Fuente: La Nación ~ Por las restricciones de la pandemia, la artista argentina se vio forzada a producir por Zoom y Whatsapp la obra que presenta el jueves en Manchester.
“Horrible, horrible, horrible”. Así confiesa que se sintió Marta Minujín, la artista más popular de la Argentina, al verse forzada a producir a distancia una de sus obras monumentales. Tenía las valijas hechas para viajar a Manchester, donde pasa domañana se presentará El Big Ben acostado con libros políticos, en el marco del festival internacional que organiza la ciudad. Pero la pandemia fue más fuerte, y se vio obligada a dirigir por Zoom y Whatsapp el montaje de una réplica del principal símbolo de Londres, de 42 metros de largo, cubierto por 20.000 ejemplares.
“Hay una peste brutal, no dejan entrar. El productor ya había tenido Covid, tenía dos dosis de la vacuna y se volvió a enfermar. Encima me quedé sin internet una semana, llegué a perder la vista de tanto mirar el teléfono. Es una experiencia única, nunca más lo haría”, explica Minujín a LA NACION a los 78 años, cuatro después de haber presentado en la Documenta de Kassel su Partenón de libros prohibidos.
Entonces se trató de una imponente instalación de metal de 35 x 70 x 22 metros, cubierta por 55.000 libros que alguna vez fueron censurados. “Para hacer lo de Kassel viajé cuatro veces; ahora voy a ver todo por internet”, se lamenta, tras haber “teletrabajado” durante más de diez días desde las 7 de la mañana, incluso sábados y domingos, para adaptarse a la diferencia horaria de su equipo británico. Como “premio consuelo” habrá una charla en vivo organizada por el diario The Guardian, durante la noche de apertura del Festival Internacional de Manchester (MIF), que se podrá ver este jueves, a las 15.30, hora argentina. Las entradas pueden conseguirse de forma gratuita a través de la página del MIF: mif.co.uk.
Mientras tanto, fiel a su estilo, Marta no para. Publica día a día los avances de la obra, ya ubicada en los Piccadilly Gardens, desde su cuenta de Instagram. La misma red social que le sirvió para supervisar el comportamiento del público dentro de La Menesunda en el New Museum, en 2019, cuando observaba indignada cómo algunos ingresaban a la instalación con perros. El próximo montaje de esta pieza, presentada por primera vez junto a Rubén Santantonín en el Instituto Di Tella en 1965, y recreada en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires medio siglo después, se hará en Liverpool el año próximo. “Para entonces ya voy a tener conquistada Inglaterra”, dice, confiada.
Por ahora está en plena batalla. “No puedo abandonar Vacunación global pese a que ya comenzamos en Manchester desde Buenos Aires el Big Ben”, decía en un video publicado en Instagram el 18 de junio, mientras mostraba los avances de la obra que está realizando en su taller de San Cristóbal. Es la continuación de Pandemia, alojada actualmente en el cerrado Museo Nacional de Bellas Artes. Como si eso fuera poco, exhibe también la muestra Implosión! en la Fundación Santander.
Esta semana, sin embargo, toda su atención estará puesta en lo que ocurre a 11.000 kilómetros de distancia, del otro lado del Atlántico. “La gente va a poder entrar al Big Ben en grupos de a seis –adelanta–. Después de caminar 35 metros va poder ver una película de dos minutos, con dibujos de la obra, en la que se ve cómo se desprende de Londres y vuela por el espacio sideral, para aterrizar en Manchester. De fondo se escuchan las voces de Winston Churchill y Margaret Thatcher y una banda de sonido hecha por músicos de allá. Para dirigir todo eso tengo que hablar todos los días con treinta personas y explicarles lo que va segundo a segundo, es un desgaste”.
La selección de los libros fue un capítulo aparte. “Son 150 títulos que aluden a los conflictos entre Londres y Manchester –señala–. Fueron reunidos por la universidad local, pero tuve que hacer un Zoom con las editoriales para explicarles el proyecto. Yo me manejo bien con el inglés, pero ellos tienen un acento más cerrado”.
Los conflictos a los que se refiere fueron sobre todo los surgidos en la década de 1980, cuando la política neoliberal de Thatcher aceleró el declive económico de una ciudad que alguna vez fue la primera industrializada del mundo y jugó un rol clave durante la Revolución Industrial. Desde Manchester llegaron por ejemplo hasta Buenos Aires los ladrillos rojos con los que se construyó, en 1902, el edificio El Porteño –hoy sede del Faena Hotel–, un depósito de granos que se exportaron al mundo durante la Segunda Guerra Mundial.
“Como dinosaurios torpes que de repente se encontraron con su meteorito, las grandes industrias pesadas del este de Manchester cayeron hasta la extinción –escribe Paul Taylor en Manchester Evening News–. Las fábricas de alambre, las empresas de ingeniería, las fábricas de todo tipo quebraron, arrojando al paro a cientos de hombres a la vez”.
Arte para todos
Tiene sentido entonces que uno de los títulos elegidos para el Big Ben de Minujín sea Oliver Twist, de Charles Dickens, novela publicada originalmente por entregas en una revista dirigida por el propio autor, entre 1837 y 1839. Narra la historia de un huérfano que sufre la delincuencia y la marginalidad de Londres, en su lucha por progresar en la vida. “Me gusta que este libro haya sido incluido no solo por el aspecto político del texto –dijo la artista a The Guardian–, sino por el hecho de que Dickens usó nuevos métodos de impresión, baratos y episódicos, que volvieron el trabajo accesible a una audiencia mucho mayor”.
Ni más ni menos, lo que Minujín procura hacer con sus propias obras. El público podrá llevarse los libros en forma gratuita hacia el final del festival, entre el 17 y el 18 de este mes, tal como se hizo con el Partenón de libros prohibidos en Kassel y en su versión original, montada en 1983 para celebrar el regreso de la democracia en la Argentina. Distintas formas de alimentar su serie titulada La caída de los mitos universales, que también incluye el
Obelisco acostado, que presentó en 1978 en la Bienal de San Pablo, y el posterior Obelisco de Pan Dulce.
“¡La gente necesita esto! Necesitamos nuevas ideas y nuevos lugares donde la gente se reúna”, dice ahora la impulsora de un “arte vivo”, conceptual y participativo, convencida de que además “es terapéutico”, para anunciar su charla inaugural con The Guardian. “Los símbolos globales como el Big Ben se mantienen firmes y nunca cambian, pero el mundo siempre está cambiando”, agrega, y demuestra con su ejemplo hasta qué punto es posible adaptarse a esos cambios.