellas fueron terminadas después de 1917, año de la muerte de Rodin.
Pero, ¿cómo llegó la edición número tres de El Pensador de Auguste Rodin a Buenos Aires, a la plaza del Congreso? “En 1907, Eduardo Schiaffino, que era una especie de curador de la ciudad, compró, por encargo de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, obras de arte para embellecerla. Schiaffino, fundador del Museo Nacional de Bellas Artes, iba a París y seleccionaba obras de arte que en ese momento eran contemporáneas. Entre ellas, hay piezas de Rodin y también de Bourdelle”, señala Anchorena.
En ese contexto, la ciudad de Buenos Aires adquirió el número 3 de El Pensador, del prestigioso Rodin. “El fue al taller de Rodin, vio la escultura y se la encargó. El Pensador llegó a Buenos Aires en 1908. Iba a ser colocada en lo alto de las escalinatas del Palacio del Congreso, pero éste no estaba terminado. Por eso lo pusieron provisoriamente en la plaza. Pero con el paso del tiempo la ubicación se volvió definitiva”, relata la funcionaria. El emplazamiento original pensado por Eduardo Schiaffino estaba inspirado en el sitio de privilegio que tenía El Pensador en París, en lo alto de las escaleras del Panteón.
Con el siglo que pasó se sucedieron todo tipo de eventos en los alrededores del Palacio del Congreso, algunos de ellos violentos. Sin embargo, El Pensador permanece firme -y entero- en el espacio público, atento a las miradas de los transeúntes y también vulnerable frente a quienes no respetan los bienes públicos y, mucho menos, valoran una pieza artística de la importancia que tiene la escultura. Increíblemente, nunca sufrió roturas ni quiebre de ninguna de sus partes. Sí padeció pintadas varias veces. Pero, en cada una de ellas, la ciudad rápidamente se encargó de limpiarlas.
Frente a las vandalizaciones, se impone una cuestión: ¿es mejor que El Pensador esté en un espacio público o no? “Por un tema de seguridad sería mejor que estuviera en un museo. Pero fue pensada para estar al aire libre. Aunque los tiempos cambiaron, igualmente hoy está más segura que antes”, se debate Anchorena, para quien sería un dolor que fuera a un museo y que considera que sería una decisión difícil de tomar. “Se pensó muchas veces trasladarla a un museo, sobre todo cuando era muy vandalizada”, asegura.
En 2009, cuando Anchorena era diputada de la Ciudad de Buenos Aires, elaboró una ley, que fue aprobada, para que la escultura El Pensador fuera colocada en el lugar para el que fue concebida, sobre las escalinatas del Palacio del Congreso. Sin embargo, dicha ley nunca se ejecutó. El objetivo de la ley era conservar la pieza al aire libre, pero protegida detrás de las rejas del Congreso, en el sitio para el que fue concebida. Lo que sí se hizo es evaluar de qué manera podía estar más protegida de eventuales ataques, en el lugar donde se encuentra. “En París, en el Museo Rodin, vi cómo estaba colocada la obra en los jardines. Medimos la altura de la base y el Gobierno de la Ciudad hizo entonces una base aún más alta y, para protegerla todavía más, se colocó una reja que la rodea”, destaca.
Hoy El Pensador se conserva en muy buen estado. Fue restaurada hace cuatro años. “Cuando se fue a restaurar, increíblemente no estaba tan mal. No tenía partes rotas. Solo tenía algunos rayones y la pátina estaba en mal estado. Yo estuve en el curso de la restauración y la gente de MOA (Monumentos y Obras de Arte) trabajó muy bien. Vino de París Antoine Amarger, experto en restauración de bronces de Rodin y Bourdelle, para aconsejar a la Ciudad cómo había que restaurarla”, cuenta Anchorena.
Desde 2019 El Pensador de Auguste Rodin es considerado Monumento Histórico Nacional. En Buenos Aires, además de El Pensador hay otras importantes obras del escultor francés, como El Beso, en el Museo Nacional de Bellas Artes y una escultura de Sarmiento, de bronce y con base de mármol, que está colocada frente al Monumento de los Españoles, en Avenida del Libertador y Sarmiento. “Cuando llegó la obra de Sarmiento a Buenos Aires, fue un escándalo porque a la gente no le gustó la cara, que remitía al Balzac de Rodin”, apunta Anchorena. En el Museo Nacional de Bellas Artes hay otras piezas más del escultor, como Estudio para manos y L’amour fugit (El amor huye), muchas de ellas donadas dentro de la colección Santamarina.