Fuente: Clarín – El dibujo continúa su expansión desde hace dos décadas. Ocurre en la Argentina y en el mundo. Lo logra luego de alcanzar su autonomía, que a su vez devino heterónoma al vincularse esta disciplina con otras. Ese crecimiento se manifiesta en una amplia definición de la línea, creada e interpelada por los artistas en forma permanente, mientras recibe premios y la aceptación por parte de las instituciones. En estos días, tres exposiciones en Buenos Aires lo corroboran: el Premio Alberto J. Trabucco de Dibujo (en Espacio de Arte Fundación Osde), la impactante Dibujar es crear mundos (en el Museo de Arte Moderno) y Vuelo Rasante. Nuevo viaje al centro del dibujo (en la galería Oda; concluye este sábado).
Desde el inicio de este siglo aparece, una y otra vez, la enunciación del dibujo como una forma ad hoc para el tiempo presente por parte de artistas y teóricos, quienes lo consideran fundamental dentro del arte contemporáneo. Modificó su posición subordinada respecto de expresiones como pintura y escultura para situarse en un lugar de mayor jerarquía, redefiniendo su gravitación. Otro cambio importante: el protagonismo expansivo de la línea en el espacio amplió la escala impulsada por múltiples disciplinas, hasta convertirse en instalación, performance, objeto. Hoy sus temáticas son tantas como la complejidad del mundo.Un bosque de gran tamaño cuyos árboles atraviesan la obra y llegan al techo de la sala, de Viviana Blanco. (Museo de Arte Moderno / Josefina Tomassi)
“Es perfectamente constatable que aquello que hace veinte o treinta años se entendía ontológicamente como dibujo, con sus características técnicas y estructurales, incluso ideológicas, se ha visto atravesado por fenómenos de expansión, heterogeneidad, ruptura y experimentalidad análogos al que se verifica en las demás disciplinas estéticas. Esto abarca los saludables contagios multidisciplinarios y la amalgama operativa con formatos y herramientas que se consideraban fuera de los límites del dibujo mismo”, señala a Ñ Eduardo Stupía, conocedor y protagonista de su auge en estos años, como artista e impulsor de la disciplina.
En 2006, Stupía fue convocado por Luis Felipe Noé para trabajar en el fundamental ciclo La Línea Piensa, en el que concretaron más de 120 exposiciones de artistas de todo el país. En su reflexión sobre las últimas dos décadas, Stupía afirma: “La consecuencia fue, y es, la tácita instauración de un territorio sin fronteras ni delimitaciones, sin cánones demasiado categóricos, sin mayores mandatos formales ni concepciones apriorísticas, donde el dibujo se comporta como un organismo de metabolismo tan variado como para verse obligado a reconocerse y a reformularse con cada nueva manifestación de sus cultores.” De espíritu grunge y el código del cartoon, de Josefina Alen, en el Moderno.
Santoro viendo un mito dibujarse
Este año, volvió a ser el turno de distinguir al Dibujo por parte del Premio Trabucco, que entrega la Academia Nacional de Bellas Artes, dedicado por año y alternativamente (desde 1993) a las disciplinas de pintura, grabado, escultura y otros soportes. La primera edición de este premio consagrada al Dibujo fue en 1997, hecho que coincide con el surgimiento de varios de los artistas que iniciaron la transformación sobre su valoración y el tratamiento de la línea. De hecho en 1996 tuvo lugar la creación de la Carrera de Profesor Nacional de Dibujo en la Escuela Nacional de Bellas Artes P. Pueyrredón (hoy parte de la Univ. Nacional de las Artes que ofrece la Licenciatura en Artes Visuales con orientación en Dibujo), por iniciativa del entonces rector, el artista Marino Santa María.
En cada edición del Trabucco se invita a diez artistas de todo el país seleccionados por la comisión de Artes Visuales de la Academia. El único Premio Adquisición correspondió, en esta oportunidad, a Daniel Santoro, de reconocida y extensa trayectoria. Su impactante tríptico “Piedra, carne, madera” (2023/2024), en carbón y acrílico sobre papel, alude al colapso de la naturaleza, sintetizada metafóricamente en la piedra, la carne y la madera y en los materiales que utiliza. Se suman ciertos guiños habituales a la historia social, cultural y política del país, en tanto tópicos recurrentes en su obra.Martín Kovensky, El taller de dibujo analógico de la calle Newbery, 2024. Carbonilla, lápiz y pigmento dorado sobre lienzo. Detalle.
“El núcleo de mi obra es el dibujo y la pintura viene en una instancia posterior. El dibujo como estructura de la pintura. Hoy día el dibujo empieza a ser autónomo. Hay ciclos históricos en los que se olvidan las estructuras y hay momentos en que aparecen. Dibujar es inventar formas. Hoy se reclama que aparezcan formas”, comenta Santoro a Ñ, contento con este reconocimiento.
Entre los seleccionados del Trabucco está Alicia Esquivel. Su trabajo se centra en la preservación del medio ambiente y la crisis ecológica. Con carbonilla y punta de plata, logra grises, profundidades y texturas en la representación de territorios nuevos, con su fauna y vegetación. También se encuentra Cynthia Kampelmacher, quien escribe: “Dedicarse al herbario, para re-conocer y re-conocerse en el entramado del mundo./ Todo ese daño hecho… / y los cambios climáticos.” Sus herbarios proponen sutiles y complejos trazos. Las tintas de Sandra Sarraúa buscan –como ella misma explica– poner al resguardo del arte paisajes que pueden desaparecer, territorios en peligro, con una representación que ahonda en ellos.Amadeo Azar, Arroyo del medio, acuarela sobre papel agujereado 110 x 75 cm 2023.
En el texto de la exposición en el espacio de Arte de Fundación Osde, José Marchi, presidente del Premio Trabucco y dibujante, sostiene que “los diez artistas seleccionados comparten un nivel de excelencia […] al mismo tiempo que han desarrollado lenguajes muy personales, que expanden los límites de la disciplina que los convoca, permitiéndonos intuir un posible panorama del dibujo argentino en la actualidad”. La carbonilla sin fijar, que mancha a quien la roce, cubre de un negro opaco los grandes lienzos de Ana Gallardo; cada uno lleva una línea de palabras bordadas en hilos de plata. Son testimonios de niños y mujeres sobre situaciones de violencia históricas.
Este panorama transita por los “dibujos fotográficos” de Lucas Bragagnini, en carbonilla, de un futuro distópico, con cierto aire entre “retro” y surrealista, en relación al posible ocaso de una civilización. Las representaciones de Martín Kovensky, en carbonilla, lápices y detalles en polvo dorado, plantean una mirada crítica sobre la transformación del mundo actual, atravesado por la manipulación de la información, la concentración del ingreso, el cambio climático. Huenú Peña lleva a la gráfica la intersección entre literatura y matemática en una obra tan conceptual como poética. Y las figuras de Cristina Coll plantean la ambivalencia entre lo femenino y lo masculino, deconstruyendo y cuestionando lugares comunes.
Amadeo Azar propone, en sus palabras, “un ensayo visual y conceptual sobre las incidencias del paisaje de la provincia de Buenos Aires en nuestra historia”, en la interacción entre vanguardias, historia y memoria. En octubre, la Academia Nacional de Bellas Artes dará a conocer el Tomo XIII de la Historia del Arte Argentino (2000-2020). Estará incluido un capítulo sobre los últimos veinte años del dibujo. Será la segunda vez que la publicación incluirá esta disciplina, que dejó de ser la hermana menor de otras.
Entrada: libre y gratuita.
Premio Alberto J. Trabucco de Dibujo
Lugar: Espacio de Arte Fundación Osde. Arroyo 807.
Horario: lun a sáb de 12 a 20.
Fecha: hasta el 16 de agosto.