Fuente: Télam ~ Como correlato de la aplastante recepción que alcanzan los programas de inteligencia artificial (IA), desde que una compañía asociada a Microsoft permitiera el uso público de la plataforma ChatGPT en noviembre pasado y Google lanzara al mercado su programa Bard, los textos y obras de arte generados con estas aplicaciones se multiplican por estos días con reacciones dispares: mientras una publicación de ciencia ficción anunció que vetó a centenares de autores después de verse inundada con textos redactados por robots, acaba de trascender que la obra ganadora de un tradicional concurso de arte fue realizada con asistencia de esta tecnología.
Neil Clarke, redactor en jefe de la revista estadounidense de ciencia ficción y fantasía Clarkesworld Magazine, posteó en Twitter que había vetado a más de 500 autores en febrero como consecuencia de sus envíos «generados por máquinas».
Antes de la aparición de robots conversacionales como ChatGPT, capaces de redactar textos en un lenguaje fluido y en diferentes estilos, Clarkesworld Magazine se limitaba a rechazar a un puñado de autores cada mes, generalmente por indicios de plagio, explicó Clarke. «Nuestro reglamento estipula que no queremos obras escritas o hechas con la ayuda de IA -aseguró el periodista en declaraciones que reprodujo la agencia de noticias AFP-. Pero a ellos les da igual. Simplemente mienten».
Aunque se intuía que su asimilación iba a ser rápida, no deja de sorprender la habilidad con que los usuarios empezaron a darle múltiples usos a los chatbots -un software que simula una conversación real con una persona por texto o por voz-, que dan muestras de que pueden revolucionar áreas como el trabajo y la educación gracias a la precisión de sus respuestas y a la capacidad de realizar múltiples y complejas tareas, como escribir un texto reproduciendo las «marcas de escritura» de quien lo encarga.
La IA ya escribe códigos de programación pero también ensayos universitarios que ponen en jaque a la pedagogía de las casas de altos estudios, compone videos, imágenes, poesías y relatos y obliga a una pregunta problemática y urgente: ¿La masificación y democratización del acceso -que irrumpió en la escena pública con el ChatGTP pero que tiene tantas variantes como usos- puede competir con la creatividad artística de las personas?
«Estamos viendo cómo tiene lugar la muerte del arte frente a nuestros ojos. Si los trabajos creativos ya no están seguros frente a las máquinas, incluso los trabajos que necesitan más cualificación corren peligro de convertirse en obsoletos. ¿Qué nos quedará?», se preguntaba hace unos días un tuitero al descubrir que la obra ganadora de la tradicional competición artística de la Colorado State Fair había sido generada por una inteligencia artificial.
La obra, titulada «Teatro de ópera espacial», fue presentada al concurso por un creador de videojuegos, Jason Allen sin ocultar que para lograrla había recurrido a la inteligencia artificial de generación de imágenes Midjourney, una de las nuevas herramientas que en el último año, junto a Dall-E o Stable Diffusion, han impactado en el mundo de la creación.
Gracias a enormes bases de datos de imágenes, el programa Midjourney puede cruzar estilos de distintos autores y hacerlos confluir en una obra en común: basta introducir en su base un texto -por ejemplo pedirle que muestre cómo sería la película de ciencia-ficción «Blade Runner» rodada con el estilo del cineasta y psicomago chileno Alejandro Jodorowski- para obtener impactantes fotogramas que mezclan ambos estilos.
Lo que instala este nuevo panorama respecto a las nociones de creación y autoría es que las capacidades de la inteligencia artificial son enormes, pero se trata de un trabajo de cocreación: se le suministran textos a los que la herramienta responde sugiriendo imágenes, que el artista va seleccionando, afinando, perfeccionando con Photoshop y con continuas nuevas búsquedas. Una sinergia similar entre usuario y máquina que la que requiere la plataforma ChatGPT y otros emprendimientos semejantes.